Capítulo 18: Una aparición temible
Anastasia estaba llorando cuando Darién regresó y al verla, dejó caer lo que había conseguido y corrió hacia ella. Se sentó frente a Anastasia y la tomó de los hombros, mirándola preocupado.
—¿Qué pasó? —inquirió angustiado.
—Yo... —Tartamudeó Anastasia, incapaz de poner en palabras sus sentimientos—. Vi a Eolo y luego una mujer estaba con él... Me hicieron enojar tanto, pero, ahora, no sé por qué me siento tan triste... Creo que me descompuse...
Darién la rodeó en sus brazos sin entender nada, pero bastante angustiado porque ella no parecía capaz de cesar el llanto.
—Ssssh —dijo Darién, acariciando sus brazos—. Fuera tristeza mala, fuera de aquí...
Anastasia rompió a reír entre sollozos por lo recién escuchado y Darién la miró con extrañeza.
—¿Te ríes o lloras? —preguntó.
—Perdón, es que es lo más tierno que haya escuchado en mi vida. —Anastasia habló con la voz entre cortada, con las mejillas empapadas y la sonrisa más grande.
Darién se encogió de hombros y volvió a abrazarla.
—Aunque no lo creas, Ellery tenía su lado tierno. Eso me decía cuando era niño... —La voz de Darién sonó triste al recordarlo, pues Anastasia ya le había contado cómo había muerto—. Siento no tener mejor experiencia consolando a otros.
—Lo que haces es perfecto —respondió Anastasia, devolviéndole el abrazo—, ya me siento mejor.
Así que, Anastasia le contó lo que había ocurrido, sobre Eolo, sobre Inés y sobre el supuesto Dios.
—¿Y ese Dios qué? —preguntó Darién confundido—. Jamás había escuchado sobre ellos.
—Ni siquiera los espíritus los mencionan —respondió Anastasia entre pucheros.
Al verla, Darién pensó que quería besarla, pues esos pucheros, comenzaban a parecerle tan tiernos y atractivos.
«Anastasia acostumbra a hacerlos y me está volviendo loco —pensó».
Decidió mirar hacia arriba y contar hasta diez porque no era el momento de ponerse en ese estado.
—¿Alguna vez escuchaste a los mortales inventarse la existencia de un Dios y luego armando su secta? —preguntó Anastasia, recuperando la atención de Darién.
» Me da la impresión de que es lo mismo que esos dos están haciendo, aunque no me lo esperaba viniendo de dos espíritus luminosos... —Anastasia meditó sobre ello—. Eolo dijo que hace siglos que no tienen contacto con el primer gobernante, tal vez por eso actúan así, necesitan algo en qué creer y alguien a quién seguir, ya que, aparentemente, se encuentran en una especie de anarquía...
—Pero son cuatro gobernantes, ¿no? —inquirió Darién extrañado—. Deben de haber otros tres líderes...
—Los hay. —Anastasia asintió—. Pero no sé qué está pasando... Creo que algo está sucediendo en la tierra espiritual y puede que esa sea la razón por la que nuestros mundos se deterioran.
—¿Y qué sucederá con nuestros mundos? —preguntó Darién preocupado.
—Brigitte me dijo que debía regresar al bosque sagrado en tanto obtuviera mi libertad... —Anastasia reflexionó en voz alta—. Dijo que yo era demasiado pequeña para percatarme de algunas cosas...
» Tal vez tenga razón, pues aparentemente, Eolo me dio su bendición aquel día, pero jamás me di cuenta de eso. Debo volver, debo encontrar la verdad y tal vez, sólo así podamos hacer algo por nuestros mundos.
—Pero sí vas ahí, volverás a ver a tu familia —comentó Darién preocupado y Anastasia suspiró.
—Tienes razón, debo pensar muy bien en lo que haré. —Volvió a mirar a Darién—. Por ahora, vayamos por tu madre y de paso, buscaré a Des... Seguro que él sabrá aconsejarme.
Darién le ofreció algo de ropa que consiguió para ella: unos botines de agujetas color café, unos pantalones estilo cargo color crema y una blusa blanca con un escote en la espalda. También se aseguró de conseguirle una larga cazadora beige que le sirviera para ocultar las alas.
Anastasia contempló la muda de ropa con sorpresa, luego pasó la mirada a los botines negros y la camisa a cuadros negra con gris que Darién llevaba puesta. La camisa parecía ser mera decorativa, pues debajo de ésta, llevaba una camiseta negra y la otra iba abierta, por lo que, al verlo, Anastasia arrugó la nariz.
—¿De dónde conseguiste todo esto? —preguntó.
—De una tienda de ropa —Darién se encogió de hombros.
—¿Con qué dinero?
El joven volteó los ojos y esbozó una mueca con los labios que lo delató.
—¡Darién, esto es un robo y está mal!
—¿Acaso tenemos una mejor opción? —replicó Darién molesto—. Anastasia, acabamos de salir de una prisión de la que escapamos y no tenemos nada de dinero...
—¡¿Y todo ese buen estilo era necesario?! —bufó Anastasia, señalando el atuendo de Darién, por lo que éste entristeció.
—Quería verme bien para ti...
«¡Es muy adorable! —pensó Anastasia—. ¡Firme Anastasia, sé firme y no caigas por tus hormonas!».
Darién no lo hacía para nada fácil y ella emitió un profundo resoplido lleno de irritación.
—Nada justifica que robemos —advirtió.
—Lo sé —respondió Darién acongojado, luego la miró—, prometo que lo pagaré cuando lleguemos a casa y estemos mejor, por ahora, protegerte es mi prioridad.
—Y verte guapo, ¿no?
—Lo devolveré sí no estás de acuerdo —respondió Darién, encogiéndose cual niño regañado.
—Déjalo, sí igual lo pagaremos después...
—No es todo —dijo Darién preocupado, mientras sacaba dinero de sus bolsillos, cosa que dejó boquiabierta a la sílfide—. Necesitamos esto para pagar el tren que nos llevará a casa. Lo siento...
Anastasia suspiró con resignación y aceptó el dinero, sintiéndose muy mal consigo misma porque no le gustaba robar.
«Cuando vea a Des le pediré que lo pague y a cambio trabajaré el doble en la tienda».
La dimensión 21 superaba a la 20 en tecnología, pero, con la crisis y el incremento de personas poseídas, año por año, la población había empobrecido y sólo los de mejor posición económica tenían acceso a la tecnología. Ni siquiera existía el transporte público accesible porque los gobiernos no podían sustentarlo. De ahí que la OCI se volviera extremista en contra de los ocultos, pues la verdad era que no había suficientes recursos, ni siquiera para los que fueran originarios de ese mundo sin magia.
Por su parte, Anastasia había tenido una vida muy cómoda dentro de la dimensión 21 antes de ser capturada por la OCI, por ello, no aprobaba los métodos de supervivencia de Darién quien había carecido tanto desde pequeño y ya no sentía culpa por robar o al menos, ya no tanta.
Tanto así que, Darién se mostraba muy entusiasmado por su viaje en tren y al verlo, Anastasia no podía seguir sintiéndose molesta con él.
Ahí en la estación, compraron los boletos y luego abordaron en la locomotora, la cual, Darién admiró a detalle, como un niño con un juguete nuevo. Apretó el colchón de su asiento y luego se echó sobre él con una sonrisa relajada.
—Qué cómodo es...
«Darién, ¿cómo has vivido hasta ahora? —pensó Anastasia conmovida».
El tren se estremeció y emitió un agudo silbido que sobresaltó a Darién sobre su asiento. El muchacho se puso alerta de inmediato y miró a todos lados, descubriendo por la ventana como el tren se ponía en movimiento.
—¡Camina! —exclamó maravillado—. Mira esos colores, Anastasia.
Darién tiró de la manga de la sílfide y le señaló el exterior, por lo que Anastasia miró, suponiendo que se refería al pasar de las imágenes por el movimiento de la locomotora.
Entonces se acordó que de niña viajó una vez en el tren con Desuellamentes, ya que habían asistido a una convención de herbolaria donde Des vendió su mercancía y Anastasia fue su apoyo. En aquel recuerdo, Anastasia también se había asombrado por el movimiento de la locomotora y los colores del exterior.
—Es hermoso —reconoció Anastasia con una sonrisa y se recostó sobre el hombro de Darién—. Me alegra poder compartirlo contigo, Darién.
Con una expresión enternecida, el corazón acelerado y el calor recorriéndole el cuerpo, Darién también se recostó sobre la cabeza de Anastasia, sintiéndose más agradecido por el hecho de estar con ella.
Cayó la noche y Anastasia se quedó dormida sobre el pecho de Darién, pero Darién no podía dormir a causa del movimiento del tren y los ronquidos de la gente de alrededor, por otro lado, la cercanía de Anastasia lo ponía muy nervioso de tal manera que, mientras ella dormía, él jugueteaba con sus rubios mechones, contemplando embelesado el rostro dormida de la jovencita.
Hasta que vio una horrorosa criatura que caminó por los estrechos y oscuros pasillos. Una feroz bestia negra cuya piel parecía que se derretía como si fuera tinta. La criatura caminó en cuatro y olfateó los cuerpos de las personas que descansaban bajo la penumbra. Darién estrechó a Anastasia en sus brazos por puro instinto cuando vio la horrible hilera de dientes ensangrentados que tenía.
«¿Es de este mundo o del otro? —se preguntó internamente mientras le galopaba el corazón con locura».
La bestia giró la cabeza hacia el muchacho y el lugar donde debían estar sus ojos resultaron ser sólo dos cuencas vacías que destilaban una sustancia púrpura.
«No, definitivamente no es de este mundo».
—Da-ri-én... —siseó la bestia de forma confusa, ya que, Darién no lo vio mover la boca—. Entreganos a la sabia y liberaremos a tu madre de su posesión...
—¿Qué es lo que quieren con Anastasia? —preguntó Darién angustiado, ocultándola con mayor ímpetu en sus brazos. Estaba muy asustado.
—La Diosa... Es la Diosa quién la quiere...
—¿Por qué? —insistió Darién.
El monstruo dio un paso al frente y el muchacho emitió un gemido de terror, mientras su cabello resplandecía. Anastasia se removió en sus brazos, amenazando con despertar.
—Entreganos a la sabia o descarrilamos este tren y nos comeremos a los pasajeros.
—Darién —susurró Anastasia en sus brazos y trató de erguirse, pero él la sostuvo con fuerza.
—No abras los ojos, Anastasia —le advirtió Darién.
—¿Qué sucede? —preguntó Anastasia preocupada.
—Hay uno de esos seres... Dice que se comerá a todos...
Anastasia se apartó de los brazos de Darién y miró a su alrededor con temor y extrañeza, sin que sus ojos se fijaran en la bestia. Era invisible para Anastasia, aunque él estaba a un metro de ellos.
—¿Dónde? —preguntó Anastasia.
—¡Entreganos a la sabia!
La bestia se abalanzó sobre ellos y en un impulso defensivo, los ojos de Darién tomaron forma de lunas llenas. Levantó el brazo hacia el monstruo y exclamó:
—¡Ilusión!
El tren desapareció ante los ojos de Anastasia y en un repentino instante, se encontró de pie al borde de un precipicio que conducía al mar. La luna llena la recibió preciosa sobre el cielo y frente a ella yacía Darién con el cabello plateado, los ojos cambiados y una enorme bestia ante él.
—¡Agh!
El monstruo se retorció frente a ellos a causa del daño que le generaba la luz plateada, pero que, sorprendentemente, no lo destruía.
«¿Por qué? —pensó Anastasia horrorizada—. No está dentro de ningún mortal y se encuentra más expuesto a la luz... ¡¿Por qué todavía vive?!».
Los seres de la segunda dimensión eran débiles a la luz y por ello, para invadir las dimensiones luminosas poseían a las personas, pues para ellos, eran su medio seguro para ser capaces de invadir en cualquier mundo que fuera protegido por el sol y la luna. Dormían en el cuerpo invadido durante el día y despertaban por las noches para salir a cazar, pues sí bien estar dentro de un cuerpo les daba más protección, seguían siendo débiles a la luz sí se exponían demasiado.
Aquella criatura estaba en su verdadera forma, expuesto a la luz de Darién y aún así, seguía viviendo, lo cual hacía temer a Anastasia. Ella se temió que estuvieran evolucionando lo suficiente para resistir el poder de la luz incluso en su forma verdadera.
La bestia se rio, ignorando que su cuerpo se quemaba y despedía un pestífero humo negro. Era más resistente, pero, todavía vulnerable. No le importó y se rió a carcajadas.
—Eres un estorbo, lágrima de luna —comentó—, semi-espíritu bendecido por Deva, el espíritu de la luna, un espíritu de tierra y agua... Has encontrado a quién proteger y sólo por eso te mantienes con vida, pero... Tanto más te interpongas en los deseos de la Diosa, más te condenas a ti mismo.
—Ahórrate el sermón —bufó Darién iracundo—, sea tu Diosa o todos los seres de la segunda dimensión, yo los enfrentaré a todos de ser necesario, pero protegeré a mi Anastasia.
—¿Segunda dimensión? —El monstruo se rió con ironía—. Así como existen más dimensiones luminosas, también las hay corruptas; que se nos haya negado el privilegio de existir es diferente, pero ahora, sin Lord Disui brindando luz al universo y sin el primer gobernante en su trono... ¡Seremos liberados!
—¿Qué sabes al respecto? —exigió saber Anastasia, detrás de Darién.
—La Diosa nos ha prometido un nuevo universo, uno que será gobernado por los corruptos y sólo es cuestión de tiempo, querida sabia... Serás borrada de la existencia junto con tu patético Dios...
El monstruo se desvaneció y Anastasia maldijo no haber obtenido más información.
La ilusión de Darién se desvaneció y ellos volvieron a encontrarse en la oscuridad del tren, donde la demás gente seguía durmiendo, completamente ajena a lo que había ocurrido.
Anastasia se arqueó sobre el asiento y miró sus dos rodillas con amargura, apretando la dentadura debido al peso del miedo y la incertidumbre. Darién la vio hacerlo con preocupación y sólo atinó a poner sus manos sobre los hombros de la joven.
—Mientras viva y respire, no permitiré que te lastimen, Anastasia —juró Darién.
—Tampoco puedo permitir que te hieran en mí lugar —respondió Anastasia, irguiéndose sobre el asiento—, nos han declarado la guerra y sé que debo encontrar la manera de frenar esta ola de corrupción que se prepara desde la oscuridad.
—Yo te ayudaré —aseveró Darién y Anastasia miró a través de la ventana con determinación.
—Quién quiera que sea esa autoproclamada Diosa... Le detendremos de su locura.
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