PERFECT NIGHT?
Ji Sung suspiró, intentando no emocionarse demasiado. Había pasado una semana desde la última vez que vio a Minho, y desde entonces, las interacciones con él se habían vuelto una mezcla de curiosidad e intriga. Con el corazón acelerado, abrió la notificación y empezó a leer los mensajes.
MOTOCICLISTA LOCO
¿Estás despierto, curioso?
Sí, ¿qué necesitas?
No suelo preguntar, así que considéralo un regalo de Navidad adelantado.
Pues... estoy bien. Solo descansando y pensando en que ya casi es Navidad.
¿Tienes planes?
Tal vez. ¿Y tú?
No lo sé. Supongo que lo pasaré aquí, tranquilo... O tal vez haga algo espontáneo.
Entonces hagamos algo.
¿"Hagamos"?
¿Quieres pasar la Navidad conmigo?
Eso dije, ¿no? Mira, tampoco es como si estuviera organizando una gran fiesta, pero pensé que podríamos hacer algo diferente este año.
Me parece bien.
¿Tienes algo en mente?
Déjame sorprenderte. Solo asegúrate de estar listo en la noche, el 24.
Ji Sung se quedó mirando la pantalla, sintiendo una calidez en el pecho que hacía tiempo no experimentaba. Quizás Minho era mucho más que esa imagen de chico rudo que mostraba, y, por primera vez, se permitió pensar que pasar esa Navidad en su compañía podría ser uno de esos momentos que recordarán siempre.
Con el corazón lleno de anticipación y una sonrisa que no podía disimular, Ji Sung se acomodó en su cama, sintiendo que, tal vez, esa Navidad, algo especial realmente lo esperaba.
***
Ji Sung se encontraba en su habitación, mirando de reojo el reloj mientras sus pensamientos giraban en torno a cómo escaparse de casa en la víspera de Navidad. La emoción se mezclaba con el nerviosismo, y aunque no sabía muy bien qué esperar, tenía la certeza de que sería una noche especial. Minho había estado escribiéndole mensajes crípticos y misteriosos, insinuando una sorpresa.
Justo cuando estaba por resignarse a que sería imposible salir sin que sus padres lo detuvieran, recibió otro mensaje de Minho:
"Diles que tienes que ir a ayudar a un amigo con algo urgente. Que te necesitan."
La sonrisa en su rostro fue inmediata. Esa excusa parecía simple, pero le daba la oportunidad perfecta para escabullirse sin levantar sospechas. Y aunque temía que sus padres sospecharan algo, no podía contener las ganas de verlo.
Minutos después, ya con su abrigo, bufanda y guantes, bajó las escaleras y les dijo a sus padres la pequeña "mentira piadosa". Afortunadamente, aceptaron su explicación con un par de advertencias sobre el clima y lo abrigado que debía ir. Ji Sung asintió, ansioso de salir. Apenas cruzó la puerta, el aire frío lo envolvió y su emoción aumentó; esta era su oportunidad de pasar la noche junto a Minho.
Al llegar al punto de encuentro, encontró a Minho apoyado contra su moto, rodeado de una neblina ligera que daba a su figura un aire misterioso bajo la luz tenue de los faroles. Vestía una chaqueta de cuero oscuro y llevaba un casco bajo el brazo. Al ver a Ji Sung, esbozó una sonrisa que, aunque casi imperceptible, le iluminó los ojos.
—¿Listo para la aventura? —preguntó Minho, extendiéndole un casco.
Ji Sung sonrió, sintiendo el calor en sus mejillas a pesar del frío de la noche. Se acercó y tomó el casco, y en cuanto lo hizo, Minho le dio una mirada que transmitía la promesa de una noche inolvidable.
Ji Sung se subió a la moto con algo de nerviosismo. No era la primera vez que montaba una, pero la velocidad de la moto de Minho le imponía. No obstante, al instante, la seguridad de Minho lo rodeó como un escudo invisible. Minho arrancó la moto y Ji Sung se aferró con fuerza, aunque intentó disimularlo.
La ciudad se desvaneció detrás de ellos mientras el viento frío lo golpeaba, dándole una sensación de libertad que nunca había experimentado.
El sonido del motor rugiendo bajo ellos era la única melodía en la noche, y Ji Sung intentó relajarse mientras sentía la vibración de la moto recorrer todo su cuerpo. Sin embargo, no podía evitar sentirse atraído por Minho.
Había algo en su forma de manejar, en su confianza, que lo hacía pensar que la noche estaría llena de sorpresas.
Minho no dijo mucho durante el viaje, pero Ji Sung no podía evitar robarle miradas cada tanto. Los ojos de Minho brillaban bajo la luz tenue de las farolas, y su concentración al manejar lo hacía parecer más imponente. Se sentía extraño, estar tan cerca de él, pero al mismo tiempo, algo dentro de Ji Sung sentía que no quería que la distancia se alargara.
Cuando finalmente llegaron a su destino, Minho se detuvo frente a un restaurante sencillo, pero acogedor. A pesar de lo rudo y salvaje que podía parecer, Minho parecía tener buen gusto para los lugares tranquilos, y eso le sorprendió gratamente a Ji Sung.
—Aquí es donde suelo venir cuando quiero comer algo tranquilo —comentó Minho mientras se quitaba el casco y se giraba hacia Ji Sung.
Ji Sung asintió, bajando de la moto con una sonrisa tímida. No era el tipo de lugar que esperaba, pero le parecía perfecto. La luz cálida del restaurante lo envolvía, y el aire ya no le parecía tan frío. Se sentaron en una mesa cerca de la ventana, desde donde se podía ver la ciudad que brillaba a lo lejos.
Minho pidió por ambos sin preguntar mucho, lo que sorprendió un poco a Ji Sung, pero también le dio la sensación de que Minho sabía lo que hacía, que entendía sus gustos mejor de lo que él pensaba. La conversación fluyó sin esfuerzo, como si la familiaridad de la situación estuviera allí, incluso sin que se hubieran dado cuenta de que la noche ya había comenzado a crear su propio camino.
Mientras comían, Ji Sung notaba cómo Minho se relajaba cada vez más, dejando caer un poco la fachada de dureza que siempre había mostrado. De alguna manera, Ji Sung sentía que esta faceta de Minho era la que él realmente quería ver. No la de la persona fuerte que se mostraba a los demás, sino la de alguien genuino, que se sentía cómodo y sin necesidad de demostrar nada.
—¿Sabes? Nunca imaginé que acabaría en una noche como esta —dijo Ji Sung, tomando un sorbo de su bebida.
Minho lo miró con una sonrisa ladina, sin dejar de observarlo, como si estuviera evaluando cada palabra antes de hablar.
—¿A qué te refieres? —preguntó, curioso.
—No lo sé. Solo... No imaginé que algo tan sencillo, como salir a cenar, podría sentirse tan... bien —respondió Ji Sung, buscando las palabras adecuadas.
Minho rió suavemente, como si entendiera perfectamente lo que Ji Sung quería decir, y asintió.
—Es porque a veces las mejores noches son las que no planeas —respondió, y Ji Sung sintió que esas palabras le tocaban más de lo que debería.
La cena terminó, y Minho sugirió que dieran un paseo por la ciudad antes de seguir con la sorpresa que tenía preparada. Ji Sung aceptó, aunque con un nudo en el estómago, ya que la noche no había hecho más que comenzar y él ya sentía que algo especial se estaba formando entre ellos. Algo que no podía prever, pero que de alguna manera sabía que cambiaría algo en él.
Minho lo condujo por las calles oscuras hasta llegar a una zona industrial, donde las luces de la ciudad se desvanecían y dejaban paso a una quietud misteriosa. Fue ahí donde Ji Sung vio lo que Minho había estado planeando. Un grupo de motos estacionadas, y un ambiente lleno de adrenalina y emoción.
—Esto es... —comenzó Ji Sung, observando a su alrededor— ¿Una carrera?
Minho asintió con una sonrisa traviesa.
—Sí, es una carrera ilegal. Solo un pequeño pasatiempo —dijo Minho, como si fuera la cosa más normal del mundo.
Ji Sung se sintió un poco fuera de lugar, pero también intrigado por la forma en que Minho encajaba en ese ambiente. Parecía como si naciera para estar ahí. Aunque al principio estaba un poco tenso, la emoción de la carrera lo absorbió por completo. Las motos rugieron, los participantes se alinearon, y Ji Sung observó cómo Minho se preparaba para unirse a ellos.
La carrera fue intensa. Ji Sung se quedó al margen, observando cómo las motos volaban a gran velocidad, desafiando el límite de la ciudad. Minho destacó entre todos, como un torbellino imparable. Ji Sung lo miró, sintiendo una mezcla de admiración y asombro mientras veía a Minho avanzar con una confianza absoluta.
Cuando la carrera terminó, Minho volvió a su lado con una sonrisa satisfecha.
—¿Te gustó el espectáculo? —preguntó, casi sin aliento, mientras se le acercaba.
Ji Sung asintió, aunque sin poder esconder su sorpresa.
—¡Eso fue impresionante! No puedo creer lo rápido que vas —dijo, mirando a Minho con una expresión que él no pudo evitar interpretar como una mezcla de fascinación y... algo más.
Minho no respondió de inmediato, solo lo miró con esa intensidad que lo caracterizaba. Su presencia lo envolvía, y Ji Sung podía sentir la atracción aumentando, aunque no entendía del todo lo que estaba sucediendo. Algo en el aire, algo en la forma en que Minho lo miraba, lo hacía sentir como si todo fuera natural. Como si este fuera el siguiente paso en una historia que ya se estaba escribiendo sin ellos.
Minho sonrió al ver la reacción de Ji Sung, como si le agradara la forma en que el chico no podía ocultar su fascinación. Sin embargo, lo que más le interesaba no era simplemente la carrera o la adrenalina del momento; lo que realmente quería era ver cómo Ji Sung reaccionaba a su mundo, cómo se abría a las experiencias que él le ofrecía sin dudar.
La noche, de alguna manera, se había vuelto más significativa de lo que había imaginado.
—Vamos, te llevaré a un lugar tranquilo para que puedas relajarte —dijo Minho, levantando la vista y señalando una casa no muy lejos de allí. Su tono no dejaba espacio para el rechazo.
Ji Sung lo miró, dudando por un momento. El entorno en el que se encontraba le resultaba aún extraño, y aunque la adrenalina de la carrera aún le recorría las venas, su mente seguía procesando todo lo que había sucedido. No obstante, algo en el gesto de Minho lo invitaba a seguir, a no dudar, a simplemente ser parte de algo que no esperaba.
Minho lo miró, con los ojos brillando con una chispa inconfundible de seguridad y satisfacción, y Ji Sung no pudo evitar sentirse atraído por su confianza.
—De acuerdo —respondió finalmente, decidiendo seguir a Minho a donde quiera que lo llevara.
Ambos se subieron nuevamente a la moto, y mientras avanzaban por la carretera, Ji Sung sintió una tranquilidad que antes no había experimentado. A pesar de la velocidad, a pesar de la sensación de estar a merced de un mundo que no conocía, la presencia de Minho le otorgaba una especie de protección inexplicable.
Era como si todo fuera posible en ese momento, como si el futuro pudiera esperar y el presente estuviera lleno de nuevas posibilidades.
Al llegar a la casa, Minho detuvo la moto con suavidad. No era una mansión lujosa, pero tenía un aire acogedor y cómodo. El lugar estaba ligeramente iluminado, con una decoración sencilla pero cálida, que reflejaba la personalidad de quien lo habitaba. Ji Sung observó con curiosidad mientras Minho lo invitaba a entrar.
—¿Te gustaría ver una película? —preguntó Minho, como si fuera lo más natural del mundo.
Ji Sung asintió, aunque aún estaba un poco inseguro sobre lo que podría suceder esa noche. Sin embargo, había algo en la atmósfera que lo hacía sentir relajado. En algún lugar de su interior, sentía que este momento podría ser algo más que solo una aventura.
Minho eligió una película sin preguntar demasiado, y ambos se acomodaron en el sofá. La habitación estaba en silencio, salvo por el suave zumbido de la televisión y los sonidos apagados de la ciudad que llegaban a través de la ventana.
La conexión entre ellos parecía intensificarse con cada minuto que pasaba, pero no había necesidad de palabras. Era como si la noche hablara por sí misma.
Ji Sung se recostó en el sofá, ligeramente tenso al principio, pero pronto se dejó llevar por la comodidad del lugar. Minho estaba cerca, pero no de forma invasiva; simplemente estaba allí, con su presencia tranquila y segura.
Mientras la película avanzaba, Ji Sung comenzó a relajarse más, disfrutando de la calma de la noche y de la compañía de alguien que, aunque desconocido en muchos aspectos, le hacía sentir una extraña sensación de familiaridad.
A medida que el tiempo pasaba, la atmósfera entre ellos se volvía más íntima, aunque sin necesidad de forzar nada. Había una calma inusual en la forma en que ambos se comportaban, como si la noche ya los hubiera envuelto en su propio ritmo.
Minho no intentó acercarse demasiado, pero Ji Sung podía sentir la tensión creciendo entre ellos. No era una tensión incómoda, sino una que llenaba el aire con la promesa de algo más.
De repente, Ji Sung sintió una presión en el cuello, una marca cálida que lo hizo tensarse. Miró a Minho con sorpresa, pero el alfa no parecía sorprendido en absoluto.
Al contrario, tenía una ligera sonrisa en sus labios, como si estuviera disfrutando de la sensación de haber marcado a Ji Sung, de alguna manera reclamando su lugar en este extraño y nuevo vínculo que estaban formando.
Ji Sung no pudo evitar sentirse desconcertado por la marca que ahora sentía en su cuello. Aunque nunca lo había experimentado antes, sabía exactamente lo que significaba en el contexto de su mundo, del universo en el que Minho existía.
No era algo que pudiera ignorar.
Minho lo miró a los ojos con una intensidad renovada. Había algo en su expresión que lo hacía ver más decidido, más protector, pero también más vulnerable. Era como si, a través de ese pequeño gesto, hubiera dejado claro que ya no había vuelta atrás.
Estaba marcando su territorio, pero no de una manera agresiva; lo hacía como una promesa.
—Noche perfecta —dijo Minho con una sonrisa, dejando que esas palabras flotaran en el aire.
Ji Sung no respondió de inmediato. En lugar de eso, dejó que la sensación de la marca se asentara en su piel, como un recordatorio constante de lo que acababa de suceder. Algo en su interior comenzó a cambiar, aunque no sabía exactamente qué.
Finalmente, con una mezcla de resignación y aceptación, Ji Sung sonrió suavemente. Miró a Minho, y aunque no dijo nada, sus ojos lo decían todo. Estaba listo para ver a dónde los llevaría esa noche, esa conexión que no podía evitar.
Y en ese momento, Ji Sung comprendió que no todo lo que sucedía en su vida tenía que ser planeado, ni tenía que tener un significado claro en el instante. Algunas cosas simplemente ocurrían, como la marca en su cuello, como la calma que había encontrado en los brazos de Minho. Y tal vez eso estaba bien. Tal vez todo eso era lo que necesitaba en ese momento.
A medida que la película continuaba en silencio, con sus cuerpos cerca pero sin palabras, Ji Sung supo que, aunque el futuro seguía siendo incierto, la noche estaba siendo más perfecta de lo que nunca hubiera esperado.
La película seguía reproduciéndose, pero Ji Sung apenas le prestaba atención. Todo su ser parecía estar absorbido por la presencia de Minho, por esa atmósfera tranquila y cómoda que se había creado entre ellos. No era el tipo de situación que normalmente le resultaba fácil.
La mayoría de las veces, Ji Sung se mantenía en guardia, siempre atento a cualquier indicio de que algo podría ir mal. Pero esa noche, algo había cambiado. Sentía que, por una vez, podía dejarse llevar.
El zumbido suave de la película continuaba, pero Minho, que estaba justo a su lado, era la verdadera distracción. Ji Sung sentía el calor de su cuerpo, la proximidad de su toque, y aunque no decía nada, no podía evitar notar cada pequeño gesto.
Cada vez que Minho movía su brazo o respiraba cerca de él, una pequeña chispa recorría su columna. El aire entre ellos se cargaba con la tensión de lo no dicho, de la proximidad que, a pesar de todo, no se desbordaba.
De repente, Minho se inclinó hacia él, lo suficiente como para que Ji Sung pudiera sentir su respiración. Fue un gesto casual, un movimiento casi imperceptible, pero Ji Sung no pudo evitar tensarse. No porque temiera que algo fuera a suceder, sino porque se dio cuenta de que, en el fondo, no sabía exactamente qué quería de esta noche. Estaba acostumbrado a ser el que controlaba las cosas, el que mantenía la distancia.
Pero Minho, con su calma y su presencia, desestabilizaba esa faceta suya.
Minho lo miró, sus ojos brillando con una intensidad que Ji Sung no había visto antes. No era una mirada agresiva, ni posesiva. Era algo más suave, casi melancólico. Como si estuviera esperando una respuesta, pero sin presionar demasiado. Solo estaba allí, sentado a su lado, ofreciendo su compañía.
"¿Qué es lo que realmente quiero?" pensó Ji Sung para sí mismo, mientras observaba la forma en que Minho se acomodaba en el sofá.
La pregunta resonó en su mente, como una vibración constante. No era algo que pudiera responder de inmediato, pero el hecho de que estuviera pensando en ello le decía mucho. Algo había cambiado en él, algo que no podía ignorar.
La noche continuó, y las horas pasaron sin que Ji Sung se diera cuenta. El sonido de la película se desvaneció en el fondo, y pronto, la oscuridad de la habitación parecía envolverlos por completo. Minho no había vuelto a hablar de nada importante, pero la atmósfera entre ellos estaba cargada de una tensión palpable. Cada movimiento de Minho, cada gesto casual, hacía que Ji Sung se sintiera más y más desconcertado.
Finalmente, cuando la película terminó, Minho se levantó y apagó el televisor. No dijo nada, pero Ji Sung supo que algo estaba a punto de suceder. No era un cambio abrupto, sino algo suave, inevitable. Como si Minho estuviera esperando el momento adecuado para dar un paso más, pero sin apresurarse.
Minho se giró hacia él, y sus ojos se encontraron nuevamente. Esta vez, no había duda en su mirada. No era una pregunta ni una invitación. Era una afirmación silenciosa de que ambos sabían lo que estaba sucediendo. Ji Sung sintió cómo su corazón latía más rápido, cómo la presión en su pecho aumentaba. No estaba seguro de qué exactamente temía, pero había algo en esa mirada que lo hacía sentirse vulnerable.
Minho se inclinó hacia él de nuevo, esta vez con más determinación. Sus labios casi se rozaron, y por un momento, Ji Sung sintió que el mundo entero desaparecía a su alrededor. Todo lo que quedaba era él, Minho y la carga emocional de la noche. Era como si el universo hubiera encajado todo perfectamente, solo para este momento.
Antes de que pudiera procesarlo, Minho lo besó. Fue un beso suave, pero lleno de intensidad, como si todo lo que había sucedido esa noche lo hubiera llevado hasta este punto. No hubo prisa, no hubo urgencia, solo una sensación de completitud, de algo que estaba sucediendo en su interior.
El beso no duró mucho, pero cuando se separaron, Ji Sung sintió que algo dentro de él había cambiado. Minho lo miró con una sonrisa tranquila, como si supiera exactamente lo que estaba pasando en la mente de Ji Sung. No dijo nada, pero su mirada lo decía todo.
Ji Sung lo miró en silencio. Las palabras de Minho flotaron a su alrededor, como un eco suave que se asentó en su corazón. No dijo nada, no porque no quisiera, sino porque sabía que no necesitaba hacerlo. En ese momento, todo encajaba de una manera que no había anticipado, pero que sentía que era lo que necesitaba.
Minho se recostó nuevamente en el sofá, y Ji Sung hizo lo mismo. A pesar de la marca que sentía en su cuello, que sabía que no desaparecería pronto, algo en su interior se había relajado. Ya no sentía esa tensión constante que había llevado durante tanto tiempo. La marca era una afirmación de lo que había sucedido, un recordatorio de lo que había comenzado entre ellos. Y aunque no sabía qué significaba todo eso, en ese momento, no le importaba. Simplemente quería disfrutar de la noche.
Minho y Ji Sung se quedaron en el sofá durante lo que pareció una eternidad, pero el tiempo, como siempre, volaba. Las luces suaves de la habitación apenas iluminaban el lugar, creando una atmósfera íntima que parecía envolverse en ellos.
Minho se había recostado de nuevo, pero ahora con más confianza, como si el ambiente entre ellos ya no fuera incómodo ni extraño. De alguna manera, después de todo lo sucedido, todo se sentía como si estuviera en su lugar.
Ji Sung no podía evitar sentirse extraño. Normalmente, nunca se habría quedado en la misma habitación con alguien por tanto tiempo sin saber qué hacer. Pero con Minho, todo parecía fluir de manera natural, como si simplemente estuvieran destinados a estar allí, sin necesidad de palabras innecesarias. La conexión entre ellos se había establecido de una manera tan sutil que Ji Sung no sabía cuándo comenzó, pero sabía que no podía ignorarla.
Aún con la serenidad que lo rodeaba, Ji Sung no podía evitar que su mente volviera a dar vueltas sobre lo que había sucedido. La marca en su cuello era evidente, y aunque la experiencia le había dejado un sabor dulce en los labios, también traía consigo una carga emocional que no podía ignorar.
¿Qué significaba todo esto? ¿Qué le deparaba el futuro con Minho?
No era alguien que se abriera fácilmente a los demás, y el hecho de que esta conexión fuera tan fuerte lo dejaba con más preguntas que respuestas.
—¿Te sientes bien? —preguntó Minho de repente, interrumpiendo sus pensamientos. La voz de Minho era suave, pero había un toque de preocupación que Ji Sung no había esperado.
Ji Sung lo miró, sorprendido. Por un momento, se dio cuenta de que había estado tan absorto en sus pensamientos que había dejado que la conversación se desvaneciera. A pesar de que su mente estaba ocupada, la presencia de Minho lo hacía sentirse tranquilo, en parte por la comodidad de estar cerca de él, pero también porque Minho parecía preocuparse genuinamente por cómo se sentía.
—Sí, solo estaba pensando... —comenzó Ji Sung, pero no sabía cómo expresar lo que sentía. Era difícil poner en palabras algo tan complejo cuando su mente aún estaba trabajando para asimilarlo.
Minho le sonrió, esa sonrisa tranquila que siempre lo ponía nervioso y lo calmaba al mismo tiempo. Era como si Minho tuviera una forma única de entenderlo, de leer sus pensamientos sin necesidad de preguntar demasiado.
—No te preocupes. Lo que sea que estés sintiendo, lo entiendo. No tienes que hablar de ello si no quieres —dijo Minho en tono suave. —Solo quiero que sepas que estoy aquí.
Esa simple declaración hizo que Ji Sung se sintiera vulnerable, más de lo que había estado en toda la noche. Era como si Minho viera a través de él, como si ya conociera todas sus inseguridades y temores sin que él tuviera que decir una palabra. Pero no lo hacía de una manera invasiva; en lugar de eso, lo aceptaba, lo entendía, y lo dejaba ser. Era una sensación extraña para Ji Sung, quien estaba acostumbrado a cargar con todo por sí mismo.
Minho se inclinó hacia él, esta vez con una cercanía más evidente, y Ji Sung no retrocedió. En lugar de eso, se permitió disfrutar del momento. Minho no lo presionaba, no esperaba nada de él, y eso le daba una libertad que Ji Sung rara vez experimentaba.
—¿Sabes? —dijo Minho con una voz suave, como si estuviera compartiendo un secreto. —A veces, lo mejor que uno puede hacer es no pensar demasiado.
Ji Sung lo miró, sin entender del todo lo que Minho quería decir. Pero la expresión en su rostro, esa calma con la que se expresaba, hizo que Ji Sung se sintiera más relajado. Como si las palabras de Minho fueran un recordatorio de que no siempre tenía que tener todo bajo control, de que, a veces, simplemente podía dejarse llevar.
—Tienes razón. —respondió Ji Sung, sus palabras saliendo con más sinceridad de la que había anticipado. —Creo que me cuesta dejar de pensar. Siempre estoy preocupado por lo que viene, por lo que debo hacer. Y esta noche... todo ha sido diferente.
Minho lo miró durante un largo rato, y Ji Sung no sabía si había dicho demasiado. Pero, en lugar de sentirse incómodo, encontró en los ojos de Minho una aceptación que le resultaba reconfortante.
—No tienes que preocuparte. —Minho susurró, acercándose más, esta vez de manera más evidente. —Esta noche es solo tuya, Ji Sung. No tienes que hacer nada que no quieras hacer.
El tono de Minho fue tan sereno que Ji Sung se sintió abrumado por la suavidad de sus palabras. Era difícil creer que alguien pudiera ser tan calmado, tan tranquilo, tan seguro de sí mismo. Sin embargo, Minho lo era, y esa seguridad le daba una sensación de paz.
—Gracias. —dijo Ji Sung, sin saber muy bien qué más agregar. Las palabras le parecían pequeñas en comparación con todo lo que estaba sintiendo, pero eran todo lo que podía decir en ese momento.
Minho sonrió de nuevo, esa sonrisa que siempre lo dejaba sin palabras. Era una sonrisa que hacía que Ji Sung sintiera que todo estaría bien, que todo lo que había sucedido esa noche tenía sentido de alguna manera. El simple gesto de Minho, tan natural, tan sincero, le hacía sentir que podía respirar un poco más fácil.
La noche avanzaba lentamente, y Ji Sung ya no sentía la urgencia que había experimentado al principio. La preocupación, las preguntas sin respuestas, todo eso se desvanecía lentamente, sustituido por una sensación más ligera.
Aunque no sabía lo que significaba todo lo que había pasado, en ese momento no le importaba. No necesitaba tener todas las respuestas. Solo necesitaba estar allí, en ese lugar, con Minho.
Minho se recostó de nuevo en el sofá, mirando el techo con una expresión pensativa. Por un momento, parecía distante, pero Ji Sung sabía que solo estaba disfrutando del momento tanto como él. La tranquilidad entre ellos era tangible, y a pesar de que las palabras no se intercambiaban constantemente, había una comprensión profunda entre ambos.
Finalmente, Minho rompió el silencio.
—Noche perfecta. —dijo, con una sonrisa en los labios. La frase salió como un susurro, pero Ji Sung la sintió con toda la fuerza de su significado. Era como si todo lo que había pasado durante esa noche se redujera a esas dos palabras.
Ji Sung no respondió de inmediato. En lugar de eso, se quedó allí, mirando a Minho y dejando que sus palabras se asentaran en su corazón. Era cierto, pensó. Esta había sido una noche perfecta. No porque hubiera sido sin complicaciones, sino porque, por primera vez, se sentía completo. Como si finalmente hubiera encontrado un espacio en el que podía relajarse, un lugar en el que podía ser él mismo sin tener que preocuparse.
La noche continuó, pero Ji Sung no sentía la necesidad de apresurarse. En lugar de eso, simplemente se permitió ser, estar y descansar en la tranquilidad de la compañía de Minho. Sabía que, de alguna manera, algo había cambiado esa noche, pero no tenía prisa por descubrirlo. Ya no sentía la necesidad de correr.
La calma de la noche parecía envolverse aún más a medida que Ji Sung y Minho compartían el silencio. La televisión seguía encendida, aunque ambos ya no prestaban atención. Habían hablado poco, pero lo que había entre ellos era suficiente, el simple hecho de estar allí, uno al lado del otro, lo decía todo.
Sin embargo, la tranquilidad de esa noche estaba a punto de romperse.
Minho miró su reloj, y su rostro cambió ligeramente, una leve tensión cruzó su expresión, casi imperceptible, pero lo suficiente como para que Ji Sung lo notara. Antes de que pudiera preguntar, escucharon el sonido de un motor, luego otro, y otro más. Ji Sung frunció el ceño, sin entender del todo de qué se trataba, pero Minho ya se había levantado del sofá.
—Es hora de irnos —dijo Minho con tono serio, sin mirar a Ji Sung. La misma actitud que había mostrado antes de la carrera, esa misma presencia que Ji Sung ya comenzaba a reconocer.
—¿Irnos? —preguntó Ji Sung, confundido. Apenas había tenido tiempo de procesar todo lo que había ocurrido esa noche, y ahora Minho parecía estar cambiando el tono por completo. —¿A dónde?
Minho lo miró por encima del hombro, sus ojos ya algo más fríos, pero con la misma chispa de determinación.
—Algo que olvidé —respondió él de manera enigmática. —Te lo explicaré más tarde.
Antes de que Ji Sung pudiera decir algo más, Minho ya se había dirigido a la puerta, no con urgencia, pero sí con una rapidez que no le permitió seguir el ritmo. Ji Sung se levantó rápidamente, siguiéndolo, sin saber muy bien qué estaba sucediendo. Algo dentro de él, una sensación en su estómago, le decía que las cosas no serían tan fáciles.
Minho salió primero, y Ji Sung lo siguió, notando cómo el aire frío de la noche le golpeaba el rostro. En el estacionamiento, una motocicleta esperó, brillando bajo la luz tenue de la farola cercana. Ji Sung parpadeó, sin saber si su cabeza podía seguir el ritmo de todo lo que estaba pasando. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar, el rugir de motores lo sacó de sus pensamientos.
De repente, luces azules y rojas comenzaron a iluminar el horizonte, acercándose rápidamente. El sonido de las sirenas rompió la quietud de la noche, y Ji Sung sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido.
—¿Qué... qué está pasando? —preguntó, un nudo formándose en su garganta mientras miraba a Minho, que parecía estar más relajado que nunca.
Minho, sin embargo, no respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la patrulla que se acercaba, y su expresión pasó de la calma a una ligera preocupación.
—Sigue mi ejemplo —dijo Minho rápidamente, colocándose el casco. —Sube.
Ji Sung se quedó petrificado, mirando la escena ante él. La policía estaba ya demasiado cerca, y no podía evitar sentirse atrapado entre la ansiedad y la confusión. No había tiempo para pensar en lo que estaba sucediendo, ni para preguntar.
El sonido de los motores de la policía que se acercaba y la luz que iluminaba la calle le dio el empujón que necesitaba. Sin pensarlo, corrió hacia la moto, poniéndose el casco que Minho le entregaba.
La motocicleta rugió con fuerza mientras Minho aceleraba, haciendo que el aire frío chocara contra Ji Sung. La adrenalina que recorría su cuerpo le dejaba una sensación extraña, una mezcla de miedo y emoción. Sabía que no podía volver atrás. Minho ya había comenzado a moverse, y Ji Sung no tenía otra opción que seguirlo.
Las luces de la patrulla brillaban en el retrovisor, y Ji Sung miraba, sin poder evitar la presión en su pecho. El sonido de las sirenas seguía acercándose. La policía los estaba persiguiendo.
—Minho... —dijo Ji Sung, su voz casi inaudible, pero Minho lo escuchó, como siempre lo hacía. Aceleró aún más, llevando la moto por un camino secundario, zigzagueando entre las calles oscuras.
—No te preocupes, todo estará bien —respondió Minho con una voz calmada, aunque su postura tensa decía lo contrario. —Solo mantente firme y no mires atrás.
Ji Sung, con el corazón a mil por hora, trató de concentrarse en el ritmo de la moto, en la respiración entrecortada de ambos. La adrenalina se apoderaba de él, y la única certeza que tenía era que no podía abandonar, no podía dejar que Minho lo dejara atrás, no en esa situación.
Las calles que antes le parecían familiares se volvían cada vez más ajenas. Las sirenas retumbaban en sus oídos mientras la distancia entre ellos y la patrulla se iba ampliando. Por un momento, Ji Sung no sabía si la persecución había terminado o si simplemente había entrado en un territorio aún más desconocido.
Finalmente, Minho frenó bruscamente en una calle vacía, el motor de la moto apagándose de inmediato. El silencio se apoderó de la escena, y el eco de las sirenas desapareció en la distancia. Ji Sung respiró profundamente, sintiendo cómo la tensión se deshacía poco a poco.
—¿Nos escapamos? —preguntó Ji Sung, tratando de recuperar el aliento.
Minho no respondió de inmediato. Se quitó el casco y se giró para mirarlo, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y una calma que parecía inquebrantable.
—Sí, por ahora —dijo Minho, y por un momento, Ji Sung creyó que estaba bromeando. Pero la seriedad de su rostro no dejaba lugar a dudas. —Pero no te hagas muchas preguntas. A veces, es mejor vivir el momento y dejar que las cosas sucedan.
Ji Sung lo miró sin palabras. El miedo, la confusión y la emoción seguían a flor de piel, pero no podía evitar sentir una extraña fascinación por cómo Minho manejaba la situación. Algo en él parecía saber siempre cómo mantener la calma, cómo salir airoso incluso de las situaciones más complicadas.
—Esto ha sido... loco —dijo Ji Sung, casi riendo por la incredulidad del momento.
Minho sonrió de manera tranquila, un brillo en sus ojos que solo Ji Sung sabía reconocer.
—Sí, pero has sobrevivido —dijo Minho, levantando una ceja. —Y eso, en este mundo, vale más de lo que piensas.
El rugir del motor de la moto se mezclaba con el sonido de las sirenas que se acercaban rápidamente. Ji Sung, a pesar de la emoción y adrenalina que recorría su cuerpo, sintió que una creciente incomodidad lo invadía. La situación se estaba saliendo de control de una manera que no podía ignorar. Ya no era solo una noche de diversión, era un escape, una huida. La presión en su pecho aumentaba a medida que las luces azules y rojas iluminaban el camino detrás de ellos.
—Minho, ¿qué demonios estás haciendo? —preguntó Ji Sung, intentando mantener la calma, pero su voz temblaba por el miedo y la frustración que lo invadían. El sonido de las sirenas se hacía cada vez más cercano, y la creciente ansiedad le nublaba la mente.
Minho no lo miró, pero Ji Sung pudo notar el leve cambio en su postura. La tensión en su cuerpo era evidente. Minho, el alfa despreocupado y confiado, ahora parecía tener algo más que perder.
—Lo sé, pero no te preocupes —dijo Minho sin mirar atrás, su voz era serena, pero no convencía a Ji Sung. No en ese momento. —Todo estará bien, solo sigue adelante.
Ji Sung sentía que el miedo lo estaba consumiendo, y la incomodidad de no tener control sobre nada lo estaba poniendo a prueba. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había terminado en una persecución policial con un hombre al que apenas conocía? Su respiración se volvió entrecortada, y el mundo a su alrededor parecía girar cada vez más rápido. Las sirenas resonaban en sus oídos, el sonido ensordecedor que hacía que sus nervios se tensaran.
De repente, la moto frenó de golpe. Ji Sung, atrapado en el movimiento, casi se cae, pero se aferró con fuerza a Minho. No le dio tiempo a procesar lo que estaba pasando antes de que Minho saltara de la moto.
—¡Minho! —exclamó Ji Sung, levantándose rápidamente, sintiendo que su corazón latía con fuerza. —¡¿Qué estás haciendo?! ¡Te van a arrestar! ¡Esto no es un juego!
Minho no respondió de inmediato. Miró a su alrededor con rapidez, observando el paisaje nocturno, las luces de la patrulla acercándose más. Por un momento, Ji Sung pensó que Minho podría hacer algo más, quizás intentar escapar o tomar alguna decisión más drástica, pero no. Minho lo miró fijamente, y una mirada de arrepentimiento cruzó sus ojos.
—No pude evitarlo, Ji Sung. —Dijo, su tono más suave, casi como si se disculpara por lo que había hecho. Pero Ji Sung no podía dejar de sentirse traicionado. —No quería que todo esto pasara. Pero ahora ya no hay marcha atrás.
El sonido de la sirena era ensordecedor, y Ji Sung se dio cuenta de que, por más que intentaran huir, ya no había escapatoria. Podía ver las luces azules reflejándose en los edificios cercanos. El peso de la realidad lo golpeó con fuerza.
—¿Sabes lo que has hecho? —dijo Ji Sung, su voz quebrada por el enojo. —¡Te metiste en una carrera ilegal, Minho! ¡Te van a arrestar! ¡Y ni siquiera me pediste que me metiera en esto!
Minho, que normalmente mantenía una actitud tranquila, ahora parecía confundido, como si el peso de la situación finalmente lo hubiera alcanzado.
—Lo siento, Ji Sung —dijo Minho, su tono ahora cargado de una sincera frustración—. Yo solo quería que pasáramos un buen rato, pero esto se fue de las manos. La policía ya está aquí, no hay forma de salir.
El sonido de las sirenas seguía llenando el aire mientras la patrulla se detenía justo frente a ellos. En ese instante, un oficial salió del vehículo, su mirada fija en Minho. No hizo falta que dijeran nada más. El agente se acercó a él con firmeza.
—Te arrestamos por participar en una carrera ilegal —dijo el oficial, colocando las esposas en las muñecas de Minho sin dudarlo. —Es mejor que cooperes, ¿verdad?
Ji Sung observaba la escena, paralizado. Estaba molesto, confundido, pero sobre todo, se sentía impotente. Esto no era lo que había esperado de esa noche. No era lo que quería. La imagen de Minho siendo esposado, la policia llevándoselo, lo dejó sin palabras.
Había conocido a Minho como alguien decidido, alguien seguro de sí mismo, pero ahora, parado ante él, parecía ser solo un joven atrapado por sus propias decisiones.
Minho lo miró una última vez antes de que lo metieran en la patrulla. Su rostro, normalmente impasible, mostraba una mueca de dolor. Era evidente que no quería estar allí, pero en ese momento, no tenía más opción.
—Siento mucho que esto haya terminado así —dijo Minho, su voz baja y sincera. —Sé que no querías estar involucrado. Perdón por meterte en esto.
Ji Sung lo miró en silencio, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que Minho no lo había hecho con malas intenciones, pero todo lo que había ocurrido esa noche, desde la carrera hasta el arresto, le había dejado un sabor amargo. La adrenalina había desaparecido, y lo único que quedaba era la desilusión.
El oficial cerró la puerta de la patrulla con un golpe seco, y Minho fue llevado, mientras Ji Sung se quedó allí, solo. Las luces de la policía brillaban a su alrededor, pero en su mente, todo se sentía en sombras. La noche perfecta, pensó. O al menos, lo había sido hasta que todo se desmoronó.
Se quedó allí, observando cómo la patrulla se alejaba en la distancia, la sensación de culpa y frustración apoderándose de él. Quizá todo lo que había vivido esa noche no había sido más que una ilusión, algo que nunca debería haber pasado. Y sin embargo, una parte de él no podía evitar preguntarse: ¿Qué hubiera sucedido si Minho no hubiera hecho esas decisiones?
La idea de "noche perfecta" ya no tenía sentido. Se giró y, sin decir una palabra más, comenzó a caminar de regreso a su casa, con el eco de las sirenas aún resonando en su cabeza.
Se sentía triste, molesto, confundido... Lo malo de todo esto es que Minho lo había marcado, algo que no estaba en sus planes, definitivamente.
La marca, esa sensación que recorría su piel, tan intensa y tan real. Al principio, Ji Sung había pensado que solo era un momento pasajero, una atracción momentánea que podría ignorar, algo que quedaría en la nada. Pero no. Ahora, con el peso del incidente de la carrera, la marca de Minho era más que evidente, más que un simple recuerdo de una noche caótica.
Sentir el calor de la marca sobre su piel lo hizo sentirse más vulnerable de lo que nunca había estado. Había algo en esa marca, algo profundo que no podía entender ni controlar. No solo era físico; era emocional. Esa conexión, esa sensación, lo atrapaba como una red invisible, un lazo invisible que ahora lo unía a Minho de una forma que no había anticipado.
Y eso lo molestaba más que nada. ¿Cómo había permitido que algo como esto sucediera? ¿Por qué Minho, de entre todas las personas, había sido el que lograra dejar una marca tan profunda en él?
Mientras observaba cómo Minho era llevado por los oficiales, Ji Sung se quedó allí, inmóvil, con la mirada fija en el suelo. No podía dejar de pensar en la incongruencia de todo: cómo Minho, un tipo con tantas facetas impredecibles, se había convertido en el centro de sus pensamientos.
Minho era un alfa, algo que Ji Sung aún no podía asimilar del todo. En el mundo de los omegas y alfas, las relaciones no eran simples. Había normas, expectativas sociales, y un montón de prejuicios que se entrelazaban con la realidad. El hecho de que Minho lo hubiera marcado, que lo hubiera reclamado de alguna manera, lo ponía en una situación incómoda, una que no sabía si quería enfrentar. ¿Por qué lo había hecho?
Minho no parecía ser el tipo de persona que se involucrara fácilmente con alguien. Era seguro de sí mismo, un alfa con carisma, una personalidad fuerte que parecía no necesitar a nadie. Entonces, ¿por qué ahora, en medio de esta caótica noche, lo había marcado? La idea de ser marcado lo confundía más de lo que le gustaría admitir.
Los oficiales ya se habían llevado a Minho, y Ji Sung se quedó parado allí, sintiendo el frío helado que se filtraba en sus huesos. No podía evitar pensar en todo lo que había ocurrido esa noche. Todo había comenzado tan bien, tan ligero, como una escapatoria. Había disfrutado de la cena, de las risas, de la adrenalina de la carrera... pero ahora, todo se había derrumbado.
"Noche perfecta." Minho había dicho esas palabras en un susurro antes de que todo se desmoronara. Y ahora, Ji Sung no sabía qué pensar. ¿Perfecta? La noche había sido todo lo contrario. Había sido caótica, impredecible, llena de emociones contradictorias y de confusión. Nada en ella había sido perfecto.
Ji Sung suspiró, mirando al vacío, dejando que el frío lo envolviera mientras pensaba en todo lo que había sucedido. Sabía que necesitaba procesarlo. Sabía que tenía que enfrentarse a lo que sentía por Minho, a lo que esa marca significaba, pero, por alguna razón, aún no podía. Todo eso era tan nuevo, tan extraño. Minho había llegado a su vida de una manera que él nunca había anticipado, y ahora no sabía si estaba preparado para lo que viniera.
Finalmente, al dar la vuelta para irse, su mente siguió dando vueltas en un torbellino de pensamientos. La marca seguía allí, en su piel, ardiendo con una sensación que no desaparecía. Tal vez Minho lo había marcado de una manera involuntaria.
Tal vez, solo tal vez, estaba tan fuera de control como él. Pero lo que Ji Sung no podía negar era que esa marca, esa conexión, ahora formaba parte de él, de alguna forma. Y eso, más que nada, lo aterraba.
Al llegar a su casa, Ji Sung cerró la puerta con un golpe suave, el sonido resonando en el vacío de la entrada. Se detuvo por un momento, mirando sus manos, casi como si buscara alguna respuesta en ellas. ¿Qué se suponía que debía hacer con esto?
La marca lo había cambiado, lo sabía. Había pasado de ser solo una persona que disfrutaba de su vida cotidiana a alguien que, por una razón inexplicable, se sentía atado a alguien más. Tal vez Minho no lo sabía, pero esa marca era más que una simple marca en la piel. Era una huella en su corazón.
Y mientras la noche avanzaba, Ji Sung se dio cuenta de algo. No estaba seguro de lo que quería de Minho, pero definitivamente no podía ignorarlo.
***
-Aly
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