Recomendación de canción: Ceilings - Lizzy McAlpine
Me escuchaba atento mientras seguía hablando sin parar de mis gustos, parecía que le gustaba oírme, o al menos no le molestaba hacerlo.
-...Es que Italia es mi lugar favorito en el mundo.
Sonrió. -¿Por qué?
Me encogí de hombros entonces, viéndole despreocupada. Estaba tratando demasiado en no soltar de forma obsesiva mi amor por el país europeo.
-Todo del lugar me encanta, la comida, la historia, los paisajes, es como una combinación de todas mis cosas favoritas juntas. -Dejo salir un jadeo involuntario. Para mi aquello era importante, era como mi sueño personal de vida. -La verdad es que quiero visitar el puente de los suspiros, la Fontana di Trevi. De pequeña leí un libro que se desarrollaba en Italia, y quedé simplemente fascinada.
...-¿Sabías que el puente de los suspiros se llama así porque antes colgaban a los criminales de él? De esa forma los ejecutaban y ellos daban su último suspiro. Aunque se asocia con algo romántico, esa es su historia.
Él me mira con una pequeña sonrisa, y es que me sonrojo, me he dejado llevar por mi intenso interés.
-Lo siento. -Digo. -Seguro te estoy aburriendo con tanta cosa, es que me gusta muchísimo.
Meza niega. -Te ves tan linda cuando hablas de algo que te gusta, te emocionas y empiezas a hablar muy rápido.
Solo le miro, sin saber bien que decir.
Tal vez si supiera que cuando me preguntan de él, hablo de la misma forma, o que se me iluminan los ojos de pensarle. -Me gusta escucharte.
No era un secreto porque me había enamorado del moreno, pero en ese instante podía verlo. Por esos breves momentos.
En medio del caos que suponía su vida, ahí en lo profundo de sí mismo, había un chico, un hombre; Alguien noble, de corazón grande, alguien que cometía errores, que no sabía muy bien lo que quería y por ello hería a los demás.
No quería justificarlo, sabía que él había decidido conscientemente todo el daño que había causado. Pero se me hacía difícil juzgarle, tal vez por el cariño que le tenía. O porque sabía que ahí muy en el fondo había una persona que estaba apenas aprendiendo a amar.
Meza creía que huir era su mejor escudo, cometía error tras error, me hacía daño, me ilusionaba y también me rompía. Me hacía sentir especial, me demostraba amor y luego me rechazaba al acercarme.
Era una persona cambiante con rasgos bipolares y narcisistas.
Era un hombre que no terminaba de darse a conocer, que se impedía dejar algo en claro. Le aterraba abrirse en totalidad. Odiaba que interfirieran en su vida.
Era un niño lastimado en el cuerpo de un hombre que usaba su apariencia física como cascarón. Si los demás le veían atractivo y exitoso, entonces él se sentiría de esa forma. Estaba enfrascado en su imagen, y olvidaba lo que tenía alrededor, lo qué indudablemente tenía más valor.
A pesar de todo...no podría decir que era malvado. No podía encasillarlo en esa categoría solo por cómo me había tratado. No cuando tenía memorias preciosas a su lado.
Nadie es cien por ciento maldad.
Pues, la persona que me dejaba llorando noches seguidas era la misma que ayudaba a abuelitas con sus víveres en el super mercado. Era la misma que intercedía por quien no tenía que comer, porque sabía lo que era no tener nada en algún punto.
Ese Meza que me desgarraba el alma y me abandonaba en mis peores momentos, era el que lloraba recordando a su mascota fallecida.
No es que fuera una mala persona. Porque si ese fuera el caso, nunca me hubiera enamorado de él.
La cosa es que...no era el indicado.
Y nunca lo sería.
Las semanas que siguieron fueron complicadas...No había aclarado mi decisión con Eduardo, él no había hecho la pregunta nuevamente. Tal vez ambos estábamos evitando un final que se veía venir. Extrañamente para mi, que quería siempre tenerlo todo aclarado y bajo control, era un alivio.
Todo el grupo estaba en el aeropuerto, las chicas, los jugadores. Habíamos ido a despedir a Patricia. Algunos familiares y las parejas de los chicos, abrazándolos y deseándoles lo mejor.
El castaño solo estaba con su mamá y hermana, aún así me sonreía de lejos. El corazón se me arrugaba por ello. Me sentía fuera de lugar acercándome.
Aunque nuestra amiga no se quedaría el mismo periodo de tiempo que los deportistas, la extrañaríamos bastante. La abrazábamos como si no quisiéramos que respirara nunca más. Y ella soltaba jadeos de fastidio.
-¡No me voy un año!
-Cállate. -Le dijimos en unísono.
Para ser tan distintas entre nosotras, si que pensábamos igual, nuestro grupo de amigas era único, unido, cálido, y si una no estaba era igual a perder una extremidad. Bayolet bostezó en pleno abrazo, la pelinegra destacaba por su atuendo que se asemejaba demasiado una pijama, dudaba que se había duchado si quiera. Y Diana que ya se apartaba, era todo lo contrario con la falda de cuadros y la boina de motociclista.
Patricia y yo éramos las más cercanas en aspecto, si bien ella era más bohemia, mientras estábamos lado a lado, al menos si combinábamos.
Escuchamos el llamado a abordar casi al instante, sentía ganas de llorar por despedirla. -Espero que todo salga perfecto, cuídate mucho.
Ella solo me guiñó un ojo como respuesta. Ya algunos de los jugadores se dirigían a la puerta.
-¡Envía mil fotos por el chat! -Gritó Diana.
La rubia sonrió, antes de irse nos lanzó un beso con toda la intención de parecer Marilyn Monroe. Solté una risa, mis amigas le veían mientras se alejaba, pero yo sentía la presión de una mirada en mi espalda, mi voz se acalló cuando Eduardo apareció en mi campo visual.
Me veía con ojos brillantes y una pequeña sonrisa como despedida. Me golpeó la realización de que tal vez esta sería la última vez que lo vería, y no quería que fuese así.
El tiempo que compartí con él me enseñó mucho, me ayudó en grande, Eduardo tenía buenas intenciones y un corazón enorme. Era talentoso, inteligente, hábil. De no ser por las circunstancias, fácilmente me hubiera enamorado de él.
Fácilmente.
No lo pensé mucho cuando me alejé de Diana y Bayolet, intercedí su paso, su familia se marchaba, al menos no moriría de vergüenza por eso. -Hey. -Le dije, haciendo que se detuviera. Creo que solo faltaba él por entrar.
Sentí las miradas de mis amigas en la espalda cuando dijo mi nombre. -Ronnie...
-¿Te vas a ir sin despedirte, morita?
Me brindó la sonrisa más bonita que pude ver, dejando en el suelo el bolso de gimnasia que hacia de equipaje de mano. Tomándome en brazos y abrazándome con fuerza, inhalé el aroma de su chaqueta, algo salino y floral. Me sentía tan cómoda en sus brazos. Tan segura. Apenas se separa le miro fijo a los ojos, como diciendo todo lo que mi corazón no puede.
-Te voy a extrañar. -Y le beso, nuestros labios parecen conocerse perfectamente a esta altura, pues nos besamos sin esfuerzo, con un adiós implícito en el aliento. Y aunque une nuestras frentes, no dice nada, solo me mira, y si bien parecen horas de esa mirada, son segundos los que pasan. De pronto, está en el avión.
De pronto ya está muy lejos de mi.
Los cuatro meses restantes.
Transcurría el mes de febrero, se sentía en el aire, aunque fuera apenas el comienzo del mes, ya veías miles de promociones para enamorados. Decir que estaba en un momento amargo con la época no era para menos.
Habían pasado seis meses desde la boda, desde que le había visto por última vez. Y Eduardo tenía cuatro meses fuera, y aunque en ocasiones hablábamos para saber de la vida del otro, seguía estando sola.
Eso no me molestaba, disfrutaba mi soledad tanto como cuando estaba en pareja, había aprendido a estar conmigo misma. Aunque...si deje de ir a terapia, perdí el deseo de explicar porque estaba mal. Si bien unos días eran complicados, no me urgía correr llorando al psicólogo. Sabía que estaba mal porque no había superado a Meza en totalidad. También me refugiaba en el trabajo como excusa para no trabajar en mis sentimientos.
Aún así, las cosas estaban tranquilas, como en una especie de pausa pero paz a la vez. Mi único desaliento eran mis memorias constantes; Ya no pensaba en él apenas me despertaba, me había acostumbrado a que era una especie de recuerdo lejano, parte de mi pasado. Aún así le recordaba de forma recurrente.
Aquello servía para alimentar las páginas de mi libro, el libro de Meza. Aún cuando estaba en el escritorio revisando manuscritos, se me hacía imposible no editar las páginas llenas del potencial escrito sobre él, sobre nosotros, sobre la historia de ambos.
Me dolía el final inesperado que se había sido trazado en nuestras vidas, me dolía más porque sabía que él estaba perdiendo más que yo. Que había huecos que no podrían ser llenados. Y aún así, me alegraba, mi parte más rencorosa era feliz con la idea de que no podría seguir adelante de alguna forma. Tal vez no estaba siendo la perfecta protagonista para un libro, que siempre pensaba en lo mejor para todos, tal vez tenía más que ver con que a fin de cuentas, era humana.
Y alegrarme porque alguien que me dañó, posiblemente la pasaba mal...tenía más que ver con el karma.
Pero el sentimiento no me duraba demasiado tenía que admitir, porque luego estaba ahí llorando por las veces en las que me dijo Te amo. Era muy cansado, hasta yo misma me agotaba. No es que fuera insuperable, creo que lo que me llevaba a esto -como había dicho mi terapeuta justo antes de suspender las citas- es el hecho de que mi poca autoestima y apego ansioso me dominaban.
La puerta de mi oficina sonó dos veces, obligándome a salir de mis pensamientos matutinos atropellados. Le había indicado a mi asistente que no quería interrupciones, sin embargo al tercer golpe sin respuesta entró Iván. Me percaté de como mi teléfono se iluminaba con varias llamadas perdidas.
Aparentemente Leah había sido víctima del carácter de mi hermano porque detrás de él se encontraba la pelirroja, haciendo señas apenada. Negué levemente con la cabeza de forma despreocupada, ella cerró detrás del insufrible con quien comparto sangre.
-¿Acaso el hecho de tener meses ignorándote te dio alguna señal de que eras bienvenido en mi trabajo?
La expresión sería de Iván me inquietó, más seguí firme. -Ronnie...
Levanto una ceja...-El Grupo Rivardi expuso en conferencia pruebas que señalan ilegalidad en los negocios de la familia de Meza, las tapaderas con las empresas fantasma, el lavado de dinero, incluso sospechas de que eshaban involucrados -aun no sé muy bien- con drogas y armamento.
Mi corazón se acelera, solo le veo tomar asiento. Mientras sigue hablando. -Ha salido la noticia en los artículos en línea, y no solo él, sino todos los implicados y sus hermanos tienen orden de investigación, hasta de captura...
Coloca su teléfono en el escritorio, el artículo encabeza la mitad de la pantalla, una foto familiar de la reconocida y prestigiosa compañía.
Me he quedado sin palabras.
Decido no verle, mi respiración es erradica. Las imágenes parecen pasar por mi cerebro de una forma absurda. ¿Sabía que Meza estaba involucrado en algo malo? Si. ¿Sabía que era algo de este calibre? No. ¿Podría ser posible?
Era obvio que la fachada de trabajo, de actuación, de ciudadano modelo que vivía de forma ejemplar era justamente eso, un disfraz, no era más que una interpretación que escondía la verdad.
Todas las veces que estaba estresando por dinero, aún así teniendo de sobra, los moretones, los nudillos rotos, las peleas, las deudas, las mujeres, el abuso de alcohol y drogas, la ira, la inseguridad, los periodos de desaparición. "Te estoy protegiendo." , "No quiero preocuparte".
Cada cosa caía en su lugar y sumaba a esto, tenía mucho sentido. Me mantenía engañada porque tal vez hasta a él mismo le avergonzaba ser una farsa. Prefería que le viera con ojos ciegos, con admiración.
-No han capturado a Meza porque aparentemente está fuera de Elavec...¿Ronnie, tú sabes dónde está?
Le miro impresionada. Desechando mis quinientos pensamientos por segundo, Iván no vino a avisarme, vino a ver si podía sacarme información.
Me río sin gracia, de forma amarga y pedante. Estoy enojada, estoy asqueada. Honestamente pensaría mejor de mi hermano en otras circunstancias, pero es que la obsesión enfermiza con probar que es suficiente ante los ojos de nuestros padres le tiene completamente mal.
-¿Me estás queriendo decir que no viniste aquí a disculparte por la forma en la que me hablaste cuando te advertí de su familia? Sino que en su lugar, creíste que yo sabría dónde está y te lo diría.
Iván aprieta la mandíbula, visiblemente enojado. -No estoy jugando, hermana. Sabes que son capaces de tomar venganza. ¿Qué pasará si hacen algo en contra de la familia? ¿De Laura?
Enserio tengo que controlarme para no gritar. -¡Te lo advertí! Te dije muy claro que tuvieras cuidado porque no sabías dónde estabas metiéndote.
-¿Y tú sabías todo esto?
-¡No, Iván! ¡Maldita sea! -Le miro con total desdén, con angustia. -Te dije que algo así iba a pasar, te dije perfectamente que dejarás las cosas tranquilas y no me escuchaste.
Él niega con la cabeza. -No entiendes lo grave que es esto.
-No es mi culpa que hayas querido probarle a Jean que eres el mejor Rivardi, no es mi culpa que esto esté pasando. ¡Yo te lo advertí!
-¡¿Qué te sucede?!, ¡¿estás tan ciega?! -Iván se levanta, podría estar equivocada pero su mirada es tan oscura y sus palabras tan fuertes que pareciera escupir veneno. -Cuando Gabriel te violó, yo estuve ahí para ti aunque podría convertirse en un escándalo para la familia. Yo quiero ayudar a la nuestra sacando a la competencia, unos criminales. Y tú, aún así, sigues protegiendo al marica de Meza.
Apenas y parpadeo cuando estoy atestándole una cachetada por toda la mejilla izquierda, su cabeza apenas y se mueve, no me importa si el golpe no logra impacto, estoy de pie, con las manos adheridas al espaldar de la silla del escritorio.
-Lárgate de mi oficina. Lárgate antes de que llame a seguridad, Iván.
Él bufa sonoramente. Contengo las lágrimas, y solo para alimentar mi ego herido y su molestia hablo justo cuando esta por salir.
-Espero que no lo encuentres.
Y si, parte de mí espera justo eso.
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