Capítulo 1 En Edición.
La chica de grandes ojos claros y pestañas largas, se encontraba sentada en el borde de la banqueta. Jugueteaba con una pequeña rama, hacía dibujos sobre el pavimento en la tierrilla desparramada. Soñaba despierta, le encantaba hacerlo. Se imaginaba una vida diferente a la suya, donde tenía unos padres quien no la juzgaban por como vestía, que música escuchaba y ni la cuestionaban sobre su orientación sexual.
Quería con toda la fuerza de su alma volver hacer una niña, una niña la cual no tenía preocupaciones más que jugar y divertirse.
A sus apenas dieciséis años ya tenía un trabajo y aunque no lo necesitaba, le gustaba ser muy independiente. Trabajaba arduamente como mesera en un restaurante. Se pagaba sus cosas y no le avergonzaba para nada sus acciones. Cabe mencionar que no eran pobres pero tampoco ricos.
Le encantaban las pequeñas cosas, los pequeños detalles más insignificantes. No era tímida, no era de las que se quedaban calladas si había algo que decir, lo decía.
Escuchó el crujir de la tierrilla y de las piedras al chocar unas con otras, sonrió inexplicablemente. Alguien se detuvo frente a ella y una risilla sonora y llena de vida, escuchó. Levantó la mirada y sus ojos brillaron al ver a la persona que se había situado frente a ella montada en una bonita y resplandeciente bicicleta.
─ Hola Rach, ¿Soñando despierta? ─preguntó el chico, con una voz llena de ternura hacia aquella joven soñadora.
Ella solo le dedicó una amplia sonrisa que derritió el corazón de aquel pobre enamorado. El chico llamado Thomas, se encandilo, yacía enamorado desde los ochos años pero lastimosamente para él, ella solo lo consideraba su mejor amigo.
─ Si ─afirmó suspirando ─. Quisiera algún día escapar de mi realidad y transportarme a mis sueños.
Thomas le dedico una mirada de pesar, sabía lo que ella pasaba, lo que sufría aunque la mayoría del tiempo ella guardará silencio. Sus ojos, su mirada decían todo lo que su alma escondía.
Unos minutos después Rachel de un pequeño salto se paro de la acera, asustando al pobre chico y sacándolo de sus tristes pensamientos. Se sacudió con ambas manos la tierra y dio un último suspiro.
─ Pero no hay que llorar, pronto tendré todo lo que quiero ─dijo positivamente.
─ Lo sé Rachel.
─ Tengo que entrar a casa, pero nos vemos mañana ─informó a su mejor amigo, dándole la espalda dirigiéndose hacia la puerta de su hogar y entrando poco después sin ni siquiera despedirse.
Él suspiro derrotado por los sentimientos a flor de piel, que ella le provocaba. Y entonces empezó de nuevo su marcha hacia su hogar.
ههههه
Al día siguiente después de un baño rápido y de un poco elaborado arreglo personal. Bajo a trompicones la escalera de su hogar, preguntándose donde había dejado regada su mochila.
Entonces escucho unas voces provenientes de la cocina, al parecer su madre y su padre ya estaban desayunando. Lo cual le sorprendía ya que Rachel se levantaba más temprano que ellos para no tener que almorzar juntos. Le fastidiaba las pláticas de su madre sobre su vestimenta, su forma de peinarse y sobre la falta de maquillaje en su rostro.
Pero está vez, tenía que aguantar sus intentos de consejos porque quería desayunar y preparar su lonche, no quería volver a pasar hambre otra vez.
Al cruzar la puerta de la cocina, vio que su madre le servía a su padre unos huevos fritos mientras él leía el periódico y tomaba un café muy despreocupado. Se quedó ahí parada desde el marco de la puerta viendo aquella escena.
Y realmente la odiaba. Siempre se preguntaba si en algunos años ella acabaría igual que su madre, sirviéndole todo a su padre sin que él moviera un dedo. Y sólo de pensar eso le ocasionaba un gran dolor de cabeza.
Cabe decir que la madre de Rachel, antes de casarse trabajaba como diseñadora en una prestigiosa agencia pero en cuanto tuvo su gran boda, renunció. Claro, antes eran otros tiempos y ahora Rachel vivía en una época más liberal, donde las mujeres ya no sólo se dedicaban al hogar.
Se quedó tanto tiempo pensando ahí parada, que su madre al darse cuenta volteo a mirarla y carraspeó.
─ Rachel, ¿Qué haces ahí parada? Ven te serviré tu cereal favorito ─le dijo su madre con una voz cantarina.
─ ¡Mamá! Yo puedo servírmelo.
Se dirigió a la nevera, y sacó de esta el envase de leche. Ya la caja de sus cereales posaba sobre la barra de desayunos, se sirvió tranquilamente pero había algo que la hacía sentir raro. Una mirada cargada de juzgamiento.
Levantó su mirada y dejó de hacer lo que tanto quería terminar, al hacerlo vio a su madre observándola. Y antes de preguntarle que era lo que hacía, su madre se le adelantó...
─ Rachel, ¿Porqué no usas uno de los tantos bonitos vestidos que te he diseñado? ─preguntó acusatoriamente.
Rachel respiro no una, sino varias veces tratando de calmar su estado de ánimo y funcionó pero el hambre desapareció junto con los gritos que quería soltar.
Soltó la caja de cereales, dio un paso hacia atrás y miró hacia abajo, viendo su criticada vestimenta. Se preguntaba que tenía de malo, vestir una blusa con su banda de música favorita, unos jeens y unos convers blancos.
─ Tan siquiera deberías maquillarte un poco hija. O hacerte un bonito peinado. ¿Quieres que te ayude con una trenza? ─cuestionó de nuevo a la joven.
─ Debo irme a la escuela.
─ ¿No desayunaras? ─la última pregunta de su madre, quedó suspendida en el aire. Ya que Rachel se había marchado, antes de que su familia empezará a cuestionarlo de nuevo sobre sus conductas.
Después de unos minutos buscando su mochila la encontró en una esquina abandonada, la tomó y colgó en su hombro. Saliendo a toda prisa por aquella puerta y dejando atrás sus sentimientos.
Cada viernes para ella era lo mismo, esos días en su colegio se usaba ropa libre, descansaban de llevar el uniforme y ese día a su madre le daba un ataque al verla bajar la escalera.
Ahí parada sobre la acera vio a lo lejos como se acercaba su medio de transporte, su mejor amigo Thomas tenía auto. Y siempre la llevaba al colegio, era una ventaja que estudiarán en la misma escuela aunque en grupos separados.
Thomas estacionado el coche frente a Rachel, ella abrió la puerta del copiloto y subió.
─ Buenos días Rachel ─le deseo él enamorado a su mejor amiga.
─ Hola Thom.
─ ¿Otra ráfaga de reproches?
─ Algo así, pero anda vamos allá. Llegaremos tarde.
Thomas siguió las órdenes de Rachel, arrancó el auto hacia su próximo destino, El Instituto Casa Blanca.
Nota de la Autora.
Hola, bienvenidos a mi nueva historia, espero les guste tanto como a mí. Espero les guste RACHEL, se llevarán muchas sorpresas con ella.
Saludos y gracias por todo su apoyo.
Por cierto, poco a poco la conocerán a través de los otros ojos 😉
DenisseVzz
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