VEINTIUN AÑOS (Cuarta parte)
Lea casi muere de hipotermia. Por suerte la encontramos a tiempo y la llevamos a un hospital.
Cuando despertó fue un gran lío. Sólo se escucharon gritos y llantos. No entendí bien lo que sucedió, pero Lea se enojó con Nicholas, ya que al parecer él la había citado en el bosque para verse, pero nunca llegó. Cuando quiso regresar ya no encontró el camino de vuelta y terminó pérdida, sola en la noche y la lluvia. Y desde entonces habían terminado y ella rechazaba todas sus llamadas.
— ¿No te parece extraño? — le pregunté a Lea. Ella estaba destruida, había pasado los últimos días llorando y sin poder dormir. Sus traumas y miedos por la noche habían vuelto peor que nunca, pues, desde que había muerto su madre, sufría de insomnio y miedo a la oscuridad. Debí quedarme con ella en su habitación ya que no podía estar sola sin entrar en un ataque de pánico. Recurrió a terapia después de tanto tiempo, me dolió tanto verla recaer así.
— ¿A qué te refieres? — me preguntó hecha bolita en la cama.
— ¿Por qué Nicholas te haría eso? No tiene sentido — deseé varias veces ir a su habitación para romperle la boca de varios puñetazos, pero me detuve ante la impronta de mis pensamientos, los cuales me decían que algo no cuadraba.
En mi mente se reproducía la preocupación de ese chico, enloqueciendo un poco más con cada hora que pasábamos en ausencia de Lea. Su desesperación se vio tan real, tan palpable, que me costaba creer que fuera actuada, que él en verdad le hubiera hecho algo malo a Lea. Pero..., todo apuntaba a que en verdad sí había sido él. El mensaje, que la citaba en el medio del bosque, había sido enviado desde su celular.
En el tiempo que llevaba conociendo a ese chico, nunca mostró el menor atisbo de maldad. Podía reconocer un diablo a metros, y sabía que él no tenía ninguno. Entonces, ¿por qué lo había hecho?
Nicholas..., él no parecía ser esa clase de chico. El brillo en sus ojos, esa mirada embobada, las dulces palabras dedicadas a ella, todo eso no pudo ser un acto, ¿no?
— No me importa por qué lo hizo. Ya no quiero saber nada más de él.
— Sí, lo mejor es olvidarte de él — dije, no muy convencido, sobándole la cabeza tiernamente. Lea se abrazó a mi cintura y volvió a llorar.
Al día siguiente, me encontré con Diana y Marcus en el patio, al parecer ellos ahora estaban saliendo.
Pensé que ese brillo peligroso en los ojos de Diana habría desaparecido al haber superado a Nicholas con un nuevo amor. Pero, no, ahora brillaba más que nunca, era como un incendio descontrolado, como el mismísimo infierno.
Algo no estaba bien.
Todos dejaron de hablarle cuando supimos la verdad, todos menos yo.
— Diana, ella ha sido la culpable de todo — me relató Lea en llanto. Yo no podía entenderlo, no podía concebir semejante cosa.
— Se ha hecho pasar por mí por un mensaje de celular, para hacerle creer a Lea que la esperaría en el bosque, sabiendo que yo nunca llegaría y que ella le tiene miedo a la oscuridad — me terminó de explicar Nicholas, ya que Lea no podía continuar a causa del llanto.
— Y eso no es todo... Marcus está destruido — dijo Helen, quien pensaba con pesar de su amigo. Marcus y Diana eran los únicos que faltaban en esa reunión.
Nos habíamos reunidos para charlar lo sucedido. Todos estaban tan sorprendidos como yo.
— Yo..., ella... — Nicholas bajó la mirada, parecía como si aún fuera un mal sueño —, somos amigos desde la infancia. Nunca creí que ella fuera capaz de hacer tanto daño.
Pensé en Diana. En ese fuego a infierno que brillaba en sus ojos. Entonces lo entendí. Ella había cedido al llamado de su corazón, pero lo había hecho de la peor manera. El diablo en su interior había tomado las riendas, y no sólo eso, había usado el corazón de Marcus y lo había estrujado, acuchillado y destruido a su antojo. ¿Y todo para qué? ¿Para darle celos a su amigo? Esa chica estaba loca.
Lea no dejaba de llorar. Vi como Nicholas le acariciaba el hombro con suavidad y luego, con infinita dulzura, entrelazó su mano con la suya. Sentí que algo en ellos volvía a ser como antes.
— ¿Ustedes están...? —pregunté por mera curiosidad.
— Vamos a volver a intentarlo — dijo Lea refregándose los ojos —. Yo... pensaba que Nicholas me había engañado, pero no había sido él.
Sonreí. Me alegré que por lo menos eso ya estuviera solucionado. Ambos habían perdido a una importante amiga, así que confiaba que podrían ayudarse a sanar mutuamente.
Y así, pasaron los días. Lea, de a poco, comenzó a ser la misma de antes, a como era antes de ese incidente en el bosque. Volvió a sonreír con el pasar de los días, e incluso a brillarle los ojos con entusiasmo por cada pequeña cosa, y sobre todo si esa cosa incluía a Nicholas. Parecían más enamorados que nunca. Al parecer, ese horrible trauma los había unido aún más.
— ¿Quieres hacer algo hoy?, ¿qué te parece si vamos al bar con Charly y su novio? — había comenzado a extrañar a Lea, pues, últimamente no la veía tan seguido.
Mi boca se curvó felizmente al pensar que la volvería a ver. A veces, tenía ese extraño antojo de necesitarla, como si debiera verla para no perderme.
¿Estaré dependiendo mucho de ella?
La sonrisa desapareció de mi rostro al recibir su respuesta.
— ¿Y qué dijo Lea? — preguntó Charly interesado.
— Dijo que está ocupada... Saldrá con su novio.
— Ah, ya la perdimos — refunfuñó, apretando el cojín del sofá con bronca —. Desde que se echó novio se olvidó de sus amigos.
— No es eso... — dije algo melancólico —, sólo está feliz por volver con Nicholas.
— Sí, ajá, lo que digas. No importa. Aún me tienes a mí — dijo señalándose así mismo, como si fuera el premio gordo.
— Bueno, peor nada — bromeé.
Charly me frunció el ceño y arremetió contra mí con el cojín. Yo lo esquivé con una carcajada, la cual no me supo muy sincera. Pues, comencé a sentir algo extraño, a sentir que el pozo volvía a abrirse ante mis pies, cada vez que Lea me rechazaba por Nicholas, sentía que daba un paso más lejos de Lea y más cerca del pozo.
No, no. No podía pensar así. Sabía que debía alegrarme por la felicidad de mi amiga. Nada más importaba, pero, ¿por qué era tan difícil, entonces?
Una tarde, en la universidad, divisé a Diana. La veía pasear sola en los pasillos, parecía un zombie, con ojeras y el pelo enmarañado. Su expresión ya no era tan afilada como antes, apenas podía mantenerse despierta, a causa de las malas noches. Ella la estaba pasando mal después de que sus amigos se alejaran de ella por lo que había hecho.
Quise odiarla por lo que le había hecho al ángel de Marcus y a mi mejor amiga..., pero no pude. No podía dejar de admirarla. Ella había hecho algo que yo nunca me atrevería: había luchado por sus sentimientos. Sí, lo había hecho de la peor manera posible, pero no se conformaba con resignarse, con tragárselos y que sólo la rechazaran. Era malvada, diabólicamente malvada, pero no era cobarde. Era todo lo contrario a mí. Yo temía tanto a enamorarme y a luchar por lo que dictaba mi corazón y ella... lo escuchaba, era su único dios, su corazón era la guía que encausaba sus pasos. Hacía lo que quería, y luchaba...
Maldición, me sentí mal por no odiarla.
Pero se había equivocado, había escuchado al diablo en vez de su corazón. Era impulsiva y, al mismo tiempo, planeaba todo con antelación.
Una vez, la encontré sola en el comedor. La vi tan desecha, que sentí lástima por ella. Comprendía el desamor más que nadie, y verla allí, a penas viva, era duro. Me senté frente a ella y la saludé. Ella se sorprendió porque no la estaba ignorando como el resto.
— ¿Tú también vienes a decirme cuánto me odias? — se hoyó algo enfadada, no, más bien a la defensiva. Y era entendible, así que no la juzgué por ello, ya lo estaba haciendo ella por sí misma y el resto de sus amigos.
— No. Sólo quiero saber cómo estás.
— Como la mierda — respondió, y era verdad. Podía entenderlo con sólo ver su aspecto decaído —. He perdido a todos. ¡Estoy sola!
— ¿Te arrepientes? — le pregunté. Necesitaba saber esa respuesta, para no sentirme tan culpable por no odiarla..., necesitaba saber que no era tan mala persona al final y que tenía la capacidad de la empatía.
Necesitaba saber que no era como mi padre. Necesitaba saber que no todos los diablos eran iguales, que había algunos diablos que tenían redención.
— Por supuesto que lo hago — me sentí aliviado por su respuesta. Aunque en sus ojos pude ver aún al diablo detrás. Estaba algo lejano, atemorizado, pero seguía allí. Talvez ella estaba haciendo todo lo posible para deshacerse de él.
— Eso es lo importante — respondí.
Intercambiamos un par más de palabras y luego le deseé suerte para que todo mejorara. No estaba muy seguro si en algún momento lo haría, pero confiaba que ella hallaría la manera de hacerlo.
Y sí, al final lo logró. No sé cómo, pero Diana logró que todo el mundo la perdonara. Esa chica era tan hábil que podría matar a alguien y salir inmune de cualquier pena social.
Era manipuladora, y se hacía querer, con infierno, diablo, demonios y todo. Y yo también la quería, estúpidamente también me hacía llamar su amigo. Y nunca me arrepentí de ello.
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