LISTEN MY NAME
En la vida hay muchas tradiciones, en las familias también, y la familia Han no se queda atrás. Antes y después de Año Nuevo es común ir de viaje a un lugar fuera del país. Esta vez, le tocó elegir a Ji Sung el lugar donde irían.
Eligió ir a Tailandia, ya que su familia nunca había ido. Había pasado una semana desde que arrestaron a Minho, y desde entonces no había vuelto a saber nada de él. Y, sinceramente, no quería saberlo.
El viaje era la distracción perfecta, o al menos eso intentaba convencerse. Tailandia prometía playas paradisíacas, comida deliciosa y una cultura vibrante que contrastaría con el frío invierno que dejaba atrás en su país.
Sin embargo, aunque estaba rodeado de paisajes hermosos y la sonrisa constante de su madre al encontrar cada detalle fascinante, Ji Sung no podía sacudirse del todo la sombra de los recientes eventos.
El arresto de Minho había sido un momento confuso y lleno de emociones encontradas. Una parte de él estaba molesta por las decisiones imprudentes de Minho, por su insistencia en arrastrarlo a su mundo caótico. Pero otra parte, más pequeña pero persistente, no podía ignorar el nudo en su pecho cada vez que recordaba la imagen de
Minho siendo llevado por la policía. Su semblante serio, su mirada fija en Ji Sung como si quisiera decir algo que nunca alcanzó a pronunciar.
—Hijo, ven a ver esto— llamó su madre, sacándolo de sus pensamientos.
Ji Sung se acercó a la ventana del hotel donde su familia se alojaba, y allí estaba: una vista impresionante de la playa, con el sol poniéndose lentamente y tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados.
—Es hermoso, ¿verdad? — dijo ella con una sonrisa.
Ji Sung asintió sin palabras. Hermoso, sí, pero algo en él seguía sintiéndose vacío.
Durante los primeros días del viaje, Ji Sung intentó desconectarse. Pasearon por templos antiguos, probaron platillos típicos en mercados locales y hasta se animaron a un recorrido en bote por las islas cercanas.
Todo parecía perfecto a simple vista, pero en su interior, el omega seguía librando una batalla.
Por las noches, cuando su familia dormía, Ji Sung revisaba su teléfono por inercia. Había bloqueado a Minho desde aquella noche, pero a veces, por alguna razón que no quería admitir, deseaba desbloquearlo. ¿Y si Minho había intentado contactarlo? ¿Y si había algo que quería decirle? Se sentía tonto por siquiera considerarlo, pero la duda lo carcomía.
Una noche, mientras caminaba por la playa cerca del hotel, el sonido de las olas le permitió poner en palabras lo que tanto evitaba. ¿Por qué me sigue importando? pensó mientras enterraba los pies en la arena fría. Fue su culpa. Todo esto. Me marcó sin permiso.
Me puso en peligro. Pero... ¿por qué no puedo simplemente olvidarlo?
El recuerdo de la marca le quemaba más que la piel donde ahora llevaba su huella. Había sido un acto impulsivo, desmedido, y aunque en su momento había sentido algo que no podía describir, ahora solo quedaba la incomodidad de no haber tenido control sobre su propio cuerpo.
Era algo que debería odiar, pero su mente, traicionera, también le recordaba las pocas veces que Minho había mostrado un lado diferente, uno que quizás, solo quizás, no era completamente terrible.
La risa de unos turistas a lo lejos lo sacó de sus pensamientos. Miró alrededor y decidió regresar al hotel antes de que su madre comenzara a preocuparse. Caminó despacio, permitiéndose por primera vez en días dejar que el aire fresco llenara sus pulmones y despejara, aunque fuera un poco, su mente.
Al llegar a su habitación, Ji Sung tomó su celular y desbloqueó la pantalla. Sus dedos se quedaron suspendidos sobre el botón de "desbloquear contacto". No sabía si estaba siendo débil o simplemente humano, pero finalmente cedió. Minho ya no estaba bloqueado. No había mensajes nuevos, pero una parte de él sintió alivio al saber que, si Minho quería, ahora podría escribirle.
Tal vez solo estoy cerrando ciclos, se dijo, intentando convencerse a sí mismo. Guardó el teléfono y se recostó en la cama, cerrando los ojos con la esperanza de que el sueño llegara pronto.
Los días restantes en Tailandia pasaron más rápido de lo que esperaba. Ji Sung se permitió disfrutar un poco más de las actividades con su familia. Incluso logró reírse de los chistes malos de su padre y compartir anécdotas con su madre mientras probaban frutas tropicales en un mercado. Sin embargo, una parte de él sabía que este viaje no era suficiente para dejar todo atrás.
Eventualmente tendría que volver a casa y enfrentar lo que fuera que el destino tuviera preparado para él.
***
Ji Sung miraba a través de la ventana del avión, observando cómo las nubes parecían extenderse hasta el horizonte. Aunque el viaje a Tailandia había sido breve, no podía negar que lo había disfrutado. Fue una pausa necesaria, una forma de alejarse, al menos por un momento, de todo lo que había sucedido. Sin embargo, a medida que el avión se acercaba más a Corea del Sur, la realidad parecía colarse en su mente como una sombra ineludible.
Mientras revisaba su celular, ojeando sin demasiado interés las redes sociales y mensajes, una notificación captó su atención. Era una noticia que, sin esperarlo, hizo que su corazón se detuviera por un instante.
¡CORREDOR DE CARRERAS ILEGALES, QUIEN SE IDENTIFICA CON EL NOMBRE DE LEE MINHO, HA SIDO LIBERADO DESPUÉS DE 1 SEMANA DE PRISIÓN!
El titular se veía en letras grandes y destacadas, acompañado de una breve descripción:
"Los ciudadanos están enojados con las autoridades por haber liberado a un 'criminal' como este."
Ji Sung sintió un nudo en el estómago. ¿Cómo era posible? Después de todo lo que había pasado, después de todo lo que él mismo había enfrentado para intentar cortar ese vínculo, Minho ahora estaba fuera, como si nada hubiera pasado. Su mirada se quedó fija en la pantalla, repasando las palabras una y otra vez, incapaz de procesarlas del todo.
Suspiró profundamente y apagó el teléfono. No quería seguir pensando en ello, no ahora. El ruido del avión y las conversaciones bajas de los pasajeros a su alrededor eran el único sonido que lo acompañaba mientras trataba de calmar su mente. Pero el peso de la noticia no se iba.
Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Minho regresaba a su cabeza: su sonrisa confiada, la intensidad de su mirada, y esa noche en la que todo había cambiado para ambos.
El omega sabía que no podía dejar que esto lo afectara más de lo necesario. Minho era su pasado, y eso debía quedar claro. La vida seguía, y él tenía que enfocarse en reconstruir la normalidad que tanto deseaba. Sin embargo, había algo que no podía ignorar: la marca.
Esa conexión entre ellos, tan fuerte y tangible, seguía siendo un recordatorio constante de que el alfa había cruzado un límite que no debía.
Cuando el avión aterrizó, Ji Sung sintió una mezcla de alivio y ansiedad. Por un lado, estaba feliz de volver a casa; por otro, sabía que regresar significaba enfrentarse a los ecos de todo lo que había dejado atrás. Mientras recogía sus maletas, sus padres conversaban animadamente sobre los recuerdos del viaje, ajenos al torbellino de emociones que Ji Sung intentaba ocultar.
En el trayecto a casa, Ji Sung volvió a encender su celular. Las redes sociales estaban llenas de comentarios divididos sobre la liberación de Minho. Algunos defendían su liberación, alegando que no era más que un joven que había cometido errores, mientras que otros pedían justicia y castigos más severos.
Entre todo el ruido, Ji Sung se preguntaba qué pensaba Minho de todo esto. ¿Se sentía arrepentido? ¿O simplemente veía todo como un juego más?
Esa noche, mientras estaba solo en su habitación, no pudo evitar desbloquear su celular y buscar en sus mensajes. No había nada nuevo de Minho. Ji Sung lo había desbloqueado antes de irse a Tailandia, y aunque no quería admitirlo, una parte de él había esperado alguna señal del alfa.
Tal vez es mejor así, pensó, intentando convencerse de que la distancia era lo mejor para ambos.
Sin embargo, el silencio no era suficiente para acallar sus pensamientos. La noticia de la liberación de Minho había reabierto heridas que creía haber empezado a cerrar. El omega sabía que, tarde o temprano, tendría que decidir qué hacer con ese vínculo que aún lo mantenía atado, aunque él lo negara.
¿Debería buscarlo?
¿O simplemente seguir adelante?
La calidez del hogar era una bienvenida silenciosa pero reconfortante. Su madre ya estaba en la cocina revisando que todo estuviera en orden, mientras su padre encendía las luces del árbol de Navidad que aún brillaba con fuerza, a pesar de que ya era casi Año Nuevo.
El joven suspiró profundamente, frotándose el cuello para aliviar la tensión. Había algo en el ambiente que siempre lograba calmarlo, aunque esta vez la sensación de tranquilidad parecía esquiva. La noticia sobre Minho seguía rondando en su mente, pero se obligó a apartarla. "Ya basta, Ji Sung," se reprendió a sí mismo. "Es Año Nuevo, y lo importante es disfrutar con tu familia."
—Ji Sung, ¿me ayudas a poner la mesa? —le llamó su madre desde la cocina.
—Claro, mamá. Ya voy —respondió, sacudiéndose los pensamientos y dirigiéndose al comedor.
Mientras colocaba los platos y cubiertos, se esforzaba por concentrarse en el momento presente. Los colores cálidos de las luces, el aroma de la comida tradicional que llenaba la casa y las risas de sus padres le recordaban lo afortunado que era de tenerlos. Aún así, había un peso en su pecho que no lograba disipar del todo.
La cena transcurrió entre risas y recuerdos del viaje. Su madre contaba anécdotas de su infancia, mientras su padre hacía comentarios sarcásticos que los hacían reír a todos. Ji Sung se unió a la conversación, sonriendo más de lo que esperaba, pero aún sintiendo que una pequeña parte de él estaba desconectada.
Cuando faltaban unos minutos para la medianoche, su madre sirvió las copas de champán para el brindis y les recordó que hicieran un deseo antes de que el reloj marcara las doce.
Ji Sung sostuvo su copa, mirando fijamente el líquido burbujeante mientras trataba de decidir qué pedir.
"Tal vez debería desear claridad," pensó, sintiendo que el caos en su interior era lo que más necesitaba resolver. "O quizás solo paz, algo sencillo."
La cuenta regresiva comenzó, y con cada número, Ji Sung se sentía un poco más ligero.
"Diez, nueve, ocho..."
Su familia coreaba al unísono, y por primera vez en semanas, Ji Sung dejó de pensar en todo lo que lo atormentaba. Cerró los ojos justo cuando el reloj marcó la medianoche y los fuegos artificiales comenzaron a estallar afuera.
—¡Feliz Año Nuevo! —gritaron todos al unísono.
Su madre lo abrazó primero, luego su padre, y Ji Sung devolvió el gesto con más sinceridad de la que esperaba. Mientras alzaban las copas y brindaban, Ji Sung miró por la ventana hacia el cielo iluminado por los fuegos artificiales.
"Este año será diferente," se prometió, dejando que una pequeña chispa de esperanza se encendiera en su interior. "Tal vez, solo tal vez, pueda encontrar algo que me haga feliz."
Por esa noche, decidió que dejaría el pasado donde pertenecía.
***
Ji Sung caminaba por la avenida con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, tratando de ignorar el frío que se colaba por las costuras. Había salido para despejarse un poco y de paso visitar a Jeongin y Seungmin, quienes siempre lograban levantarle el ánimo. Sin embargo, algo le decía que aquel paseo no sería tan tranquilo como esperaba.
Mientras pasaba frente a una cafetería, sus pasos se detuvieron al reconocer una voz familiar. Giró la cabeza y allí estaba Minho, con el celular pegado al oído y una expresión de frustración en el rostro.
—¡No es tan fácil como piensas! —decía el alfa, su tono firme pero teñido de algo que Ji Sung no pudo identificar de inmediato. Quizás cansancio, quizás desesperación.
"¿Está discutiendo con su mamá?" pensó Ji Sung, entrecerrando los ojos mientras trataba de captar más de la conversación. No era su intención escuchar, pero el tono elevado de Minho hacía imposible ignorarlo.
—¡Siempre tengo que demostrar que soy más de lo que crees! —continuó Minho, su voz bajando un poco—. No quiero seguir decepcionándote... pero no sé qué más hacer.
Ji Sung sintió una punzada en el pecho. Por mucho que quisiera seguir odiándolo, esas palabras parecían venir de un lugar muy real. Decidió que era mejor seguir su camino antes de que Minho lo notara, pero justo cuando dio un paso hacia adelante, escuchó el clic del celular cerrándose y un susurro que lo hizo congelarse.
—¿Ji Sung?
El omega se giró lentamente, encontrándose con Minho justo detrás de él. La expresión del alfa era difícil de descifrar: una mezcla de sorpresa, arrepentimiento y algo que parecía vulnerabilidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ji Sung, cruzándose de brazos como un intento de mantener cierta distancia emocional.
Minho dio un paso hacia él, frotándose la nuca con nerviosismo.
—No esperaba verte... pero supongo que esto es una señal, ¿no?
Ji Sung arqueó una ceja, claramente no impresionado por el intento de conversación.
—¿Una señal de qué? ¿De que debería cambiar de ruta para no toparme contigo?
Minho soltó un suspiro, levantando las manos en señal de rendición.
—Mira, sé que tienes todas las razones para estar molesto conmigo. Sé que lo arruiné, y lo lamento más de lo que puedo explicar.
—¿Ah, sí? —Ji Sung frunció el ceño, su tono cargado de sarcasmo—. ¿Lo lamentas más que participar en carreras ilegales? ¿Más que marcarme sin mi consentimiento?
Minho apretó los labios, su mirada bajando al suelo por un momento antes de volver a encontrarse con la de Ji Sung.
—Sí, lo lamento más que todo eso.
El omega sintió un nudo formándose en su garganta. Quería gritarle, decirle que no tenía derecho a disculparse después de todo lo que había hecho. Pero al mismo tiempo, una pequeña parte de él quería creer que Minho realmente estaba arrepentido.
—¿Y qué quieres que haga con eso? —preguntó Ji Sung, tratando de sonar firme.
Minho dio un paso más, quedando lo suficientemente cerca como para que Ji Sung pudiera ver la sinceridad en sus ojos.
—Quiero que me des otra oportunidad.
Ji Sung lo miró fijamente, intentando encontrar algún indicio de que todo esto era una farsa. Pero Minho no apartó la mirada, no se movió ni intentó esquivar el peso de sus palabras.
El omega suspiró, cerrando los ojos por un momento para ordenar sus pensamientos.
—No sé si puedo perdonarte, Minho. Lo que hiciste... fue demasiado.
El alfa asintió lentamente, como si esperara esa respuesta.
—Entiendo. Pero no voy a rendirme tan fácilmente.
Ji Sung abrió los ojos, encontrándose nuevamente con esa mirada determinada.
—¿Y qué esperas? ¿Que simplemente olvide todo lo que pasó?
Minho negó con la cabeza.
—No espero que olvides nada. Solo quiero que me dejes demostrarte que puedo ser mejor.
El silencio que siguió fue pesado, interrumpido solo por el sonido de los autos pasando por la avenida. Ji Sung no sabía qué responder, no sabía si siquiera quería responder.
—Haz lo que quieras, Minho. Pero no me busques hasta que yo esté listo para hablar contigo.
Sin esperar una respuesta, Ji Sung dio media vuelta y comenzó a caminar nuevamente hacia el lugar donde se dirigía. No miró atrás, pero pudo sentir la mirada de Minho siguiéndolo hasta que dobló la esquina.
"Tal vez, algún día," pensó para sí mismo, "pero no ahora."
***
Era un 29 de marzo, y el sol de la primavera iluminaba con suavidad las calles de la ciudad. Ji Sung caminaba despreocupado, con una taza de café recién comprado en la mano, disfrutando del aire cálido y el suave zumbido de las conversaciones a su alrededor.
Había pasado meses reconstruyendo su vida, olvidándose de personas y momentos que no merecían su atención, especialmente de Minho. O eso creía.
Mientras doblaba una esquina hacia un pequeño parque, su mirada se cruzó con una figura conocida. Su corazón se detuvo un segundo al ver a Lee Minho sentado en un banco, mirando su teléfono como si estuviera esperando a alguien.
Llevaba una chaqueta negra y jeans desgastados, un atuendo que resaltaba su imagen rebelde. Ji Sung quiso retroceder inmediatamente, pero sus pies parecían estar pegados al suelo.
"No puede ser..." pensó, tratando de calmar el torbellino de emociones que se desataba en su interior.
Minho levantó la mirada, como si hubiera sentido su presencia. Sus ojos se encontraron, y el alfa sonrió de lado, esa sonrisa que Ji Sung conocía demasiado bien. Lentamente, Minho se levantó y comenzó a caminar hacia él.
—¿Qué haces aquí, Ji Sung? —preguntó Minho, deteniéndose a unos pasos de distancia. Su tono no era burlón ni desafiante, sino curioso, casi tímido.
—No sabía que necesitaba tu permiso para caminar por la ciudad —respondió Ji Sung, cruzándose de brazos, intentando mantener la compostura.
Minho soltó una pequeña risa, pasando una mano por su cabello.
—No es eso. Es solo que... no esperaba verte.
—Yo tampoco esperaba verte, Minho. De hecho, preferiría no hacerlo —replicó Ji Sung, su voz más fría de lo que pretendía.
El alfa asintió, como si entendiera perfectamente.
—Lo sé. Lo arruiné, y sé que probablemente no quieras escuchar esto, pero... lo siento.
Ji Sung lo miró incrédulo.
—¿"Lo siento"? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Sabes cuánto daño causaste? —exclamó, su voz elevándose ligeramente. Un par de personas en el parque voltearon a mirarlos, pero Ji Sung no se preocupó por disimular su molestia.
Minho bajó la mirada, su expresión sincera.
—Sé que te fallé. Y no espero que me perdones. Solo... quería que supieras que he cambiado.
—¿Cambiar? —Ji Sung se rió sin humor—. ¿Y cómo sé que no es otra de tus actuaciones, Minho?
El alfa suspiró profundamente, metiendo las manos en los bolsillos.
—No espero que confíes en mí. Solo quería verte, aunque sea por última vez.
—¿Última vez? —preguntó Ji Sung, confundido.
—Estoy dejando todo atrás. Las carreras, las peleas, esa vida... Ya no es para mí. Me estoy mudando fuera de la ciudad.
Ji Sung no supo qué decir. Por un lado, sentía alivio al escuchar que Minho estaba alejándose de ese estilo de vida peligroso. Por otro, no podía evitar recordar el daño que le había causado.
—No sé qué quieres que diga, Minho.
—No tienes que decir nada. Solo quería despedirme... y agradecerte. Porque tú me hiciste darme cuenta de muchas cosas.
Ji Sung permaneció en silencio mientras Minho daba un paso atrás.
—Adiós, Ji Sung.
El alfa se dio la vuelta y comenzó a alejarse. Por primera vez en meses, Ji Sung sintió algo que no podía explicar: una mezcla de alivio, tristeza y quizás un poco de nostalgia.
Mientras veía a Minho desaparecer entre la multitud, se permitió respirar profundamente. Quizás esta vez, realmente era el final. Un final que necesitaba para seguir adelante.
Pero este no es momento para poesía. Si se encontraba con Minho cada vez que salía, es que el destino quería algo, y no lo podía ignorar.
"¿Por qué siempre tiene que aparecer justo cuando estoy tratando de superarlo?", pensó Ji Sung, apretando los dientes mientras contemplaba el camino por el que Minho había desaparecido.
Tomó una decisión impulsiva, como esas que normalmente no tomaría, pero esta vez no podía dejarlo pasar. Si el destino estaba empeñado en poner a Minho frente a él, al menos necesitaba respuestas.
Comenzó a caminar rápidamente, siguiendo la dirección en la que Minho se había ido. No tardó mucho en alcanzarlo.
—¡Espera! —gritó, su voz resonando en la calle. Minho se detuvo, girándose lentamente, con una mezcla de sorpresa y confusión en su rostro.
—¿Ji Sung? Pensé que ya no querías verme —dijo, arqueando una ceja.
Ji Sung se detuvo frente a él, cruzándose de brazos.
—Es cierto, no quiero. Pero si el destino insiste en cruzarnos, al menos tengo que entender qué está pasando aquí.
Minho dejó escapar una pequeña risa, inclinando la cabeza ligeramente.
—¿El destino, eh? No sabía que creías en esas cosas.
—No creo en nada, Minho. Pero esto es ridículo. Cada vez que trato de olvidarte, apareces.
El alfa dio un paso hacia él, acercándose lo suficiente como para que Ji Sung sintiera su presencia abrumadora.
—Tal vez sea una señal, Ji Sung.
—¿Una señal de qué? ¿De que vuelva a confiar en alguien que me rompió? —espetó, su tono cargado de emociones reprimidas.
Minho asintió lentamente, sin intentar defenderse.
—Quizás no sea eso. Quizás sea una señal de que todavía hay algo que no hemos resuelto.
Ji Sung retrocedió un paso, tratando de recuperar el control.
—¿Por qué sigues apareciendo? Dijiste que te ibas a mudar, que estabas dejando todo atrás. ¿Qué haces aquí entonces?
Minho suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Me iba a ir. Pero no pude. Algo me hizo quedarme, y creo que ese algo eres tú.
El silencio entre ambos se volvió pesado, cargado de palabras no dichas y sentimientos que Ji Sung no quería admitir.
—Esto no cambia nada —dijo Ji Sung finalmente, su voz más suave pero firme—. No significa que te perdone, Minho.
—No espero que lo hagas —respondió el alfa, su tono honesto—. Pero no puedo seguir ignorando lo que siento.
Ji Sung apretó los labios, sus emociones divididas entre la ira, la tristeza y un destello de esperanza que no quería reconocer.
—¿Y qué se supone que haga con esto?
Minho se encogió de hombros, esbozando una leve sonrisa.
—Eso depende de ti, Ji Sung.
Antes de que Ji Sung pudiera responder, Minho sacó algo de su bolsillo: un llavero pequeño con un colgante en forma de estrella.
—Lo compré hace meses. Pensé que te gustaría, pero nunca tuve el valor de dártelo.
Ji Sung lo miró, sus ojos fijos en el llavero mientras su mente luchaba por procesar todo.
—Tómalo o tíralo. Es tuyo, si lo quieres —dijo Minho, dejando el llavero en la mano de Ji Sung antes de alejarse nuevamente.
Esta vez, Ji Sung no lo siguió. Simplemente se quedó allí, mirando el pequeño colgante, sintiendo cómo el peso de sus emociones caía sobre él como una tormenta.
Quizás el destino realmente estaba intentando decirle algo. Pero aún no estaba listo para escucharlo
Ji Sung apretó el pequeño llavero en su mano, sintiendo el frío del metal contra su piel mientras miraba cómo Minho se alejaba nuevamente.
Una sensación incómoda se instaló en su pecho, como si algo estuviera fuera de lugar. Sus pensamientos eran un caos, pero una idea sobresalía entre todas: no podía dejar que todo terminara así.
—¡Espera! —gritó de nuevo, su voz más fuerte esta vez.
Minho se detuvo, girándose con una expresión que mezclaba sorpresa y algo de cansancio.
—¿Qué pasa ahora, Ji Sung? —preguntó, aunque su voz no sonaba molesta.
El omega caminó hacia él, cerrando la distancia que Minho había creado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para verlo a los ojos, lo miró con determinación.
—Eres un idiota, lo sabes, ¿verdad? —espetó, aunque su tono temblaba ligeramente.
Minho alzó una ceja, esbozando una leve sonrisa.
—Lo he escuchado un par de veces.
—Entonces escucha esto también —Ji Sung respiró hondo, tratando de organizar sus pensamientos—. Me lastimaste mucho. No creo que entiendas cuánto. Pero... —pausó, sus palabras titubeando—, también me hiciste sentir cosas que nunca antes había sentido.
Minho permaneció en silencio, dejando que Ji Sung continuará.
—No sé si puedo perdonarte por lo que hiciste, y no sé si puedo confiar en ti de nuevo. Pero lo que sí sé es que no quiero seguir sintiéndome así. No quiero seguir huyendo de ti, de esto... de nosotros.
El alfa dio un paso más hacia él, acortando la distancia hasta que apenas unos centímetros los separaban.
—¿Entonces qué quieres, Ji Sung? —preguntó en un susurro.
Ji Sung sintió su corazón acelerarse, su respiración se volvió errática mientras intentaba encontrar las palabras correctas. Pero en lugar de hablar, dejó que sus acciones hablaran por él.
Con un movimiento rápido, tomó a Minho por el cuello de su chaqueta y lo atrajo hacia él. Sus labios se encontraron en un beso cargado de emociones contenidas: ira, tristeza, esperanza y algo más que Ji Sung aún no quería nombrar.
Minho reaccionó casi de inmediato, envolviendo sus brazos alrededor del omega, sosteniéndolo como si temiera que se desvaneciera. El beso era intenso, desesperado, como si ambos intentarán recuperar algo que habían perdido.
Cuando finalmente se separaron, Ji Sung respiraba con dificultad, sus mejillas encendidas mientras evitaba la mirada de Minho.
—Eres insoportable, ¿lo sabías? —murmuró, sin poder evitar una pequeña sonrisa.
Minho soltó una risa suave, llevando una mano al rostro de Ji Sung para acariciar su mejilla.
—Y tú eres increíblemente terco, pero creo que por eso me gustas tanto.
—Callate, Lee.
***
Minho y Han disfrutaban de una tarde de primavera. La ciudad, normalmente bulliciosa y llena de vida, parecía haber tomado un respiro con el sol del atardecer que comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados y rosados. Era uno de esos momentos en los que el tiempo parecía detenerse, donde lo único que importaba era la compañía de alguien especial.
Y, en este caso, Han no podía imaginar estar en otro lugar, más que junto a Minho.
Aunque no había sido tan sencillo al principio. Si bien la relación entre ellos había comenzado con cierta dosis de incertidumbre y desafíos, ahora se sentían más seguros que nunca. Habían superado muchas barreras, incluidos sus propios miedos y dudas.
Ambos sabían que las relaciones no eran perfectas, pero eso no les impedía disfrutar de los momentos sencillos como este, donde todo parecía fluir de manera natural.
—Te lo dije —comentó Minho, dejando de comer su helado para mirar a Han—, ¿quién necesita un montón de planes complicados cuando tenemos esto?
Han asintió, disfrutando de la brisa suave que soplaba, pero no respondió de inmediato. Estaba más concentrado en el momento que estaban viviendo, en cómo se sentía. Minho tenía razón. No necesitaban planes grandes o extravagantes para ser felices. Sólo bastaba con estar el uno al lado del otro, compartir una tarde tranquila y disfrutar de las pequeñas cosas.
—A veces creo que no me lo merezco. —Han murmuró, más para sí mismo que para Minho.
Minho lo miró con una ligera expresión de sorpresa. No era común escuchar a Han decir algo tan incierto o tan vulnerable. Han siempre había sido una persona fuerte, alguien que no se dejaba llevar por las dudas.
Pero, de alguna manera, Minho sabía que había más en él de lo que dejaba ver a simple vista.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Minho, dejando su helado a un lado y tomando la mano de Han, buscando su mirada.
Han levantó la vista, encontrando la calma en los ojos oscuros de Minho. A veces, Minho tenía esa capacidad de hacer que Han se sintiera como si el mundo entero estuviera en pausa, todo enfocado solo en él. No necesitaba decir mucho, pero siempre sabía cómo hacer que Han se sintiera seguro.
—Es solo que... a veces pienso que soy demasiado inestable para esto, para nosotros. —Han se encogió de hombros, como si las palabras que acababa de pronunciar fueran más un pensamiento que algo que realmente creyera.
Minho sonrió con ternura, dándole un leve apretón en la mano.
—No hay nada de inestable en ti, Han. Lo único que tienes que hacer es ser tú mismo, y eso es lo que me gusta de ti. Así que no, no eres un desastre ni una sorpresa indeseada. Eres exactamente lo que quiero. —Minho dio un pequeño suspiro, mirando a Han con una sinceridad que lo hizo sentir como si estuviera viendo a través de él.
Han bajó la mirada, algo incómodo con los sentimientos que esas palabras provocaban en él. Pero, a su vez, había algo en el corazón de Han que se sentía cálido, reconociendo que Minho siempre había estado allí, sin condiciones. En sus momentos de duda, en sus momentos de inseguridad, Minho había sido la constante que lo mantenía firme.
—Supongo que a veces soy más complicado de lo que quiero admitir, pero... gracias. —Han finalmente dijo, sonriendo con una leve sonrisa tímida.
Minho rió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué tipo de novio sería si no te ayudará a ver lo increíble que eres? —contestó Minho con una mirada llena de complicidad.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la paz que se respiraba alrededor. Había algo especial en los momentos en los que no hacía falta hablar. A veces, lo único que se necesitaba era la compañía del otro para que todo pareciera estar bien en el mundo.
Y ahora, sentados allí, con la tarde desvaneciéndose lentamente y el cielo tomando un tono más profundo, Han no podía evitar sentir que este tipo de momentos eran los que más apreciaba en su vida.
Aunque todo dió un giro inesperado cuando Minho se fijó en el helado de Ji Sung.
Minho puso una expresión de auténtica pena, los ojos grandes y brillantes, como si estuviera pidiendo algo verdaderamente importante. A pesar de su tamaño y su imponente presencia, se veía como un niño pidiendo un favor.
—Vamos, solo un poquito. Prometo que esta vez no lo devoraré todo. —añadió, haciendo un gesto con las manos, como si estuviera jurando solemnemente.
Ji Sung, sin embargo, no pudo evitar sonreír, aunque todavía se mantuvo firme. Habían pasado varios meses desde que comenzaron a salir, pero nada de eso había logrado que Minho dejara de ser tan juguetón y tan... terco.
A pesar de las discusiones ocasionales, Ji Sung ya no se imaginaba su vida sin él. Pero cuando se trataba de helados, ese era un tema serio.
Han y Minho se encontraban en un parque, disfrutando de unos ricos helados. Ya llevaban seis meses como novio, aunque en este momento parecen dos gallos de pelea.
—No, Minho. —respondió, llevando el helado hacia su boca y mirando al alfa con una sonrisa traviesa—. Aprendí la lección la última vez.
Minho hizo un puchero, cruzando los brazos y dándose la vuelta dramáticamente, como si fuera a marcharse, pero la verdad es que sólo estaba esperando que Han cediera. Y lo sabía muy bien. El omega, aunque trataba de ser firme, nunca podía resistirse a la mirada de cachorrito de Minho.
Han suspiró, mirando el helado en su mano como si estuviera ponderando si realmente valía la pena seguir con este juego o rendirse de una vez.
—¡Te voy a matar, Minho! —dijo, pero su tono era todo lo contrario al de una amenaza seria. En lugar de eso, su risa suave delataba lo que realmente pensaba. El alfa lo miró de reojo, levantando una ceja.
Han cedió, claro, como siempre lo hacía. Le dio un pequeño trozo de su helado, asegurándose de que no fuera mucho. Pero en cuanto Minho lo recibió, sonrió como si hubiera ganado la lotería.
—Te lo dije —comentó Minho con un tono victorioso—. Ahora soy feliz.
Han lo miró entre risas, el corazón ligero y un poco más contento por ver a Minho disfrutar tanto de algo tan simple.
—No es justo que te salgas con la tuya siempre, ¿sabes? —le reprochó, aunque sin perder la sonrisa.
Minho, sin apartar la vista de su helado, se acercó a él, metiéndolo ligeramente en su espacio personal.
—¿Quieres saber qué no es justo? —respondió el alfa, mirando a Han directamente a los ojos, su tono más bajo y serio de lo normal—. Lo injusto sería si no estuviera aquí contigo, disfrutando de todo esto.
El corazón de Han dio un pequeño salto en su pecho. Aunque Minho a veces se comportaba como un niño, había momentos en los que su madurez salía a la luz de manera tan inesperada que lo dejaba sin palabras. Y en ese momento, Han no pudo más que sonrojarse un poco.
—Bueno, eso fue muy dulce... Pero aún me debes uno por robarme mi helado. —contestó, tratando de disimular el rubor en sus mejillas.
Minho rió, acercándose aún más hasta que sus rostros casi se tocaban.
—Te prometo que compensaré eso. De hecho, podría empezar ahora mismo, si me dejas —susurró, antes de robarle un beso rápido, dejándolo casi sin aliento.
—¡Oye! —protestó Han, empujándolo ligeramente. Pero su sonrisa era innegable, y a pesar de su aparente enojo, realmente estaba feliz de tenerlo a su lado.
Y así, mientras se reían y disfrutaban del momento, Han se dio cuenta de algo. A veces la vida no necesitaba ser perfecta, ni todo debía ir según el plan. Con Minho a su lado, los pequeños momentos, como compartir un helado en el parque, eran todo lo que necesitaban para sentirse completos.
Y no podía pedir nada más.
Fin...
-Aly
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