18 | isaiah, el héroe
Freya estaba acostada en el banco de la bahía de carga, Sam en el otro banco frente a ella. Bucky, sin embargo, estaba sentado en una caja y, aunque había caído la noche, los tres estaban muy despiertos.
—¿Estás bien? —preguntó Sam eventualmente.
—Tomemos el escudo, Sam —dijo Bucky en voz baja—. Tomemos el escudo y hagámoslo nosotros.
—No podemos simplemente correr hacia él, pegarle y tomarlo —respondió Sam.
—¿No? —preguntó Freya.
—No —respondió Sam, viendo a Freya fruncir el ceño—. ¿Recuerdas qué pasó la última vez que lo robamos?
—Quizá —respondió Bucky.
—Te ayudaré por si lo olvidaste —dijo Sam—. Declararon a Sharon enemiga del estado, y Steve, Freya y yo huimos durante dos años. No sé ustedes, pero no quiero vivir la vida loca el resto de la vida. Unos supersoldados nos acaban de dar una paliza y no tenemos nada.
—No es del todo cierto —respondió Bucky, deslizándose fuera de la caja y sentándose al lado de Sam—. Hay alguien a quien deberías conocer.
—¿Quién? —preguntó Sam.
—Un amigo mío —respondió Bucky—. Bueno, no lo llamaría amigo. Es más como... alguien que solía conocer.
Cambiaron su rumbo hacia Maryland, y cuando aterrizaron en el aeródromo más cercano, los tres partieron hacia Baltimore, que era donde vivía el amigo de Bucky. Mientras caminaban por una calle, un par de niños del vecindario los notaron, sus ojos se posaron en Sam mientras Freya veía cómo sus ojos se iluminaban de emoción.
Uno gritó—: Oye, es Black Falcon. ¿Qué tal?
—Solo soy Falcon —respondió Sam.
—No, mi papá me dijo que es Black Falcon —respondió el niño.
—¿Es porque soy negro y soy Falcon? —preguntó Sam.
—Bueno, técnicamente, sí —respondió el niño.
—Entonces, ¿tú eres el niño negro? —preguntó Sam, antes de reírse.
—Lo que digas, hombre —respondió el niño.
Dirigiéndose a la puerta principal, Freya miró a su alrededor—. Lindo vecindario.
Bucky golpeó la puerta y un chico abrió. Bucky dijo—: Vinimos a ver a Isaiah.
—Aquí no vive ningún Isaiah —respondió el chico.
—Mira, solo queremos hablar con él —dijo Bucky.
—No deben haber escuchado lo que dije —respondió el chico—. No entrarán en esta casa. Pueden irse.
—Dile que está el tipo del bar de Goyang —respondió Bucky—. Sabrá lo que significa.
—Bien, esperen aquí.
—Qué buen chico —comentó Sam—. ¿Cómo conoces a este tipo?
—Solía conocerlo —respondió Bucky—. Nos peleamos en la guerra de Corea.
El chico volvió a la puerta—. Es tu día de suerte. Dijo que quería verlo por sí mismo.
Bucky lideró el camino hacia la casa—. ¿Isaiah?
—Mírate —respondió el hombre frente a ellos.
—Este es Sam —dijo Bucky—, y Freya. Sam, Freya, él es Isaiah. Fue un héroe. Uno de los más temidos por HYDRA, como Steve. Nos conocimos en 1951.
—Si por conocer quieres decir que te di una paliza, entonces sí —respondió Isaiah—. Escuchamos que estaba en la península, pero ninguno de los que enviaron tras él regresó. Así que el ejército de EE. UU. me dejó tras las líneas enemigas para ocuparme de él. Le saqué la mitad del brazo metálico en esa pelea en Goyang, pero veo que consiguió que le vuelva a crecer. Solo quería ver si recuperó el brazo. O si venía a matarme.
—Ya no soy un asesino —dijo Bucky en voz baja.
—¿Crees que puedes levantarte un día y decidir quién quieres ser? —preguntó Isaiah—. No funciona así. Bueno, quizá funcione así para tipos como tú.
Freya se sorprendió al darse cuenta de que estaba hablando de la raza de ella y Bucky, y de repente entendió la hostilidad de este hombre hacia ellos.
—Isaiah, estamos aquí porque hay más como tú y yo por ahí —dijo Bucky.
—Tú y yo —espetó Isaiah, como si fuera un pensamiento repulsivo.
—Y debemos saber cómo puede ser.
—No hablaré más de eso —dijo Isaiah, agarrando una lata de cigarros que estaba sobre la mesa y lanzándola a la pared. Los ojos de Freya se abrieron cuando vio la lata incrustada en la madera. Isaiah se acercó a ellos—. ¿Sabes qué me hicieron por ser un héroe? Me metieron preso durante 30 años. Me hacían pruebas, me sacaban sangre, entraban en mi celda. Ni siquiera tu gente terminó conmigo —señaló a Bucky.
—Isaiah...
—¡Fuera de mi casa!
—Vamos —dijo el chico, acompañándolos hacia la puerta—. Vamos.
Mientras salían, Bucky dijo—: Sam...
—¿Por qué no me hablaste de Isaiah? —preguntó Sam—. ¿Cómo es que nadie lo mencionó? —Bucky no respondió—. Te pregunté algo, Bucky.
—Lo sé.
—¿Steve no sabía nada de él? —preguntó Sam.
—No —respondió Bucky—. No le dije.
Sam miró a Freya—. ¿Y tú? Debes haber leído todos los malditos archivos que S.H.I.E.L.D alguna vez tuvo.
Freya negó con la cabeza—. Nunca leí nada de él, Sam.
—Me dices que había un supersoldado negro hace décadas, ¿y nadie lo sabía? —preguntó Sam.
Sonó una sirena de policía y dos agentes se bajaron del coche—. Oigan.
—¿Qué pasa, hombre? —preguntó Sam.
—¿Algún problema?
—No, solo hablamos —respondió Sam.
—Estamos bien —dijo Freya.
—¿Puedo ver tu identificación? —preguntó uno de los oficiales.
—No tengo —respondió Sam—. ¿Por qué?
—¿En serio? —preguntó Bucky.
—Señor, tranquilícese —dijo el oficial.
—Estoy tranquilo. ¿Qué quieres? —preguntó Sam—. Solo estamos hablando.
—Solo dale tu identificación para que podamos irnos —dijo Bucky.
—No, no le daré nada. Sólo estamos hablando —respondió Sam.
—En serio, oficial, no pasa nada —dijo Freya, acercándose a Sam instintivamente. Había visto cómo se desarrollaban estas cosas, y no estaba dispuesta a dejar que nada le pasara a Sam.
—Oigan —dijo el oficial, volviéndose hacia Freya y Bucky—. ¿Los está molestando?
—No, no nos está molestando —espetó Freya, ahora de pie justo en frente de Sam—. ¿Saben quién es?
—Oye, estos tipos son Vengadores —susurró el segundo oficial.
Los ojos del hombre se abrieron con sorpresa—. Dios. Lo siento mucho, Sr. Wilson. No lo reconocí sin las gafas. Lo lamento mucho —escucharon más sirenas—. Chicos, esperen aquí, ¿está bien? Solo...
Cuando los oficiales se alejaron, Bucky dijo—: No... no le dije a nadie porque ya sufrió bastante.
Freya miró a Sam—. ¿Estás bien?
Sam asintió—. Estoy bien.
—¿Sr. Barnes? —dijo uno de los oficiales—. Hay una orden para arrestarlo.
—El presidente lo indultó por todo eso —dijo Freya.
—No es por eso, Srta. Daniels —dijo el oficial—. El Sr. Barnes faltó a la terapia obligatoria. Es como no ir a una reunión de la condicional —Freya y Bucky compartieron una mirada mientras el oficial suspiraba—. Lo siento, Sr. Barnes, está arrestado.
—Espera un segundo —intervino Freya—. Soy su supervisora y estuvo conmigo todo el tiempo. Fue un accidente.
—Srta. Daniels, también tenemos que llevarla a usted —dijo el oficial—. Juró que se aseguraría de que el Sr. Barnes asistiera a todas sus sesiones de terapia y como no cumplió, me temo que también tenemos que arrestarla.
Freya apretó los dientes—. Bien, bien. Como sea —ella extendió sus manos—. Esto es ridículo.
—Es protocolo, Srta. Daniels —respondió el oficial, colocando las esposas en las muñecas de Freya—. Con un poco de suerte, este asunto se aclarará en poco tiempo.
—Sí, genial —murmuró Freya, mientras se sentaba en el asiento trasero del coche de policía junto a Bucky—. Al menos puedo decir que he sido arrestada dos veces.
Bucky puso los ojos en blanco—. No estoy seguro de que eso sea algo bueno.
—Oye, estuve encerrada en una prisión bajo el océano con un aparato que me habría matado si intentaba quitármelo —respondió Freya—. La prisión ya no me asusta.
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