28 - Máxima velocidad
―Tierra a Paloma, Tierra a Paloma. Aquí, Mina. ―Graciosa, mi compañera me alcanza un té de hierbas que, según ella, revive a los muertos.
―Esto no huele muy bien, Mina ―Protesto rodeando la taza de cerámica que dice "nunca te rindas". Muy acertado para mi momento actual.
―Bébelo sin quejas. Es el mejor quitapenas del mundo.
―Conque quitapenas, ¿eh?
―Ese rostro es el de una mujer desolada a la que le han roto el corazón, menina. Y creéme, yo sé mucho de eso ―Miro a Mina sin creer lo que dice; es una mujer atractiva, con carácter e independiente. A mi juicio, no la veo como alguien que se deje romper el corazón tan fácilmente.
Bebo un sorbo y me sorprende gratamente no escupir al primer trago. Tiene canela, miel, ralladura de jengibre y otras hierbas que no reconozco y ni cuestiono, por las dudas.
―Mi abuela vivió hasta los 110 años tomando esta clase de infusiones. Mezclaba hierbas por aquí, agua caliente por allá y ¡voilá! Magia casera.
―Debería haber patentado sus creaciones, aunque no garantizo que este té cure mis males. ―le digo, tomando asiento en la silla frente a su escritorio. Estoy haciendo tiempo antes de ir con el doctor Fraga a una intervención de rutina.
―¿Cómo es posible que lleves aquí menos de tres meses y ya hayas caído así de fuerte en las redes del amor? ―Filosofa en voz alta y me mira con la misma expresión fantasiosa que usaría si mirara la telenovela de la tarde.
―Es...largo de contar.
―¿Me ves ocupada? ―Agita el frasco de esmalte de uñas color rojo fuego.
―¿No deberías estarlo? Desde que comencé a trabajar en este hospital este es mi primer descanso. ―Frunzo la boca, bromeando.
―Vamos, habla. ―Se cruza de brazos y se desploma contra el respaldo de su silla, esperando el chisme.
No quisiera entrar en detalles, pero finalmente, cedo en pequeñas cosas.
Converso sobre la noche en que conocí a Rafe, de la conexión que sentimos apenas tocó mi muñeca y de la fiesta de cumpleaños a la que fuimos con mi amiga y él apareció por sorpresa; de nuestro desencuentro al final del evento – no revelo que le salvé la vida – y las idas y vueltas hasta entonces.
―¡Y yo que te dije que Rafe estaría en el evento del SARAH! ―protesta arrojándome un bolo de papel.
―Ni siquiera podía creer que lo vería de vuelta.
―Esta sí que es una historia de amor con todas las letras ―Suspira y a continuación, hace la pregunta obvia ―, ¿por qué estás triste?
―Porque...me mintió con algo...y yo...yo no fui capaz de soportarlo.
―No quiero entrometerme, pero ¿es algo sin solución?
―No...bueno...sí, es solucionable. Él admitió que su comportamiento no fue el mejor y que tuvo motivos para no ser sincero...―Divago en voz alta. Sinceramente, me siento un poco infantil al continuar enfadada por eso.
―¿Creíste en sus disculpas?¿Fueron sinceras?
―Por supuesto. Aunque no lo creas, Rafe es un amor de persona y tiene grandes valores.
―¡Y está riquísimo!―me arranca una sonrisa necesaria y se lo agradezco guiñándole el ojo ―. Paloma, ¿tiene sentido que continúen enojados? Me has dicho que nunca se pudieron olvidar, que él tiene un enorme tatuaje en tu homenaje y tú, has retratado en tu muñeca una situación única y personal que compartieron. Se han encontrado en un escenario impensado. Deben, tienen y quieren estar juntos, ¿cierto?
―Por supuesto ―Confieso, honesta y apenada.
―Ve a buscarlo, ve a decirle que estás dolida y que no permitirás más mentiras ni secretos. Bríndale una segunda oportunidad bajo tus condiciones. Si quiere aceptarlas, es porque le importas y está dispuesto a intentarlo.
Bebo y trago.
Bebo y trago, calentando mi garganta y mi corazón.
¿Es una buena idea? Estoy molesta y tengo un poquitín de resentimiento todavía.
― Evidentemente, no eres cualquier persona para él; te ha dicho que su principal miedo era perderte. Ahora mismo, estará enfrentando ese miedo porque no te tiene, Paloma. ¿Crees que no está sufriendo?
―¿Y qué hay de mí? ¡Me mintió! ―Hago puchero.
―Admitió su error. Te ha pedido disculpas. Te ha dicho que te ama. ¡Te ama, Paloma Barreto!¡A ti de todas las mortales! ―Lleva al techo sus brazos exageradamente ―. Somos humanos, nos equivocamos. Todos y cada uno de nosotros.
Sus palabras son una revelación; efectivamente, Rafe estará viviendo el mismísimo infierno.
¿Quiero que lo esté viviendo? Claro que no.
No solo está con el temor latente a su operación sino que estar lejos de mí no le hace para nada bien. Él tiene un corazón frágil en todo sentido de la palabra; mi reacción, no ha hecho más que endurecer las circunstancias. Rafe necesita operarse y soy la única capaz de convencerlo.
Gracias Levi.
Su representante tenía razón, pero no por pensar en que me iría de su lado ni de que no sería lo suficientemente valiente para acompañar a Rafe, sino en que soy la única capaz de empujarlo hacia la decisión conveniente.
Que sea yo y no su madre, me moviliza y sorprende.
No quiero victimizarme ni victimizarlo, pero en retrospectiva, el jodido temor que lo vulnera, lo paraliza y desespera para decidir si operarse es el mismo que se ciñe a sus huesos y ha provocado que no me lo cuente.
―Decile al doctor que ahora vengo o...no, mejor decile que no regreso. Algo así como que me surgió un asunto importante de último momento. ¡No sé! ―busco rápidamente mi bolso cruzado y me siento horrible por abandonar mi puesto de trabajo.
―Tranquila, le diré que irás a reparar un corazón roto. Después de todo, te dedicas a eso, ¿verdad? ―Me arroja un beso al aire y le sonrío por el sabio juego de palabras.
Salgo del hospital esquivando gente que entra y sale; tomo un taxi y lo primero que hago es darle la dirección de la casa de Rafe.
Adrenalina corre por mis venas.
Hace tres días que no sé nada de él y me duele haberme comportado de este modo, siendo un poco egoísta y regodeándome en mi propio dolor.
¿Sigo enojada con él? Sí, un poco, porque no se ha entregado por completo cuando le di posibilidades de hacerlo.
¿Puedo culparlo por tener miedo de hacerlo? No.
¿Puedo pensar que aun somos muy recientes y no sabemos cómo manejarnos el uno con el otro? Por supuesto.
No me lleva mucho tiempo llegar al pie de esa colina imponente rodeada de frondosos árboles y altos muros de piedra donde se emplaza la mansión Vilanova.
―¿Usted vive aquí? ―pregunta el chofer en portugués, elevando las cejas con aprecio.
―Mmm, no, un paciente. ―Carraspeo. En efecto, estoy con mi chaqueta blanca cerrada y esta visita puede pasar como una visita médica.
―Caray, qué buena suerte tiene los ricos ―no me centro en su comentario, pago mi viaje y bajo rápidamente. Para entonces Carlos, el hombre de seguridad del turno de la tarde, me reconoce detrás de los vidrios tintados de la garita de seguridad.
Las puertas se abren y camino cuesta arriba. Ahora entiendo por qué las visitas de Rafe vienen en automóvil: nadie quiere ingresar por este acceso y hacer varios minutos de trekking.
Cuando llego al enorme patio donde está la piscina, recupero oxígeno y golpeo la puerta principal con la poca energía que me queda...sin obtener respuesta.
Miro el reloj en mi muñeca: son las cinco.
Rafe ya tendría que estar aquí, de regreso de su entrenamiento.
O lo que sea que haga en el club.
Tomo asiento en una de las reposeras y repaso los mensajes que me ha dejado en el celular después del partido, antes de nuestro entredicho. El último de la larga lista, es resignado.
Rafe: Te veré en casa.
En casa...
Sonrío ante la ironía. Estar en casa se siente bien.
Mi casa, su casa, nuestra casa, cualquiera sea el techo que nos cobije, lo importante es que estemos juntos. Miro al cielo con una lágrima cayendo en mi mejilla y llevando mi celular la pecho.
¿Y si no sale vivo de la operación? ¿Podría soportar este remordimiento de las palabras no dichas? Las probabilidades son pocas, pero existen y me angustian de solo pensarlas.
En estos momentos sopeso todas las variables; por primera vez en mi vida me siento completa y pensar en perderlo cuando apenas nos encontramos, me angustia.
Escribo un mensaje que rápidamente borro y reescribo otro unas cien veces. Nunca lo envío, quizás con el temor de que solo lo deje en visto.
¿Habrá encontrado en los brazos de otra mujer el consuelo que necesita en este momento?
"No, Rafe no lo haría", me respondo.
Cierro los ojos, me reacomodo en la reposera y sin darme cuenta, me duermo.
***
Siento la boca pegoteada y los ojos pesados. Los abro con lentitud y parpadeo hasta recuperar la conciencia total. No estoy en el patio de Rafe ni cerca de la piscina. Estoy en la habitación de huéspedes que ocupé el primer día que me quedé aquí.
¿Cómo llegué hasta acá?
―Hola, minha beleza ―la voz de Rafe es inconfundible y hago dos más dos. Está sentado en el estrecho sofá junto a la cama, vestido con ropa deportiva.
―Rafe...―Lo nombro y me refriego los ojos. Bajo descalza y me arrojo en sus brazos. Él me recibe desinteresadamente y quiero que así sea por siempre.
Me siento a horcajadas su regazo y lo lleno de besos. Se sonríe y se sorprende en partes iguales.
―Minha beleza, ¿qué sucede?
―Vos sucedés.
―¿Yo?
―Perdón, perdón, perdón―Riego más y más besos en su cara recién afeitada ―. Fui impulsiva, fui necia. Levi vino a casa y me tiró esa bomba encima, no supe reaccionar. Yo...yo también tengo miedo de perderte, Rafe ―le digo con mis ojos cristalinos del llanto previo ―. Tengo miedo de perderte, pero...pero de un modo más profundo. Físicamente. ―Expreso mi verdad, mi angustia, mi padecer.
Tengo miedo de que se muera.
¿Cómo me perdonaría dejarlo sabiendo que esa es una posibilidad latente? ¿Cómo marcharme de su lado después de tanto tiempo deseándolo en silencio y a escondidas?
¿Cómo perder tiempo cuando, quizás, no tengamos mucho tiempo?
Rafe me contiene, me aprisiona con sus brazos y me levanta en el aire, mis piernas lo rodean y mi llanto moja su hombro.
Reboto contra el colchón para cuando me protege con su cuerpo. Él también está sollozando, volcando sus incógnitas con respecto al futuro y sus frustraciones.
Él no solo tendrá que someterse a una intervención coronaria: él tendrá que dejar su profesión, su vida tal y como la conoce.
―Paloma, no tienes una idea lo miserable que me he sentido durante estos días. Pensé que ya no te vería y ese miedo fue todavía peor que el de entrar a una sala de operaciones. ―Es crudo.
―Lo sé y aunque me llevó un par de días entenderlo, volví...―aseguro y me aferro a su cuello ―. Te amo tanto que estar enojada con vos no tenía sentido. No quiero perderte en ninguna circunstancia.
―Nunca lo harás, te lo juro. ―Afirma con convicción y sé que quizás sea el momento exacto para decirle cómo hacerlo.
―Rafe, operáte. Dejáme disfrutarte por muchos más años.
Su cuerpo se tensa e inmediatamente me abandona. En dos segundo, ha levantado un muro imaginario.
―¿Esta es alguna clase de extorsión? ―Increpa desde los pies de la cama.
―¿En serio me creés capaz de hacer eso? ¡Volví porque no podía estar lejos de vos! Me comí mi orgullo, hice las paces con mi rencor y ¿solo pensás que estoy acá para "negociar" con tu operación?
No dice nada.
―Te amo, Rafe. En estas semanas no hice más que descubrir al mejor hombre del mundo, al que me hace sentir completa, querida, deseada. Me buscaste sin saber mi nombre, me amaste en tus sueños, me imaginaste en tu cama y me encontraste en el sitio menos pensado. Si hay alguien que entiende de persuasión y constancia, sos vos. Lo único que me atrevo a pedirte ahora es que no te rindas.
Me arrastro hasta la punta de la cama y sujeto sus manos. Su cuerpo está flojo, ligero, disponible. Lo invito a sentarse junto a mí, pero contra todo pronóstico, se arrodilla. Su cola se apoya en sus pies y su rostro descansa en mi regazo.
Sus brazos me rodean las caderas, utilizándome de anclaje.
―Todos vamos a morir, algunos dando más batalla que otros. En mejores o peores circunstancias. Yo quiero que vos pelees. Que Rafe Vilanova, el número uno, el gladiador que jamás dio las causas por perdidas, enfrente esta contienda. Prometo que voy a estar esperándote ―le susurro y revuelvo su pelo ―. Prometo que vamos a hacerlo funcionar. ―Repito las mismas palabras que él me dijo apenas nos reencontramos.
―¿Lo prometes? ¿Prometes que estarás a mi lado cuando salga del quirófano? ―una de sus lágrimas moja mi muslo.
―Como que me llamo Paloma de la Paz Barreto.
―¿Te llamas Paloma de la Paz? ―Su cabeza repentinamente se eleva, sonríe con gracia y no puedo más que contagiarme de su entusiasmo.
―Sí, imagináte lo que fue mi niñez y adolescencia. No sé qué se fumaron mis viejos cuando me anotaron en el registro civil.
Rafe me besa, profunda y sentidamente.
Su aliento caliente, la bravura de su lengua y su pasión, parecen dar una respuesta a mi solicitud. Sin embargo, y a pesar de responder a cada una de las provocaciones de su boca, me deja en ascuas.
―Durmamos juntos esta noche, no puedo estar un día más lejos de ti. ―Murmura sobre la piel caliente de mis labios.
―Por supuesto que sí, pero tendría que ir a buscar ropa, productos de tocador y...
―Irá Levi.
―No creo que a Levi le agrade ser mi mulo ―Carcajeo.
―No me importa, tu eres mi corazón Paloma y sin ti no puedo vivir ―Es romántico, ¿cómo negarme a dormir con él?
***
Como era previsible, Levi no tomó de buena manera el viaje a mi departamento. Lo que no imaginé es que traería mi valija casi repleta.
―Le dije que te quedarías aquí durante la semana, a excepción de los días en que yo tenía juego. ―concluyó Rafe con ojitos de perrito abandonado.
―¿Y por qué no me preguntaste qué quería hacer yo? ―Finjo enojo.
―¿Quisieras venir a vivir conmigo temporalmente? Al menos hasta que termine tu beca. Dale, che. ―Pronuncia en el tono más argentinizado que puede y evito reírme de su histriónico intento. Su cuerpo me hace sombra, irradia calor, sexualidad y su voz es grave. Me arrincona contra la isla de la cocina, sin dejarme escapar.
―Bueno, pero si puedo poner en uso el jacuzzi cada vez que quiera.
―¡Trato!
Me hace cosquillas y me doblo toda, riendo a morir. Levi carraspea; está de pie, con la valija a su lado y mirándonos fijamente. Cuando conecto con sus ojos, se le escapa una sonrisa de lado. El muy hijo de su madre sabe que estoy ablandando a Goliat.
―Ven, vamos a instalarte ―Sin esperar ni un minuto, Rafe me toma de la mano, captura mi equipaje con la otra y nos dirige hacia a la planta superior, más precisamente a su habitación.
Sin vacilar, corre buena parte de sus perchas hacia el lado contrario, dejándome un espacio más que generoso para que coloque mis pertenencias.
―Rafe, pará...¡pará! ―le digo con ímpetu y se queda como estatua ―. Despacio, ¿sí? Estoy acá, no hace falta que hagamos esto ahora mismo.
―Sí, sí. Tienes razón. Supongo que estaba ansioso. ―Reconoce con la vergüenza sonrojándole las mejillas doradas ―. ¿Qué hacemos ahora?
―Mmm, tengo otros planes...―le ronroneo en su oreja, mordisqueo el lóbulo carnoso y lamo el punto bajo este. Extraño sus besos, caricias, su cuerpo adherido al mío y sus gruñidos en mi oído ―. ¿Levi sigue abajo?
―¡Levi! ¡Vuela de aquí! ―Grita desaforado y no pasa ni un minuto que la puerta de salida se cierra ―. Vayamos a lo nuestro. ¿Dónde estábamos? ―Nos tocamos afanosamente y su dureza masculina me golpea el vientre. Mi mano toca su bulto hinchado y el chirrido de sus dientes es indicativo de deseo.
―Ahora que sé cómo cuidarte, vamos a tener que apelar a la creatividad ―eleva su ceja y exhala un "lo que tú digas" no demasiado criterioso. Me pongo firme, sin dejar de frotar su miembro ―. Rafe, te hablo en serio: vamos a tener que tomarnos esta situación muy a pecho. ―La que habla en este momento es la doctora Barreto.
―Entiendo...sí...―Sisea con los ojos encapuchados y soy la culpable de su desconcentración.
―Me alegro de que estemos en la misma sintonía. ―Quiero suponer que algo de lo que le dije ha quedado en su corteza cerebral.
―Y yo, de que estés aquí. ―Me besa y soy quien intensifica la unión de nuestras lenguas.
―Lo vamos a hacer a mi manera. ―Hay fuego en su mirada, calor en su piel y promesas en mis dichos.
―Quiero que se deje la bata puesta, doctora Barreto, por favor ―con el filo de sus dientes, recorre la vena palpitante de mi cuello. Mis pezones están duros como caramelos y mi sangre bulle por mis venas a máxima velocidad.
―Bueno, puedo ceder en eso. Pero soy yo la que está al mando. No te olvides.
―Por supuesto, usted tendrá el bisturí en sus manos después de todo.
Parpadeo con sus palabras rebotando en mi cabeza.
¿Qué mierd...?
Rafe no está bromeando. El momento de fulgor se enfría y me alejo repentinamente.
―¿Qué dijiste?
―Que me operaré siempre y cuando tú seas la que tome el control.
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Esmalte: barniz de uña.
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