3. Una escalofriante sorpresa
Capítulo 3
No existen errores sin antes malas decisiones, entonces ¿Las tomarías dos veces?
María Elisa
El circo había empezado, hoy todo iba a iniciarse, y todos estábamos camino al auditorio central del colegio para escuchar las palabras de bienvenida del director.
¡Vaya Novedad!
Sí hay algo que detesto de la vida estudiantil es el uniforme, en especial el que se utiliza los días lunes, es el más formal de toda la semana, puedo estar sentada sin hacer nada y al mismo tiempo sentir que me falta el aire. El uniforme del Discipline School se caracterizaba por ser de color verde neon con una falda entablada a cuadros, camisa blanca, blazer negro azulado y corbata a rayas entre negro, blanco, verde y azul marino. Todos a nuestro alrededor se movían vistiendo dicho uniforme, el edificio está repleto, y el auditorio ni hablar. No había vuelto a ver a la tal Gaia ni a sus amigas, así como tampoco había recibido amonestación alguna por lo que le hice, ni siquiera porque el video de ese incidente se volvió tendencia en redes, incluso algunas chicas se han acercado a felicitarme alegando admirarme por lo que hice, otras se limitaron a murmurar a mis espaldas, entre otras palabras gracias a la barbie contemporánea ahora era famosa.
Genial, lo que me faltaba.
—¿Noah habrá bajado ya? — dijo Camila, observando como Lili hablaba plácidamente en otro extremo del salón con su compañera de cuarto. Apenas y nos había dirigido la palabra, según Camila el enojo ya se le había pasado, pero se mantenía lejos para evitar que Camila la siguiera reprendiendo respecto a la relación que tiene con su novio, ser que aún no conozco.
—No lo sé, no la veo por ninguna parte, con suerte se ahogó con su propia saliva y dejo de existir, no te miento yo la envidiaría —me encogí de hombros y Camila negó con la cabeza. Noah era el nombre de nuestra compañera de cuarto, lo habíamos descubierto gracias a la nómina, ella apenas y nos dirigía la palabra, bueno, a mí no me hablaba, con Camila tenía un poco más de comunicación, pero a mí me ignoraba tanto como yo a ella, anoche antes del toque de queda salió y regreso con una maleta a la habitación, lo que quiere decir que tal vez alguien se la llevo tarde, o tuvo un serio problema con alguien en su casa antes de salir que hasta dejo su maleta olvidada.
Camila entre abrió los labios para decir algo cuando una voz femenina resonó con pesades a mi espalda.
—Con suerte tal vez sí, pero resulta que lo único que me acompaña es la sal del mar — di un respingo al tiempo que me giré hacia atrás con los ojos abiertos como platos. Era Noah, usando su uniforme de manera bastante original: la corbata mal hecha, dos botones superiores de la camisa desabotonados acompañado de una mirada somnolienta.
—¿Estás bien? —pregunto Camila asombrada por su aspecto.
—He estado peor —contesto ella, arrastrando sus pasos hacia la puerta del auditorio.
Ambas nos quedamos viendo la torpeza de su caminar mientras trataba de arreglarse la corbata. Estaba mal, muy mal. Yo he estado mal, pero creo que nunca así de mal. El que no le hablara no significa que me cayera mal, o que deseara verla así, tal vez su vida era igual o más complicada que la mía, al fin y al cabo, somos adolescentes ¿no? Todos libramos una batalla diferente.
—Lo ves algo le pasa, te lo dije ayer —me recordó Camila.
—Si, definitivamente algo no está bien con ella.
Camila entre abrió los labios para decir algo cuando una voz masculina vino detrás de ella que la hizo poner los ojos en blanco.
—Vaya, vaya, miren que tenemos por aquí. Tiempo sin verte Camilita —dijo el chico alto de cabello café oscuro relamido hacia atrás. Usaba el uniforme de mala manera, la camisa blanca por fuera del pantalón azul marino, y ni hablar de como llevaba puesta la corbata, el saco lo llevaba colgando de su dedo índice por encima de su hombro. Su mirada sobre Camila era juguetona, pero ella lo miraba con desagrado lo que me daba a entender una cosa: este es el novio de Lili, Josélo.
—¿No vas a saludar a un viejo amigo? —. Pregunto haciendo un puchero al tiempo que Camila ignorándolo hizo un ademán de irse.
—¿Amigo?— soltó un bufido— Eres un cerdo vividor, así que no vuelvas a dirigirme la palabra — Camila se giró hacia él y sin importarle que detrás de él hubieran alrededor de cuatro chicos vestidos igual de desordenados que él— probablemente sus amiguitos —lo señalo con el dedo índice dedicándole una mirada fría.
—Auch— dijo con un aire divertido llevándose una mano al pecho —¿Sabes? En comparación con tu tamaño eres bastante pesadita —los cuatro chicos detrás de él rieron burlones.
—Vámonos María Elisa, que haya un ignorante y no hayan dos —dijo ella avanzando hacia la puerta del auditorio, esta vez él no hizo nada para detenerla, pero fijo su asquerosa mirada en mí.
—Alto hermosa dama, creo que no nos hemos presentado —paseó su asquerosa mirada sobre todo mi cuerpo al tiempo que lamia su labio inferior, extendiéndome una mano — soy Josélo, el príncipe de tus sueños.
Lo mire como al lunático que es, mientras hacia una pequeña reverencia. Observé su mano extendida e hice una mueca, ahora entiendo porque Camila lo detesta tanto, y porque Lili no puede dejarlo, es un mujeriego que sabe jugar muy bien su papel de inocente, se aprovecha de la inocencia de una chica mientras seduce a otras a su espalda, imbécil.
Di un paso hacia él con los brazos cruzados sobre mi pecho, al tiempo que le dedicaba una mirada fría.
—Sí no quieres perder la posibilidad de tener herederos —bajé la mirada hacia sus pantalones, luego volví a subirla hasta chocarme con sus juguetones ojos color marrón —será mejor que te apartes de mi camino, no me pesa nada levantar mi rodilla hacia la cosita que tienes en medio de las piernas.
Él y su grupito abrieron los ojos con sorpresa, hasta que el rio de lado con amargura, no les preste mayor atención y pase por su lado hacia las puertas del auditorio, no sin antes rozar su hombro toscamente con el mío.
—Vas a caer chiquita —lo escuche decir, no me moleste en girarme hacia él, pero le mostré mi dedo de en medio.
Dentro del auditorio la mayoría ya se encontraban sentados en los asientos de cuerina color azul, al fondo, al borde de la tarima había una gran decoración con rosas entre blancas y azules, un elegante atril de cristal con dos micrófonos. Mientras trataba de buscar con la mirada un asiento vacío me di cuenta que algunas chicas estaban retocando su maquillaje y otros chismorreando entre sí. Al fondo casi a la mitad de las hileras de asientos, alcance a ver como Camila levantaba su mano hacia mí, en un gesto que anunciaba que allí tenía un asiento guardado para mí.
Esquive a varios chicos que aún rondaban en la escalera mientras descendía con cuidado de no enredarme con mis propios pies y caer de boca, o al menos eso intentaba hasta que cierta rubia se levantó de una de las hileras de asientos y se plantó frente a mí. No la había visto desde ayer, después de aquel incidente, supongo que no volvió a salir de su habitación. Hoy lucia igual de elegante que ayer, pareciera que su uniforme fue elaborado con otra clase de tela, una más fina, una que hacía que su sola presencia la hiciera estar por encima de todos los demás, maquillaje delicado, cadenas y sarcillos brillantes, toda una diva colegiala.
—¿Cómo te atreves a presentarte hoy? No creas que me he olvidado de lo que me hiciste —dijo con voz arrogante cruzándose de brazos, al tiempo que su rubia cabellera se movía como si tuviera personalidad propia.
—¿Y por qué no debería? Que yo sepa no le he matado a nadie — baje un escalón más para estar casi a la misma altura, posando mis manos sobre mis caderas. Su actitud de niña rica no me intimidaba en absoluto, ya había lidiado con muchas como ella en el Revolution School, y a todas las había puesto en su lugar.
—¡Ha! — jadeó con amargura y molestia —óseas todavía preguntas, deberías darme las gracias dado que todavía estas aquí y no en la calle.
—Ah sí— enarque una ceja divertida —pues sí tanto quieres que te de las gracias por algo, hazte a un lado que me estorbas —pase por su costado rosando su hombro, a mi espalda pude oír como ahogo un gritillo frustrada. Antes de entrar a la hilera de asientos en la que estaba Camila me giré hacia ella, y descubrí que me estaba observando irritada, sonreí de costado y finalmente hice lo que mejor se me da: irritar a los demás, o en este caso irritar a Gaia.
—Gracias barbie —le sonreí con sarcasmo al tiempo que ella soltaba un gruñido.
—Esto no se queda así, ¿me oíste? — fue lo único que escuche como respuesta, pero me limite a avanzar hasta sentarme al lado de Camila.
—¿Qué fue eso? Por un segundo pensé que te lanzaría por las escaleras —susurro Camila cuidando que los demás a nuestro alrededor no la escucharan.
—Ganas no deben faltarle —me incline a la altura de su hombro —pero no creo que sea del tipo de chica que se deja llevar por sus impulsos, seguro debe estar planeando algo mucho más interesante para vengarse, ya sabes, algo más a su altura.
Camila esbozo una pequeña sonrisa, al tiempo que nos recostábamos sobre nuestros asientos.
Segundos después note que Noah estaba sentada al otro costado de Camila, ya había arreglado su corbata, pero su expresión seguía siendo somnífera. Al pasar los minutos el auditorio se iba llenando por completo, a mi otro lado se sentaron Lili junto a su compañera de cuarto, a quien presento como María José, una chica de piel bronceada, cabello negro rizado, muy simpática, pero quien irónicamente también era becada.
La ceremonia estaba por comenzar, las luces que iluminaban la tribuna se apagaron por completo, dejando únicamente iluminada la tarima, sobre la que yacían de pie una significativa comitiva, entre hombres y mujeres, todos vestidos de forma elegante, no fue difícil adivinar que se trataba de los profesores y el director.
El acto se inauguró con unas palabras de bienvenida por parte del inspector general, quien se presentó como Reinaldo Guerra, su discurso fue breve, se limitó en recalcar que nunca deja pasar una indisciplina por alto y que a todos los payasitos que no portaran bien el uniforme los haría vestirse como indígenas durante toda una semana como castigo, sonreí al imaginar al egocentrico de Josélo vistido de indígena, con plumas en la cabeza y un tapa rabo de ojas o piel de animal, el príncipe convertido en tarzan.
La ceremonia continúo y los profesores fueron presentados uno por uno por el director Leonardo Duque, quien se extendió más de media hora en un discurso dónde además de hablar de la larga trayectoria del Discipline School habló sobre la excelencia y la gran evolución que han tenido como institución, y lo orgulloso que se sentía de estar al frente de una de las instituciones educativas más prestigiosas de todo el país.
Cuando parecía que la ceremonia estaba por clausurarse, con la secretaría de admisión al mando del micrófono las luces de todo el auditorio empezaron a parpadear, incluso las que estaban sobre nosotros empezaron a prenderse y apagarse de forma extraña, en la tarima los profesores empezaron a verse unos a otros extrañados, más el director dio un par de pasos hacia el inspector general cuando...una pestilencia invadió mis fosas nasales tanto como el auditorio entero. La multitud de estudiantes empezó a murmurar y a moverse desordenadamente. En la tarima los profesores exigían silencio y que se guardara la calma, pero todo se fue al carajo cuando...un cuerpo bañado en sangre cayo del techo sobre la tarima frente de todos los profesores.
Los gritos de horror no se hicieron esperar, las luces empezaron a parpadear con mayor fuerza, la pestilencia incremento. El inspector trato de mantener todo bajo control infundiendo la calma, pero toda orden fue dada en vano...el bullicio empezó aturdirme, todo se volvió un caos en cuestión de segundos, chicos gritando y empujando para poder subir las escaleras, algunas chicas yacían desmayadas sobre sus asientos...todo era un caos.
Como pude sin sí quiera tomar en cuenta a Camila me uní a la avalancha de estudiantes que intentaba salir del auditorio, empuje, maldije, recibí y di de pisotones, todo con tal de salir. Algo pasaba en mí, algo me asfixiaba, necesitaba salir...alejarme.
Cuando por fin logre salir, trate de desatarme la corbata como pude, apoye mi mano en una pared mientras trataba de devolverle el aire a mis pulmones.
Vi un cuerpo...
Vi a alguien sin vida...
Vi un cadáver envuelto en sangre...
Tanta que no se distinguía su rostro...
Tanta que apestaba a podredumbre...
Necesitaba huir del bullicio y de los gritos que hacían eco por todo el lugar.
Apenas alcance a arrastrar mi propio cuerpo fuera del edificio cuando me vi a mí misma devolviendo el desayuno sobre unos arbustos perfectamente cuidados, seguramente el jardinero se enfadaría por esto, pero me reconfortaba saber que no fui la única que lo hizo, algunos lo hicieron en pleno pasillo.
Ya sin nada en el estómago, el aire parecía volver a circular a través de mi aparato respiratorio con normalidad.
El colegio entero se volvió un caos en cuestión de minutos, estudiantes gritando, otros con ataques de asma, otros tendidos en el suelo inconscientes. Vi entrar a un hombre de bata blanca seguido de dos mujeres vestidas de blanco al edificio cada uno con un maletín, el personal de la enfermería probablemente. No quería seguir cerca de ese lugar me resultaba estresante seguir oyendo gritos y presenciar chicos vomitar.
Me dirigí al edificio más cercano, para ir al único lugar dónde podría respirar aire puro, dónde podría encontrarme a mí misma. La azotea.
Allí estaba mi refugio, un lugar solitario, y mi fuente de paz.
O al menos eso fue lo que creí por unos pequeñísimos minutos hasta que...
—¡Lo sabía! Maldición ¡Lo sabía! Ellos...ellos —. Esa voz, claro, es la misma de ayer, muchísimo más alterada que ayer, pero sé que proviene de la misma persona.
El tormentito, ahora parecía verdaderamente atormentado.
—¡Maldición! — volvió a gruñir furioso, pero esta vez oí como pateo algo.
Su voz, y el estruendo que estaba causando del otro lado eran suficientes razones para quedarme callada del otro lado de la pared o por el contrario para irme, pero yo nunca le había hecho mucho caso a la razón, mucho menos a la mía.
—¿Cuál es el problema chico tormenta? —me escuche decir — sí continuas así destruirás tu lado y del mío no pienso recibirte.
El estruendo se detuvo del otro lado, él se había detenido, y el silencio volvió a acompañarme por unos segundos.
—¿Chica cielo? ¿Eres tú? —su voz grave sonaba más calmada.
—Sí, soy yo ¿Quién más subiría aquí arriba?
—No es momento para que estes aquí arriba, deberías correr como las demás chicas hacia tu habitación— me espeto.
—No es momento para que yo esté aquí arriba, pero ¿tú sí? Además, nunca me he considerado como las demás chicas, sí lo fuera estaría desmayada en algún lugar del auditorio ¿no lo crees? —me defendí con voz fuerte, y debo confesar que algo molesta, ¿Yo, como las demás? Nunca.
—Eres demasiado necia ¿Sabes? Has lo que quieras, al fin y al cabo, ellos ya están de vuelta —su voz parecía marchitarse con cada palabra.
—¿Ellos quienes? —quise saber.
—Los que hicieron eso...los que mataron al conserje.
¿El conserje? El cadáver en el auditorio era el del conserje...
—¿Sabes quien estuvo detrás de esa muerte? —pregunte con la voz casi temblándome.
—Ya te lo dije, fueron ellos, lo sé, mi instinto me lo decía...que ellos habían regresado, y esta muerte acaba de confirmármelo.
Su voz sonaba algo extraña, muy extraña, y las cosas que decía aún más ¿de quienes estaba hablando?
—¿Conoces la identidad del asesino? —me atreví a preguntar.
—¿Asesino? —hubo un pequeño silencio— No, pero puedo deducir que el Discipline School, ya no es un lugar seguro, cuídate, y cuida de tus amigos.
No volví a escuchar nada después de eso. Nada aparte de la puerta cerrarse del otro lado. ¿Qué estaba pasando? ¿De quienes estaba hablando? ¿Qué me había intentado decir con que me cuide? ¿Qué? ¿Qué? Y lo más misterioso de todo ¿Quién mato al conserje?
***
La conmoción por lo del cadáver duro alrededor de tres horas. Tres horas en las que estuve en la zozobra. Cuando bajé de la azotea me encontré con que todos los inspectores estaban dirigiendo a los estudiantes a sus dormitorios, allí nos mantuvieron las tres horas en las que la policía hizo el respectivo levantamiento del cadáver. Las chicas al igual que yo se mostraban incrédulas ante dicho suceso ¿Cómo es posible que con la seguridad del Discipline School un cadáver haya caído del techo del auditorio? Camila y yo nos hicimos esa misma pregunta muchas veces, Noah mascullaba un par de palabras de vez en cuando pero aún se reusaba a dirigirme la palabra, no sé exactamente cuál es su problema conmigo, pero parece que más allá de lo consternada que pudiese estar por lo del cadáver simplemente no quería hablarme.
Yo debo confesar que en mi vida había visto un cadáver, y menos en tal estado. Este colegio en verdad es bastante peculiar, no solo caen muertos del techo si no que también tiene la azotea dividida.
Cuando las tres horas pasaron una voz femenina saludo atreves del intercom y nos indicó que todos podíamos volver a clases con normalidad, pidió disculpas por el incidente y aseguro que todo ya estaba puesto en manos de las respectivas autoridades, quienes se encargarían de encontrar al responsable.
Salimos del edificio de los dormitorios y nos dirigimos hacia los salones de clase, afortunadamente Camila y yo estábamos en el mismo salón, y para mi bien o para mi mal Gaia y sus dos amiguitas también. Allí dentro nos encontramos con Lili y María José esta última levanto la mano desde el fondo del salón, haciendo un gesto para que nos acercáramos. Noah por su parte se sentó cerca de un chico raro, Camila y yo pasamos de largo y nos sentamos en dos escritorios vecinos a los de María José y Lili.
El salón de clases era de lo más moderno; pizarra táctil, escritorios de vidrio con portátiles para cada estudiante, sillas acolchonadas, y un gran ventanal de vidrio que daba vista al estadio, permitiendo además que una gran cantidad de luz solar se colara al salón. Estábamos en el tercer piso cerca del departamento de inspección, por lo que seguramente tendríamos a Guerra paseándose por aquí frecuentemente.
Gaia se sentó al frente, en primera fila, al lado de sus dos amiguitas, por otro lado Camila se levantó un momento para ir a saludar a un tal Erick, un chico que había conocido ayer después del incidente que tuve con Gaia, me había comentado que era muy guapo y simpático, pero yo lo estoy mirando de izquierda a derecha, de arriba abajo y aún no le encuentro lo guapo. Admito que si tiene gracia, pero, no el tipo de gracia que a mí me gusta.
Lo que hace tres horas fue un gran susto, una conmoción que causo desmayos y vómitos ahora era el chisme del que todos se reían. Los chicos bromeaban entre ellos imitando a los que se desmayaron o gritaron por un simple muerto. Las chicas murmuraban sobre lo mal que olía y la cantidad de perfume que tuvieron que usar para quitarse esa peste de encima ¿Realmente estos eran los mejores estudiantes del país? ¿Una bola de inconscientes? Murió una persona, un ser humano, y ellos ya hasta se encuentran bromeando sobre lo mal que se veía su cadáver. Ahora entiendo por qué los gritos, ahora entiendo por qué corrían, ahora entiendo por qué se desmayaban, y no era precisamente por la escena desgarradora del cadáver ensangrentado.
¿Qué más podía esperar de hijos de papi y mami?
¿Qué más se podía esperar de chicos inconscientes como ellos?
Una risa sonora que venía de unos cuantos asientos más adelante me llamo la atención. Eran dos chicos alrededor de Noah, uno era moreno, delgado y el otro era de piel más clara y regordete. Sus miradas eran un poco tontas, hasta cierto punto divertidas. Noah intento levantarse con la clara intención de hacerlos a un lado, pero justo cuando estaba por poner un pie en el pasillo, el par de idiotas le impidieron el paso divertido.
Noah podía no hablarme, tampoco éramos amigas, pero no por eso iba a permitir que dos estúpidos le faltaran el respeto. Me levante haciéndome la desentendida, poco a poco me acerque, y pude escuchar algo de la conversación justo cuando Camila se acercó por detrás a Noah, probablemente también había notado la situación en la que estaba metida.
Un placer conocerla bella dama —escuche decir al de test más clara con voz azucarada— Mas que un placer es un privilegio estar ante usted —concluyo el de test morena.
—Ajá —masculló Noah de brazos cruzados.
—¿Será esta una coincidencia del destino? — dramatizo el de test blanca llevándose una mano al pecho. Ahora lo entendía, eran como mini versiones de Josélo, no imbéciles intentando humillarla ni mucho menos.
—¿Qué haces Noah? —por fin intervino Camila. —Veo que ya tienes nuevos amigos — Noah les echó una ojeada de pies a cabeza. —La verdad no se quienes sean, pero sí de algo estoy segura es de que amigos míos...no son.
Noah les hizo una mueca.
—Eso se soluciona en un instante —chilló el de test morena. — Mucho gusto señoritas mi nombre es Daniel pero mis amigos me dicen Do.
—Y yo me llamo Justin pero todos me dicen Does —añadió el de test clara haciendo una reverencia hacia las chicas de la mano de su amigo.
—Y juntos somos, el Do y el Does, sus auxiliares de confianza —Concluyeron emocionadamente abrazándose lateralmente al tiempo que giñaron un ojo hacia las chicas.
Tuve que contenerme para no reír. Pero ya había visto suficiente de sus payasadas.
—Muy bonita presentación chicos, pero...deberían considerar ir al psiquiatra. —Intervine aplaudiendo sarcásticamente, todos se giraron hacia mi mientras di un par de pasos hacia las chicas.
—Andando chicas, la clase está por comenzar —añadí entrelazando nuestros brazos. —Un disgusto en verlos chicos, lamentablemente nos seguiremos viendo dado que somos compañeros. Pero no se preocupen, tratare de evitarlos en lo posible, bye.
Ambos se quedaron perplejos ante mi forma de hablar, y aún más por la forma en que los dejé plantados como los idiotas que eran.
Avance hacia el fondo del salón con las chicas enganchadas de mis brazos. Noah parecía tensa, pero en ningún momento forcejeó conmigo para zafarse.
—¿Qué acaso la vida no les ha enseñado a no acercarse a imbéciles como esos? —les espeté en un susurro.
—Bueno sí, pero a mí, mi mamá no me enseño precisamente eso. Ella siempre dice que no hay que juzgar un libro por su portada —se defendió Camila.
—Y puede que tenga razón, pero ¿Sabes? Yo no tuve una madre que me enseñara nada y aun así aprendí, o más bien me toco aprender, y no solo eso, muchas cosas más —añadí con un tono de voz melancólica, algo incomoda al tener que hablar de mi madre.
—Entonces ¿No tienes mamá? —por primera vez me dirigió Noah la palabra directamente. Y justamente tenía que preguntar eso, sin pudor ni nada.
Me detuve en medio del espacio entre los escritorios, desenganché mis brazos de los suyos y contesté entre dientes:
—No ¿Algún problema?
Noah negó con la cabeza, y yo me escurrí hacia el asiento detrás de mi escritorio. De reojo vi como Camila la guio hasta un escritorio vacío detrás del suyo. No me molestó que preguntara por mi madre, lo que me molesto fue la forma en que lo hizo, es decir, la mayor parte del tiempo me ignora, o me habla entre gruñidos, pero fue muy directa a la hora de preguntar sobre mi madre.
Todos se acomodaron en sus respectivos asientos cuando un hombre vestido de traje atravesó la puerta. Se presento como el profesor de historia, y acto seguido nos pidió que nos pusiéramos de pie para recibir a las autoridades del colegio quienes se dirigirían hacia nosotros.
En ese instante una mujer alta, vestida elegantemente, con lentes, aparentemente la secretaria del colegio. Entro al salón y se dirigió hacia nosotros:
—Jóvenes como ya saben soy la señorita Rosado, secretaria general del colegio. El día de hoy estoy aquí acompañando a las autoridades del colegio ya que se van a dirigir hacia ustedes unos minutos.
En el mismo instante, dos hombres entraron al salón, uno de ellos lucia muy formal mientras que el otro portaba algo similar a un uniforme militar, y fue este último el que se dirigió hacia nosotros.
—Todos tomen asiento por favor. Me presento por segunda vez ante ustedes, quizás muchos ya me conocen, pero para los que no, soy el sargento Reinaldo Guerra y como ya lo dije hace unas horas este año seré su tutor disciplinario —comentario que a casi nadie agrado, inclusive pude escuchar a un par de chicos comentar lo estricto que suele ser con sus estudiantes y que este año no nos salvaría nadie del calvario que nos esperaba con Guerra como tutor disciplinario. — Bueno, no solo eso, saben que también me encargo de la disciplina general en la institución, así que como deducirán conozco a todos y a cada uno de ustedes, y sí no los conozco, estoy seguro que pronto lo hare, así que cualquier duda que tengan sobre las reglas del colegio no duden en acercarse a mi para despejarlas, antes de que yo me acerque a ustedes para sancionarlos por incumplirlas — añadió con mucha autoridad y voz dominante, digna de un militar.
—Muy bien chicos, ya oyeron a su tutor e inspector general —se dirigió hacia nosotros el director. —Como bien saben jóvenes, lo que buscamos y deseamos en el Discipline School es formar jóvenes de bien, me vuelvo a presentar ante ustedes principalmente por los que no me conocen al ser nuevos en la institución, mi nombre es Leonardo Duque y como ya se habrán dado cuenta soy la máxima autoridad de la institución —en el mismo instante en que el director se presentó y dijo ser la máxima autoridad de la institución las lámparas del salón empezaron a parpadear, encendiéndose y apagándose solas. El director y Guerra se pusieron tensos hasta que las lámparas se detuvieron, acto seguido, el director se aclaró la garganta y continuó tratando de ignorar el incidente. —Espero la estadía en el colegio sea provechosa para todos y cada uno de ustedes, así como también espero que no se dejen llevar por ciertos incidentes que puedan presentarse, como el de hoy en la inauguración del nuevo año escolar, reconocemos que fue un hecho totalmente lamentable e impactante para todos, y una gran pérdida para el colegio. Lamentamos la muerte del conserje, y rechazamos totalmente todo acto de violencia, pero como él siempre decía, la vida sigue y nosotros tenemos que continuar. El caso ya está puesto en las manos de las autoridades correspondientes quienes se encargaran de investigar el caso.
El director apenado se llevó una mano al pecho, formando una dura línea con sus labios, más en ese mismo instante, uno de los chicos del salón dio un fuerte golpe sobre su escritorio, la silla chirreó cuando se levantó de golpe y dijo:
—¡Eso es falso! Esas mismas palabras fueron las que utilizo hace un año cuando el jardinero murió en circunstancias igual de sospechosas, y hasta el día de hoy su muerte sigue impune — todas las miradas del salón estaban sobre el chico de cabello castaño claro. Por la fuerza que ejercían sus manos aún apoyadas sobre el escritorio podía contar con facilidad las venas pronunciadas en sus brazos, llevaba la camisa blanca recogida hasta los codos. Alto, de espalda ancha, apenas podía verle el rostro dado que estaba a varias filas delante de mí asiento.
—Cálmese y siéntese joven Palacios —exigió Guerra.
El joven Palacios, como lo llamo Guerra, le mantuvo la mirada durante unos segundos, no parecía tener ni la más mínima de las intenciones en obedecer a su tutor. Guerra entrecerró los ojos en su dirección como sí enviara una señal de advertencia.
A regañadientes, casi que obedeciendo al bajo susurro de uno de sus amigos Palacios se sentó, pero para nada parecía contento.
El director carraspeo para intentar romper la pesada tención en el ambiente.
—Palacios, siendo usted un estudiante muy destacado, me sorprende que no deduzca que casos como estos se manejan de forma confidencial, por lo tanto, cada una de mis palabras es cierta. Las muertes de Sebastián y Joaquín no quedaran en la impunidad, los hechos ya se están investigando, pero de forma con-fi-den-ci-al.
Un jadeo amargo se escuchó en el salón, y por la forma en que el director miro a aquel chico no fue difícil deducir que fue él.
Un chico que se preocupa más que por su atuendo, alguien racional, aparentemente.
El director negó con la cabeza, y desvió la mirada, nos dedicó unas últimas palabras, y luego se retiró a otro salón junto a su comitiva.
Erick aprovecho el pequeño disturbio que se armó entre estudiantes discutiendo sobre el oso que hizo el director al discutir con Max, para acercarse a su amigo y yo aproveche para girarme hacia mi izquierda, hacia María José. Ella llevaba ya dos años en el colegio por lo que seguro sabe quién es el Max del que todos hablan:
Le hice un gesto inclinándome en el espacio entre los escritorios.
—¿Quién es ese? —pregunte en un susurro señalando al castaño con el menton mientras el profesor empezaba a exigir orden.
—Maximiliano Palacios, bueno, aquí todos lo conocen como Max o el tempano de hielo, ya decidirás tú como lo llames una vez que lo trates. Aunque personalmente yo te recomendaría mantenerte alejada de él, tiene un temperamento altamente irritable, y no es para nada sociable, solo le habla a quienes él considera necesario, su único amigo es Erick Rivera, nadie se explica cómo es que dos personas con personalidades totalmente distintas pueden ser mejores amigos, pero hay los tienes —señalo con su mentón a los dos chicos mencionados. Erick le daba unas palmadas en el hombro a Max como sí intentara de alguna extraña manera confortarlo.
Un engreído más. Tal vez eso explicaba la personalidad que María José describió del tal Max.
El profesor dio dos golpes sobre su escritorio amenazando con que sí no tomábamos nuestro respectivo lugar y hacíamos silencio nos mandaría a todos derechito a la oficina de Guerra. La amenaza surtió efecto pues todos se acomodaron en sus asientos y entre bufidos y una que otra palabrota entre dientes el silencio se fue apoderando del salón.
—Bien, ahora sí podemos iniciar con nuestra clase —afirmo el profesor entre dientes paseando su mirada por todo el salón —abran el aula virtual en sus respectivas portátiles, vayan al curso de historia y abran el modulo correspondiente a mi clase. Cabe recalcar que todo lo harán en silencio, al primero que escuche hablar sin que yo se lo haya pedido de ante mano, lo enviaré a la oficina de su tutor disciplinario ¿Entendido?.
Un vago sii se escuchó retumbar en las paredes del aula.
***
Max
No podía contener la indignación que me recorría y quemaba las venas. El director era tan hipócrita que dijo exactamente lo mismo que dijo cuando murió mi padre. Nunca un solo oficial de policía volvió a pisar el colegio para investigar su muerte, y sé que es exactamente lo que pasara ahora con el conserje. Le darán una considerable suma de dinero a su familia para compensar la pérdida y seguramente les harán firmar un papel por guardar silencio, para que guarden el oscuro secreto del Discipline School...
—Viste como se acerco a preguntar por mi estado... es que la traigo aquí —dijo Erick al tiempo que señaló la palma de su mano. Sin duda la tal Camila ya cayo bajo sus encantos, apenas y la vi de reojo cuando se acerco a Erick, una chica de baja estatura, pero de sonrisa angelical, seguramente una chica de buenos sentimientos, que para nada merece que Erick se los destruya...
—Te he dicho que las mujeres no son un juguete, y un día, la manera de tratarlas te va a pesar, y ese día te vas a acordar de mi...—le advertí señalándolo con mi dedo índice al tiempo que tomaba una botella de agua del refrigerador de la cafetería.
—Hablas como sí yo fuera el peor de los patanes, por favor bro, las trato como unas princesas, nunca he jugado con ninguna a todas les he dado su respectivo tiempo y espacio —se defendió muy digno.
Cerré la puerta del refrigerador, pero mantuve mi mano sobre ella, me giré a verlo y con una mirada fija le dije:
—Ajá, eso solo hasta que te aburres. Camila me parece una chica muy frágil casi inocente, para nada el tipo de chica con la que puedas divertirte un rato y luego tirar a la basura sacudirte las manos y decir aquí no paso nada. Te dije que te mantuvieras alejado de las justicieras, y ahora con más razón...
—Por favor bro, Camila no es una niña, y mucho menos una muñequita de cristal, no se va a quebrar —desvió la mirada sobre mi hombro —es más allí viene.
Me gire hacia la puerta de la cafetería, y en efecto allí venia caminando la tal Camila junto a...
—¿Quién es ella? —señale con el motón a la chica al lado de Camila. Alta —al menos en comparación con Camila— de cabello oscuro, pero con varios mechones violeta que resaltaban a la luz del sol. Era nueva, sin duda lo era, nunca antes la había visto.
—¿La de los mechones violeta? Su amiga creo, y por sí no lo notaste la justiciera la que rego jugo de mora en el carísimo atuendo de Gaia — Erick llevo su dedo pulgar e índice a su mentón, hizo un gesto pensativo —creo que Camila me comento su nombre, creo, que era María, María...Ah sí María Elisa.
María Elisa. María Elisa. El nombre de la chica que se atrevió a enfrentar a Gaia, interesante, muy interesante...
—¿Por qué preguntas? ¿Te gusta? —pregunto Erick en un tono divertido.
—No digas estupideces —mascullé y emprendí camino hacia la salida, no pretendía ser participe de su jueguito seductor con Camila, quien ya venía junto a su amiga en dirección nuestra.
Mantuve la mirada en frente, en mi objetivo la salida. Me cruze con ambas en el pequeño pasillo entre las mesas, pero no baje la mirada ni un segundo, no me moleste en si quiera echarles una mirada de reojo. Ni siquiera cuando a fuerza por el espacio mi hombro rozo accidentalmente con el de María Elisa, no fue un impacto fuerte, fue un pequeño roce entre nuestros hombros, así que no había necesidad de girarme hacia ella y disculparme. No la había. Pero ella pareció no tomárselo de la misma manera...
—Perdón ¿no? —la escuche refutar en un tono sarcástico a mi espalda. Instintivamente me detuve por unos segundos en medio del pasillo, la miré por encima de mi hombro. Bajo el flequillo oscuro que cubría su frente dos cejas estaban levantadas a la expectativa de mi voz, retadora. Pero no hice nada por lo que debiera disculparme, al menos no hice nada de forma intencional. Seguí mi camino, sin pronunciar palabra.
Laprimera chica con agallas que ha pisado el Discipline School en años. Y sunombre es María Elisa...interesante, muy interesante.
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