24 | ¡freya se emborracha!
Sharon los llevó de regreso a su casa, y cuando entraron, Sam dijo—: Parece que romper las leyes te beneficia.
—Bueno, pensé que si tenía que estafar, disfrutaría la vida de un estafador —respondió Sharon—. ¿Sabes cuánto obtendré por un Monet?
—Desactiva el modo estafa —dijo Sam—. Vendes Monets falsos.
—No, reales —dijo Zemo—. Esta galería se especializa en obras robadas. Monet. Van Gogh. Clásicos.
—Es verdad —dijo Freya—. La mitad de las obras de arte en los museos es falsa.
—Lo auténtico esta en sitios como este —agregó Bucky.
—Bueno, chicos, ya veo lo que están haciendo —dijo Sam—. Tienen más mundo que el viejo Sam.
Sacó su teléfono y Bucky levantó las cejas—. Sí. ¿Qué dice Google?
—¿En serio? —jadeó Sam.
—Deben cambiarse —dijo Sharon—. Recibiré clientes en una hora y Freya no tiene zapatos.
—Sí, me duelen los pies —se quejó Freya, siguiendo a Sharon escaleras arriba hasta su apartamento.
—Puedes escoger lo que quieras —dijo Sharon, señalando el armario.
Freya asintió y se puso unos pantalones de sastre negros y una camisa blanca, con los pocos botones superiores desabrochados. Tomó prestado un par de zapatillas de Sharon, y cuando terminó de atar los cordones, se sirvió un vaso de whisky y se sentó en el sofá al lado de Bucky.
Sharon regresó a la habitación y encontró a Sam de pie sin camisa—. Es mucho mejor.
—¿Qué pasa, Sharon? —preguntó Sam—. ¿Nunca quieres volver a casa?
—Me encerrarán si regreso a los Estados Unidos —respondió Sharon—. Madripoor no tiene extradición.
—Siento no haber llamado —dijo Sam—, pero luego del Blip y el caos, yo...
—Sabes que todo esto de ser un héroe es un chiste, ¿no? —preguntó Sharon—. Por como cediste el escudo, en el fondo, sabes que todo es hipocresía.
—Lo sabe —respondió Zemo—. Y no tan en el fondo.
—Por cierto, ¿cómo es el nuevo Cap? —preguntó Sharon.
—No me hagas hablar —respondió Bucky.
—Estuve así de cerca —dijo Freya, levantando su dedo apenas a un milímetro de distancia—, de darle un puñetazo antes de que Bucky y Sam dijeran que no.
Sharon se burló. Luego miró a Bucky—. Por favor. Crees toda esa mierda de estrellas y rayas. Antes de ser su psicópata favorito, ¡eras un patriota! El mejor amigo del Cap, y tú, Freya, eras la chica del Cap, ¿sabes?
—Vaya —dijo Freya—. Se volvió un poco mala.
—Karli Morgenthau y otros siete, al menos, tomaron el suero —explicó Sam.
—Deberían alejarse de todo esto por su propia seguridad —dijo Sharon.
—Sabemos que es arriesgado, pero no nos iremos hasta que encontremos a la persona que descifró el código —respondió Sam.
—Tenemos un nombre —dijo Bucky—. Wilfred Nagel.
Sharon se puso de pie—. Nagel trabaja para el Mediador del Poder.
—Necesitamos tu ayuda, Sharon —dijo Sam—. Freya y yo podemos limpiar tu nombre.
—¿Negocias con mi vida? —preguntó Sharon.
—No es eso.
—No lo creo —respondió Sharon—. Finges que pueden limpiar mi nombre.
—Bien, quizá sea hipocresía —dijo Sam—. Quizá tengas razón. Todo lo que te pasó. Pero estoy dispuesto a intentarlo.
—Indultaron a la máquina de mirar fijo —dijo Freya—. Y mató a casi todos los que conocía.
—Oye, escuché eso —dijo Bucky.
Freya se encogió de hombros—. ¡Ups!
—No confío en la caridad —respondió Sharon.
—Hagamos un trato —dijo Sam—. Tú nos ayudas y limpiamos tu nombre.
Sharon, de mala gana, estrechó la mano de Sam—. Le vendo a gente con muchas conexiones. Pasen desapercibidos, disfruten la fiesta. No se metan en problemas. Veré qué puedo encontrar.
Zemo se rió—. Problemas.
—
Freya no tenía la intención de emborracharse como lo hizo, pero cuando los hombres con más dinero del que necesitaban se ofrecieron a comprarle un trago, ¿quién era ella para negarse? Después de media docena de martinis con vodka y casi el doble de tragos, Freya podía sentir un zumbido corriendo por sus venas.
Había perdido a Bucky y a Sam hacía un tiempo, ya que se habían mezclado con la multitud, y Zemo también estaba fuera de vista, lo que no molestaba tanto a Freya ahora que estaba un poco borracha. Sabía que probablemente era una idea estúpida beber tanto, pero con todo lo que había sucedido recientemente necesitaba desahogarse un poco y olvidarse de todo por un tiempo.
Cuando una mano la agarró del brazo, se giró y esperó a un extraño, con el puño cerrado por si acaso, pero cuando vio a Bucky, sonrió—. ¡Buck! ¡Mi mejor amigo!
Bucky miró un poco preocupado—. ¿Estás borracha?
—Pff —dijo Freya—. No. ¿Yo? ¿Borracha en el trabajo? Estás bromeando. Eso es irresponsable, ¿sabes?
Bucky puso los ojos en blanco—. Estás borracha.
—Claro que no.
—Lo estás.
—No.
—Espera a que se lo diga a Sam —dijo Bucky, sonriendo—. Te va a patear el trasero.
—No si yo lo hago primero —respondió Freya, sonriendo mientras levantaba los puños en una posición de boxeo—. Vamos, pelea conmigo si te atreves.
—No —respondió Bucky, pasando un brazo alrededor de la cintura de Freya—. Vamos a buscarte agua.
—Pero el agua es para los débiles —se quejó Freya—. El vodka es el camino a seguir, Buck.
—El agua es el camino a seguir.
—El camino a seguir, el vodka es —dijo Freya, imitando a Yoda—. Por favor, dime que entendiste esa ref....
—Entendí —dijo Bucky, poniendo los ojos en blanco—. Me hiciste ver Star Wars contigo como cinco veces.
—Oye, Lyanna y Peter me las enseñaron y son geniales —dijo Freya, apoyándose en Bucky—. No he bebido así en mucho tiempo.
—Curiosamente, puedo notarlo —respondió Bucky, finalmente emergiendo de la multitud y dirigiéndose hacia el bar—. ¿Cuánto has bebido?
—No lo suficiente —respondió Freya, mientras el cantinero deslizaba otros dos tragos hacia ellos—. Toma —le entregó uno a Bucky.
Bucky puso los ojos en blanco cuando Freya bebió el trago, y cuando se dio cuenta de que él no había tomado el suyo, se encogió de hombros y lo bebió ella misma. Se balanceaba ligeramente sobre sus pies, y Bucky nunca la había visto así. Freya no se emborrachaba muy a menudo debido a su trabajo, pero aparentemente, cuando lo hacía, era una persona que no le temía a nada.
—Te das cuenta de que tenemos un trabajo que hacer, ¿verdad? —preguntó Bucky.
—Cierto, y mi trabajo en este momento es decirte lo bien que te ves con ese traje —dijo Freya, tocando el hombro de Bucky—. Porque maldición, el negro es tu color. Pensé que era mi color, pero en ti es como... vaya.
Bucky no pudo evitar reírse—. ¿Gracias?
—Fue un cumplido —dijo Freya con seriedad—. Eres mi mejor amigo, Buck, ¿lo sabes?
—Tú también eres mi mejor amiga.
Ella le sonrió—. Si no hubieras estado aquí después... después de Steve... no creo que estuviera aquí ahora.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Bucky, su corazón cayendo.
—No lo sé —dijo Freya, encogiéndose de hombros—. Después de que se fue, no sabía qué hacer ni cómo continuar. Lo perdí todo, Buck. La familia que encontré se ha ido. Bruce está por alguna parte, Thor se ha ido con los Guardianes y Clint y yo no hemos hablado en meses y yo... yo estaba sola.
—Ya no estás sola, Frey —dijo Bucky—. Nunca estuviste sola.
—Sentí que lo estaba —dijo Freya, con los ojos llenos de lágrimas—. Pero luego llegaste tú y me hiciste sentir que tenía un propósito en la vida otra vez.
Ella se tambaleó hacia adelante y abrazó a Bucky abruptamente, y después de un momento, él la rodeó con sus brazos y le devolvió el abrazo. La escuchó sollozar en su chaqueta y le frotó la espalda suavemente.
—Te tengo —dijo Bucky en voz baja, sin saber si lo escuchó por encima de la música a todo volumen en la habitación.
Freya lo miró—. No me gustó verte así antes.
—Lo sé —respondió Bucky—. Lo siento.
—No es tu culpa —dijo Freya, levantando la mano para colocarla en la parte posterior del cuello de Bucky—. Nada de esto es culpa tuya, Buck.
—Tampoco es la tuya —dijo Bucky.
En ese momento, Freya actuó sin pensar. Toda su vida había estado dictada por órdenes que tenía que seguir, e incluso después de perder su trabajo siguió viviendo según los mismos estándares que adoptó durante sus días en S.H.I.E.L.D. Ahora, sin embargo, con sus pensamientos nublados por el alcohol y Bucky tan cerca de ella que podía sentir su corazón latiendo a través de su chaqueta, actuó sin pensar.
Se puso de puntillas y besó a Bucky Barnes.
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