20 | lo hipotético
Freya caminó junto a Bucky y Sam a través de una prisión en Berlín de camino a visitar al hombre que había esperado que nunca más se cruzara en su camino.
El guardia que los acompañaba se detuvo y señaló el pasillo—. Está por ese pasillo.
—Danos un segundo —pidió Bucky. Cuando el guardia se fue, dijo—: Voy a entrar solo.
—¿Por qué? —preguntó Freya y Sam.
—Porque ustedes son Vengadores —respondió Bucky—. Saben cómo se siente al respecto.
—Buck, no es como si ustedes fueran conocidos por retozar juntos bajo el sol —respondió Sam.
—Estaba obsesionado con HYDRA —les recordó Bucky—. Tenemos un pasado juntos. Confíen en mí. Yo me encargo.
—Espera, no me gusta esto —dijo Freya—. No me gusta la idea de que vayas solo.
Bucky le ofreció una pequeña sonrisa—. Estaré bien. No te preocupes por mí.
Se alejó y Freya se volvió hacia Sam, cruzándose de brazos—. No me gusta esto.
—A mi tampoco —respondió Sam.
Freya, apoyada contra la pared, se miró las manos. Todavía estaba un poco conmocionada por la sesión de terapia, porque aunque fue entretenido ver a Bucky y Sam discutiendo, algo de lo que se dijo la había afectado un poco.
—¿Freya?
—¿Sí?
—¿Estás bien? —preguntó Sam—. Has estado bastante callada.
—Sí, estoy bien —dijo Freya—. Supongo que las cosas se pusieron un poco intensas.
—Se trata de lo que dijo Bucky, ¿no? —preguntó Sam—. Sobre cómo Steve confiaba en mí...
Freya respiró hondo—. Supongo que nunca lo había pensado así hasta hace poco. No te culpo, porque entiendo completamente de dónde vienes con no querer el escudo, pero yo solo... Steve fue la primera persona que me vio como algo que no fuera un monstruo, y ver a Walker con el escudo simplemente hace que me sienta como si estuviera retrocediendo.
Sam se apoyó contra la pared al lado de Freya, sus hombros tocándose—. Sabes que no eres un monstruo, ¿verdad? Nunca lo fuiste y nunca lo serás, y solo porque cedí el escudo no significa que Steve se haya equivocado contigo.
—¿Estás seguro? —preguntó Freya—. Porque siento...
—No, detente, ¿de acuerdo? —intervino Sam—. No me quedaré aquí viendo cómo te destruyes por algo que no es cierto. Eres una de las mejores y más valientes personas que he conocido, y no dejaré que vuelvas a pasar por esta mierda.
Freya estaba tratando de no llorar, y con el labio inferior temblando, susurró—: Me siento inútil.
—Oye, oye, ven aquí —dijo Sam, abrazándola—. No eres inútil. Sin ti, Bucky y yo no tendríamos ni idea de cómo lidiar con nada de esto. Eres la mejor amiga que he tenido y te quiero, Frey.
—Yo también te quiero, Sam —dijo Freya en voz baja—. Perdón por ponerme emocional.
—Oye, incluso los guerreros más duros tienen que desmoronarse en algún momento —dijo Sam, secándose las lágrimas de sus mejillas con los pulgares—. Ahora quiero que repitas conmigo: no soy un monstruo.
—No... no soy un monstruo —dijo Freya, con voz temblorosa.
—¿Ves? —dijo Sam—. Sigue diciéndote eso, y muy pronto comenzarás a creerlo de nuevo. Tus poderes no te convierten en un monstruo, Frey. Eres demasiado buena para que eso suceda.
Freya abrazó a Sam nuevamente, presionando su rostro contra su chaqueta mientras dejaba escapar un profundo suspiro—. Gracias, y lo siento.
—No te disculpes —respondió Sam—. Siempre estoy aquí para ti, Freya.
—Y yo para ti.
—
—¿De qué estás hablando? ¿Quieres sacar a Zemo de la cárcel?
Después de hablar con Zemo, Bucky llevó a Freya y Sam a un edificio oscuro. Para cuando salió de la celda de Zemo, Freya y Sam habían estado hablando en voz baja entre ellos, sin rastros de su conversación anterior visibles para Bucky, pero incluso cuando habían salido de la prisión podía ver la tensión en los hombros de Freya y la preocupación.
—¿Dónde estamos, Buck? —preguntó Freya, iluminando con una linterna alrededor.
—Sí, ¿te volviste loco? —preguntó Sam.
—No tenemos pistas, ni opciones. Nada —respondió Bucky.
—Tenemos a uno de los hombres más peligrosos del mundo entre rejas —respondió Sam.
—También tenemos ocho supersoldados sueltos —le recordó Bucky.
—Mira, Zemo va a jugar con nuestras mentes —dijo Sam—. Especialmente con la tuya. Sin ofender.
Bucky encontró una caja de energía y la habitación de repente se iluminó diez veces. Freya apagó su linterna y miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaban en una especie de garaje.
—Estoy ofendido —dijo Bucky—. Los supersoldados van en contra de todo en lo que cree. Está loco, pero tiene códigos morales.
—Estuve del lado equivocado de esos códigos —dijo Sam—. Al igual que tú y Freya. Voló la ONU, mató al rey T'Chaka y te inculpó por ello. ¿Lo olvidaste? ¿Crees que los wakandianos lo olvidaron? Es una pregunta retórica. No.
—Mira, sabemos por qué te importa, pero... te está volviendo loco —dijo Freya.
—Freya, no sabemos cómo consiguen el suero —dijo Bucky—. Ni siquiera sabemos cuántos de ellos hay. Permítanme explicárselos con una hipótesis. ¿Puedo?
—¿Qué hiciste? —preguntó Freya.
—Yo no hice nada —respondió Bucky—. El punto débil de cualquier sistema no es el software, ni el hardware; es la carne. El factor humano. En esta sección hay nueve presos por cada guardia. Y si dos presos empiezan a pelear, el protocolo dice que deben responder cuatro guardias.
—¿Por qué pelearían dos presos al azar en ese momento? —preguntó Sam.
—¿Quién sabe? —respondió Bucky—. Puede haber muchas razones... pero la cuestión es que estas cosas se agravan. Tendrían que iniciar los procedimientos de cierre, y con cuerpos volando de izquierda a derecha, no sería difícil deslizarse por uno o dos pasillos.
—Esto definitivamente no es hipotético —dijo Freya.
—Y si suena la alarma de incendios mientras separan a los presos... alguien podría aprovechar el caos —continuó Bucky.
—No me gusta lo casual que estás siendo con esto —dijo Sam—. Es antinatural. ¿Estás..? Y ¿dónde estamos, hombre?
Freya escuchó que se abría una puerta y tuvo su arma en la mano en una fracción de segundo cuando se dio cuenta de quién caminaba hacia ellos—. No.
—¡No, espera! Escucha —dijo Bucky, parándose frente a Freya mientras levantaba su arma hacia Zemo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Sam.
—No les dije porque sabía que no me dejarían hacerlo —dijo Bucky.
—¿Qué hiciste? —exclamó Sam.
—Lo necesitamos, Sam —dijo Bucky.
—Vas a volver a prisión —dijo Sam, señalando a Zemo.
—¿Puedo...?
—¡NO! —gritaron Freya, Sam y Bucky.
—Disculpen.
—Cuando Steve rehusó firmar los Acuerdos de Sokovia, ustedes lo apoyaron —dijo Bucky—. Violaron la ley y arriesgaron la vida por mí.
—Creo que soy invaluable...
Freya le apuntó con su arma a Zemo—. Cállate.
Sam suspiró—. Bueno. Si lo hacemos, no hagas nada sin nuestro permiso.
—Es justo —respondió Zemo.
—¡No, no es justo! —intervino Freya—. Chicos, ¿olvidaron que este es el hombre responsable de destrozar, literalmente, a los Vengadores? Él es la razón por la que las consecuencias de los Acuerdos de Steve y Tony fueron tan malas.
—Freya, lo sé —dijo Bucky, poniendo una mano en su hombro—. Lo sé, y lo siento, pero esta es la única manera.
—Tiene razón, Frey —dijo Sam—. Por mucho que odie admitirlo.
Freya dejó caer los hombros—. Bien, pero un movimiento en falso y él recibe una bala —se volvió y miró a Zemo—. Y yo nunca fallo.
—Bueno, Zemo —dijo Sam—, ¿dónde empezamos?
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