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VEINTIDÓS AÑOS (Segunda parte)

Mi corazón había vuelto a latir por alguien más. Increíble, pero era cierto.

Me había enojado con mi propio corazón.

— ¿Cómo te atreves a latir? — mascullé entre dientes al sentir aquellas palpitaciones nerviosas, pero familiares, no era la primera vez que las sentía — ¿Quieres que vuelvan a dañarte?

No importaba cuánto regañara al tonto de mi corazón, siempre volvía a caer enamorado, parecía no importarle que todavía persistieran en él las heridas de un amor viejo, siempre estaba dispuesto a amar una vez más.

— Sí que eres obstinado.

— ¿Estás buscando un libro en especial? — me asusté al ser relevado de mis pensamientos de manera repentina.

Me había quedado plantado en la vidriera por más de quince minutos, el empleado seguramente pensó que era viendo libros, pero la verdad era que había quedado hipnotizado al verlo a él.

Dios, eso sonó muy cursi para alguien universitario. Pensé que eso sólo les sucedía a los adolescentes, pero al parecer no, yo también era propenso a embobarme por ver a alguien atractivo, por caer en lo llamado "amor a primera vista", sí, porque eso era, no lo conocía de nada y absurdamente podía decir que ya me había enamorado con sólo verlo un segundo.

— Eh... sí, ese — le señalé, dio la casualidad que era un libro que leí en una de mis clases de derecho, pero, que por suerte había conseguido que me prestaran de la biblioteca.

— Oh — continuó el chico invitándome a ingresar a la tienda, y yo, al temer ser descubierto con la verdad, lo seguí al interior de esta —. Tienes buen ojo, esta es una edición especial, es algo costosa, pero vale la pena por las anotaciones especiales a pie de página.

— Oh, ya veo. ¿Cuánto cuesta? — pregunté a causa de la presión.

Me quedé en silencio esperando su respuesta, y ese silencio se me hizo propicio a caer en otra hipnosis. El chico era alto, mucho más que yo, tenía que tirar mi cabeza hacia atrás para poder verlo a los ojos.

Ah, sus ojos. Eran cafés. Se me hicieron hermosos, incluso su color despertaba en mí un antojo ridículo de hacerme una taza de aquella infusión.

Su cabello estaba algo corto y le quedaba bien. Y lo peor para mí fue la fragancia que desprendía su cuerpo, era una mezcla de perfume masculino y libros que me hacían picar la nariz, pero, que, al mismo tiempo, me incitaba a inspirar más profundo, como queriendo impregnarme los pulmones de toda su esencia.

Era hermoso, no tenía los mejores rasgos faciales que había visto en mi vida, pero era atractivo a su modo. Creo que su encanto se hallaba en su altura y en cómo achinaba sus ojos al sonreír.

— Este libro está fijado en setecientos cincuenta pesos, pero puedo hacerte una rebaja a quinientos, ya que me caíste bien.

Mi ensoñación fue interrumpida cuando escuché aquel precio exorbitante. Diablos que era caro el libro, pero doscientos cincuenta pesos era una buena rebaja. De igual forma, no podía costeármelo.

Abrí la boca para responder, pero me detuve cuando entendí en el aprieto que me encontraba. ¿Qué le diría? ¿Qué no estaba allí para comprar libros, sólo me detuve para admirarte un rato?, no, eso era raro y seguramente me llevaría una bofetada para el camino a mi casa.

— Oh, qué generoso. Así no puedo negarme — reí de manera nerviosa y me sentí un idiota —. Lo llevo.

El chico me envolvió el libro y me lo entregó luego de que le pagara. Me dolió, eran los últimos quinientos que me quedaban en la cartera.

Me despedí del chico y este me acompañó hasta la puerta con una sonrisa.

— Cuando necesites otro libro vuelve — me sonrojé, ¡qué idiota!, sentí como si me estuviera invitando a una cita, a pesar de que sabía que sólo quería ganarse un cliente asiduo —. También vendo material escolar y hago fotocopias.

— Gracias, lo haré — prometí, sabiendo que estaba firmando mi propia sentencia de muerte.

Me alejé de la tienda, en dirección a la universidad, la cual no quedaba muy lejos.

Cuando estuve lo suficientemente lejos, miré el paquete con algo de arrepentimiento.

— Diablos, tendré que pedirle a Javi que me deje trabajar horas extras este sábado.

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