C11 || Dirty Dance
Cuando alguien te deje conocer su verdadera faceta, aprécialo. Porque hay muchos lidiando con problemas que no le dicen a nadie y si tienes la ventaja de que se abran contigo, pues disfrútalo.
Me desperté en la habitación de Rayo, y con mucho cuidado de no despertarlo me levanté para ir al trabajo. — Igual siento cuando te marchas. — sonrió y entreabrió los ojos.
— Sigue durmiendo tonto. — besé su frente e intentó sujetarme.
— No, voy tarde al trabajo y conozco sus intensiones señor Rayo. — volvió a sonreír y cubrió con la sábana todo su cuerpo, hasta los ojos.
— Te diría que te acompaño, pero el sueño me está matando.
— Obviamente, si anoche no querías parar. — sonreí y levantó la cabeza.
— Pues por bromista, esta noche no duermes. — se me encendieron las mejillas.
— Yo me voy. — le lancé un beso y cerré la puerta.
Parecíamos una relación de años y ni siquiera teníamos una relación.
— No sé si a Rayo le guste ser plato de segunda mesa. — cerré con fuerza los ojos y tensé la mandíbula.
— No tengo ganas. — continué mi camino y lo sentí seguirme.
— ¿A que juegas? — me giré.
— ¿Por qué piensas que todo lo que hago es un juego?
— Entonces como explicarías todo lo que estás haciendo.
— ¿Lo que estoy haciendo? ¿Por qué solo ves las cosas malas que hago yo y no te detienes a analizar tus propias acciones?
— ¿Mis acciones?
— Río... yo creí... tú me gustabas en serio, ¿sabes? Me hiciste sentir como la mierda aquel día cuando descubriste que tenía novio, aún estando consciente que tu también tenias novia. Me sentí re mal cuando la vi llegar y vi que la adoraban, que yo solo era una moda pasajera y que solo estaba cubriendo el vacío de ella.
— Tú también me gustas en serio, podemos...
— No, no podemos nada. No hay un podemos. Tú por tu parte, y yo por la mía. Vamos a ignorarnos como estábamos haciendo hasta ahora.
— No puedo hacer eso.
— Hasta ahora te salía de maravillas. Así que no me molestes más, déjame ser feliz con alguien que si valga la pena y sigue con tu hermosa novia. Adiós.
Salí de la casa sin desayunar y corrí hasta el auto de Deen. Ya ella estaba adentro, lista para ir a su trabajo. — Desahógate hermana. — me pasó un envase plástico con café dentro.
— Todo es una mierda. Ayer me acosté con Rayo y me gustó demasiado, parecemos una relación que se conoce a la perfección y ni siquiera somos nada. — hice una pausa y tomé un sorbo.
— ¿Has dicho que te acostaste con Rayo? — asentí y abrió mucho los ojos.
— Hoy en la mañana Río me ha montado una de esas escenas que suele hacer, Rizos no me habla por sabe Dios qué, y la Vanessa me tiene cansada.
— ¿Puedo opinar? — asentí. — Vanessa te cae mal porque sientes que robó tu puesto, cuando en realidad nosotras robamos el de ella y lo único que está haciendo es recuperar lo que es suyo. Es una perra y la odio, pero hay que hablar la verdad. Rizos no te habla porque está más que enamorado de ti y trataba de ocultarlo con esa supuesta amistad que tenían, pero ya se le fue de las manos cuando comenzaste a dormir con él y no le diste luz verde a nada. Río es un idiota que quiere tener un triángulo amoroso, para creerse mejor que nadie. Te quiere tener, pero no quiere perder a la pelirroja. Rayo es la persona más misteriosa que he conocido y si por algún motivo, ha decidido abrirse un poco, y mostrar lo que se esconde tras esa cobertura, pues adelante. Disfrútalo porque en los meses que lo conozco, jamás lo había visto así con nadie.
— Mucho que asimilar. — tragué en seco.
— Pero si te acabo de decir que es diferente contigo. Eso está bien.
— Sí, pero no estoy segura si quiero ir tan rápido. — frenó el auto.
— ¿Cuándo te ha importado el tiempo? Vive la maldita vida Halley.
Asentí y me bajé del coche. — Nos vemos en la noche. Recuerda que debemos pasar por nuestra casa a revisar la reparación. — asentí y entré al café.
— Hola chicos. — saludé.
— Alguien tuvo una noche feliz. — me dijo Lou al pasar por mi lado con una bandeja de emparedados.
— ¿Cómo lo supo? — le susurré a Aidan, el chico nuevo.
— Lou lo sabe todo. — sonrió y me pasó la orden de la mesa seis.
Seis malditas horas habían pasado y no me sentía el cuerpo, de tanto trabajo.
— Un día excelente. — habló Aidan mientras contábamos las propinas para dividirlas a partes iguales.
— Vale la pena el sacrificio. — sonreí y tomé mi dinero.
— ¿Alguna vez saldrías conmigo? — la pregunta me tomó por sorpresa. — No me expresé bien. — sonrió. — ¿Tienes alguna idea de por qué parezco invisible para todo el mundo?
— No eres invisible para todo el mundo Aidan. Solo no te han visto los ojos correctos. Pero es muy pronto para rendirse, ¿sabes? Aún te falta mucha gente por conocer.
La de los líos amorosos, dando consejos de amor.
Salí a la oscura calle en lo que los demás terminaban de organizar todo. Caminé hasta la parada de autobuses y me senté en una banca para esperar.
Pasaron diez minutos y no llegó, era oscuro pero decidí comenzar a caminar y detener algún taxi. Coloqué un solo audífono en mi oído e introduje las manos dentro de mi sudadera.
Al doblar una esquina, un chico golpeó mi hombro con su cuerpo. — Lo siento. — no levantó la vista del móvil y siguió caminando.
— ¿Ritmo? — se quedó quieto en el lugar.
— Hola Halley. — sonrió nervioso. — No voy a ningún lugar, ¿y tú?
— Hola. — me acerqué y besé sus mejillas. — Voy a la casa, ¿me acompañas?
— La verdad, debo hacer algo. Emmm... me voy a ver con una chica. Nos conocimos por internet y pues. — le miré con picardía y golpeé su hombro despacio.
— Uyy. — se rascó la cabeza.
— Debo irme.
— Si si, lo siento. — nos despedimos y en cuanto dobló la esquina comencé a seguirlo.
No confiaba en lo que me decía. Si realmente estaba conociendo a alguien por internet, fácilmente podía ser alguien intentando secuestrarlo.
Lo siento he leído mucho.
Igual no creía que esa fuera la verdad. Se puso nervioso cuando le pregunté y su lenguaje corporal me lo confirmó.
Caminé detrás de él a una distancia adecuada. No quería llamar la atención, así que traté de disimular la persecución.
Se detuvo en un local que parecía un bar o algo por el estilo. Tenía unas letras luminosas que por mi miopía no pude ver desde lejos. Miró a ambos lados y me oculté detrás de unas cajas que habían en medio del camino.
Entró y me acerqué poco a poco, logrando leer con claridad lo que el cartel luminoso decía, "El Deseo"
Lo seguí hasta dentro del local. — Hey bonita, ¿qué edad tienes? — volteé los ojos y saqué mi DNI.
— Adelante guapa, que lo disfrutes.
¿Qué se supone que debía disfrutar?
Caminé hacia dentro y ya había perdido de vista al chico, maldije para mis adentros. Analicé todo a mi alrededor.
Había una pasarela en medio del lugar y a cada lado, mesas con señoras que se veían repletas de dinero.
Unos chicos casi sin ropa bailaban en medio de la pasarela y las señoras lanzaban billetes como si de una mercancía se tratara.
Definitivamente Ritmo no venía a una cita.
Frené a un camarero. — ¿Donde está el camerino de Ritmo?
— No puedo decirle eso señora. Si quiere una sesión privada, él no las hace. — negué y confirmé que efectivamente Ritmo trabajaba aquí.
— No soy una señora, y no quiero una sesión privada.
— Entonces espere a que acabe el show y hable personalmente con él.
— ¿Qué show? — volteó los ojos y negó.
Me acerqué hasta una mesa vacía en el medio del ala derecha. — ¿Le traigo algo?
— Una cerveza por favor. — asintió y se marchó.
Las luces se apagaron y una música movida comenzó. Un reflector señaló una parte del escenario y Ritmo apareció utilizando unos vaqueros ajustados y unos tirantes negros.
Se deslizó por el suelo y bailó en él como si le estuviera haciendo el amor. Las mujeres enloquecieron y lanzaron dinero.
Se sostuvo en una mano y se levantó. Moviendo las caderas en un sexy movimiento, deslizando las tiras hacia abajo y arrancando de un tirón los vaqueros.
Tomó la tela con una mano y le dió vueltas, lanzándolo al aire. El camarero me trajo la cerveza y bebí más de la mitad de un solo sorbo. De tanto pasar saliva y relamer mis labios, tenía la boca seca.
Quedó en bóxers sobre el escenario, ayudó a una señora a subirse y la dejó que se sentara en un taburete. Sujetó sus manos y las pasó por sus abdominales. La rubia gritaba y se mordía los labios mientras colocaba billetes en la ropa interior del chico.
En una voltereta el rostro de Ritmo quedó frente al mío, quedó atónito y las luces al apagarse fueron su salvación.
Salió corriendo y le colocaron un albornoz. — No es lo que piensas... yo. — habló mientras se acercaba a mi.
— No queremos hacer otro show. Vamos a un lugar privado. — me miró con seriedad. — Ahora.
Caminó rápido frente a mi y lo seguí hasta los camerinos. En la puerta había una R dorada gigante, y al abrir el olor a flores me hizo estornudar. Había un espejo enorme frente a un tocador, alumbrado por bombillos que proyectaban luz amarilla.
— Jamás sospeché esto. — entreabrí los labios y me senté en un sofá.
— ¿Cómo crees que pude pagar tan pronto la deuda de Rojo? — curvé hacia abajo los labios.
— ¿Tus hermanos saben? ¿No te sientes incómodo?
— Halley, lo ocultaba de la prensa para no generar polémicas absurdas, pero no me avergüenza hacer lo que hago y todo el mundo sabía. — entró a un armario y salió vestido con la misma ropa de antes del show.
— A mi tampoco me avergüenza que lo seas. — junté ambas cejas. — Solo fue un poco inesperado.
— Escúchame bien. — se cruzó de brazos. — No quiero que esto influya en la forma en que me ves. Sigo siendo una persona aunque escoja esta forma para buscar un poco más de dinero.
— No quiero ser indiscreta. — comenté. — Pero creí que bailar, me refiero a otro tipo de shows. — asintió. — Pensé que eso daba suficiente dinero. Que obviamente no me interesa, pero...
— Entiendo lo que dices. — abrió una botella de licor y bebió un sorbo. — Lo hice una sola vez, quería regalarle un reloj a... — se detuvo y bebió otra vez. — A una amiga. — sonrió. — Pero hice mucho dinero, pude comprarle el reloj y me sobró para llevar a todos los chicos a desayunar. — tragó en seco. — Lo hice otras veces más y comencé a comprar ropa, a ayudar a mamá... — se calló de golpe y no abrió más la boca.
— ¿Podemos irnos? Este lugar... no me gusta. — me levanté y arrebaté la botella de sus manos.
Bebí unos sorbos seguidamente y me mareé un poco al bajar la botella.
— ¿Estás bien? — me miró preocupado y asentí.
— ¿Llevas mucho tiempo en esto?
— Un año. — volví a beber.
— Mucho tiempo. — asintió.
— Depende de cómo lo veas. — bebí y le pasé la botella, pero se negó.
— Con una borracha estamos bien.
— No entiendo como puedes ser dos personas. — peinó su cabello con los dedos. — No me refiero a que seas "bailarín exótico" — sonrió mientras fingía unas comillas con mis dedos. — Me refiero a que un día eres Ritmo, el chico que ama Superman, y al otro, eres Ritmo, el tipo serio y responsable que guarda secretos. — hipé.
— ¿Estás bien? — hizo una mueca.
— Perfecta. — besé su hombro al abrazarlo. — Me caes muy bien Ritmo, nada va a cambiar eso. — me miró extrañado. — Excepto si te comes el último bocado de mi hamburguesa. Ahí si te odiaría. — sonrió.
— Vámonos de aquí. — me tomó de la mano y comenzamos a caminar fuera del lugar. Llamó un taxi y fuimos directo a la mansión. Al abrir la puerta, estaban todos en la sala de estar.
— Hellooooo. — saludé y les sonreí.
— Al patio trasero. — habló mi hermana y dejó su cerveza en la encimera. — Ahora Halley. — la seguí e hice un puchero.
— ¿Qué mierdas te está pasando? — fruncí el ceño.
— ¿Ahora que hice?
— Primeramente, deja de darles motivos a Vanessa y a Riva para hablar mal de ti. Sé como son las cosas en realidad, pero a los ojos de ellas te has metido con los seis hermanos, y desearía que hubieses escuchado como Rayo habló de ti en la cena, no se merece que crean que es un cornudo. En segundo lugar, estás viviendo tu maldito sueño y se te ha olvidado que en algún momento tendrás que regresar a la realidad y parte de esa realidad es tu hogar, tu verdadera casa. Hoy te dije nuevamente que debíamos ir a inspeccionar las reparaciones y no me hiciste un maldito caso. Pon los pies en la tierra y deja de volar Halley. — hice el puchero más grande y comencé a llorar.
— Soy una estúpida sensible. — me abrazó.
— Un poco si. Pero en serio. — me separó de ella y me sujetó los hombros. — No mandes a la mierda lo que sea que estás teniendo con Rayo. Él no es como el resto de los chicos. — asentí y me dejé caer en una hamaca.
Comencé a moverme hacia los lados y los ojos se fueron cerrando poco a poco. Al rato sentí un cuerpo acomodarse a mi lado. — Sigue durmiendo preciosa. — me dijo y besó mi frente.
Esa noche y bajo las estrellas, dormí al lado de mi chico misterioso de ojos profundos.
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