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Capítulo 10: Entre los pasajes de la segunda dimensión

En aquel lugar del universo, existían dos dimensiones enlazadas por un misterioso fenómeno del que sus habitantes desconocían, pero del que los espíritus guardaban conocimiento. Aquellas dimensiones, las identificaban como las dimensiones 20 y 21, las cuales, eran custodiadas por la luna y esto porque, entre los dos mundos yacía la prisión de un poderoso ser.

Lo importante a destacar es que, en realidad, al primer gobernante le importaba poco el inmenso sufrimiento al que se exponían día con día los mortales que habitaban dentro de la dimensión 20, hogar de diversas criaturas mágicas; y la dimensión 21, donde habitaba una especie sin magia, pero de gran intelecto.

La dimensión 20 había sido la primera en sucumbir frente a la corrupción y ya casi no quedaba nada por salvar, pues para el primer gobernante era mucho más sencillo simplemente eliminarla que combatir incansablemente a los invasores de la segunda dimensión; como consecuencia de esto, los habitantes de la dimensión 20, huyeron despavoridos a la dimensión 21 y muchos de ellos, llegaron allá invadidos por la corrupción, haciendo que, para los demonios, fuera más fácil penetrar en la dimensión 21.

Sobre estas dos dimensiones, se cernía el caos y los espíritus sabían... ¡Ellos sabían!

Luna se negaba a permitir que las dimensiones fueran destruidas y el primer gobernante se había ausentado misteriosamente de su trono. Nadie sabía qué hacer con respecto a estos dos mundos y quienes peor la pasaban, eran aquellos que vivían dentro.

Anastasia Fayrel fue capturada el 7 de Mayo por la OCI, porque ella era originaria de la dimensión 20 y los mortales de la dimensión 21, buscaban, desesperadamente, combatir la plaga de corruptos que habían estado migrando a su mundo los últimos 30 años, lo que la OCI no sabía era que, estaban siendo despiadados con las personas equivocadas y eso, alimentaba el mal en su tierra, de tal manera, que cultivaban mejor las almas que los corruptos habían venido a devorar.

Las almas tentadas por el odio, el dolor y el desprecio por la vida de los otros o la propia les daban mejor acceso a los corruptos para poseerlos. La ignorancia los estaba matando lentamente.

Aquel día en que Anastasia fue capturada, sólo recuerda el dolor punzante que los grilletes le estaban generando en la piel. La obligaron a entrar en la cabina de un camión y allí, se encontró con otras criaturas mágicas que habían sido capturadas: duendes, trolls y muchos otros que Anastasia no observó, cegada por el dolor.

La obligaron a sentarse en el piso del camión, tapizado con un desgastado terciopelo y ella sollozó temblorosa en su posición. Todo su cuerpo se estremecía de dolor y las otras criaturas a su alrededor, la contemplaron con gran pena.

En el pasado, allá en la dimensión 20, las hadas, las ninfas y las sílfides habían sido consideradas como criaturas sagradas gracias a su gran conexión con la naturaleza, por lo que, para los ocultos capturados, ver a una sílfide en ese estado, resultaba de verdad desalentador. No había esperanza alguna.

El camión se puso en movimiento por un momento, lo cual, para Anastasia pareció ser eterno, siendo torturada lentamente por los grilletes. No obstante, el camión se detuvo, las puertas se abrieron y la luz solar se filtró tenuemente.

La silueta de un hombre se abrió paso entre los fugaces dorados y depositó un cuerpo en el suelo. El camión retomó la marcha, dejándolos en la oscuridad de la cabina y Anastasia levantó la mirada por inercia, cuando el desconocido la iluminó con una linterna.

—Que buena captura —reconoció con frialdad—, ningún oculto es bienvenido en nuestro mundo. No importa sí se trata de uno de sus seres sagrados.

Anastasia apenas entendía nada de lo que le decía, inmersa en su propio dolor. El hombre de cabellos castaños y ojos almendrados, se apartó de ella para tomar asiento en algún lugar de la cabina. En el acto, la luz de su linterna iluminó el cuerpo en el piso y Anastasia lo vio.

—¡Darién! —gritó desesperada, echándose junto a él —¡Darién, mi Darién! —Como pudo, sostuvo su rostro inconsciente con sus manos y lo empapó con su sangre plateada—. ¡¿Qué le han hecho?!

Anastasia miró con ojos inquisitivos al hombre de la OCI y éste frunció el ceño con desconcierto.

—¿Ustedes se conocen?

—¡¿Qué le hiciste a Darién?! —Anastasia lo miró enfurecida— ¡¿Cómo te atreves a hacerle esto?!

—Eso no te incumbe, niña. —El hombre la empujó y Anastasia cayó sobre sus alas—. Más bien, tú aparta tus despreciables manos de él. Darién es valioso y no has de tocarlo.

Anastasia ya no pudo moverse, presa de un dolor insoportable que la quemaba y del dolor en su alma porque todo parecía perdido. Así pues, recostada sobre el terciopelo, contempló entre sollozos el rostro dormido de Darién junto a ella.

—Darién... —susurró Anastasia—. Si te quiero.

Pero sus palabras jamás fueron escuchadas por el otro.

Después de un largo y tortuoso viaje en el camión, le vendaron los ojos para arrastrarla fuera de éste. Anastasia no tenía fuerzas para luchar y si acaso, luchaba por no perder la conciencia a causa del dolor. De lo que sucedió con Darién ya no se enteró.

De hecho, casi no se enteró de nada, pues en algún momento cayó inconsciente y perdió noción de lo ocurrido.

Cuando despertó se encontró en una fría y dura cama, rodeada por un grupo de diminutas hadas que la observaban. La recibió el sabor metálico de la sangre y el dolor punzante que le inmovilizó los brazos. Anastasia trató de incorporarse para orientarse, pero fue imposible. Su cabeza dio vueltas y azotó sobre la delgada almohada, sollozando de dolor.

—Calma —sugirió una suave y serena voz—, el metal quemó tu sangre.

Las hadas eran criaturas diminutas y con magia de plantas, tan hermosas como la sílfides, pero con una especialidad en la medicina y la herbolaria superior al de las sílfides. También se diferenciaban en las alas, pues las de las hadas tenían forma de mariposas y las de las sílfides, se asemejan más a las alas de una libélula.

El hada que le habló a Anastasia parecía ser la más mayor, pero no perdía para nada su encantadora belleza.

—El hierro nos hace demasiado daño y tú sufriste bastante —explicó el hada—, me sorprende que sigas viva y que no se haya extendido al resto de tu cuerpo. —El hada untó medicina mientras hablaba en las quemaduras de Anastasia y la sílfide se removió gritando de dolor—. Tu alma es fuerte, pues fue capaz de contener la invasión del hierro...

—No lo soy para nada. —Sollozó Anastasia—. Mi incapacidad para superar lo que sucedió en el pasado me trajo a esta horrible situación y ahora, el hombre que amo... ¡Agh!

Un fuerte espasmo la hizo rebotar sobre la cama y Anastasia volvió a la superficie, deseando la muerte por un breve momento de desesperación.

—Tu alma se enfrenta al hierro contaminado —dijo el hada que la curó—, contaminado por el odio y la discordia de los humanos... Esos grilletes absorbieron el dolor de diversos prisioneros; el odio de los carceleros y la ira e impotencia de nuestros mundos en decadencia que se chocaron y provocaron una caótica colisión. ¿Tu nombre?

—Anastasia... Fayrel...

—Fayrel... ¿Eres hija de la matriarca y Fegim Fayrel? —El hada se mostró sorprendida.

—Lo soy...

—Princesa Fayrel. —El hada puso sus manos sobre el pecho de Anastasia—. Estás a punto de enfrentarte a tus propios tormentos, sí no tienes éxito... Te corromperás, así que, tienes que ser fuerte, ¿bien?

«Jamás —pensó Anastasia—, jamás le entregaré mi alma a esos seres. ¡Me rehúso!».

Las siguientes horas fueron cruciales, Anastasia pasó de la inconsciencia a la tortuosa conciencia que la hacía retomar el dolor del hierro invadiendo su cuerpo y su alma. Tuvo muchos sueños, la mayoría de ellos, relacionados con su pasado y con su familia, pero siempre que sentía que enloquecía, un destello de luz plateada la ayudaba a centrarse y el sueño se tornaba más agradable, haciéndola recordar los buenos momentos, pero, lamentablemente, al despertar, se daba cuenta que esos buenos momentos ya no existían.

A menudo, soñaba con la nana de su madre y ello le traía calma, como cuando era niña y su madre le cantaba en las noches tormentosas. Todos y todas tenían miedo de la oscuridad en la dimensión 20, porque sabían que los invasores estaban ahí, aunque nadie pudiera verlos. Ellos acechaban.

En más de una ocasión durante el pasaje, Anastasia sintió que quería darse por vencida, pues no le hallaba el sentido a seguir luchando. Así pues, cuando estuvo a punto de flaquear, tuvo un sueño distinto:

Era de noche y ella estaba frente al gran árbol albino del bosque sagrado en la dimensión 20. La luna resplandecía sobre ella y la acompañaba un mar de destellos azules. Anastasia pensó que el paisaje se veía más hermoso de lo que nunca lo había visto.

¿Qué eran esos diminutos destellos en el cielo? Jamás los había visto.

—Anastasia.

Rápidamente se dio la vuelta al escuchar la voz de Darién y cuando lo hizo, ahí estaba él. Los sublimes ojos de plata del muchacho estaban fijos en ella y Darién esbozó una feliz sonrisa cuando Anastasia lo miró.

—¡Ojitos de plata! —Anastasia no contuvo la emoción y se lanzó a sus brazos.

Ahí, Darién la recibió y la estrechó con fuerza, escondiendo la cara en su rubio cabello.

—Oh, Anastasia. —Darién suspiró—. Casi sentí que te perdía. Si eso ocurría no lo habría soportado.

—Estoy bien. —Anastasia sollozó, escondiéndose en su hombro y aspirando su aroma.

Darién se sentía tan real, tan sólido, suave y cálido. ¡Era casi como si él estuviera allí!

—Perdóname, pero no controlo bien mi poder, creo que, sin querer, me metí en tus sueños más de lo que debería. —Darién la apartó suavemente para mirarla—. Sólo quería darte tranquilidad y ahora, no soy capaz de retirar mi ilusión...

—No la retires —imploró Anastasia, acunando el rostro de Darién en sus manos—, quiero verte...

Darién pareció sorprendido ante las palabras de la joven y luego se inclinó bastante sobre ella, como si quisiera besarla. Anastasia anheló ese beso, pero cuando vio que Darién sonreía con tristeza, la emoción se desvaneció.

—Que idiota, ya no diferencio mis propios sueños del de los demás... —Se apartó de ella—. Anastasia no diría algo así...

—¡Te equivocas!

—En mi prisión, no hay ninguna Anastasia... —Darién siguió alejándose de ella y parecía que se diluía.

—¡Darién, vuelve!

—Porque Anastasia no me ama. Ella es una sílfide y se casará con un silfo...

—¡Te amooooo!

Darién se desvaneció y Anastasia no llegó a averiguar si él la escuchaba.

La sílfide cayó de rodillas sobre el césped del bosque y se cubrió la cara con las manos, donde rompió a llorar.

«Todo esto es mi culpa —pensó—, Darién se encuentra lejos, en algún lugar que desconozco, donde no puedo ir a verlo y él piensa que no lo amo».

Pensó sobre sí misma, sobre su vida, sus equivocaciones y su situación actual. Anastasia quería rendirse porque era demasiado doloroso seguir con vida, pero seguía viva y luminosa, ¿por qué? A estas alturas de las desgracias, cualquier mortal común ya habría sucumbido frente a la corrupción, pero Anastasia seguía intacta.

«Necesito averiguarlo —pensó con determinación—, y luego, voy a encontrarlo. ¡Darién, voy a sacarte de tu prisión!».

Anastasia despertó del cruel pasaje y ésta vez, sintió que su conciencia se mantenía firme. Se sentó en la cama, sintiendo el cuerpo pesado y observó a su alrededor.

Anastasia y las otras hadas yacían encerradas en un cuarto de hierro, cuyo piso estaba tapizado con más terciopelo. Era una prisión especialmente forjada para las de su tipo.

—Bienvenida de vuelta, princesa Fayrel —dijo el hada que antes la había curado—, parece que tuviste éxito en tu travesía por la oscuridad.

—¿La oscuridad? —preguntó Anastasia sorprendida.

—Tu alma abandonó tu cuerpo y vagaste por la segunda dimensión.

Las palabras del hada dejaron estupefacta a la sílfide, pues todo lo que Anastasia había estado viendo era el bosque sagrado. Su antiguo hogar.

—Veo que estás confundida. —El hada puso su diminuta mano sobre la de Anastasia—. Los seres corruptos invadieron tus recuerdos y recrearon un escenario que fuera especial para ti, con el fin de tergiversar tu realidad y destruirla. Es lo que hacen con las almas que corrompen, pero la tuya no fue tentada.

Anastasia tuvo la teoría de que, seguramente, se debió a la ilusión que Darién mencionó y ya que él era un ser de luz, su poder dentro de Anastasia seguro la protegió.

—Princesa Fayrel, mi nombre es Brigitte y estoy a su servicio. —El hada la reverenció.

—Gracias por ayudarme, Brigitte —respondió Anastasia con sinceridad.

Hola, ¿qué tal?, ¿qué les ha parecido este capítulo? 😊

Ha sido para mí un capítulo muy melancólico por todo lo que le sucede a Anastasia y su situación con Darién 🥺 Espero que lo hayan disfrutado también 🥰

Por cierto, quiero agradecer a la hermosa   AlexiaRusell por ayudarme con la creación de algunos banners cómo este que están viendo al final del capítulo. Los estaré alternando a lo largo de la historia, ya que me hizo bastantes, junto con los que yo ya había hecho 🙈 Pero lo agradezco muchísimo, así tenemos más contenido visual del que disfrutar 💕

Dicho sea de paso, quiero informar que ya terminé la historia en borrador y oficialmente, tendremos 22 capítulos 🤩 Un poco pequeño, pero, ya que será una trilogía, me pareció mejor así 😊

Les quiero dar las gracias por hacer posible esta historia con su poderoso apoyo 😍 Así que, tomen sus besitos cariñositos 😚😚😚

✨ ¡Y nos estaremos leyendo muy pronto! ✨

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