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Capítulo 25

ADVERTENCIA: CONTENIDO VIOLENTO

Recomendación de canción: Stepping Stone - Eiza Murphy

-Nunca le conté esto a nadie, me hacía sentir muy mal. -Me dio la espalda.

La piel de Meza brillaba con la poca luz de la luna, como si en ese momento, todo se alineara para verse perfecto.

-¿Qué ocurre?

Las arrugas en su frente se pronunciaron, fui capaz de verlas de costado, pero mientras más me acercaba, más él rehuía.

Cuando finalmente puso distancia entre ambos en aquel balcón, habló:

-Hubo un tiempo, estaba más pequeño, pero mi padre me consideraba un hombre. Puede que de esa forma el esperaba que lo probara. "Probara ser un hombre real."

Se veía algo decaído, no me miraba, su vista estaba fija en el cielo, ahí más allá de los edificios...Tal vez las imágenes se repetían en su mente. -No se que pasó al principio, creo que fue alguien que quiso robar, no sabía ni el nombre de esa persona, solo sabía que mi padre consideraba que por lo que había hecho merecía morir.

Trago saliva apenas. -Meza...

Quise acariciar su brazo, hacerle ver que no tenía que alejarse pero no podía moverme, él temblaba pero algo me decía que no era por frío.

-Lo estaban matando a golpes afuera de la hacienda familiar, él hombre estaba lleno de moretones, sangrando, con la ropa manchada por todas partes, parecía que en ese momento le estaban dando patadas como si fuese un balón. Y como yo había salido de mi cuarto, mi padre me llamó.

...-No quería ir, pero no podría negarme a una petición de él, todos los que estaban ahí reían, el hombre ya no se quejaba, solo estaba en el suelo, apenas respirando.

Soltó una risa amarga. -"Anda hijo, esto es lo que se le hace a los que se meten con la familia." Dijo orgulloso...y ¿Sabes qué hice?

Esta vez si me miró, estaba llorando, una única lágrima bajando por su mejilla. Se veía pálido, como si el solo recuerdo le provocara náuseas.

Negué con la cabeza. -Le pateé.

...-Hice lo mismo que todos ahí, golpeé a un hombre y contribuí con su muerte, hice que mi papá estuviera orgulloso.

Me quedé sin palabras, y hubo un silencio. -No fue tu culpa...-Logré decir de forma atropellada.

Meza amaba a su padre, lo admiraba. Ciertas cosas lo disgustaban pero al final del día, no había nada que él no hubiera hecho por su sangre.

Cuando me confesó aquello fue la primera vez que temí, que me hice a una idea de que nunca tendría un camino a su lado.

Me engañé creyendo, no sabía que pensar. No quería cambiar mi percepción de él. Yo veía a un niño lastimado, pero eso no borraba sus elecciones, no borraba quien era y su familia.

Y ciertamente no eliminaba esa parte de su alma que sé muy bien...murió con aquel hombre desconocido.

Leah entró a la oficina apenas Iván salió encargándose de cerrar la puerta que él había dejado abierta de par en par.

La pelirroja se acercó con expresión indecisa. -¿Está todo bien?

Solo pude negar, dejándome caer en la silla del escritorio. -No, Leah. No lo está.

Tenía que dar con Meza, y ni siquiera sabía si luego de todo este tiempo tenía el mismo número de teléfono, no estaba segura de que quisiera hablar conmigo. O si en verdad estaba en otro país.

-Quería saber si todavía mantendrá sus citas de hoy...El departamento de publicaciones está esperando sus correcciones. Y tiene la gala de la señorita Diana esta noche. -Hace una mueca.

Llevo mis dedos a la sien, tratando de aplacar el dolor de cabeza inminente. -Cancela mis citas de hoy, enviaré los documentos ahora mismo, y por favor confirma el transporte para la gala.

Ella asiente, dándose la vuelta. A veces me pregunto que ronda por la cabeza de Leah cada que es testigo de alguno los dramas familiares o románticos que parecen perseguirme.

Me concentro en reenviar todos los documentos abiertos en mi portátil para luego cerrar el aparato. Para no perder la cabeza tomo el teléfono marcando el número que sé de memoria. La línea suena tres veces, y luego se cuelga. Frunzo el ceño, ha desvíado mi llamada.

Sé perfectamente que si no desea contestar mi llamada, no importa cuantas veces le marque, él ignorará cada uno de los intentos. Aun así no desisto.

Salgo de la oficina en dirección a mi auto, no me detengo ni cuando Jonathan viene directamente hacía a mi. El pelinegro me mira con ojos muy abiertos. A lo que sólo consigo dar un leve saludo.

-¡Emergencia! -Suelto, esquivando a las personas.

Entro al auto en lo que parece tiempo récord, marcando nuevamente, el tono da seguido hasta silenciarse por segunda vez. El mensaje de texto que llega luego me enfurece mucho más

Meza: Estoy en una reunión, no puedo hablar.

¡¿Pero?! Iván filtró pruebas de crímenes en una conferencia de prensa, poniéndolo bajo investigación pública y presunta captura... ¿Y él estaba qué? ¿Analizando los empleados del mes?

Ronnie: No me jodas, Meza. Es importante.

No hay respuesta.

Suelto un suspiro y giro el volante en dirección al conjunto de edificios donde está su departamento. Tal vez esté excediendo el límite de velocidad pero en menos de quince minutos me encuentro en el portal de estacionamiento. Trato nuevamente de conseguir que atienda la llamada pero fracaso. No importa si estoy tratando de ayudarle, advertirle que este no es el final del problema y que Iván no descansará hasta que todos estén en la cárcel. Inclusive si es para su beneficio, el obstinado de Meza no coopera.

Bajo del vehículo sin preocuparme por cómo lo he parqueado, hay muy pocas probabilidades de que esté en casa, más luego del mensaje, pero no me cuesta nada tratar.

Subo los escalones con rapidez, me falta el aliento para cuando llego a la puerta. Y estoy a punto de llamar a ella cuando el hilo de luz que despide la ranura llama mi atención. Parece como si estuviese abierta...

Empujo la madera de forma suave y está cede por el toque. Apenas soy consiente de que tal vez alguien esté dentro y corra peligro, aun así, avanzó por la estancia visiblemente confundida, las luces están apagadas, no hay rastro de mobiliario, todo el apartamento está vacío.

No hay ni un sonido dentro, pero si rastros de telarañas y polvo, como si nadie hubiera habitado el lugar en mucho tiempo. Desvío mi mirada al ventanal, donde el sol de la tarde ya comienza a lucir naranja. La sensación de pesadez en el pecho es más que evidente.

Si necesitaba una aclaración, era justo esta. Meza se había ido, y puede que no quisiera escuchar nada de mi.

La gala de conmemoración era prácticamente un evento diseñado como privilegio para aquellos arquitectos y diseñadores de interiores que habían contribuido a la elaboración y decoración de las estructuras más lujosas del año en Elavec.

Diana había calificado para un reconocimiento. Era un gran honor, uno que sin duda ella se merecía.

Y aunque por mi parte tenía millones de cosas en la cabeza, y no estaba de ánimos para estar fuera de mi casa, o mejor dicho en ningún lugar. Había decidido no dejar a mi amiga sola.

No es como que su nuevo novio Leonardo, o su madre y hermana no estuvieran presentes esa noche, pero de las chicas solo yo podía asistir, Bayolet estaba hasta el tope con la universidad y el turno en el dinner, así que quedaba de mi parte hacer acto de presencia por ella y por Patricia que seguía lejos con el equipo.

Era una gala opulenta, por lo que el código de vestimenta exigía vestidos largos y finos, zapatos altos, trajes a medida y joyas elegantes. No tuve mucho tiempo para elegir algo, pero me llevé la sorpresa que mi asistente tenía un vestido verde esmeralda esperando por mí. Me gustaba la combinación con mi nuevo color de cabello, me alimentaba el autoestima que enserio necesitaba.

Mi corazón estaba arrugado, aunque me distraía no podía dejar de pensar en el apartamento desolado, en la respuesta tajante de Meza incluso luego de meses sin saber el uno del otro, todo se repetía en mi cabeza incluso luego de varias copas de champagne.

Diana lucía muy feliz al menos, mi amiga llevaba un vestido negro ceñido con cristales colgantes, parecía un personaje de ciencia ficción, como una villana oscura esplendorosa. Ella reía, aceptaba los cumplidos y socializaba con los demás agasajados. Era aburrido, la mitad de la noche ya había pasado, y aunque el alcohol me hacía daño y no debía consumir ni una gota por mis problemas estomacales, no pensaba estar sobria con tanta gente a mi alrededor.

Apenas y compartí palabras con la familia, solo me encargué de tomar fotos, revisar mi teléfono cada segundo, una parte de mi creía que Meza me devolvería al menos una llamada.

Cuando el nombre de Diana fue llamado a la tarima, todos coreamos en alegría mientras agradecía y recibía su conmemoración con orgullo, casi no escuché su discurso, las personas empezaban a lucir más como líneas borrosas. Había intercambiado licores, esta vez me acompañaba una copa de vino tinto.

Mi amiga volvió a la mesa con una sonrisa que se atenuó al verme.

-¿Ronnie, estás bien?

Yo reí. -¿Qué? ¿por qué? ¡Estoy fabulosa!

Pero en lugar de seguir mi risa, frunció el ceño. -¿Estás ebria?

Levanté una ceja. -¿No?

-Vamos...-Dijo en voz baja, tratando de ocultarme entre su espalda a sus acompañantes y a las demás personas cerca de la mesa. -¿Por qué no tomas aire? Has bebido demasiado...No deberías hacer un escándalo aquí.

-¿¡Escándalo!? -Pero no me había percatado de que mi voz iba en aumento.

-No quiero que te avergüences. -Señaló entre dientes.

No respondí. Molesta, terminé el contenido de mi copa, tomando mi bolso de mano y saliendo de la sala en dirección al lobby del conglomerado de salones.

-¡Ronnie! -Alcancé a oír. Pero seguí mi camino fuera del auditorio, la única razón por la que estaba ahí era por ella. Tal vez estaba dejando que el alcohol me dominara, pero cualquier excusa para marcharme igual me iba mejor.

No estaba bien. Nada este día había salido bien. Iván, Meza, Diana. Todo iba de la mierda. Solo quería olvidar este maldito día.

Sentí la vibración del móvil en mi bolso, la pantalla se iluminaba con una llamada entrante de un número que no podía leer por lo borroso de mi vista. Tenía que admitir que estaba bastante abochornaba por estar así de ebria en un momento tan importante para Diana.

-Bien qué querías de-

-Hooola. -Contesté alargando la palabra, creo que hasta solté una pequeña risa.

No hallaba la salida, tendría que llamar al chofer. -Ronnie...¿Estás borracha?

Era Meza.

Amor! ¡Al fin respondes! -No entendía porque él no estaba conmigo, no entendía donde estaba realmente. ¿Y la salida?

-Bueno eso responde mi pregunta. ¿Dónde estás?

-¿Por qué no estás tú aquí? -Arrastraba las palabras.

Soltó una risa sin gracia. -Porque me dijiste que me fuera hace meses, porque te conformaste con tu novio y porque tú hermano quiere arruinarme.

Frunzo el ceño. -No tengo novio.

Él chasquea la lengua en desagrado pero no le doy tiempo de contestar, creo que he encontrado finalmente por donde salir. Aunque no reconocía esta parte del auditorio. -¿Estás muy lejos del centro de celebraciones de la provincia?

-¿Qué? ¿Estás ahí?

-¡Si! Pero...creo que me he perdido.

-Mierda Ronnie, quédate donde estás ¿ok?

-¿Acaso estás preocupado por mi?

-Si. -Responde en seco. -Colabora ¿Quieres?

Me río de nuevo. -¡Si, señor!

Consigo oír un bufido antes de que hable.
-Estoy muy cerca. No te muevas y no cortes la llamada.

-¿Entonces no te fuiste?

-¿Irme? ¿de qué hablas?

-Iván me dijo que-

No logro finalizar la frase cuando se interpone en mi camino. -Te dije que nos veríamos de nuevo.

Gabriel.

De pronto el alcohol en la sangre se hace más pesado, estoy alerta, pero mi voz no obedece el grito que trato de soltar. Estoy mareada, siento que caeré en cualquier momento. La persona frente a mi provoca que toda mi piel se erice con miedo.

-¿Quien habló? -Logro escuchar a Meza en la otra línea, pero Gabriel me arrebata el móvil antes de que pueda reaccionar.

Se lleva el aparato a la oreja mientras me toma del brazo con mucha fuerza, sus dedos se hunden en mi piel, me siento aún más mareada.

-¿Quien eres tú? ¿El jugador o el niño bonito? -Se ríe, en medio del asco que le siento, solo noto su risa. -Da igual, ella nunca fue de ninguno de los dos.

Él arroja mi teléfono al suelo, volviéndolo trizas bajo su zapato. Jadeo, tratando de soltarme. El equilibrio me falla en los incómodos tacos altos, y caigo al pavimento. Miro a mi alrededor, no hay nadie en la calle, estamos en la entrada trasera, inclusive los guardias de seguridad del edificio están lejos. ¿En qué momento caminé tanto?

Gabriel se acuclilla sacando una navaja de bolsillo en el mismo momento que decido gritar. -Ni se te ocurra abrir la boca o tendré que marcarte mi nombre en la piel para que no se te olvide.

Mis ojos empiezan a arder. -Por favor...

Me sonríe con el metal del arma reflejándose en su cara. -Si, eso quiero. Quiero oírte rogar por mi linda.

Las lágrimas escapan de mis mejillas de forma exagerada.

¿Qué había hecho para merecer aquello?

Gabriel solo fue mi pareja por seis meses, en una relación monótona y sencilla. Y luego se transformó en un monstruo, uno del que al primer vistazo quise huir. ¿Acaso se vengaba por marcharme? ¿Se vengaba por no querer vivir en su violencia? ¿Por qué tenía que soportar esto solo porque él se había obsesionado sin razón?

El nudo en mi garganta apenas me dejaba emitir palabras, rezaba internamente, como cada vez. Solo trataba de hacer tiempo, de confiar en que Meza llegaría y por primera vez sería mi salvación.

-No me lastimes más. -Rogué.

El brillo de la navaja cuando la rozó por mi cara fue aterrador, nadie pasaba en la calle desolada, en el callejón. Estaba tan cerca de mí que seguramente podía apuñalarme directo al corazón. Aprisionada entre la gravilla y su cuerpo sobre mi, la hoja filosa empezaba a cortar mi pómulo.

Por favor no, por favor, Dios.

Registré el derrapar de un auto y mi corazón amenazó con salirse del pecho.

Lo siguiente que sentí fue el corte pequeño profundizándose antes de que Gabriel cayera de cara al suelo a mi lado. El golpe seco de la patada en su abdomen le hizo escupir sangre.
Sentí una ola de alivio inmediato cuando Meza apareció en mi campo visual. Tomándome de los brazos para levantarme, dejando su mano en mi cintura mientras me ayudaba a incorporarme.

Las lágrimas no dejaban de salir cuando el moreno me tomó la barbilla, examinando mi rostro. Apenas y podía respirar, no había notada a los hombres que se acercaban hasta ahora, estaba muy concentrada en él, y en el hecho de que, estaba ahí. Había llegado.

-Ronnie. ¿Estás bien? ¿Qué más te hizo?

Negaba entre lágrimas. No me volvió a tocar. No lo hizo. Dejó que me escondiera en su chaqueta mientras sollozaba, la sangre de mi pómulo manchaba el material costoso.

Meza se encargó de guiarme al auto. Me sostenía como si fuera de cristal. Apunto de romperme.

Antes de entrar uno de los hombres habló:
-Jefe...¿Qué quiere que hagamos con él?

Los hombres eran corpulentos y vestían igual, tenían a Gabriel ensangrentado y a la navaja fuera de cualquier alcance, hasta podía ver por la poca luz, el asomo de un arma en la cinturilla de los pantalones del más grande.

Meza me miró, mientras temblaba. Me aferré a él con ahínco, tenía miedo de estar alucinado y que al abrir los ojos ya no estuviera. Que mi destino fuera el peor.

No dudó al hablar, no le importó que escuchara. El tono en su voz era puro asco, rabia, desdén.

-Mátalo, no dejes rastro.

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