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Capítulo Seis: La otra realidad

Percibió el aire escapando de sus pulmones como una escurridiza rata al intentar ser capturada.

¿Cómo pudo olvidar hacer el pago de la luz? Siempre lo realizaba a tiempo, recibía las notificaciones a... Claro, ahora empezaban a llegar a su mente los recordatorios ignorados, aquellos que dejó de lado en la pantalla por intentar concentrarse en lo que los lentes le mostraban.

Colocó ambas manos en su rostro, primordialmente para recordarse que ella estaba ahí. Sí, si estaba ahí, las cosas podrían tener solución. Simplemente iría al siguiente día a pagar la luz, reconectarían el servicio y todo volvería a la normalidad.

Bajó las manos y las sacudió para quitarse la ansiedad, aunque aquella aún se mantuvo bien sujeta de su mano por el tiempo quedaba antes de quedarse dormida.

Los ojos se encontraban fijos en el techo, intentando encontrar una razón por la cual valiera la pena entregarse a los brazos de la noche, en lugar de invadir las oficinas de energía eléctrica para usar los lentes. Los admiró a la lejanía, casi juraba que le dedicaban canciones de cuna mientras navegaban lejos de su alcance.

Como dos ruiseñores a la medianoche, clavaban sus garras sobre la consciencia de la chica. No tendrían piedad, ni al inicio, ni al final. Se quedaban en el hilo de la realidad, buscando perderse entre la fantasía.

Apenas abrió los ojos a tiempo para darse cuenta de que aún dormía. Fue la noche más confusa de su vida. Si se la contara a alguien, seguramente la tacharían de demente. Hablaría, seguramente, de lo reales que le parecían los lentes, pero no en un sentido material, sino en uno humano. Estuvo en compañía de aquellos, y ellos le hablaban secretos, melodías amargas...

Interrumpió su propio pensamiento con un chorro de agua fría de la regadera. Un baño le ayudaría a dejar la mente tranquila, a callar de una vez por todas los recuerdos de la noche transcurrida.

Cuando se aplicaba el shampoo le pareció escuchar que los lentes la llamaban de nuevo. Abrió los ojos demasiado pronto y un poco de jabón entró en su ojo.

El ardor provocó que los sentimientos que estaban hirviendo dentro de ella se convirtieran en lava que se colaba por su mente hasta lo profundo. Ya no podía esconderse. Necesitaba los lentes, los necesitaba en ese preciso momento.

Salió de la ducha con el cabello a medio enjuagar. Aún escuchaba las burbujas de jabón que tronaban en sus oídos mientras ella daba tropezones con la toalla mal puesta sobre su cuerpo. Se puso lo primero que encontró y regresó al baño a echarse el agua suficiente para que el jabón de su cabello no fuera visible.

🎀

La gente la miraba porque aún estaba escurriendo agua. Traía en una mano su cartera, en la otra, una bolsa reutilizable con la caja de los lentes y todos los componentes dentro de la misma.

Era indudable que algo raro estaba pasando con esa muchacha, porque su ojo derecho se estaba tornando de un rojo fuerte. No levantaba la mirada y por la blusa se notaban los chorros que caían por su cabello llamando la atención de cualquiera que estuviera dentro del vagón del metro.

La chica no se percataba de ello, estaba demasiado ansiosa. No sabía exactamente cuánto debía, porque no estaba segura de la fecha del recibo. El tiempo le estaba resultando algo demasiado complicado y eso no le gustaba para nada.

Volvió a sentir en la punta del estómago, las fuertes ganas de estar dentro de su mundo virtual. Se preguntó qué estaría pasando en su ausencia, quizá su nuevo grupo de amigos se había reunido sin ella.

En la mente se empezó a dibujar dicha escena, todos riendo contentos, en la lejanía. Poco a poco ese vacío que le provocaba la palabra "exclusión" tomaba parte de sus entrañas y la reclamaba como si fuera la maldición de su vida.

Bajó del metro con la respiración entrecortada y llegó a la oficina de la luz con el zapato a punto de salirse por la torpeza con la que avanzaba.

—Tome un turno —dijo la señora que custodiaba la entrada con gesto aburrido.

Liliana hubiera obedecido en otra ocasión, pero en ese instante pasó directo hacia el establecimiento, con el cuerpo tembloroso y la blusa maltrecha.

—¡Señorita! ¡Señorita! ¿No me escuchó? —pronunció de nuevo la encargada.

La chica llegó hasta el inicio de la fila. Se coló por entre todos y se paró frente al cajero que apenas despedía a la persona que estaba atendiendo.

—Necesito pagar y que me reinstalen la luz —soltó sin mirarlo a los ojos.

El hombre la miró de arriba abajo. Inspiró toda la paciencia que su trabajo como servicio al cliente requería y le devolvió una sonrisa.

—Lo lamento, señorita. Necesita tomar un turno, esperar el número y luego volver aquí.

Parecía que ella no hablara su propio idioma, porque tan solo se quedó ahí, mirándolo con el ojo irritado, el cabello y la ropa en un estado terrible, y los temblores en su cuerpo que eran demasiado obvios.

El silencio comenzó a esparcirse, como un rociador en el aire. La gente notaba a Liliana y susurraba a sus acompañantes todo tipo de comentarios. Nadie sabía qué hacer o cómo reaccionar, hasta que una persona tocó el hombro de la chica.

—¿Necesita ayuda?

Esa acción rompió el embrujo de manera repentina. Liliana volteó a ver al extraño y sintió una punzada justo en el corazón cuando admiró que aquel portaba unos lentes inteligentes idénticos a los de ella.

Observó a sus alrededores y hasta ese instante se percató de la atención que estaba generando en las oficinas de energía eléctrica.

—Sí, muchas gracias —respondió con la voz algo quebrada.

Mientras la acompañaba a tomar uno de los boletos con la antipática mujer de la entrada, Liliana observaba los lentes como un tesoro a conseguir. Afortunadamente, aún mantenía un poco de cordura con ella, porque de lo contrario los hubiera tomado y hubiera corrido lejos, muy lejos con ellos. Aunque... no sonaba a tan mala idea, estaban cargados, seguramente solo tendría que...

—¿Quieres que nos sentemos a esperar?

La sonrisa del extraño le hizo abandonar la primera idea. Sin querer, sujetó con más fuerza la bolsa que traía y eso fue notado por el hombre.

—¿Qué traes ahí? Si es que puedo preguntar.

—Mis lentes —soltó ella señalando los del otro.

El hombre sonrió con complicidad. Si ambos fueran vistos desde lejos, probablemente nadie les encontraría un solo atributo en común. Liliana, tan joven, tan maltrecha y tan extraña; el hombre de mediana edad, por otra parte, portaba un traje divino, estaba perfumado de loción y los lentes resultaban en el complemento perfecto de un ejecutivo de alto calibre. Sin embargo, ambos en ese momento se sintieron la misma persona, porque aquel extraño compendió de inmediato la situación.

—Me pasó una vez —dijo con una risa mientras le señalaba unas sillas que quedaban cercanas a un enchufe—. Mi esposa se puso furiosa.

Al tomar asiento, aquel extraño comenzó a charlar con ella. Era una forma de hablar tan amena, como un día de pesca sobre el lago. No estaba segura de si era la plática, o el haber visto su botón rojo volver a encenderse, pero finalmente se sintió tranquila. Para ese punto, comenzó a notar lo mal que estaba. Se miró en un pequeño reflejo y quizo esconderse por el aspecto de su pelo, de su ojo.

—¿Qué le hizo comprar sus lentes? —preguntó Liliana después de que ambos miraran su papel para saber si era el turno de ser atendidos.

—Me gusta la tecnología, estuve en la fila para el lanzamiento... Pero, te seré muy honesto, estoy pronto a venderlos.

Liliana hizo un gesto de sorpresa, no creía posible que alguna vez alguien quisiera salir de la comodidad que representaban los lentes.

—Lo sé, yo tampoco lo hubiera pensado al inicio. Son muy buenos, —El hombre miró hacia abajo recordando—, pero son peligrosos.

—¿En qué sentido?

Por un momento la mirada de su acompañante recorrió todo el lugar. A ciencia cierta, la pantalla de los lentes estaba apagada. De vez en cuando se encendía para recibir alguna notificación sobre el clima. Aquello que coronaba su visión eran todos y cada uno de los que esperaban sus turnos para pasar a ventanilla.

—Es algo que no puedo comunicarte así, en una charla. No me vas a creer. Es mejor que lo vivas por ti misma. Solo te daré un consejo. Cuando tengas que elegir entre la vida real y la vida que te muestra la pantalla... —Hizo una pausa para mirar a Liliana.

—No lo entiendo, la otra realidad es perfecta.

—Esta también lo es.

—No, es todo lo opuesto a lo perfecto. Nada en mi vida es como quisiera, nada me sale bien —dijo Liliana tratando de contener las lágrimas.

En realidad, nunca lo había dicho en voz alta, así que se sintió avergonzada por haberse expresado. Pero parecía que el rojo intenso de sus mejillas no molestaba a su acompañante.

—Los lentes... —comenzó a decir mientras se los quitaba. Su piel estaba levemente enrojecida, por lo que se notaba que no los había tenido puestos mucho tiempo—. Emulan la vida real. Así como puedes elegir en esa realidad, lo puedes hacer en esta.

—No es tan sencillo.

—¿No lo es? ¿Qué es lo que quieres de esta realidad?

La pantalla de las oficinas mostró el número en el papel del hombre. Aquel lo notó de inmediato, así que se levantó del asiento para extenderle su mano a Liliana.

—Fue un gusto.

Volvió a colocarse los lentes y se acercó a la ventanilla.

Liliana observó los suyos, aún no tenían la carga suficiente, pero seguramente ya podrían encenderse. Sin embargo, la pregunta que acababan de hacerle le provocó una sensación extraña. ¿Qué era lo que quería de esa realidad? Parecía muy segura de lo que quería en la otra.

Nuevamente notó su reflejo en un espejo cercano. Ya no tenía las características que había personalizado en los lentes. Ahora lucía exactamente como siempre lo hizo. Tampoco sabía si eso le gustaba o no, sin embargo, la duda y su posible respuesta se empezaron a apropiar de su cuerpo, así como el vacío que sintió al imaginas a sus amigos desplazándola.

No pudo más y casi arrancó el cargador de la pared para colocarse los lentes. Presionó el botón de encendido y al fin el mundo se iluminó. Se miró al espejo, la inteligencia artificial corrigió de inmediato el rojo de su ojo, así que ya tenía el aspecto que le gustaba.

Se arregló el cabello en la aplicación y se colocó una blusa rosa que la hiciera sentir bonita. Sonrió ante el resultado y cuando menos se dio cuenta la pantalla ya marcaba su número. Se levantó para intentar despedirse de su nuevo amigo, pero ya no lo vio por ninguna parte.

Mientras caminaba, comenzó a cambiar el aspecto de las oficinas, un poco más de luz, quitó los logotipos que la tenían fastidiada y cambió el semblante de todos. Sí, así estaba mucho mejor, por qué molestarse con lo que buscaba de la OTRA realidad, si esa era la suya y ahí sabía exactamente lo que quería.

Nota: ¡Chicoooos! Clasificamos a la tercera ronda del ONC :3 ¡Mil gracias por estar apoyando esta historia! Habrán caps más seguido para poder completar las palabras que me faltan y no dejarlos sin final jiji. ¡Los quieroooo!

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