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23 | alguien del pasado

—Gracias —respondió Zemo.

Freya miró a Bucky—. ¿Estás bien?

Él no respondió, pero asintió con la cabeza mientras seguían a Zemo hasta la parte trasera del bar, siendo escoltados por un hombre empuñando una ametralladora. Freya caminaba delante de Bucky, y cuando tropezó un poco con los tacones, sintió que la mano de Bucky presionaba su espalda en un intento de estabilizarla. Fue un gesto sutil, pero le recordó a Freya que lo que vio en ese momento fue solo un acto, y que Bucky ya no era el Soldado del Invierno.

—Deberías saberlo, barón —dijo una voz de mujer—. La gente no viene a mi bar y me exige cosas.

—No es una exigencia —respondió Zemo—. Es una oferta.

—Todo cambió desde la última vez que estuviste aquí —dijo Selby, mirando a Bucky—. Creí que te estabas pudriendo en una prisión alemana. ¿Cómo escapaste?

—La gente como nosotros siempre encuentra la manera, ¿no? —respondió Zemo—. Estoy seguro de que ya descubriste por qué estoy aquí.

Selby señaló a Sam, sus ojos ni siquiera se movieron de Zemo—. Eres más alto de lo que había escuchado, Tigre Sonriente —Sam asintió y Selby ronroneó—. ¿Cuál es la oferta?

—Dinos qué sabes del suero del supersoldado —pidió Zemo, poniéndose de pie y acercándose a Bucky—. Y te lo doy, junto con las palabras clave para controlarlo. Hará todo lo que quieras.

Zemo pasó una mano por la barbilla de Bucky, casi incitándolo a actuar, pero Bucky mantuvo la compostura. Freya, por otro lado, sintió que Sam agarraba su muñeca una vez más mientras apretaba los dientes con frustración.

—Ese es el Zemo que recuerdo —dijo Selby—. Me alegra haber decidido no matarte de inmediato. Sí, hiciste bien en venir. Eres altivo, pero correcto. El suero del supersoldado está aquí en Madripoor. Debes agradecerle al Dr. Wilfred Nagel. O condenarlo, depende del lado en que estés. Trabajaba en el suero para el Mediador de Poder, pero no salió según el plan.

—¿Nagel sigue en Madripoor? —preguntó Zemo.

—Ah —dijo Selby—. Las migas de pan son gratis, pero la panadería te costará, barón. Y no te pases de listo, no creas que lo encontrarás sin mí.

El teléfono de Sam vibró en el bolsillo de su chaqueta y Freya suspiró internamente cuando lo sacó.

Selby miró a Sam—. Contesta. Pon el altavoz.

Freya se tensó junto a Sam mientras contestaba el teléfono—. ¿Hola?

Oye, debemos hablar de este problema —dijo Sarah, la hermana de Sam—. Me está volviendo loca.

—¿De qué problema hablas exactamente? —preguntó Sam.

¿Estás drogado? —preguntó Sara—. Sabes qué problema, el único que tenemos tú y yo.

—¿Qué problema, Sarah? Dilo —exigió Sam.

El maldito barco —espetó Sarah—. Y cuida tu tono, ¿de acuerdo? Lo dejé pasar en el banco.

Sam se burló, haciendo todo lo posible por permanecer en el personaje, pero era solo cuestión de tiempo antes de que todo se derrumbara a su alrededor—. En el banco. Sí. Lavamos tanto dinero... sí, cambiarán de idea.

De ser así, ¿por qué te maltrataron, Influyente? —preguntó Sara.

—Sí, tienes razón, soy Influyente —respondió Sam—. Ya verás cuando mate al banquero.

¡Cass! —gritó Sara—. ¿Qué te dije sobre los cereales? ¡No tengo tiempo para esto! Sam, lo siento. Te llamo luego.

—¿"Sam"? —preguntó Selby—. ¿Quién es Sam? ¡Mátenlos!

Se disparó un arma, pero no desde el interior de la habitación. La ventana se resquebrajó cuando la bala atravesó y Selby cayó al suelo. Freya reaccionó de inmediato, se sacó su zapato y lo atrapó antes de girarse y golpear a uno de los hombres de Selby en la cara con él, arrojándolo al otro lado de la habitación por si acaso.

El zapato golpeó al hombre en la cara y él tropezó cuando Freya se quitó el otro, asestando otro puñetazo en la cara del hombre antes de enviarlo volando hacia atrás con sus poderes. Golpeó la pared y cayó al suelo, inconsciente. Agarró su arma y retrocedió para ponerse a cubierto con Sam y Bucky, ahora descalza.

—Nos culparán por esto —dijo Sam.

Zemo suspiró—. Ahora tenemos un gran problema, dejen sus armas y síganme.

Freya arrojó el arma y siguió a Bucky y Sam fuera de la habitación. No tenía zapatos cuando salieron del bar, rezando para no pisar nada que pudiera doler demasiado, y cuando los cuatro salieron a la calle, notó que mucha gente parecía estar mirándolos.

—Esto no es bueno —dijo Zemo.

Freya escuchó las armas antes de verlas, y lanzó un campo de fuerza alrededor de ella y sus amigos para protegerlos de los disparos mientras las balas rebotaban en el campo de energía púrpura que los rodeaba.

—¡Mierda! —exclamó Sam.

—¡Vamos! —gritó Freya, mientras comenzaban a correr.

—¡No puedo correr con tacos! —gritó Sam.

Habían perdido de vista a Zemo y Freya luchaba por correr por la calle sin zapatos, así que voló por los aires y vio a Bucky y Sam doblar una esquina. Parecían estar acorralados, y cuando Freya se dejó caer al otro lado de las motocicletas que los perseguían, arrojó a los hombres que las montaban a los lados, enviándolos a estrellarse contra las paredes a ambos lados del callejón.

Una ronda de disparos acabó con el resto de ellos, y Zemo reapareció—. Parece que tienen un ángel de la guarda.

—Esto es demasiado perfecto —dijo una voz de mujer, y cuando Freya se unió a Sam y Bucky, vio a Sharon Carter emerger de las sombras con su arma en alto—. Suéltala, Zemo.

—¿Sharon? —preguntó Bucky, mientras Zemo bajaba su arma.

—Me costaste todo.

—Espera, Sharon —dijo Sam, poniéndose frente a Zemo—. Alguien recreó el suero del supersoldado y Zemo tenía una pista.

—Bueno, eso explica por qué están aquí —dijo Sharon—. Y la muerte de Selby.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Bucky.

—Robé el escudo de Steve, ¿recuerdas? —respondió Sharon—. También robé las alas para ti —asintió hacia Sam—. Y tu equipo de combate que fue incautado —le lanzó una mirada a Freya—, para que lo salvaran a él —le hizo un gesto a Bucky—, de él —señaló a Zemo—. A diferencia de ustedes, los Vengadores no me respaldaron, así que me oculto en Madripoor.

—Oye, no nos culpes —dijo Freya—. Nosotros también huíamos.

—Huías. Huyo. Es muy diferente —respondió Sharon—. Ya no hablo con mi familia. No puedo. Mi padre no sabe dónde estoy.

—Escucha, Sharon, necesitamos tu ayuda —dijo Bucky, lo que hizo que Sharon se riera—. Por favor.

Sharon suspiró—. Esto no terminó. Tengo casa en High Town. Estarán a salvo allí.

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