VEINTE AÑOS (Segunda parte)
— ¿Amber? — pregunté, al principio me costó reconocerla, pero era ella, sólo que ya no era una bebé, no, ahora era una niña de nueve años. Pero, ¿qué hacía aquí?
La niña no paraba de llorar y se había aferrado tan fuerte a mí, que no había manera de separarla, era como si no quisiera dejarme ir.
No quedó de otra que entrarla al departamento.
— Vístete — le dijo Mikael a Charly, y le lanzó unos pantalones.
— ¿Por qué debo vestirme? Es mi casa — se rehusó al principio, pero al final desistió después de que Mikael le susurrara algo al oído — Bien, bien, lo haré — refunfuñó como niño pequeño, pero se vistió de igual forma.
Senté a Amber sobre el sillón y le sobé el hombro, intentando que se calmara un poco.
— ¿Qué sucede?
— Hui de casa. Ya no voy a regresar nunca más — dijo y se refregó los ojos con ímpetu para limpiarse el remanente de las lágrimas — ¿Puedo vivir aquí contigo?
— Amber...
— ¡Prometo portarme bien!, ayudaré con la limpieza y la comida. Por favor, hermano.
La miré en silencio. Pensando qué hacer. No podía cuidar de ella, apenas podía cuidarme a mí mismo sin morir en el intento. Y hacerse cargo de una niña era mucha responsabilidad.
— Tienes que volver a tu casa, Amber. Yo no puedo cuidar de ti. Tu mamá debe estar preocupada.
Cuando la nombré ella volvió a llorar. Me arrodillé frente a ella y tomé sus pequeñas manos entre las mías.
— ¿Qué sucedió? ¿Por qué huiste?
— Mi papá... mi papá le pegó.
Temblé ligeramente a causa de la sorpresa. Nunca pensé que pudiera escuchar semejante cosa. Que en algún momento se volvería el mismo hombre que fue con mi madre con Agatha, la mujer perfecta para él.
— ¿A ti te hizo algo?
Amber negó con la cabeza. Y yo me alivié, por lo menos todavía no había levantado su mano sobre la niña.
Pensé en Agatha y en mi madre, eran tan diferentes, pero las dos tuvieron el mismo trato al final. Al parecer, una persona violenta siempre lo será, y no importa quién fuera su nueva mujer, que tan hermosa, buena y blanca, tarde o temprano se convertiría en una víctima también.
— No quiero volver a mi casa, nunca más. Déjame vivir aquí.
— Eso no será posible — insistí, lo sentía mucho por ella, pero yo tampoco podría darle una mejor vida.
Amber se quedó pensativa unos segundos.
— Bueno, por lo menos déjame quedarme esta noche. Tengo miedo de volver — y la entendía, entendía que tuviera miedo, ese hombre era el diablo. No supe qué hacer. ¿Era correcto que Amber pasara la noche en este departamento?, quiero decir, la persona con la que vivía era un poco... pensé y lo miré, él me miró de vuelta y sonrió.
— ¿Puede quedarse esta noche? — le pregunté, él también vivía en esta casa, no podía tomar la decisión solo.
— Sí, por supuesto. Estamos hablando de tu familia.
— Gracias — dije y luego me acerqué a él y le rogué casi en un susurro — podrías por hoy... abstenerte — Charly abrió los ojos sorprendido y no tardó mucho en comprender a lo que me refería.
— Pero esta es la última noche que pasaré con mi cariñito, mañana vuelve a su universidad — estaba totalmente en contra.
— Charly, no tener sexo una noche no te matará, es una niña, además eres super ruidoso, ¿quieres traumarla?
— No te preocupes, Jeremy, no haremos nada — respondió Mikael esta vez interfiriendo en la conversación.
— Gracias — dije aliviado y Charly miró a su novio con un muy mal gesto —. Sólo por esta noche, cariño, después te lo compensaré — Charly pareció sopesarlo mejor y se vio un poco más conforme.
— Buenas noches — me dijo esta vez a mí, pero de manera malhumorada y se metió a su habitación.
Escuché a Mikael suspirar cansado, se despidió de mí y de la niña y siguió a su novio al interior de la habitación. Amber los vio de manera curiosa.
Llevé a Amber hasta mi habitación y ella me ayudó a acomodar un colchón sobre el suelo.
— ¿Por qué duermen juntos? — me preguntó una vez que estuvo tapada hasta el cuello y en su cama.
Yo tragué saliva.
¿Qué debía decirle?, ¿era correcto responderle con la verdad?, no, era muy pequeña... Diablos, no sabía cómo proceder y no quería arruinarlo
— Ellos son cómo tú, ¿verdad? — la miré sorprendido. ¿Cómo sabía eso?, además, era muy pequeña cómo para entenderlo.
— ¿A qué te refieres? — opté por preguntar.
— Papá dijo que tú dormías con chicos y que por eso te echó de casa — Dios, no sabía qué decir, sólo pude seguir escuchándola —. Una vez mi primo de cinco años se quedó dormido en mi cama, y yo tuve mucho miedo, así que me quedé con los ojos abiertos para no dormir con él. Tampoco quería que me echara por dormir con un chico — lancé una carcajada y me senté sobre la cama.
Todavía era una niña inocente, su dormir era distinto al mío.
Me tapé el rostro y sentí mis manos húmedas. Había lanzado algunas lágrimas de manera inconsciente. Tragué e intenté hablar de manera clara.
— Duérmete, Amber, ya es tarde.
Ella se quejó un rato y dijo que —. Esto no parece una pijamada.
— Es que no lo es — le respondí.
A mitad de la noche me desperté al escuchar un llanto. Era Amber que hablaba dormida. Estaba teniendo una pesadilla.
— No, mamá... — me levanté de la cama y la desperté suavemente, ya que no dejaba de llorar y de llamar a Agatha.
Ella abrió los ojos y me miró con miedo, al principio, pero al reconocer que todo había sido un sueño, se relajó un poco. Amber me abrazó con fuerza y lloró sobre mí
— Siempre sueño que mi mamá se muere. Que él la mata — le sobé la coronilla, sin saber otra manera para calmarla.
— Fue sólo un sueño — dije, aunque pensé que podría volverse una realidad, después de todo, él enfermó a mi mamá y la desconectó sin ninguna pizca de culpa. Apreté los dientes con bronca al recordarlo.
— Tengo mucho miedo, ¿puedo dormir contigo?
La miré de manera dudosa, no sabía qué hacer, pero terminé accediendo al ver que sus labios temblaban anunciando un nuevo llanto.
— De acuerdo — dije y la subí a mi cama. Me sentí sumamente incómodo de tener a alguien más en mi cama, pero ella no lo vio así, no, todo lo contrario, se recostó sobre mi pecho y me abrazó. Era tan pequeña y linda. Sonreí. Había olvidado lo que se sentía el amor familiar. Ella era parte de mi familia también, sólo que hasta ese momento no lo entendí.
— No le dirás a papá que dormí contigo, ¿verdad?, no quiero que después me regañe por dormir con un chico.
Me reí levemente.
— No te preocupes, será nuestro secreto.
Amber no tardó en caer dormida, y, minutos después, yo también lo hice.
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