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5 - Hoy vengo a buscar un corazón

―Bueno, sí. ―Acepto, dudosa. No voy a rechazarlo. Hasta ahora ha sido un tipo agradable. ¿Qué más da? Mi amiga debe estar pasándola bomba con Guilherme.

Me guía a través de un segundo tramo de escaleras y subimos hasta llegar a un lugar más privado. Hay algunos camastros con doseles y cortinas blancas que se bambolean con la suave brisa que proviene de la playa.

Hay parejas besándose sobre las camas recatadamente, otras simplemente beben y ríen con complicidad.

―¿Vamos? El anochecer se ve mejor desde allí ―me señala unas tumbonas que parecen muy cómodas.

Me toma la mano y su calor enciende mis terminaciones nerviosas. Me mira de un modo extraño, como si yo fuera lo única persona en este lugar. Me agrada la sensación de que no se deje avasallar por quienes lo palmean en la espalda mientras avanzamos, ni por las mujeres que tocan sus hombros deseando captar su atención.

Cuando llegamos al borde de la terraza, todo se ve mejor.

Las estrellas en lo alto, la espuma del mar sobre la arena blanca y las ramas de las palmeras besando la estructura de la casa, brindan la cuota justa de sensualidad y serenidad.

Muero por saber el nombre de este desconocido apuesto, pero no se lo pregunto. Es parte de la mística que nos envuelve.

¿Me desilusionaría saber que puede que tenga novia, esposa o varias amantes?

La respuesta es tan absurda como cierta: sí.

Ignorar su identidad me alivia un futuro dolor de cabeza.

He tenido dos novios, la he pasado bien con ellos y he terminado en buenos modos. Nunca he sido celosa ni de Franco ni de Julio y, sin embargo, ahora mismo me inquieta pensar en la vida paralela que este completo extraño quizás posea.

―Se llama "revólver" ―dice y me extiende la copa de Martini con una cáscara de naranja flotando en el color ambarado del trago ―. Tiene whisky, licor de café y unos toques mágicos ―su sonrisa de lado es cautivante.

―¿Me prometés que esto no me va a drogar? ―Esta vez sueno bromista, agotando una buena dosis de desconfianza.

―En absoluto.

Mojo mis labios y bebo un sorbo pequeño. Es fuerte, pero el sabor a café es exquisito. Bebo un sorbo más y quema al pasar por mi garganta. La sensación es deliciosa y de inmediato puede que termine siendo mi nuevo trago favorito.

―¿Gosta?

Gosta. ―Admito. Él me quita la copa y la deja sobre la mesa baja de vidrio que hay detrás nuestro. Se inclina sobre la baranda acerada y me acaricia la mandíbula con sus nudillos.

No puedo moverme ni gesticular.

Solo soy capaz de mirar el camino que sus ojos trazan sobre mi rostro.

Você é a criatura mais linda que eu já vi. ―No hay que ser una experta en el idioma local para entender lo que me dijo. Me sonrojo sin desearlo y le respondo con picardía.

―No estoy segura de eso.

―Apostemos.

Las yemas de sus dedos tocan mi cabello trenzado, sin abandonar su mirada penetrante de la mía.

―¿Qué ves en mí? ¿Qué es lo que me hace la persona más linda que viste en tu vida?

―Sencillez. Luz. Minha bela princesa.

No quiero sonreír como una idiota, pero mi cerebro se ha declarado en huelga y no está dispuesto a retrucar su cursilería.

―Tienes una sonrisa hechicera. Con hoyuelos.

―Sí, no me gustan ―reconozco ―. Han sido el hazmerreír de mi hermano por años.

―¿Tienes una buena relación con él?

―Sí, nos adoramos.

―Yo no tengo hermanos. No de sangre. Guilherme y Levi son como unos.

―No conozco a Levi.

―Es mi representante.

―Oh, claro. Todo eso del jugador de fútbol ―Retrae el ceño y parece disgustado por mis palabras. ¿Toqué su orgullo de niño famoso?

―¿Me conoces?

Abro la boca y la cierro. Prefiero quedar como una ignorante y no como una cholula chupamedias.

―¿Realmente? No, solo escuché que unas chicas hablaban de vos ayer en el boliche y cuando vi a esos dos guardaespaldas detrás tuyo, hice dos más dos. ―Sí, me siento una perdedora, pero la sinceridad ante todo.

―Sabes que soy jugador de futbol, pero no quién soy ―Insiste.

―Exacto. ¿Estás seguro de poder lidiar con esa falta de reconocimiento de mi parte?

De inmediato, la sonrisa más bonita del mundo rivaliza con la hermosura de la luna blanca sobre el horizonte azul que ilumina la noche.

―Nunca estuve tan seguro.

Por un momento, anhelo con que me bese, sueño con el sabor que ha dejado el mismo trago que he bebido yo en su boca.

Lo que hace a continuación no está en mis planes; toma mi muñeca y se centra en el único tatuaje que decora mi cuerpo.

―¿Qué significa?

―Amor. Mi abuela falleció hace unos meses y me lo tatué en su honor. No me atreví a otro más grande ni en otra parte―digo, asumiendo que él es un hombre con muchos tatuajes ocultos.

―Yo no tengo ninguno ―su respuesta va en contra de lo que acabo de pensar ―, nunca he encontrado un dibujo o una razón suficiente para hacerlo.

―A veces, es cuestión de impulso. De puro amor. No es que ame menos a mis otros familiares, pero sentí que debía hacerlo. Por ella. ―Mira el contorno, ni siquiera me he animado a rellenarlo con tinta. Es sutil, fácilmente de ocultar bajo una camisa de manga larga y para nada grosero.

―Me agrada. Quizás tome coraje cuando regrese a España y me haga uno.

―¿Estás de visita en Río?

―Sí, aprovechando que me han suspendido por un par de fechas. ―dice, sin entrar en detalles. ¿Los quiero? Sí y no.

―¿Cuándo tenés que volver?

―En cuatro días.

Deja caer mi brazo a mi lado y gira su cuerpo, volcando su torso sobre la baranda. Su mirada es nostálgica, perdida en el horizonte.

Quiero tocarlo, frotar su espalda con mi mano, saber qué pasa por su cabeza. Debe tenerlo todo: fama, dinero, mujeres, un trabajo que ama...y, sin embargo, se lo ve abatido.

Sus ojos interrumpen mi recorrida visual sobre su perfil y me toma desprevenida cuando su boca se abalanza sobre mi oído.

―Quisiera besarte, minha beleza.

Trago, con el hambre de que lo haga instalado en la boca de mi estómago.

Exhalo un gimoteo ahogado, un asentimiento que no llega a sus oídos porque se aleja con una sonrisa devastadora. Me acaricia la mejilla y muerde su labio.

¿Por qué no me besa en lugar de anunciarlo?

Es lógico: fui una perra desconfiada, arrojándole cada vez que pude que era un tipo poco digno de mi atención y que lo único que quería era abordarme con estrategias impuras.

―Cuéntame sobre ti ―su cálido aliento, ligeramente alcohólico y con aroma a café roza mi nariz y genera cosquillas sobre mis labios.

―Estudio medicina.

―Supuse que no eras solo un rostro bonito. ―Inicia una conversación que jamás se rompe ni decae.

A cada minuto que pasa intento mantener mis pensamiento a raya.

Es un jugador de fútbol, acostumbrado a relaciones ocasionales.

Es un hombre atractivo con un tendal de mujeres a sus pies.

Es un tipo habituado a decir palabras lindas a cualquier mujer.

Y no, no te llevará a la cama ni te prometerá el cielo, blanca Palomita.

Las voces internas no cesan en mi cabeza.

Quiero retrucar, quiero decirle que no pretendo ser una botinera ni una conquista al azar, sin nombre y sin rostro.

No sale una palabra de mi boca porque, interiormente, sé que esto no pasará a mayores.

―¿Y qué más? Quiero saber todo de ti. ―se cruza de brazos, atento y a la espera de mi relato.

¿Quiere saber de mí? Entonces, le concedo el deseo.

Le cuento que vivo con mis padres en un barrio llamado Caballito. Se ríe ante lo gracioso del nombre y me arenga a seguir hablando. Le admito que hace rato quiero buscar un trabajo bien remunerado para irme a vivir sola, pero que de momento ellos me aguantan. Que papá es mecánico hace años y que trabaja en el taller junto a mi hermano; que mamá es peluquera y tiene un salón de belleza junto a mi tía, hermana de mi papá.

También, que apenas termine mi carrera entraré en el sistema de residencias y al mismo tiempo, cursaré para ser cirujana.

Hablo y hablo.

De mis sueños, de mis proyectos, de mis planes a futuro. Él menciona a su madre, Grazia María, cuenta sobre la casa que le compró apenas tuvo dinero y que ella rechazó. También, de lo perdido que estaba cuando llegó a España para jugar en el Barcelona.

Creo que comenzaré a mirar los partidos con mi padre, me digo y de inmediato me retracto.

¡No quiero saber quién es!¡No quiero ser una fanática babosa!

¿O sí?

―¿Te gustaría formar una familia? ―su pregunta me desconcierta. Es muy personal, pero ¿acaso lo que le he dicho hasta este momento no lo es también?

―Con la persona indicada, claro que sí. ¿Vos?

―Con la persona indicada, claro que sí. ―me guiña su ojo ―. No ahora, de todos modos ―apunta entre risas y toma una de las dos botellas de cerveza que una muchacha nos ha alcanzado minutos atrás. Ha bebido dos tragos además del que me dio y estoy a un pelito de decirle que no beba más, que debe cuidar su físico.

―Ya es tarde ―miro el reloj. Son las dos de la madrugada y Marina y yo todavía debemos armar las valijas ―. El vuelo sale a la hora de la cena y tenemos cosas pendientes por hacer ―anuncio, alejándome a desgano de ese rincón íntimo en el que nos hemos pasado mucho más tiempo del que calculé.

―¿Te ayudo a buscar a tu amiga?

―Si sabés donde está Guilherme...

Bajamos por las escaleras cuando detecto más gente de la que había horas atrás.

―Gracias, por la conversación. ―Le digo frente a la puerta del baño del segundo piso. Ahora sí que siento que la vejiga me estalla ―. Fue un placer conocerte.

―El placer fue todo mío. Estoy seguro de que el destino nos volverá a unir.―me besa el dorso de la mano y como un pez que es atrapado por la corriente, desaparece entre los invitados.

Atontada, me quedo de pie por un largo tiempo hasta que reacciono y me meto en el baño vacío.

Miro a mi alrededor; por un ser un sanitario de servicio es grande como mi habitación. ¡Incluso tiene un cuarto de ducha! Hago mis necesidades sin dejar de analizarlo todo; el fondo de las paredes es blanco y las grandes hojas de palmera estampadas en tonos de verde le dan un toque de calidez y singularidad.

Lavo mis manos y me miro en el enorme espejo. Me veo bonita, mi cabello está en su sitio y mi maquillaje resalta mis labios carnosos y mis pestañas largas.

Muerdo mi uña.

¿Y si lo busco?¿Y si le digo mi nombre y le paso mi teléfono?

Automáticamente me pregunto para qué: me separa menos de un día de este lugar y a él, no más que un puñado de horas. Su vida está en otro continente, rodeado de lujo y glamur.

¿La mía? Horas y horas de estudio, colaboración en mi casa y salidas baratas con mi amiga.

Miro fijamente la imagen frente a mí.

¿Cuándo tuve esta necesidad de animarme a más?

¿Cuándo sentí este loco palpitar dentro de mi pecho?

Me arengo, inspiro profundo y exhalo, pensando en jugármela.

Pase lo que pase.

Salgo del baño dispuesta a todo cuando el ambiente es de crisis y neurosis.

¿Qué está pasando?

Me abro paso para cuando escucho que alguien grita "Um médico, um médico". Nadie reacciona, el murmullo es fuerte al igual que la música.

Um médico, ¡por favor! ―las voces se multiplican y levanto mi brazo para que me vean.

―Aquí ―agito mi brazo y empujo, descubriendo un panorama desolador e inesperado.

El futbolista famoso, el hombre con el que he estado compartiendo las últimas horas de mi último día en Río, está tendido sobre la vereda perimetral de la piscina, sin reflejos.

―¡Aire, aire! ―grito bajando el nudo en mi garganta.

Le mido el pulso, inexistente.

Está empapado, al igual que los dos hombres a sus pies.

―¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ―pregunto. Los tipos permanecen en shock hasta que una chica habla y trata de explicar.

Luta. ―mueve los brazos sostenidamente, desesperada por hablar ―. Pelea. Piscina.

Se que no lograré nada más que eso, por lo cual comienzo a masajear el pecho del muchacho que luce pálido y no registra signos vitales.

―Vamos, vamos...―comienzo con las maniobras de reanimación. Presiono su nariz y bombeo aire en su boca tras varias compresiones torácicas―. Vamos, no bajes los brazos. Prometiste que el destino nos reuniría...pero no se suponía que debía ser así ―mascullo mientras continúo con la presión en su esternón.

Sigo intentando, no lo abandono.

Uno, dos, tres.

Cuento hasta treinta. Insuflo aire a su boca y siento un ligero movimiento en su plexo; sus costillas se contraen y sus ojos se abren, recobrando la conciencia.

Lo coloco de lado, escupe agua y es para entonces que Guilherme entra en acción junto a un tipo que no conozco y lo arrancar de mí, arrastrándolo hacia una silla cercana donde lo abanican con algunas toallas.

Ambos empiezan a gritar desaforadamente y el rubio con aspecto de surfista que acompaña al dueño de casa se encarga de arrebatar los celulares de todos aquellos que están filmando el morbo.

―¿Qué mierd...? ―Marina aparece por detrás de mí.

Estoy petrificada, impactada y con la remera mojada a causa de la reanimación.

―¡Vayámonos a la mierda! Alejémonos del quilombo. ―Como es característico en ella, me arrastra a la puerta y me sienta dentro de un taxi, donde minutos más tarde, comienzan las explicaciones.

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Você é a criatura mais linda que eu já vi: Usted es la criatura más linda que vi.

Cholula: chismosa.

Botinera: mujer que sale o está casada con un futbolista.

Caballito: Barrio de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado geográficamente en el centro de la ciudad.

Quilombo: lío.

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