A la mañana siguiente, fui a la escuela desde la casa de Lea. Fue extraño llegar en un auto tan lujoso y con chofer, pero esa era la manera que tenía Lea de movilizarse, y a pesar de sentirme fuera de lugar, le agradecí que no me hubiera rechazado en ningún momento, sin importar quién fuera yo.
Esta vez, mi llegada a la escuela fue distinta, y mi instinto me decía que no sólo se debía a mi llamativa entrada, sino a algo más.
Todos me miraban de manera extraña, algunos con interés o curiosidad, otros con... con... asco.
¿Qué estaba pasando?
Mi cuerpo se tensionó completo al pensar en lo que había sucedido. No... no podía estar pasando.
— ¿Qué sucede?, ¿nunca vieron a un chico golpeado? — me preguntó Lea cuando comenzó a molestarle que ambos fuéramos el centro de atención.
— Es él... — escuché que dijo alguien de entre los espectadores, procurando que sólo lo escuchara su amigo, pero falló ya que también podíamos escucharlo —, el de los rumores.
— ¿Cuáles rumores? — me preguntó Lea confundida — No entiendo que está sucediendo.
— Yo creo que sé que está sucediendo — le dije y comencé a caminar de manera veloz para buscarlo. Lea me siguió por detrás intentando seguirme el ritmo.
— Jeremy, espérame — dijo apretando el paso — ¿Qué está sucediendo?
Llegué hasta mi aula y no me detuve, continué hasta el curso de los de tercero.
— ¡David! — lo llamé. Él estaba rodeado de sus compañeros, que al verme se rieron de mí.
— Oh, así que es él... parece que no le bastó un golpe en la cara, talvez es masoquista y quiere que lo golpees otra vez — se dirigió uno de los amigos a David.
¿Qué él me había golpeado?, sí, lo había hecho, pero el noventa por ciento de los moretones en mi rostro y cuerpo se los debía a mi padre.
— O talvez quiere besarte otra vez, yo que tú tendría más cuidado — y todos estallaron de risa —. Este marica no entiende.
¿Qué? ¿Qué estaban diciendo?
— ¿De qué beso hablan? — intervino Lea al ver que yo no me defendía, estaba demasiado consternado como para hacerlo —. Seguro es todo mentira.
— Tu amigo se le confesó a David — se carcajeó otro de los amigos mientras contaba el supuesto rumor, que todos daban por hecho — ¿Puedes creerlo? ¡Qué asco! Un chico enamorado de otro chico.
— Eso es mentira, estoy segura — rectificó Lea, a pesar de que ambos sabíamos que sí me había besado con él y los golpes sí eran a causa de ese beso. Pues, a mi padre no le gustó que me besara con otro chico.
— Lea, no interfieras si no sabes la verdad — interfirió una chica —, estoy segura que David no miente. Él fue comprensivo al rechazarlo amablemente, y tu amigo al no darse por vencido lo besó a la fuerza. ¡Tiene bien merecido esos golpes! ¡Es un degenerado y asqueroso!
— Deberías cerrar la boca si no sabes de lo que hablas — amenazó Lea de manera valiente, a pesar de que todos eran el doble de altos que ella. Se subió las mangas de su vestido floreado y se puso en posición de ataque, más que miedo, daba gracia y ternura.
— Gracias, Lea, por defenderme, pero esto es algo que debo resolver por mí mismo — le dije mientras colocaba mi mano sobre su cabeza para detenerla en esos saltitos de boxeador que daba.
Esto era demasiado. David le había contado a toda la escuela que era gay, y no sólo eso, me hizo ver como si lo hubiera acosado y atacado.
— ¿No podías sólo usarme y tirarme? ¿Tenías también que destruirme?
— Cierra la boca, maricón — dijo uno de sus amigos, aunque por su expresión, sabía que no había entendido mis palabras y sólo había quedado confundido, pues, sólo David podía entenderlas —. No vengas de víctima.
Miré a David a los ojos. Él había permanecido en silencio desde que había ido a su encuentro, pero tenía una sonrisa burlona pintada en sus labios. Se estaba burlando de mí y le divertía ver cómo me hundía, como toda la escuela me despreciaba, mientras él permanecía invicto.
Apreté los dientes con fuerza y creí que gruñiría como un animal a causa de la bronca. Odiaba cómo se mantenía como un mero espectador, mientras yo era lanzado a la jaula de leones para ser devorado.
— Eres un cobarde, David — dije, y todos se callaron para escucharme, decían odiarme, pero todos amaban el chisme. Eran despreciables —. Has utilizado una mentira para encubrir esta naturaleza que tanto dices aborrecer. Me sacrificaste a mí para salir limpio... eso es despreciable — la sonrisa en el rostro de David había desaparecido —. Eres un cobarde que no puede enfrentar a nada ni a nadie, ni siquiera a ti mismo. ¿Por qué no les cuentas la verdad? ¿Por qué no les dices que tú y yo...? — me detuve cuando vi el miedo en sus ojos. Estaba aterrorizado de que lo expusiera. Quería seguir escondido en su armario, a salvo, sintiéndose ridículamente seguro del qué dirán.
No pude. No pude hacer lo mismo que él me había hecho a mí. No pude exponerlo, contar su secreto.
No quería convertirme en alguien igual de cobarde que él. Yo era diferente.
— Piensen lo que quieran, no me importa — dije en cambio y me pegué media vuelta. Tuve que tomar a Lea de la mano para llevarla conmigo, porque se había quedado petrificada en el lugar.
— ¿Por qué no lo dijiste? ¿Por qué no dijiste que salía contigo? — me cuestionó Lea, mientras nos alejábamos del tumulto que reanudaba los chismes —. No es justo que tú seas el único en el centro de los rumores.
— No lo hice porque... todo este tiempo que estuvimos juntos yo lo amé. No podría hacerle lo mismo — confesé y era cierto. Era difícil deshacerse de sentimientos que has cosechado durante varios años, de un día para el otro.
El duelo será largo.
— Nunca creí que podría haber uno como ellos en nuestro pueblo — escuchamos que alguien dijo mientras escapábamos. Uno como ellos... esas palabras me hicieron sentir como si yo fuera diferente, como si nunca pudiera pertenecer al resto. Siempre el otro, nunca un nosotros.
— Dios, esto es terrible — se quejó Lea entrando a nuestro salón de clases —. Todos hablan de lo mismo. ¿Acaso no tienen cosas más interesantes qué discutir?
— En un pueblo pequeño, los pecados se vuelven públicos — le dije a Lea.
Ella me miró con lástima, seguramente pensando en todo lo que tendría que pasar ahora, y tenía razón en preocuparse, ya que no estaba preparado para enfrentarlo. Era débil, era malditamente débil. Y temía romperme hasta desaparecer.
— ¿Qué tenemos hoy, matemáticas? — escuché a lo lejos la conversación de una de mis compañeras de curso.
— Dios, ¡no puede ser! — me quejé.
— ¿Qué sucede? — me preguntó Lea mientras nos acomodábamos en nuestras sillas contiguas.
— Tengo el libro de matemáticas en mi casa — y como había huido, obviamente no lo traía conmigo.
Lea revisó su mochila de manera veloz.
— Yo tampoco lo traje, salimos tan apurados que se me olvidó.
Esto era increíble, pero por primera vez en mi vida, desee prestarles atención a las clases de matemáticas, necesitaba enfocar la mente en otra cosa para no pensar.
— ¿Puedes prestarnos tu libro? — le pregunté a nuestro vecino de banco. Era un chico amable que anteriormente me había ayudado cuando olvidé mis libros o útiles.
– Lo siento, pero ya no quiero hablar contigo, sino pensarán que también soy raro — me respondió de manera veloz y volvió la vista hacia otro lado del salón.
— Un simple "no" hubiera bastado — le contesté, pero lo dije tan bajo, que posiblemente ni llegó a escucharme.
— ¡Qué idiota! ¿Cómo puede decir semejante estupidez? — se quejó Lea en voz alta, con obvias intenciones que el mencionado escuchara.
— Shh — intenté detenerla antes de comenzar una guerra —. Está bien, nos arreglaremos sin el libro.
— No está nada bien que te traten así, ¡no lo naturalices! — me regañó y yo me quedé congelado al sentirme aún más expuesto. Tenía razón, estaba tomando sus insultos y desprecios como si fuera natural, como si lo mereciera. Hasta el momento había estado fingiendo fortaleza, pero su regaño me tocó una vibra sensible —. Jeremy, lo siento, no quise levantarte la voz — intentó disculparse cuando vio mi expresión descompuesta.
Sentía las lágrimas detrás de mis ojos, a punto de salir.
— Creo que saldré a tomar aire — le dije, y la detuve cuando vi que quería acompañarme —. Iré solo — Lea pareció no muy conforme con dejarme, pero respetó que necesitara estar conmigo mismo, por un momento.
Caminé hasta el patio, y me dirigí hacia detrás de la escuela. Se trataba de una pared algo sucia y descuidada, por eso era un buen lugar para acudir cuando se necesitaba despejar la mente, y hallarse a uno mismo con la soledad.
Me senté sobre el césped que estaba mal cortado y oculté mi rostro entre mis rodillas.
Era difícil.
Era malditamente difícil.
Las personas cambiaban completamente la forma de verte o tratarte una vez que salías del closet. Pero, ¿por qué?, si yo siempre había sido la misma persona, antes y ahora, había actuado siempre igual y tratado a todos de igual manera. ¿Por qué no era igual con ellos?, no lo entendía... no entendía por qué merecía este trato... ni siquiera entendía si lo merecía en verdad.
Respiré hondo y sentí que me ahogué con mis propias lágrimas. Me apreté el pecho con fuerza cuando me atacó de repente un dolor agudo, sentía como si mi corazón se trizara cual cristal antaño. Como si lo hubieran arrancado del pecho para estrellarlo contra el piso.
Me habían roto el corazón de la manera más dolorosa.
Me salté las clases, no podía volver y escuchar ningún insulto más. Estaba destrozado y lloraría a la palabra más suave.
No quería que nadie me viera llorar, seguramente todos dirían cosas como que llorar no era de hombre, y me harían sentir así menos masculino. Y no quería, no quería que ellos me vieran así, no quería que me compararan con las mujeres, porque yo no era una. Enamorarme de un hombre no me convertía en mujer.
Y tampoco entendí porqué me compararían con una. ¿Acaso sólo las mujeres tienen permitido llorar? ¿Y acaso tenía algo de malo ser mujer? De inmediato pensé en Lea. Ella es mujer y es la persona más fuerte que conozco.
Sí, ella era una chica pequeña que vestía con estampados de flores y corazones, una chica tierna que era mucho más fuerte mentalmente que yo.
— Soy un hombre — dije para convencerme a mí mismo. Mis miedos, hacían que dudara por momentos de lo que realmente era.
Tosí al sentir mi garganta caliente. Sentía que me ahogaba del pánico, del terror al rechazo.
— Soy un hombre que se enamoró de otro hombre — me dije y mi cabeza dolió. Sentía que me estaba volviendo loco.
Cuando sentí que tocó el timbre que indicaba el fin de clases, volví a mi salón.
— Nos vemos mañana — le dije, pero ella no me dejó ir tan fácil. Me abrazó, allí en frente de toda la clase, sin importarle lo que pudieran pensar de ella por acercarse tanto a una persona como yo.
— No estás solo — me dijo —. Me tienes a mí — me susurró cerca del oído. Tuve que contener las ganas de llorar.
— Gracias, en verdad... gracias — le devolví el abrazo, y colgándome la mochila al hombro, volví a mi casa.
Ingresé por la puerta de entrada, pensando en encerrarme en mi habitación hasta el día siguiente, pero me detuve cuando vi a mi padre en el living. Me estaba esperando.
Pasé saliva de manera dolorosa al comprender que quería hablar conmigo, y eso siempre era peligroso para mí.
Temblé un poco cuando dio un paso en mi dirección.
— Me llamaron de tu escuela — no, Dios, ahora esto —. Me dijeron que te saltaste las clases.
— Lo siento...
— ¡Cierra la maldita boca! — pegué un salto en el lugar a causa de la sorpresa. Cuando gritaba, me ponía la piel de gallina, era verdaderamente aterrador, como un diablo — ¡Sé por qué te saltaste las clases! ¡Te estabas escondiendo! ¿Verdad? ¡Como un marica cobarde!, tu profesora llamó para decirme que la escuela se enteró de tu secretito. ¿Y sabes lo que me dijo?
Negué con la cabeza, tenía tanto miedo que ni me atrevía a contestar en voz alta.
— Que hable contigo, que te de contención. ¡Incluso que te mande a terapia porque es difícil para ti salir del puto closet! — y se rio de manera burlona — ¿Puedes creer semejante sarta de estupideces?
Estaba llorando otra vez, intenté detener las lágrimas, pero no podía. Mi padre me miró con asco, seguramente pensando que era una decepción.
— ¿No pudiste mantener tus mariconadas en privado?
No le respondí, él tampoco esperaba que lo hiciera.
— No tendré un hijo que me de vergüenza — levanté la vista al escuchar su declaración —. Te daré una hora para que hagas tus maletas, si vuelvo y todavía estás aquí... — no terminó la amenaza, y no necesité que lo hiciera, lo había entendido bien. Me quería fuera de su casa, de su familia y de su vida —. A partir de hoy, eres un desconocido para mí.
Este era el fin.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro