C17 || Una pizca de pasado
Un tiempo atrás...
— ¿La misma de siempre? — le preguntó la joven que se encargaba de recoger los pedidos y él asintió.
Tecleó algo en la tablet y sonrió.
— Puede ir a la sala número 7 señor R. Ahí lo esperan. — la pelirroja se lo estaba comiendo con la mirada, pero él solo esperaba ver a su pequeño cometa danzar sobre la barra metálica.
— Su máscara señor. — le pasaron un antifaz y no se lo colocó, en definitiva ella no podía verlo, el cristal se lo impedía. — Es por su seguridad. — eso no le importaba, solo quería ver a su niña de ojos fugaces.
Tomó de mala gana la máscara y la colocó sobre su rostro.
Abrieron la puerta y las luces rojas y opacas adornaban el lugar en donde ya estaba la chica.
Él hubiese dado de todo por traspasar el cristal, por tocarla finalmente.
Ella estaba sentada en un sillón de cuero rojo, con las piernas cruzadas y un antifaz negro de encaje. El cabello ondeado le caía sobre los hombros, los labios rojos y un juego de lencería blanco.
Blanco era pureza, negro era perversión y rojo era pasión. Ella tenía las tres.
Todo su cuerpo era perfecto, incluyendo ese tatuaje que la marcaba como propiedad del club.
Permaneció sentada hasta que el chico levantó el teléfono y escuchó el timbre al otro lado. Entonces se levantó con delicadeza y sensualidad, llegando justo al frente de donde estaba él, pero sin saber que ahí se encontraba su cliente.
— ¿Hola? — solo eso lo hizo estremecerse, incluso sabiendo que las voces estaban siendo alteradas. — ¿Qué quiere que haga?
— Quiero conocerte.
— Pues pregunte, y si está dentro de mis posibilidades le respondo. Aunque no creo que haya gastado toda la plata que valgo, para hablar y no ver. — él sonrió.
— Pagaría el precio unas mil veces. ¿Cuál es tu mayor miedo? — le dijo sin pensarlo dos veces.
— ¿Eso es lo que quiere saber de mi? — mordió la comisura de sus labios. — Tengo cosas más interesantes que mostrar. — comenzó a moverse provocativamente sobre la silla donde se encontraba ahora.
Ella tenía claro lo que hacía.
— Ya veo que no te gusta abrirte emocionalmente. Enséñame de qué otra forma te abres. — la chica sonrió con picardía.
— Me cae bien señor R. — se acercó hasta el cristal y lo tocó con dos dedos, luego con la palma de la mano.
Él hizo lo mismo y aunque le pareció extraño, pudo sentir el calor humano más allá del vidrio. Ella sintió lo mismo y retiró la mano con prisa, volviendo a la rutina de stripper-cliente. Se giró e hizo movimientos sensuales con sus manos sobre su cuerpo, avanzó hasta el tubo en el medio del salón y lo sujetó con ambas manos.
Giró y enroscó una pierna en el metal plateado. Subió y se dejó caer hacia detrás, sujetándose de ambas piernas y estirando ambos brazos.
A él le parecía genial todo lo que podía hacer y ella se sentía deseada.
El bulto en su entrepierna comenzó a agrandarse y el cosquilleo se hizo mayor en el interior de la chica.
— ¿Me desea señor R? — le preguntó mientras giraba en la barra metálica.
— Más de lo que piensas. — se relamieron los labios al mismo tiempo.
No lo sabían, pero la conexión entre ambos era inmensa e irrompible.
— ¿Qué debo hacer para tocarte?
— Eso no está permitido. — dejó de bailar y se quedó quieta en el centro, como si le hubieran extinguido la chispa.
— Estoy dispuesto a pagar lo que sea. — el chico se impacientó.
— ¿Sabe cuánto me ofrecieron ayer por tocarme? — comenzó a bailar sensualmente otra vez, acariciando sus pechos y jugueteando con sus cabellos. — Un millón. — sonrió. — No acepté porque no me gusta que me toquen. Me gusta que me deseen. — desabrochó el sujetador. — Que se vuelvan locos por mi y tengan que quedarse con las ganas. — le enseñó las areolas rosadas y él sintió el líquido caliente acumularse en sus vaqueros. — Que el dolor de huevos no les permita caminar. — movió el pecho a ambos lados, haciendo que el chico se levantara de su lugar y se acercara completamente al cristal, golpeando dos veces con fuerza.
— Quiero tenerte... yo quiero que seas mía.
— Todos quieren eso señor R. Una lástima que yo no soy de nadie. — el sonido que daba fin a los treinta minutos de espectáculo, les hizo volver a su lugar y terminar el show.
— Un placer verla.
— Un placer volverlo loco.
Caminaron en sentido contrario.
Ella hacia los camerinos, él hasta su mansión.
Él no pudo dejar de pensar en ella, siempre le sucedía lo mismo. Ella se sintió rara, no lo había visto, pero se sintió a gusto aún cuando le pidió tocarla.
Ella hubiese dejado todo para que el cristal le permitiera ver sus ojos y sus labios a través del antifaz.
Él necesitaba saciar las malditas ganas que tenía, las que solo se satisfarían con ella.
— Dylan, mi precioso Dylan. — dijo entrando al cuarto de seguridad.
— Hola... — la saludó tímidamente el chico, se colocó a horcajadas sobre él.
— De todos los que trabajan aquí, al único que me follaría es a ti.
— Señorita yo... — ella comenzó a moverse sobre él, quien se abalanzó sobre sus pechos y comenzó a morderlos y chuparlos.
— ¡Oh si! ¡Continúa! — fingió, hizo una mueca y con una mano comenzó a revisar los videos de las cámaras.
"Que sexy me veo bailando" pensó al mismo tiempo que encontraba lo que buscaba.
El señor R.
Solo había un ángulo de visión en el cuarto de espejos privado. Solo pudo ver la espalda fortalecida de aquel hombre.
Al llegar retiró la máscara, pero ni por el cristal pudo ver su reflejo. Se impresionó al ver cómo ambos habían tocado el vidrio al mismo tiempo, como ambos se miraban constantemente.
Al terminar el show se colocó otra vez el antifaz y al girarse, pudo ver las dos esmeraldas que tenía en los ojos.
Dylan estaba empalmado a más no poder y ella con poca ropa moviéndose sobre él. El chico tomó su mano y la dirigió hasta su entrepierna. — No pequeño, ya obtuve lo que andaba buscando. — y salió lista para dar el próximo show.
Él, llegó a casa agotado. Se encerró en el cuarto de baño, para descargar la excitación que llevaba encima. —!Mierda! — había olvidado retirar los lentes que ocultaban su color verdadero.
Se miró en el espejo y creyó verla detrás... "imposible" pensó mientras se volvía a meter en la ducha.
— Necesito poseerte mi pequeño cometa. Te necesito. — se acarició así mismo y dejó que el estrés saliera de su cuerpo.
Planeando el próximo encuentro con la chica que lo traía loco.
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N/A: un mini relato del pasado.
Teorías sobre este capítulo:
Los amo. <3
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