Capítulo 3: Sobre los que nos asechan
En la mañana, Anastasia bajó al comedor y ahí, se situó cabizbaja frente a Des. El desuellamentes ya se había tomado su poción y se escondía tras la falsa apariencia de un ser humano común.
La joven sílfide no lo miró, pero alcanzó a percibir su expresión fulminante y trató de hacerse más pequeña frente a él.
—Anastasia, ¿es en serio? —reclamó Des, contemplando enfurecido el rostro hinchado de la sílfide—. ¿Qué esperas que pase? Con algo de suerte te matarán, pero con la peor de la suertes, acabarás poseída. ¡Tienes que dejar de ir a buscar pelea con esos seres!
—¡Juro que lo intento! —Anastasia lo miró—. Cuando creo que al fin estoy teniendo avances y que soy capaz de quedarme en casa, actuando como una chica simple, los poseídos vienen a mí y me hacen recordar toda esa rabia contenida que siento...
—Ese es el problema —replicó Des—, dejas que la ira nuble tu juicio y eso te conducirá a un crudo destino, ¿sabes lo que eres? Eres una sílfide, una criatura delicada que debería sincronizar con el viento, pero tú no lo haces y esa es la razón, eres ira, pero nada más. El viento es un elemento capaz de cambiar y adaptarse con sabiduría, pero tú...
—¡Ya no soy una sílfide! —gritó Anastasia— ¡Desafié mi naturaleza y dejé de serlo hace años!
—Escucha lo que dices —Des le habló entre dientes—. Si no eres una sílfide, ¿entonces qué eres, Anastasia?
—Tú lo dijiste. —Sollozó ella—. Soy pura ira, puro odio, tristeza y arrepentimiento...
Colmado por la impaciencia, Des evitó mirarlo y Anastasia pudo percibir lo decepcionado que se sentía. Finalmente, Des le señaló la escalinata que conducía al piso de arriba.
—Vuelve a tu cuarto —dijo—, no vas a atender a ningún cliente con esa cara.
Anastasia se dio la vuelta precipitosa y subió corriendo las escaleras, sintiendo de momento que odiaba a Des porque no la entendía.
Ingresó a su habitación y cerró la puerta dando un portazo, acto seguido, se dejó caer sobre la cama. Abrazó la almohada y se echó a llorar, intentando anclarse al suelo de alguna manera, pues sentía que quería salir corriendo para encontrarlos a todos y exponerlos al sol, porque ellos eran su peor enemigo.
Se contuvo y cuando estuvo más tranquila, se puso a leer.
Le gustaban esas novelas ya que, eran lo único que le permitían ser la adolescente de 15 años que era. En general, siempre estaba en la tienda durante el día, ayudando a los ancianos y por las noches, solía escabullirse para luchar contra los acechadores de la noche.
Anastasia sabía que en ningún mundo podía ser una adolescente normal, pues en su mundo, ella no volvería a ser la sílfide que se suponía debía ser: una criatura mágica hermana de las hadas y las ninfas, representante del arte y la belleza; delicada y servicial.
En este otro mundo, los libros decían que las adolescentes eran chicas sin poderes de ningún tipo, que se enamoraban del chico popular de la escuela y se peleaban con sus padres en un acto de rebeldía. Anastasia no tenía padres, o al menos no que la quisieran. Sabía que si ella se rebelaba a sus padres como las chicas de las novelas, seguro que su padre la apuñalaba con una espada...
No iba a la escuela ni se relacionaba con más personas de su edad. La única persona en los dos mundos que parecía quererla era Des.
Cerró el libro y se dejó caer sobre la cama con un suspiro. Ahí contempló el techo y meditó sobre su vida.
Un extraño golpecito la sacó de su ensimismamiento y se sentó sobre la cama, tratando de descifrar de dónde provenía. Volvió a escucharlo, en la ventana y se dio cuenta de que le estaban arrojando piedras a la cristalera.
Fue hacia allá y se asomó con cautela, temiendo que pudiera ser algún intruso. El chico de los ojos plateados la recibió con una expresión llena de sorpresa desde la calle. Anastasia abrió la ventana y vio que él se apresuraba a trepar por los tejados.
—¿Cómo sabías que esta era mi habitación? —preguntó Anastasia.
—No lo sabía. —Él se sostuvo del borde de la ventana y se sentó sobre las tejas—. He venido arrojando piedras por todas las ventanas de la casa. —La miró—. Al fin te encontré...
—Tuviste suerte de que saliera yo. —Anastasia frunció el ceño—. Si Des te veía arrojándole piedras a su casa...
—Lo siento, tal vez simplemente debí llamar a la puerta...
«Des lo habría echado —pensó ella».
—¿Por qué estás aquí? —exigió saber Anastasia—. Si es por lo de ayer...
—Esas cosas ya no me sorprenden —respondió el joven, negando con la cabeza—. Te buscaba porque creo que eres la única que puede decirme lo que le sucede a mi madre.
—Ya te lo dije antes, lo que ella tiene es incurable.
—Tal vez simplemente no hayan encontrado la cura —replicó el muchacho—, pero puedo buscar las respuestas por mi cuenta, sólo necesito saber de qué se trata para saber dónde buscar, ¿puedes ayudarme? —La miró suplicante.
Sus ojos irradiaban tanta inocencia y ternura que Anastasia no pudo negarse. Abrió la ventana por completo y lo invitó a pasar.
El chico saltó al interior y se puso a mirar sin escrúpulos cada rincón de la habitación de Anastasia. La joven sílfide no se atrevió a decirle que se detuviera porque ella había hecho lo mismo en su casa.
«Pero yo lo hice con disimulo. —Se quejó para sus adentros».
Así que carraspeó intencionadamente y trajo de vuelta la atención del joven.
—Puedes tomar asiento. —Anastasia le señaló la cama y el chico se sentó.
Miró por un breve momento los libros que estaban apilados junto a la almohada y luego regresó su atención a la sílfide, quién se puso de pie frente a él.
—Lamento no invitarte a la sala o a un mejor lugar, pero ahora mismo mi tutor y yo estamos peleados, no creo que me deje recibir visitas de momento.
—Está bien. —El joven evitó mirar los ojos de Anastasia y se concentró en mirar algún punto muerto—. Me llamo Darién.
—¿Qué? —preguntó Anastasia sorprendida, pues no esperaba una presentación tan repentina de su parte.
—Me di cuenta que jamás te lo dije —explicó él, todavía sin mirarla.
Anastasia pensó que "Darién" sonaba al galante nombre de los chicos de sus novelas. Fue un poco decepcionante conocer a este Darién de la vida real, ya que, si bien era muy apuesto, definitivamente no era el clásico fuckboy millonario que ella esperaría de un "Darién".
«Demasiadas novelas han envenenado tu cabeza, Anastasia. —Se recriminó mentalmente».
—¿Me puedes recordar tu nombre? —El chico volvió a mirarla con los ojos destellantes de una inocente ilusión.
—Anastasia... —Ella se sintió bastante incrédula sobre el ambiente. No sabía sí sentir ternura por él o caer rendida ante su porte.
«Me confunde».
—Anastasia. —Él bajó la mirada esbozando una sutil sonrisa.
—Sobre tu madre... —Anastasia trató de retomar el objetivo real de esa reunión—. ¿Cómo es que no te comió?
Darién la miró sorprendido y Anastasia cayó en cuenta de que era una pésima forma de comenzar.
—Lo siento, no quise ser inoportuna, pero difícilmente los familiares de personas poseídas sobreviven... Am...
—¿Poseídos?
—De acuerdo, empecemos por ahí —concedió Anastasia—. Lo que le sucede a tu madre es que fue invadida por un ser de la segunda dimensión.
Darién inclinó la cabeza expresando confusión y Anastasia decidió que sentiría ternura por él.
«¡Que gesto más adorable! No, concéntrate, Anastasia».
—Este mundo en el que habitas, no es el único. —Ella en verdad hizo un esfuerzo para simplificar la explicación—. Hay otros mundos, la mayoría igual de puros y llenos de luz como éste, pero también existe un mundo oscuro entre todos los luminosos.
»Esa es la segunda dimensión, hogar de las monstruosas criaturas corruptas. A la segunda dimensión se le permite existir por decreto de los 4 gobernantes, es decir, los cuatro espíritus que gobiernan nuestro universo.
»Se supone que la segunda dimensión existe como parte de un todo y de un equilibrio. Nuestras almas al morir viajan a la segunda dimensión, ahí los corruptos las devoran y le permiten a nuestras almas su descanso eterno, pero los corruptos han perturbado esa ley. Invaden nuestros mundos y se alimentan de nuestras almas mientras todavía vivimos y respiramos. Esa es la posesión.
—Así que, ¿un alienígena se está comiendo el alma de mi mamá?
—Qué manera de verlo. —señaló Anastasia sorprendida. Sabía que no podía reírse en un momento así, pero le causaba gracia la conclusión de Darién.
El joven, bastante ajeno de lo hilarante que habían resultado sus palabras, se distrajo dibujando círculos sobre su rodilla.
—Mamá ha estado así desde que tengo memoria —admitió con tristeza—. Antes había otras personas que nos cuidaban, decían que ayudarían a que mi madre se pusiera mejor, pero pasaron los años y no hicieron nada más que mantenerla en cautiverio.
«Es que es imposible ayudarla —pensó Anastasia con tristeza».
—Cuando crecí lo suficiente para hacerme cargo de ella, la saqué de ahí y escapamos.
—¿Eso cuándo fue?
—Cuando tenía 10 años.
La respuesta de Darién intrigó bastante a Anastasia, pues evidentemente tenía más de 10 años actualmente y no lograba imaginarse cómo era que su madre no lo había devorado todavía.
—Actualmente... —Anastasia no sabía sí sería prudente preguntar, pero finalmente decidió que indagaría—. ¿Qué edad tienes?
—17 años.
«¡Durante 7 años! —La verdad sacudió los pensamientos de Anastasia—. Él ha vivido junto a una mujer poseída y sin protección alguna durante 7 años».
—¡¿Cómo es que no te ha comido?! —Anastasia lamentó su imprudencia, pero no lograba asimilarlo.
—No lo sé. —Darién se encogió de hombros con tranquilidad—. Mamá duerme mucho durante el día y por la noche es cuando se pone nerviosa. La protejo de la luz porque sé que le hace daño y en ocasiones tiene momentos de lucidez en los que parece reconocerme.
—¡¿Tiene momentos de lucidez?! —Anastasia no podía creerlo, pues hasta ese día jamás había escuchado de un poseído parecido—. Darién... —Dudó un poco sobre preguntar— ¿Qué edad tenias cuándo ella fue poseída?
—Hasta donde sé, ocurrió poco después de que nací.
La respuesta fue sorprendente y a la vez dolorosa; por un lado le sorprendía saber que Darién y su madre seguían vivos luego de una posesión que había durado 17 años; pero, por el otro, se imaginaba lo doloroso que debió ser para ese muchacho crecer a lado de una madre poseída.
Las personas poseídas eran muy violentas y peligrosas. El demonio dentro suyo se comía el cuerpo en vida de quien habitaban y también se comían a cualquier persona que se cruzara en su camino, especialmente a los más allegados de la persona poseída.
La madre de Darién a merced de las necesidades del demonio, seguramente debió intentar comerse a Darién en infinidad de ocasiones.
¿Cómo hizo para sobrevivir?
Mientras Anastasia reflexionaba sobre todo eso, Darién se dedicó a examinar los libros sobre la cama, hasta que un título en particular le llamó la atención.
—¿Debajo de la luna? —Darién sostuvo el libro entre sus manos y se admiró de la portada.
Básicamente eran dos adolescentes besándose bajo el resplandor de la luna llena.
Anastasia volvió sobre la tierra al escucharlo preguntar y le dio mucha vergüenza que Darién viera lo que le gustaba leer.
—Sí... Es un libro de romance juvenil. Es bastante bobo, así que, déjalo.
—¿Tú lees esto? —Darién la miró inquisitivo.
—A veces, cuando me aburro. —Anastasia trató de parecer interesante, pero se dijo a sí misma que no engañaría a nadie teniendo una pirámide de libros de ese género sobre la cama.
«Hay muchas formas de ser en la vida, pero tú elegiste ser la burla, Anastasia. —Se regañó sin piedad alguna».
No obstante, Darién se mostró muy interesado en el libro, tanto que se puso a examinar cada ángulo posible.
—Te lo presto si quieres —dijo Anastasia, recibiendo una expresión de sorpresa por parte de Darién—. Luego me lo devuelves.
—Es decir, que puedo venir a verte otra vez para devolvértelo...
—Si, bueno, nunca te robes un libro que te hayan prestado, son muy valiosos para los amantes de la lectura.
—¡Lo devolveré! —aseveró Darién con ímpetu, luego se incorporó—. Debo irme ya, no puedo dejar a mi madre sola por demasiado tiempo o se despertará.
Darién fue hacia la ventana y pasó a través de ella con dificultad porque llevaba el libro en la otra mano.
—Darién, puedes salir por la puerta principal —comentó Anastasia con extrañeza.
—¿Y dejar que tu tutor sepa que tuviste visitas cuando estaban peleados? —Darién negó con la cabeza—. La ventana es mejor.
Se deslizó por las tejas y llegó a la banqueta de un salto. Anastasia se asomó por la ventana para ver que estuviera bien, pero él lo estaba, perfectamente bien. Darién la despidió con la mano desde abajo y luego se marchó corriendo.
Anastasia se apoyó sobre el borde de la ventana con una sonrisa y suspiró.
—¿Qué voy a hacer contigo, ojitos de plata?
Hola a todos y todas con besitos cariñositos 😘😘😘
Aquí estoy de regreso con un capítulo más de esta fantástica historia que pertenece a mi universo inesperado 🥰🥰🥰
Admito que la estoy disfrutando mucho y espero que ustedes también 🙌🏻
Por favor, déjenme muchos votos y comentarios para motivarme a seguir. Díganme que les está pareciendo y qué cosas creen que necesito mejorar 🙏🏻🙏🏻🙏🏻 Gracias por llegar hasta aquí y espero que nos sigamos leyendo más adelante 💕
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