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C18 || Añoranza

<<Lo esencial es invisible a los ojos>>

No todo es lo que ves. Encárgate de conocer más allá de lo físico, comprueba las cualidades que la gente dice tener y quédate ahí solo cuando estés seguro de que no te irás, no sabes cómo duele perder a alguien en tan poco tiempo.

— ¿Qué haces leyendo mis cosas?

— Fue un accidente, y tú por qué razón no me habías dicho que te violaron. — Haydeen escondió su cabeza entre sus brazos y los chicos simultáneamente abrieron la boca.

— Quizás porque no estaba preparada para decírtelo... — me acerqué y le arrebaté la agenda. — Quizás en unos meses te lo dijera en privado... porque eres mi novio y quizás lo merecías saber. Pero, ¿crees que quería que todos se enteraran de mi vida privada? — lo alejé de mi. — Fue un suceso que me cambió y me marcó... quizás por todo eso no te lo había dicho.

— Halley.

— ¡Basta! — abrió los ojos como platos. — Estoy jodidamente cansada del Rayo en que te has convertido y Halley no le aguanta estupideces a nadie. ¡A nadie! — tomé a Roma con su correa y salí caminando a donde mis pies me llevaran.

Llegué a la parte interior de la ciudad, volví a ver los mismos lugares a los que iba cuando era pequeña.

Las cafeterías llenas de gente alegre, las pequeñas tiendas con vendedores amables que ofrecían su mercancía y la biblioteca...

La campanilla sonó cuando empujé la puerta de cristal. Una señora mayor, que jamás había visto me saludó con una sonrisa. — ¿Puedo entrar con mi perrita?

— Siempre y cuando se porte bien. — me sonrió.

Caminé por los estantes remodelados y deslicé dos dedos sobre los mismos libros que había visto tantas veces.

Cambiaron la fachada también. Ahora todo es verde claro y blanco, cuando solía venir todo era neutro, blanco y marfil.

Mi estantería favorita siempre fue la de donaciones. Cuando cumplí los doce años, en un ataque de madurez adelantada, doné todos los libros que me habían acompañado desde pequeña.

"El principito" , me detuve en este y lo tomé, me dejé caer en el suelo y deslicé las páginas. Siempre marcaba con colores llamativos las frases que más me gustaban. "Lo esencial es invisible a los ojos"

Roma se quedó quieta en una esquina y yo comencé a pensar otra vez en lo que había pasado momentos antes.

Mi privacidad era algo muy delicado para mi, el hecho de que Rayo hubiese interferido en ella me desconcertaba.

Contarle sobre mi pasado me correspondía solo a mi... yo debía ser la encargada de decirle lo bueno o lo malo que me había sucedido años atrás.

La forma en la que se comportó... esa personalidad no era la suya... esa no era la persona de la cuál me había enamorado.

Mi Rayo hubiese esperado a estar solos y me hubiese entregado el cuaderno, me hubiese dicho que podía contar con él y que esperaría el tiempo necesario hasta que yo decidiera abrirme con el.

Impulsivo... había sido un impulsivo de mierda y todos los chicos me mirarán con lástima por su culpa. He sentido que todos me tienes pena, y no es algo que me guste, por eso me sentía bien con ellos, porque no conocían de mi pasado, porque no me preguntaban si estaba bien cada vez que alguien se me acercaba más de lo normal.

Tomé el teléfono en mi chaqueta y marqué el número de Linda. — ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?

— He estado bien, pero justamente hoy no lo estoy. ¿Puedo pasar a verte?

— La verdad no sé por qué dejaste de venir.

Tomé a Roma y salimos caminando. — Vamos. — alguien me tomó del brazo a penas doblé la esquina.

— ¿Qué te pasa? — le grité y me solté de su agarre.

— Halley, no puedes evitarnos toda la vida. Quiero ayudarte a que saques esa ira interior.

— ¿De verdad quieres ayudarme? — asintió. — Pues desaparece de mi vida de una maldita vez. Tu y tus hermanos. Los seis Río. Todos pueden irse a tomar por culo.

Me asustaban mis emociones... porque estaba frágil... porque habían conocido eso que me seguía doliendo y ocultaba con risas... porque Rayo... Rayo me había lastimado y no lo odiaba... no odiaba a ninguno de los chicos... se me hacía imposible.

— Un último entrenamiento. Permíteme eso y me voy. — Roma nos miraba a los dos sin entender nada. — Prometo desaparecer, pero no esperes lo mismo de mis hermanos, ya nos conoces.

— Eso creía.

— Deja de hablar como si todos te hubiésemos lastimado.

— Quizás lo hicieron.

— Rayo lo hizo... Jason lo hizo, pero el resto de nosotros no... y lamento muchísimo que un recuerdo tan doloroso para ti, haya sido revelado a nosotros de esa forma. Pero, ¿cómo evito escuchar algo que prácticamente gritaron en mis oídos?

— Río...

— Un último entrenamiento. Cuando te alejes... no tendrás quien te cuide. — miró sus pies. — Déjame prepararte para que te comas el mundo.

Sonreí con tristeza... ¿Realmente iba a poder separarme de ellos?

— Un último entrenamiento y kabum, desaparecen.

Sonrió con una exhalación y pasé por su lado con el ceño fruncido. — Al gimnasio entonces. — me siguió.

En realidad no sabía a donde íbamos, así que fingí atarme los cordones para que él se adelantara. Lo seguí esta vez y tras una caminata incómoda y silenciosa, llegamos al objetivo.

El gimnasio donde me había besado con Rayo por primera vez. No había un maldito lugar de esa ciudad, que no me recordara a él.

— Ahí debe haber algo que te sirva. — me arrojó un bolso.

— ¿Acá están los restos de las chicas con las que has estado?

— Es ropa de deporte.

— De las chicas con las que has estado.... a todas la que has traído al gimnasio con el objetivo de follártelas luego, ¿no?

— Error... si las traigo al gimnasio es porque ya me las he follado. Me gusta mantenerlas en buena forma.

— Y yo como siempre, siendo la excepción.

— Pues por falta de ganas no ha sido. — hice una mueca.

Me llevó hasta el centro de un cuadrilátero. Con cuidado me colocó unas vendas sobre mis muñecas y luego las cubrió con unos guantes de boxeo. Tomó una especie de tablón y se colocó frente a mi.

— Izquierda, derecha, izquierda, izquierda. — me iba dando instrucciones al mismo tiempo que yo las obedecía.

Golpeé con fuerza y  dejé que  toda la ira que me consumía poco a poco fuera desapareciendo. —Lo haces muy bien, estoy feliz de ser tu maestro.

— Ahórrate las palabras bonitas. ¿Qué más debo hacer? — se tomó un momento, y por la expresión de su cara pude ver lo que imaginaba. — Deja de sexualizarlo todo por favor. Madura de una vez por todas. — Propiné un puñetazo en el centro que lo hizo retroceder unos pasos.

— Al parecer para sacar tu lado boxeador, solo necesito joderte un poco.

Hice lo mismo que me había dicho. Izquierda, derecha, izquierda, izquierda. Sentí las gotas de sudor correr por mi frente y el conjunto deportivo que me había encontrado, se ajustaba cada vez más a mi cuerpo.

— Estoy cansada.

— Le dices eso a un ladrón y de seguro te deja libre.

— ¿Por qué siempre crees que me van a pasar cosas malas? — caminé hasta apoyarme en las cuerdas.

— Porque las atraes. — me giré y corrí hasta él.

Lanzando puñetazos sin importar donde golpeaba.

— Quisiera odiar haberlos conocido. Los quiero odiar. — gruñí.

— ¡Más fuerte! ¡No seas débil Halley!

— ¡No lo soy! — y golpeé su nariz.

Me detuve en seco cuando la sangre brotó de esta y ensució los perfectos labios de Río.

— Lo siento, lo siento tanto. — me acerqué y desabroché mis guantes como pude. Mis muñecas dolían y sentí como si algún dedo se hubiese fracturado. Me deshice de la sudadera que llevaba y comencé a limpiarlo con la misma.

Comenzó a reír. — Eres genial Halley.

— Calla, que para tener la nariz rota, hablas bastante.

— No me has roto la nariz. — volvió a sonreír y me mostró los dientes ensangrentados. — No me duele.

— Pues me largo de aquí, señor. Ya cumplí el trato.

— Adiós Halley. — tomé mi bolso y mi mascota.

— Halley.

— ¿Cómo carajos sabes que estaba aquí?

— No me odies.

— Yo no te puedo odiar Rayo, ni a ti, ni a Jason... ni a los demás chicos. Es solo que... — exhalé. — No puedes seguir... Yo... yo no puedo seguir aguantando actitudes de mierda y comportamientos que jamás aceptaba antes. Te amo, créeme que lo hago... pero eso no significa que mi dignidad y todo lo que me ha costado tanto ser... se vaya a la basura por tu culpa. Tu deberías ser mi apoyo, no mi punto de quiebre, ni la razón por la cual sufro. — intentó hablar. — Sé que no lo haces a posta, y que tú también me amas... pero no por eso voy a permitirte actuar como te salga de los...

— Halley, lo siento mucho.

— Tu no eres así, eso es lo que me molesta. Que ni siquiera sé que te ha hecho cambiar. No lo sé Rayo, todo es muy confuso y yo quiero alejarme... cerrar el ciclo que me está llevando a la locura. Hacer lo que debí hacer desde el primer problema, desde que me sentí atraída por los seis. ¿Hay algo que quieras decirme?

— Que te amo.

— Yo también Rayo. Pero esto se acabó. — Roma gruñó y nos fuimos juntas a mi real departamento.

— Te he llamado cientos de veces.

— Lo siento, no lo he escuchado.

— ¿Cómo te sientes? — entorné los ojos.

— Halley, no debían enterarse de esa forma, pero no fue algo que eligieron saber. En cambio Rayo.

— Es un idiota y necesito tiempo para olvidarme y desvincularme de cada uno de ellos.

— Está claro.

— Haydeen, si quiero olvidarme de uno, necesito apartarme de todos. Es inevitable ver cinco en vez de seis.

— Lo entiendo. Solo quería decirte que estoy aquí para lo que sea, y que mañana tendrás el mejor de los cumpleaños.

— Oh, si.

— ¿Lo has olvidado? — negué y me serví agua en un vaso.

— Pero debo trabajar. Llevo muchos días sin ir y Lou me despedirá.

— Sabes que no lo hará. Eres su favorita. — sonrió y subió las escaleras hacia la habitación.

Después de todo... Haydeen era mi verdadero lugar seguro... había sido tonta al creer que algún chico podía reemplazar su lugar.

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N/A: ¿Qué ha pasado aquí? Un Año Nuevo y 2k de lecturas.

Soy muy feliz de tenerlos <3

Opiniones sobre este capítulo:

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