C12 || Acto violento
"No amas realmente a alguien, hasta que te lastima y aún así sigues pensando que es la persona más grandiosa del mundo.
El amor es el acto más violento"
La resaca me estaba matando. Entreabrí los ojos y automáticamente los volví a cerrar. Gruñí y me estiré sobre el colchón. — Buen día. — abrió mi mano y colocó dos pastillas.
Me incorporé y recibí también el vaso de jugo de naranja que tenía entre manos, le di un sorbo y tragué las aspirinas. — Buen día. — lo besé.
— ¿Dónde estuviste ayer? — me dijo mientras doblaba sábanas y las acomodaba dentro del estante.
— Con Ritmo... en... su trabajo. — recogí mi cabello en una coleta alta.
— Oh. ¿Por qué bebiste? — disimuló su molestia con una sonrisa, pero ya lo conocía.
— ¿Estás molesto?
— Un poco. — dejó la pila de tela sobre una esquina de la cama y se sentó frente a mi. — ¿No debería estarlo? — no supe que responder. — Imagina que hubiese sido de la forma inversa.
— Yo en tu lugar... — recreé un escenario ficticio. — Vale, lo siento.
— No es tan simple como eso. No haces algo mal y luego vienes y te disculpas y somos felices de nuevo. Esta vez es una pequeñez, porque confío en Ritmo, pero no confío en todos y si en serio vamos a hacer esto bien... — se detuvo.
— ¿Que pasa?
— Que ni siquiera sé si quieres hacer esto bien. — bebí nuevamente del jugo.
— Obvio que quiero. ¿Por qué estaría haciendo todo esto si no quisiera que entre nosotros pasara algo más?
— Por despecho, por darle en la cabeza a alguien, por superar a alguien. — se encogió de hombros.
— ¿En serio piensas eso de mi?
— Halley, si analizamos la situación, no te conozco de nada prácticamente. Conozco de ti lo que has querido contarme, y escasos detalles de la convivencia, como por ejemplo que hablas sola cuando estás enojada, que bailas muy bien y que te gustan las estrellas. Con eso no basta para avanzar.
— Pregúntame lo que sea.
— No es así tampoco Halley. Las cosas deben fluir, pero nosotros debemos poner de nuestra energía para que las cosas fluyan.
— Lo siento, ¿vale? Prometo hacer las cosas bien.
— No hagas promesas. — besó mi frente. — Las promesas pueden romperse. — salió de la habitación y me preparé para la reparación de la casa.
Era mi día de descanso en el café y realmente debía enfocarme en la realidad. Antes de salir de la alcoba, tomé un pedazo pequeño de papel y un marcador.
" Esta noche a las siete. Lugar sorpresa y compañía agradable. Ten bonito día"
Me coloqué un labial rojo intenso y dejé plasmado un beso al final de la nota. Un poco cutre para el siglo veintiuno, pero ahí vamos. Dejé la nota pegada al espejo, retiré el color de mis labios y bajé las escaleras sonriendo.
— ¡Buenos días! — dije feliz al llegar a la cocina. Tomé una tostada de encima de la mesa y le unté mantequilla.
— Alguien tuvo una noche genial. — me codeó mi hermana. — Ya te hacía falta un buen mantenimiento. — me enrojecí de punta a punta y Rayo se atoró con su desayuno.
— Pues la verdad es que si. Rayo tiene técnicas que jamás habían utilizado conmigo. — me acerqué por detrás y besé sus mejillas.
— Me da gusto verte así. — le sonrió Rey y le extendió el puño.
— Pero miren quiénes están aquí. — llegó Rizos aplaudiendo. — La pareja del año. — se sentó al frente de la mesa.
— Deen, vámonos ya. — me serví un poco de agua y bebí con prisa.
— ¿Por qué se van? ¿No quieres contarnos a todos con cuál de los cuatro te vas a acostar ahora? — el recipiente cayó al suelo. — Digo los cuatro porque también tuviste tu aventura con Río. — me giré a verlo y tenía los puños apretados sobre la mesa, los nudillos blancos de la fuerza y cerraba los ojos buscando paciencia.
— Cállate Rizos. — le dijo en voz baja.
— ¡No! — le gritó.
— ¡Rizos basta! — habló Rayo y se levantó de la silla. — ¿Hace cuánto no me veías feliz? — lo señaló con un dedo. — ¿Hace cuánto no me veías sonreír? — golpeó la mesa dos veces con la mano abierta. — Exacto, desde lo de Raquel. — se respondió a sí mismo y dio una vuelta en el lugar. — ¿Por qué te molesta que sea feliz? ¿A caso crees que me importa lo que pudo hacer Halley en el pasado? — negó y frunció el ceño. — Puede que te moleste, pero ustedes son amigos, nada más y te guste o no, ahora ella está conmigo. No se habla más.
Rey y Riva se quedaron serios en el lugar, Rojo continuó desayunando como si estuviera demasiado acostumbrado a este tipo de peleas, Ritmo no estaba en la mesa y para mi suerte Vanessa tampoco. Rizos se había encogido en su lugar y Haydeen me codeó. — ¿Quién es Raquel? — me susurró.
Río tenía la mirada baja y los puños que antes estaban contraídos, ahora se habían abierto.
— Yo... lo siento mucho. — hablé y salí corriendo de ese lugar.
La tensión se podía cortar con un cuchillo... estaba siendo yo, la culpable de problemas familiares. Estaba separando a seis hermanos y yo no era ese tipo de chicas.
Corrí hasta la calle principal de la ciudad, me apoyé en mis rodillas y descansé. El aire se volvió pesado y la cabeza me dolió.
— ¡Halley! ¿Estás bien? — asentí y me senté en el borde de la calle.
— No quiero esto, ¿sabes? — tragué en seco y seguí respirando con dificultad. — No quiero causarte problemas con tus hermanos, porque siento que te quiero y no puedo seguir así sabiendo que voy a perjudicarte. — abracé mis piernas.
— ¿Has... dicho que... me quieres?
Negué y enterré mi cabeza entre mis piernas y mi pecho. — No.
— Si lo has dicho.
— ¡No! — me levanté y caminé en dirección contraria a él.
— ¡No Halley! No le dices a alguien que lo quieres y luego te vas como si nada.
— Lo siento, pero no me enseñaron a querer. No sé lo que es el amor, no puedo quererte.
— Yo puedo enseñarte a hacerlo, te puedo hacer el amor, llevarte el desayuno a la cama, ver contigo un atardecer en la playa. Lo que quieras.
Al ver mi silencio continuó. — Amor es confianza, y yo puedo contarte mis secretos, solo necesito tiempo.
— Pero no... yo no estoy preparada para contarte mis secretos. Yo... — tapé mi rostro con ambas manos. — Yo estoy rota por dentro y me quedan muchos pedazos por sanar.
— Te ayudo, yo te salvaré. — me envolvió entre sus brazos.
— No creo tener arreglo.
— Pues no importa.
— Pero no debes atarte a alguien que no puede darte la felicidad que mereces. Debes estar con alguien más.
— Hey. — tomó mis mejillas con sus manos. — Yo quiero a Halley, no a alguien que se le parezca. — me hizo sonreír y besó mi frente.
— Igual no quiero pasar la noche en tu casa. — asintió.
— Lo entiendo y lo respeto.
— Pasaré el día con Haydeen supervisando la reparación y creo que pasaré la noche ahí también.
— ¿Quieres que te acompañe? — negué.
— Ya Haydeen debe haber llegado. No te preocupes. Ve y soluciona tus problemas.
— Vale. — me besó en los labios y se marchó. Lo vi doblar la esquina y un coche negro que estaba estacionado en la calle frente a mi, comenzó a andar a medida que yo lo hice.
El mismo auto del otro día. Estaba lejos, por lo cual no pude reconocer a nadie dentro aunque la luz solar estuviera a mi favor.
Traté de disminuir el ritmo y acercarme un poco, pero cuando lo hice el coche aceleró y lo perdí de vista.
No llevaba matrícula ni algún rasgo distintivo. Podía ser cualquier maldito auto de la ciudad.
— Pensé que no venías. — dijo Deen en cuanto coloqué un pie sobre él porche.
— Pues aquí estoy.
— Que turbio lo de esta mañana. — sirvió limonada en algunos vasos y los repartió entre el equipo que reparaba la casa.
— Demasiado para mi gusto. Hoy no dormiré ahí.
— ¿Donde te quedarás? — me preguntó y me pasó el vaso.
— Pues aquí. — hizo una mueca.
— No hay seguridad alguna acá. Pero, ¿De qué me sirve hablar contigo si siempre hacer lo que quieres? — entornó los ojos y me pasó un bote de pintura. — Ayudemos a pintar el cuarto de lavado que ya está listo. — lo tomé y junté algunas brochas.
Gracias a los chicos del equipo, el cuarto de lavado estaba como nuevo.
Estuvimos toda la tarde pintando y al caer la noche Haydeen y los señores se marcharon. Me aseguré de que la puerta estuviese bien cerrada y tomé una ducha rápida, colocándome un vestido holgado que estaba guardado en el cajón de ropa que no quería recordar.
Encendí la tele y me quedé casi dormida viendo series retransmitidas. La luz delantera de un coche se reflejó en algún lugar y proyectó un rayo a través de mi ventana. Me levanté del sillón para ver de qué se trataba y él mismo auto negro de la mañana, o uno idéntico, estaba estacionado frente a la casa. Los cristales tenían ese tipo de papel que permite ver, pero que no te vean, así que ni utilizando las gafas pude distinguir de quién se trataba.
El timbre sonó.
Giré la cabeza hacia la puerta en un brusco movimiento y en silencio avancé para revisar la mirilla. ¿Qué hacía aquí? Abrí la puerta y le permití pasar.
— Disculpa que venga así.
— No pasa nada. — le dije y al sentarse se envolvió el corto cabello rubio en un moño despreocupado.
— Halley, tú y yo no hemos tenido ningún tipo de relación desde que nos conocemos y no nos llevamos bien, pero jamás voy a callarme lo que pienso. — asentí y la miré expectante. — Los chicos te quieren y te sienten parte de la familia. Rizos a veces puede ser fastidioso, y Río tiene un carácter de mierda. Ni hablemos de la prepotencia de Rey y los misterios de Ritmo y Rayo. Además dejemos a un lado al inmaduro de Rojo. Cada uno de ellos, a su manera, te consideran muy especial.
— Lo sé, pero, ¿a qué viene esto?
— Deberías haber visto sus caras en la cena.
— Habían discutido en la mañana. Obvio iban a estar molestos aún.
— No es eso. Los chicos se pelean todo el tiempo. Esta vez iba por ti, porque no estabas ahí. — asentí.
— Tienes razón, no nos llevamos bien y agradezco que a pesar de eso hayas venido hasta aquí para decirme esto. No sabes lo mal que me siento por estar en medio de los seis. Porque siento que desde que llegué solo les he traído problemas y disgustos. — sonrió.
— Los R6 son un problema andante. — reí junto con ella. — Vanessa no es mi amiga, y no creo poder serlo nunca, pero tú eres diferente. Tú quieres el bien para ellos, lo mismo que quiero yo.
— ¿Vanessa no quiere el bienestar de sus chicos? ¿No es la representante? — arqueé una ceja.
— Siendo sincera, no creo. He hablado muchas veces con Rey acerca del tema y al parecer hay algo más de por medio. Siempre esquiva la conversación y de justifica diciendo que son muchos años trabajando juntos. — hizo una pausa. — En todo el tiempo que la conozco la he visto muy pocas veces y nunca consigue buenas funciones en buenos lugares. Además de que está medio loca. — tapó su boca con la mano cuando se carcajeó. — Ahora si debo irme. No quiero estorbar más.
— No lo haces. — le dije y fui a la cocina para brindarle algo. — No hay nada para ofrecerte, llevamos días sin hacer la compra. — me sonrió con amabilidad.
— No tienes que preocuparte. — nos quedamos calladas. — Oye, sobre lo de Rey. — tragué en seco. — A veces soy muy cariñosa... demasiado. Pero todo es porque tengo miedo a perderlo, y si no me acerqué a ti antes, fue porque él jamás había ido a salir con nadie más estando conmigo, ¿sabes? Nunca me había sido infiel. — hice un ademán de hablar. — Y sé que no lo llegó a hacer, pero todo porque llegué a tiempo, porque en unos minutos más quizás se hubieran besado. Me preocupé por eso, me puse a la defensiva porque Rey no es así, es la persona más cariñosa del mundo cuando estamos solos y créeme que no es para nada lo que intenta mostrarle al mundo. Nos hemos hecho daño varias veces, pero no podemos estar lejos el uno del otro. — curvó los labios hacia arriba. — ¿Tóxico verdad?
— Un poco quizás. — sonreí. — Cuando los conocí no tenía idea de quiénes eran pero aún así me sentí atraída por los seis... por más loco que suene eso. Luego los conocí mejor y entendí que no todos eran lo que aparentaban, que detrás de la fama había mucho más y que ninguno es lo que aparenta ser. Créeme cuando te digo que no tenía idea de qué Rey tenía novia, así como tampoco sabía que Río estaba con Vanessa.
— Lo sé. — el claxon de un coche resonó fuera. — Es mi taxi, me debo ir.
Se levantó y la acompañé hasta la puerta. — Que llegues bien. — le dije.
Antes de subirse al taxi la llamé. — ¡Riva! — capté su atención. — ¿Quién es Raquel? — le dije cuando me acerqué.
Me sonrió con tristeza. — No creo que me corresponda decirte eso. — asentí.
Se subió al taxi que la esperaba fuera y al revisar ya no estaba el coche negro.
Cerré la puerta tras de mi y la luz se cortó, dejándome inmóvil recostada a la madera y temblando de miedo.
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N/A: Aquí Sabrina haciendo notas que nadie le responde. Yo me pregunto, ¿por qué te lees el capítulo y no comentas? Chaval que me vas a romper el corazón.
Jajaja, los amo. <3
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