Me llamo Adeleide Darcie y estoy aquí para soltar todo lo que llevo dentro, todo lo que no grito al resto por respeto.

Para empezar, tengo que explicar que esto comenzó por un apodo: Radioactiva.

Hace un tiempo, hice una pequeña redacción para clase sobre lo rápido que pasa el tiempo, como cambiamos, nos transformamos, a veces a mejor, otras a peor. Pero también hice una crítica.

Desde que terminó el verano de tercero y empezó el curso de cuarto de la ESO, empezó la tormenta. Un apocalipsis de humanos hambrientos de dolor y lágrimas, creados entre el rencor y la venganza de algo inexistente. Que no se dan cuenta que solo somos cenizas de lo muerto y polvo de lo añejo. Somos sudor cuando logramos lo que queremos y lágrimas cuando lo perdemos. Pero no, no se da nadie cuenta de esto y es mejor hacer daño a la única persona que si se da cuenta. Yo.

Soy rara, lo admito. Me encanta dibujar y la mayor parte de mi tiempo la paso en mi taller, rodeada de caballetes, pinturas acrílicas, pinceles y arte colorido y vivo, que me transporte a un lugar lejos de los grises. Amo la naturaleza, las flores pequeñas y con colores que me recuerden que estoy viva y que la soledad no es tan mala como pensamos. No me importa estar manchada siempre y cuando sea de pintura. También me gusta la fotografía vintage. Soy súper desordenada. Me gusta leer. Nunca visto colores oscuros. Amo la música antigua y movida. Me gustan las velas y merendar en cafeterías mientras dibujo en mi bloc de notas, lo que más suelo pedir es un café con leche con cualquier tipo de pastel.

Una chica demasiado colorida y alegre para estar aguantando a estúpidos en el instituto.

Físicamente, soy bastante alta y no suelo usar zapatos con plataforma. Tengo el pelo castaño tirando a pelirrojo, corto y con flequillo. No me suelo maquillar mucho a excepción de un brillo de labios o rímel. Tengo los ojos achinados y no hay mucho más que contar.

No me considero una chica fea, solo rara.

Volviendo al tema de como somos y como soy, creo que alrededor de las seiscientas personas que van al instituto yo soy el sol y ellos los productos químicos que me matan lentamente. Van matando y forman algo habitual para volverme en gris y algo común. Me llevan a un autobús que se dirige hacia la prisión que llamo humanidad. Suena duro, pero esto es así. El apocalipsis.

Cada vez que me despierto siento algo entre los huesos que me hace temblar, que me hace sentir que dentro de poco voy a explorar y puedo generar la tercera guerra mundial o quizás una nueva era, una nueva era para mí y para las demás especies en peligro de extinción que son como yo. Porque seremos radiactivos, pero no invencibles.

Solo somos iguales en nuestra manera de ser visualmente. Dos ojos, una boca, dos orejas, etc. Pero siempre hay personas que son la excepción y son magia, que levantan su bandera y no quieren que les obliguen a encajar con el resto.

Y todo se repite. Soy radioactiva. Y sí tú estás leyendo esto también lo eres.

Te voy a dejar con el resto de mi historia. Te dejo con el resto de mi contaminación. Solo te advierto de que, una vez que empiezas, no acabas siendo normal, acabas siendo radioactivo.