14 | los tres grandes
—No debiste ceder el escudo.
Freya caminó junto a Bucky mientras se dirigían hacia Sam. Freya descubrió que Sam debía emprender otra misión, y así fue como ella y Bucky se encontraron en una base de la Fuerza Aérea, caminando por un hangar mientras Sam bajaba unas escaleras hacia ellos.
—También me alegra verte, Buck —respondió Sam—. Hola, Frey.
—Esto no está bien —dijo Bucky.
—Escucha, estoy trabajando, ¿sí? —dijo Sam—. Toda esa rabia deberá esperar.
—¿No sabías que iba a pasar eso? —preguntó Bucky.
—No, claro que no lo sabía —respondió Sam—. ¿Crees que no me rompió el corazón verlos desfilar y llamarlo Capitán América?
—Steve no quería esto —dijo Bucky.
—Dios mío —dijo Sam—. ¿Qué quieres que haga? ¿Llamar y decirles que cambié de opinión? —se rió—. Sí, claro. Es una gran reunión, amigo, cuídate.
—No tenías derecho a ceder el escudo, Sam —dijo Bucky.
—Esto es lo que no harás —dijo Sam bruscamente—. No vendrás aquí en tu sobreextendida vida a hablarme sobre mis derechos. Se terminó, Bucky. Y debo ocuparme de cosas más importantes.
—¿Qué puede ser más importante? —preguntó Bucky, su voz tranquila.
Sam levantó su teléfono y les mostró a Bucky y Freya una fotografía de un hombre con un pasamontañas—. Este tipo. Tiene lazos con organizaciones rebeldes en Europa Central y Oriental, y es fuerte. Demasiado fuerte.
—¿Y?
—Está conectado con el grupo de internet llamado los Flag Smashers —respondió Sam, viendo los ojos de Freya agrandarse—. Redwing los rastreó hasta un edificio en las afueras de Múnich, así que iré ahí.
—No confío en Redwing —dijo Bucky, mientras Sam se dirigía al avión—. Espera.
—No tienes que confiar en Redwing —respondió Sam—, pero veré si tiene razón. Presiento que podrían ser de los Tres Grandes.
—¿Qué "Tres Grandes"?
—Los Tres Grandes.
—¿Qué Tres Grandes?
—Androides, alienígenas y magos —respondió Freya, poniendo los ojos en blanco.
—Eso no existe —dijo Bucky.
—Definitivamente existe —respondió Sam.
—No.
—Cuando peleamos es con uno de ellos —dijo Sam.
—¿Contra quién estás peleando ahora? ¿Gandalf? —preguntó Bucky.
—¿Cómo sabes de él? —preguntó Sam.
—Leí El Hobbit en 1937, cuando recién lo publicaron.
—¿Comprendes lo que digo?
—No. No hay magos.
—Dr. Strange.
—Es un hechicero.
Sam dejó escapar un fuerte—: ¡Ah! Un hechicero es un mago sin sombrero.
Freya suspiró—. Dios mío, ¿pueden parar?
—Piénsalo, ¿no? Tengo razón —dijo Sam—. Se me ocurrió. Es una locura. Pero, mira, no se trata de eso. Esos tipos no son mágicos, ¿de acuerdo? Usan fuerza bruta como tú, el tipo molesto que tiene el problema de mirar fijo.
—Iré contigo —dijo Bucky.
—No.
Freya los vio a los dos caminar hacia el avión y suspiró—. Menos mal que usé ropa cómoda.
—
El vuelo a Múnich transcurrió bastante tranquilo. Sam y Bucky se sentaron uno frente al otro mirándose casi todo el tiempo, y eventualmente Freya se cansó tanto de la tensión que se dirigió a la cabina para encontrar a Torres, con quien se había encariñado bastante.
Alborotando su pelo, ella le sonrió mientras se apoyaba en el respaldo de su silla—. ¿Qué tan lejos estamos?
—A unos diez minutos —respondió Torres—. ¿Esos dos siguen sin hablarse?
—Sí —dijo Freya—. Pero no me sorprende, nunca han sido realmente amigos.
—Me di cuenta —respondió Torres—. ¿A cuál prefieres?
—No puedes preguntarme eso —dijo Freya, riendo—. Ambos son mis amigos y, a diferencia de ellos, no guardo rencor a menos que hagan algo que realmente me moleste.
—Ah, ¿quién te viene a la mente? —preguntó Torres.
Freya levantó una ceja—. Te encantaría saber, ¿no?
—Sí —respondió Torres—. Siento que será bastante entretenido.
—Bueno, tal vez la próxima —dijo Freya, encogiéndose de hombros.
—Sabes, he querido preguntarte desde que despegamos, pero... ¿cómo estás manejando la situación del nuevo Capitán? —preguntó Torres.
Freya se tensó ligeramente—. Siendo honesta, quiero darle un puñetazo.
—No parece tan malo —respondió Torres.
—Ese no es el punto —respondió Freya—. El escudo le pertenece a otra persona.
—¿Te refieres a Sam? —preguntó Torres, y cuando Freya no respondió, sonrió—. Creo que él sería un gran Capitán, pero ¿quién sería Falcon?
—No lo sé. ¿Tú? —respondió Freya.
—¿Yo? —preguntó Torres—. No, nunca podría hacer lo que hace Sam.
—Bueno, nunca digas nunca —dijo Freya—. Hubo un tiempo en que no pensé que podría ser como los otros Vengadores, pero me sorprendí a mí misma.
—Sí, definitivamente fuiste genial —dijo Torres.
Freya sonrió—. Gracias, pero definitivamente no lo fui.
—¿Estás bromeando? —preguntó Torres—. Eso que hiciste en Sokovia con el agujero negro y como evitaste que la ciudad se derrumbara fue asombroso. No mucha gente podría haber hecho eso.
—Sí, casi muero haciendo eso.
—Y cuando luchaste contra los Chitauri en Nueva York.
—También casi muero.
—Y cuando derribaste a S.H.I.E.L.D y los expusiste al mundo.
—En realidad, esa vez me... me dispararon cuatro veces.
—¿Cuatro veces? —preguntó Torres—. ¿Y sigues viva?
—Sí —respondió Freya, señalando las heridas de bala—. Aquí, aquí, aquí, y aquí.
—Cielos —susurró Torres—. Puedes ser modesta todo lo que quieras, pero si me dispararan cuatro veces y siguiera vivo, estoy bastante seguro de que querría decírselo al mundo entero.
—Sí, bueno, en realidad fue Barnes quien me disparó —dijo Freya.
La cabeza de Torres giró para mirarla—. Disculpa, ¿qué?
—Fue cuando era el Soldado del Invierno —respondió Freya.
Torres se rió—. Suena como el comienzo de una relación especial.
—Tal vez. Pero Bucky y yo tenemos algo bueno ahora —respondió Freya.
Torres sonrió—. Bien, porque Sam habla constantemente de lo preocupado que está por ti.
—¿En serio? —preguntó Freya.
—Sí, siempre habla de cómo le preocupa que hagas algo tonto —dijo Torres.
—Sí, eso suena como Sam —dijo Freya, riendo—. Y tiene razón en estar preocupado. Cuando vi las noticias sobre el Capitán América, estaba lista para ir a cazarlo, pero Bucky me impidió hacerlo.
—Que lindo —dijo Torres—. Oye, llegaremos en tres minutos.
—Genial —respondió Freya—. Hora de ir a trabajar.
—Evidentemente no estabas preparada para el combate —dijo Torres, mirando los jeans y la chaqueta de Freya.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Freya.
—Tengo algo para ti —dijo Torres—. Sam lo hizo porque pensó que llegaría un momento como este en el que necesitarías algo un poco mejor que jeans para pelear.
Torres salió del asiento del piloto y metió la mano en un cubículo, sacando un traje negro doblado. Freya lo tomó con curiosidad—. ¿Qué es?
—No es idéntico al anterior, porque nadie puede replicar la tecnología Stark de la forma en que Tony podía hacerlo, pero hicimos todo lo posible y Sam fue realmente útil con todos los detalles —dijo Torres—. No tienes que usarlo.
—Es increíble —dijo Freya, sonriendo—. ¿Me hicieron un traje?
—Sí —respondió Torres tímidamente, frotándose la nuca—. Uh... supongo que puedes probártelo en el baño.
—Claro —dijo Freya, colocando su mano sobre el hombro de Torres—. Gracias.
Torres sonrió—. De nada.
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