C3 || Estrellas
Perspectiva, porque no todos vemos las mismas cosas en los mismos lugares, porque aunque sepas que es verdad, a los ojos de otros puede parecer todo una mentira.
— Lo sentimos señorita, el servicio está detenido a estas horas. — me enfurecí y lancé el teléfono al asiento a mi lado.
Estaba sola en medio de la carretera, era de noche y el auto ni siquiera era mío.
Genial Halley, todo va genial.
Saqué el móvil y llamé a Haydeen, si llamaba a Luca me pediría explicaciones y ¿cómo le explicaba que iba directo a casa de seis chicos, sola y con un vestido provocativo?
Casi en el último tono respondió... pero no era Deen.
— Teléfono de Haydeen, habla...
— ¿Rojo?
— Hola mi preciosa Halley.
— ¿Donde está Denn?
— Bailando y cantando sobre la mesa. ¿Le paso el teléfono?
— No. — estaba borracha seguramente. — Bueno sí. — no tenía de otra. — Bueno no. — no le iba a pedir que viniera borracha al volante.
— ¿Necesitas algo? — apreté los ojos y tensé la mandíbula.
— Iba en el auto de... un amigo. — Luca no es tu amigo Halley. — Se averió algo y pues estoy en el medio de la carretera.
— Envíame tu ubicación en tiempo real y en cinco estoy ahí. — colgó e hice lo que me pidió.
Tenía esta rara sensación de que algo interesante iba a pasar esa noche y sin importar cuántos escenarios raros y peligrosos me imaginé, estaba deseando que llegara pronto.
¿Saben cuando de pequeños nos decían que no tocáramos algo y era lo primero que queríamos tocar? Pues me pasaba eso en estos momentos.
Me quedé dentro del auto, con las ventanas hasta arriba y toda la luz que encontraba la encendía. Odiaba la oscuridad, y esa era una noche muy oscura. Tenía miedo y lo tuve incluso cuando tocaron dos veces en mi ventana.
— ¡Joder Rojo!
— Deberías haber visto tu cara. — sonrió y abrí la puerta de un tirón golpeándolo en el abdomen.
— Hey solo bromeaba. — lloriqueó.
— Lo siento, deberías haber visto tu cara, eres una niñita sensible Roja.
— Pues la niñita se irá por donde mismo vino. — caminó por donde mismo vino y lo seguí.
— ¡Hey! Hey Rojo. — tomé su chaqueta negra de cuero y al jalar una bolsa transparente cayó al suelo.
— ¿Tú también? — le dije.
— ¿Yo también que? — recogió el paquete del asfalto y volvió a guardarlo con furia.
— ¿A todos les gusta meterse esas mierdas en el organismo? ¿Qué pasa por sus cabezas?
— Mira bonita, el único que se mete estas mierdas en el organismo soy yo, mis hermanos no la tocan ni con un palo y yo no puedo dejarla ¿vale?
— Pero si Río sacó una de esas ayer en el bar. — abrió la cazadora y levantó la camiseta blanca, dejándome ver unos perfectos músculos y un moretón en la parte baja de las costillas.
— ¿Que fue eso? ¿Te duele?
— La forma en la que Río soluciona los problemas. — volvió a acomodarse la ropa. — Me han dicho un millón de veces que deje de drogarme y yo no puedo dejarla. Río ayer tomó mi chaqueta y descubrió que aún seguía consumiendo.
Odiaba la violencia, soy partidaria del diálogo y como decía mi abuela, las personas hablando se entienden. Pero odiaba también que no cuidaran su vida, que no valoraran los putos segundos que nos regalaban.
Le arrebaté el sobre de las manos y lo analicé por un segundo. — Escúchame bien. — soné autoritaria y él solo me miraba con cara de que no entendía nada. — Hoy vamos a consumirla juntos por última vez. — recalqué cada palabra y sonrió.
— Obviamente no. — subí los hombros y los bajé otra vez.
— Pues no me queda más que lanzar esto — agité el plástico — bien lejos, y te advierto, mi papá jugaba mucho baseball conmigo de pequeña y tengo muyyy buen brazo.
— Vale vale. Pero si alguno de mis hermanos se entera de que esto podemos ir haciendo nuestra tumba Halley.
— Que nada va a pasar y nadie se enterará de esto.
Asintió repetidas veces y me tomó del brazo. Me llevó hacia su camioneta 4x4 y cerró todas las puertas y ventanas una vez estuvimos dentro. Sacó aquellas pelotas verdes y rebuscó en la guantera algunos papeles, preparó dos cigarrillos y con un encendedor me ayudó a encender el mío.
— ¿Cómo debo hacerlo? — le pregunté con el humeante cigarro entre los dedos.
— Da una calada pequeña primero y aguanta el humo todo el tiempo que puedas. — lo hizo y le imité.
Tosí varias veces y sonrió. — Me recuerdas mis primeras veces. — dió otra calada grande y quise imitarlo.
Me ahogué y algunas lágrimas salieron de mis ojos. Rojo solo sonreía y por algún motivo me sentí feliz.
— No te rías imbécil. — y reímos más alto aún.
— Espera aún no ha llegado la mejor parte. — recostó hacia atrás ambos asientos y abrió el techo del auto.
— Concéntrate solo en el cielo y en la tranquilidad, olvida el mundo y relájate. — continuó diciendo y le hice caso.
Las estrellas tintineaban en el cielo como si bailaran un vals. Levanté un brazo y fingí que las alcanzaba, yo quería tomar una y guardarla en mi bolsillo. Miré a Rojo y Rojo me miró.
Él tenía estrellas dibujadas en los ojos.
— Rojo.
— Halley.
— Me gusta tu nombre.
— A mi me gustas tú.
— A mi me gusta el mango.
— Eres tan linda.
— Lo sé. — y sonreímos. — Hace mucho que no beso a nadie.
— Me ofrezco como candidato.
— Bueno, ven acá.
— No, ven tú. — tomó una de mis piernas y me colocó a horcajadas sobre su regazo.
El contacto de nuestros cuerpos agitó mi corazón. No sé si esto también era obra de lo que habíamos consumido antes, pero sentí un calor recorrerme todo el cuerpo para alojarse sobre mis mejillas. Él pellizcó suavemente una de ellas y sonrió de lado.
— Ya veo porque todos mis hermanos están locos por ti. Eres dinamita Halley. Eres el maldito Cometa Halley hecho mujer. — tomó mi nuca con desespero y me acercó a su boca despacio. Choqué con una mezcla entre el fuerte olor de la marihuana y menta.
— Agente Jones, abran la puerta por favor. — un oficial de policía golpeó dos veces en el cristal del auto y ambos nos sobresaltamos.
Miré a Rojo buscando algo de calma y solo recibí más preocupación.
Estábamos en medio de la autopista en una posición un poco sugerente, habíamos acabado de consumir hierba y ahora un oficial de policía nos pedía que abriéramos.
Primero, solo bajó el cristal. — Buenas noches oficial.
— Buenas noches. ¿Todo está bien? — asentimos.
— Necesito los papeles del auto de adelante.
— Están en la guantera, son de un amigo, en seguida lo llevo.
Me bajé y corrí hasta alcanzarle los papeles al señor ya maduro y uniformado. Aún estaba con ese exceso de sensaciones en el cuerpo, así que me tembló la mano cuando le alcancé los papeles.
— Todo en regla, pero debo preguntar ¿que hacen parados aquí?
— Le explico, llamé al servicio de grúas porque el auto de mi amigo se averió, pero me dijeron que el servicio no estaba disponible a estas horas. Llamé a mi novio — señalé el auto de Rojo. — y pues me vino a buscar, estábamos esperando ayuda para mover hacia un lado el coche y que no estorbara.
— Me saltaré las preguntas sobre qué hacías encima de él porque eso ya lo sé. Pero creo que mi compañero y yo podemos ayudar con eso del auto.
— Le agradecería mucho oficial.
— ¡Alexander! ¡Vamos a ayudar a estos muchachos!
En menos de diez minutos el auto estaba a un costado de la carretera y nosotros íbamos en dirección a casa de los chicos.
Casi quedé dormida en el trayecto. Me despertaron las frías manos de Rojo sobre mi pierna cuando ya estuvimos frente a la gran casa azul. Era una mansión prácticamente, con dos pisos y ventanas modernas que abarcaban toda la pared. Arbustos con formas elegantes bordeando el perímetro y un camino de piedras que llevaba hasta la entrada.
Rojo me abrió la puerta y dentro estaban cuatro de los chicos, con mi hermana media muerta cantando un karaoke.
— Esta canción va dedicada para Rey, por ser un hijo de puta con cuerpo de dios griego. — balbuceó y todos rieron, menos Rey, por supuesto.
— ¡WAKE ME UP! ¡WHEN SEPTEMBER ENDS! — ay no. — ¡HALLEY! — mi delicada hermana Haydeen.
Todos los chicos voltearon a verme y admito que me molestó que Río no estuviera entre ellos.
Rizos estaba sobre el sofá desparramado, pasaba una botella de agua fría por su frente y llevaba la camisa abierta.
Rayo estaba bebiendo whisky en un vaso, sentado en la barra.
Ritmo hacía de bailarín en la pista falsa donde Haydeen cantaba.
Rey estaba de pie, recostado a la pared y utilizando solo unos pantalones cortos de color negro, los que dejaban ver en el muslo un tatuaje con rasgos oscuros.
— Hola a todos.
— Hola Halley. — dijo Ritmo emocionado y se acercó para abrazarme.
Rey me guiñó un ojo, Rayo asintió en forma de saludo y Rizos levantó su brazo como para que todos supieran que estaba vivo.
— ¿Y Río? — preguntó Rojo al mismo tiempo que sacaba dos banquetas para ambos.
— Subió hace un rato, había bebido mucho e iba a ducharse. — habló Rayo.
Moría por verlo ducharse.
— Bueno, la visita de Halley por primera vez merece una celebración. — dijo y Rey soltó una carcajada pequeña.
— Para esos casos tenemos esto. — caminó hasta una despensa y sacó una botella grande de tequila reposado.
Oh no, solo Haydeen sabía como el tequila sacaba mi lado salvaje y no sabía si ya era hora de que los chicos lo conocieran.
— Oh si, Halley se vuelve loca con solo oler el tequila. — se acercó y me pasó un brazo por los hombros.
— Tampoco así. Estás exagerando. — protesté.
— La mejor forma de descubrirlo es probándolo. — habló Rojo y sacó los vasos para chupitos, los rellenó hasta el tope y cada uno tomó el suyo.
— La noche promete. Salud. — chocamos los vasos e ingerimos el líquido.
Ardió al comienzo, pero luego me acostumbré al sabor del tequila sin acompañantes. Las otras veces lo había tomado con sal y limón.
— Propongo algo. — dijo Haydeen y yo recé para que no mencionara el "Yo Nunca Nunca" — Juguemos al "Yo Nunca Nunca" y comienzo yo.
Rojo sirvió otros tragos. — Yo nunca nunca he hecho un trío. — Rey tomó, Rayo tomó, Haydeen tomó y yo tomé.
— Quien lo diría de ti Halley. — habló Ritmo.
— Hey no se vale juzgar, es solo diversión. — me defendí.
— Claro, solo diversión. — habló Rey y sonrió con picardía.
— Mi turno. — dijo Rojo. — Yo nunca nunca he besado a más de dos en un día. — solo bebió él. — ¿En serio?
— Es que no es normal eso. — sonreí y golpeé su hombro con suavidad.
— Mi turno. — dijo Rayo por primera vez. — Yo nunca nunca he provocado para luego dejar con las ganas. — cuidado no mates a alguien con tus indirectas Rayito.
Bebí y se me unió Ritmo.
— ¿Qué? Una vez estaba con una chica y después de horas de puro beso la dejé así porque se me hacía tarde para una presentación. — sonrió y negó con la cabeza. — No quiso verme jamás porque dice que casi se le caen los pezones de lo endurecidos que...
— Has hablado de más mi querido Ritmo. — señalé y sonreímos.
— Yo nunca he guardado un secreto tan oscuro como el alma de Rayo. — dijo Deen, reímos y bebí solo yo. Todos me miraron y me sentí incómoda, pero la verdad estaba comenzando a fluir con rapidez por la sangre de mi cuerpo.
— Tú turno Halley. — me dijo mi hermana.
— Yo nunca nunca me sentí atraída por más de una persona a la vez.
Todos bebieron y pude hacerlo con tranquilidad. Esa noche solo me interesaba ponerme bien borracha.
Un par de shots más y ya estaba bailando, riendo y teniendo más contacto físico de lo habitual.
— Halley, te reto a que hagas algo.
— Soy toda oídos.
— Báilale a Rizos, para ver si se le quita la borrachera y vuelve al mundo de los vivos.
— Colócame una de The Weekend.
"Call out my name" sonó en la habitación y me revolví el cabello con las manos.
Tomé un último trago antes de dar el show...
Me arrodillé unos metros antes del sofá y esperé a que todos me prestaran atención. Una vez todos estaban cómodos y mirándome, fui gateando hasta quedar frente al cuerpo de Rizos, que se movía de arriba a abajo a la vez respiraba.
Con ambas manos masajeé su abdomen y en un movimiento me levanté del suelo, juntando las piernas y sujetando mis caderas bailé al ritmo de la música. Subí un poco mi vestido y abrí las piernas para quedar sobre Rizos, quien poco a poco abrió los ojos y se quedó mirándome sin entender lo que pasaba.
Coloqué ambas manos a los costados de su cabeza y reposé ahí todo mi cuerpo, dejándole una vista de mis pechos frente a sus ojos y el trasero empinado en pompa en dirección a los demás.
Volví a la posición inicial y jugué con mi cabello al mismo tiempo que movía mis caderas de adelante hacia atrás. Cerré los ojos y entreabrí los labios.
Deslicé ambas manos por todo su cuerpo y me deshice de la camiseta. Él hacía lo que yo le pedía y esa manera de obedecer me gustó.
— Eres un chico muy bueno Rizos. — le dije bajito y comencé a besar desde su cuello hasta su pecho, bajando un poco más hacia su abdomen y terminando sobre el comienzo de sus vaqueros.
Levanté la cabeza y tenía la mirada oscura y deseosa.
Un golpe sobre la madera me hizo detenerme y al girar encontré a Rey con el puño cerrado sobre la barra.
— Ya basta de espectáculo sexual por hoy. Todos a dormir, mañana debemos ensayar desde temprano.
No recuerdo donde dormí, ni que hora serían cuando logramos recoger una parte del desastre. Solo sé que desperté entre el cuerpo de Rojo y el de mi hermana. ¿Alguien había visto mi dignidad?
Necesitaba un café bien fuerte y la única que sabía cómo hacerlo de la manera en que me gustaba era Lou.
Tomé mis zapatos y antes de salir de aquella habitación me miré en el espejo. Llevaba todo el maquillaje corrido y los cabellos alborotados. Limpié un poco aquel desastre con las manos y finalmente salí de ahí. Necesitaba aire e ir al baño.
Cerré la puerta despacio tras de mi y al girarme a la derecha me encontré con aquello que tanto extrañé la noche anterior.
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N/A: como así, ¿con quién te encontraste mi chiquita? jaksjaksjsj
Dios mío ese baile con Rizos:
Dios mío ese momento en el auto con Rojo:
Ahora si, los amo, y por cierto, Halley trabaja en el Café de Lou. <3
¿Cómo que no sabes quién es esa?
Léete "Detrás de sus ojos" y lo sabrás;)
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