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25. El inicio del fin

                         Capítulo 25

El inicio del fin

María Elisa

Mi corazón latía con intensidad, cada vez más fuerte, tanto que sentía que la multitud me estaba asfixiando. Traté de avanzar, posando una mano sobre mi pecho, intentando disimular mi condición. Ya faltaban pocos escalones para estar completamente dentro, pero parece que no disimulé lo suficiente, pues Max se dio cuenta de mi estado y no dudó ni un instante en protegerme de la multitud y sacarme de allí lo más rápido posible. No era algo que hubiera pedido, pero lo agradecí por completo.

—¿Te encuentras bien?— preguntó una vez que estuvimos dentro.

Pero no podía responderle. Mi mente, mi cabeza entera, estaba invadida por imágenes relacionadas con el chico de la camisa negra. Esas imágenes no pertenecían a momentos que yo hubiera vivido; le pertenecían a alguien más. Lo vi en los dormitorios, en el estadio jugando con un balón, en los vestidores —y gracias a Dios llevaba una toalla alrededor de su cintura— y lo vi frente a una mesa, en lo que parecía una especie de reunión, donde había alrededor de veinte chicos. No pude ver sus rostros con claridad. Las imágenes en mi cabeza empezaron a ir y venir de manera aleatoria, cada vez más rápido, hasta que no pude evitar colapsar.

—Pasaron, no sé... unos treinta o veinte minutos o segundos. ¿Dónde estaba? Claramente no estaba en mi cuerpo, pero tampoco en el presente. Era el cuerpo de un chico, y había más chicos a su alrededor. Ellos estaban hablando en la bodega del gimnasio.

—¿Crees que deberíamos meternos en esto?— preguntó un chico de cabellera rubia al chico en el que yo estaba metida, aunque extrañamente estaba metida en su mente, pero no la controlaba.

—Si no lo hacemos, ellos nos matarán a nosotros, y si le decimos a Guerra, también lo matarán a él. Son muy poderosos y peligrosos. Además, ahora que nos han tomado en cuenta, no podemos negarnos.

Viajé como si fuera de una dimensión a otra, y todo cambió de escena. Ahora estaban viendo al suelo.

—Vamos, vamos, un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres, cuatro. No se rindan, tenemos una misión muy importante: tenemos que purificar y desinfectar el Discipline School de todos esos niños ricos— decía un hombre con botas como las que usan los D.P mientras daba órdenes y caminaba de un lado a otro, mientras hacía flexiones de pecho.

Volví a viajar en sus recuerdos, y ahora estaba en formación, frente a cuatro hombres con la cara pintada de negro. Ya podía empezar a imaginar quiénes eran...

—Felicidades, chicos. Están listos. Nosotros ya cumplimos con nuestra parte; los hemos entrenado por más de medio año— Ahora entiendo por qué son tan hábiles esos desgraciados—. Ya es hora de que regresen al Discipline School.

¿Regresar? ¿Cuándo se fueron?

—Esto no me está gustando. Mataron a un hombre; no quiero matar a nadie, solo quería darles un susto— Ahora estaba frente al mismo chico rubio que vi en un recuerdo anterior.

—Vamos, Marlon, sabías a lo que te metías cuando entraste en esto. Además, ese jardinerito de quinta ya está en mejor vida— ¿Marlon?

Volví a cambiar de escena.

—¡Suéltame!

—Claro que voy a soltarte, muchachillo, pero ten clara la película: aunque salves a uno, no vas a poder salvarte a ti ni a ningún otro. Ellos no valen nada; merecen morir— Finalmente, frente a mí estaba aquel chico de cabello oscuro y desordenado, sosteniendo del cuello a un chico.

Nuevamente viajé en sus recuerdos. Ahora estaba frente a una celda, observando a una mujer.

—Señora, puede confiar en mí, vamos a salir de aquí. Voy a ayudarla... chica karma... ¿vas a encontrarnos, verdad?

¿Me estaba hablando a mí? ¿Él estaba consciente de que yo estaba allí?

—¿María Elisa? ¿María Elisa?— Empecé a oír mi nombre a lo lejos. De nuevo, comenzaron a pasar un montón de imágenes por mi cabeza, pero esta vez lo hacían de manera rápida, llevándome a abrir los ojos de golpe. Los abrí y tomé una bocanada de aire. Mi respiración estaba agitada, y aún no me sentía muy consciente de mí misma ni de lo que había visto.

—¿Max?— pregunté con una voz débil al verlo. Mi cuerpo estaba entre sus brazos, y fue cuando me di cuenta de que me estaba sosteniendo en medio de la piscina.

—¿Te sientes bien?— preguntó. Asentí con la cabeza. Él parecía aliviado de recibir la respuesta. Segundos después, escuché un splash.

—¡María Elisa! ¡María Elisa!— Mi sentido auditivo empezó a normalizarse, y fue cuando me di cuenta de que no estábamos solos. Me sentí más que ultrajada cuando un par de brazos me arrebataron de los brazos de Max.

—Hermanita, estás viva. Pensé que te perdía. Perdóname, todo es mi culpa— Gaia no dejaba de llorar en mi hombro—. No pensé en las consecuencias. Te prometo que nunca volveré a armar un escándalo al llegar al colegio. Llegaré en bici de ser necesario, pero ahora que estás conmigo... por favor, no me dejes.

Ok, debo admitir que ni mi papá ha llorado así por mí. Gaia verdaderamente me quería, quería a su hermana, y no quería perderme. Eso, aunque me cueste admitirlo, me conmovió.

—Remington, suéltala, aún está débil— Guerra también estaba dentro de la piscina y apartó a Gaia para tomarme en brazos y llevarme fuera de la piscina.

Allí estaban Noah y Camila, esperándome con un par de toallas. Me abrigaron con ellas en cuanto estuve fuera de la piscina.

—María Elisa, nos diste un gran susto— comentó Jeff, quien junto a Mahelo y Erick también estaban de espectadores.

—¿Sientes frío?— preguntó Noah.

—¿Tienes hambre? ¿Quieres algo caliente?— preguntó Camila. Y ciertamente tenía hambre, pero no frío.

—Creo que aceptaría algo caliente— respondí poniéndome de pie.

—Iré por ello en un abrir y cerrar de ojos— se ofreció Erick, y al instante desapareció de mi vista. Supongo que fue a la cafetería.

Mi instinto me decía que no lo hacía por amabilidad y que había cierto ambiente tenso a mi alrededor.

—¿Por qué me miran como si estuvieran viendo a un cuerpo que acaba de levantarse del ataúd?

—No, por nada en particular— Jeff se apresuró a contestar—. Solo porque tu corazón casi deja de latir y llevas prácticamente tres horas flotando como un pez en la piscina— Su respuesta me dejó estupefacta y hizo que todos asesinaran a Jeff con la mirada.

—Ups, pensé que estaba hablando enigmáticamente— trató de excusarse.

—¿Qué? ¿Llevo tres horas en el agua inconsciente?

—Así es. Nos preocupaste mucho. Primero te llevamos a la enfermería. Allí te pusieron un suero porque pensaron que tal vez estabas deshidratada, pero eso solo empeoró la situación, y no nos quedó más que... traerte a la piscina— explicó Gaia, secando mi cabello con una toalla. Allí pude notar dos cosas: una, que había estado tres horas en la piscina, pero más tiempo inconsciente, aunque para mí todo pasó en un segundo; y dos, que Gaia había estado llorando durante todo ese tiempo, ya que tenía los ojos hinchados de tanto hacerlo.

—Yo...— Levanté mi mirada hacia Max—. Creo que aún conservo el vínculo con un D.P.

Erick llegó con un vaso de café caliente, y al igual que los demás, se quedó con los ojos muy abiertos al escucharme.

—¿Hiciste un vínculo? ¿Cuándo?— Guerra se apresuró a preguntar.

—La noche en que murieron los D.P de la antigua generación, estuve en contacto con la sangre de un D.P...

—No digas más. Esto no es algo que debamos hablar aquí— me cortó en seco y se puso en cuclillas frente a mí—. Ve a cambiarte con tus compañeras, y en cuanto te sientas mejor, ven a mi oficina. Creo que ha llegado el momento de que tú y yo hablemos sobre tu habilidad— asentí con la cabeza y, con ayuda de las chicas, me puse de pie. Mis piernas parecían un par de gelatinas; apenas podía sostenerme. Se me hacía extraño, porque me sentía bien, pero mi cuerpo no estaba bien.

—Yo la llevaré— se apresuró a decir Max en cuanto vio la debilidad en mis piernas. Me tomó entre sus brazos como si fuera su propiedad, aprovechando que no podía defenderme ni negarme.

—Aprovechas que estoy débil, porque de otra forma no permitiría que me cargaras— empecé a quejarme en el peor de los momentos, lo sé, pero no iba a permitir que mi dignidad quedara por los suelos.

—Te recuerdo que en este mismo instante estás a mi merced, así que hazme un favor y no te pongas tus moños. Más de una vez te he tenido entre mis brazos y aún no te he hecho nada— Frío y fría fue como me quedé con su respuesta. Claro, el campeón de los idiotas, ¿qué más se podía esperar?

—Eso no me consta, pues te recuerdo que he estado inconsciente en todas esas ocasiones— bufé, mientras él avanzaba conmigo en brazos.

—Ahora mismo no lo estás, y aún no te he hecho nada— refunfuñó acercándose a mi rostro más de lo convencional.

—Ya déjala en paz, ¿no ves que aún está débil?— intervino y regañó Gaia oportunamente. Por primera vez le agradecí en mi mente, puesto que Max volvió su mirada hacia ella, alejándose completamente de mi rostro.

—Entonces, tú... ¿puedes ver la mente de otras personas una vez que tengas contacto con su sangre?— preguntó Jeff, casi espantado, por enésima vez.

Estábamos todos en la oficina de Guerra. El colegio era un disturbio, pues todos se estaban instalando nuevamente, y los chicos aprovecharon para colarse a la oficina de Guerra junto a mí. Todos querían respuestas, y yo estaba cansada de ocultar esta situación. Por ello, hablé y les conté todo lo que había oído, soñado e incluso visto en mi mente durante todas las veces que me había desmayado.

—Esa es mi teoría. Aún no estoy completamente segura, pero tomando en cuenta todos los hechos y lo que vi, es lo más probable— expliqué.

—Tu teoría no es errónea del todo— Guerra, que había estado escuchando todo parado frente a la ventana de su oficina, observando el exterior con las manos en los bolsillos de su uniforme militar, finalmente comenzó a hablar—. Pero lo que no sabes es que si no te deshaces de ese vínculo, podrías perderte en los recuerdos de esa persona y no volver a tu cuerpo.

—¡¿Qué?!

—Pero si ella no es consciente ni controla ese vínculo, ¿cómo va a deshacerlo?— se apresuró a preguntar Gaia. Ella parecía aún más preocupada que yo.

—Momento, momento, ¡momento! Según mi perspectiva, el problema radica en el chico que viste en las escaleras, el de los ojos profundos. Ya saben, porque en estos días María Elisa había estado tranquila y estable— argumentó Mahelo, algo muy cierto.

—Bueno, la cosa es que el vínculo no está siendo manejado por María Elisa como debería ser. Al contrario, lo está dominando el otro chico, y cada vez que te encuentres con alguien importante o que sea parte de su vida, los recuerdos vendrán a ti como ráfagas, dejándote inconsciente—. Y qué tal si lo que en verdad está sucediendo es que él quiere comunicarse conmigo a través de sus recuerdos. Les conté todo lo que vi, a excepción de la última parte, la parte en la que vi a aquella mujer.

—¿Cómo me deshago de este vínculo?— pregunté, viendo fijamente su espalda.

—Existen dos formas, al menos, son las únicas que yo conozco— se detuvo para girarse hacia nosotros y fijó su mirada en mí—. La primera y más efectiva... es la muerte. La muerte rompe todo vínculo con un ser vivo, es decir, si el D.P muere, el vínculo se rompe. Y la segunda, menos segura para tu salud, es que lo encuentres y entres en contacto con un flujo de sangre aún mayor y la pruebes. De esta forma, su sangre entra en contacto contigo y sus recuerdos saldrán como desechos en tu menstruación, rompiendo así el vínculo—. Ok, esa última opción no me gustó, e hizo que hiciera una mueca. Era la opción más repugnante y asquerosa, incluso podía contagiarme de alguna enfermedad. Esa definitivamente era la opción que no iba a tomar en cuenta. Solo quedaba... la muerte.

—Asumo que María Elisa no va a querer probar el sabor de la sangre de un D.P— dedujo Mahelo.

—Y de ninguna otra persona, te lo aseguro— le aclaré.

—Entonces, solo nos queda una opción: tendremos que buscarlo... y matarlo— continuó Max, con firmeza en su voz, como si estuviera más que dispuesto a matarlo.

—Será muy difícil. Sea cual sea el método, tendrán que encontrarlo, y eso no les será fácil... pero tampoco imposible. Por lo que viste y me describiste, creo que ya encontré al D.P de la antigua generación que nos hacía falta— nos contó Guerra, tomando asiento frente a su escritorio.

—Sea claro.

—La cosa es que, cuando tenía su edad y estaba en sus zapatos, Sebas... dejó ir a cuatro chicos que eran parte de los D.P. Ellos le suplicaron que los dejara ir, lloraron y armaron todo un teatrito. Debo decir que eran unos excelentes actores, y hoy en día lo siguen siendo, o al menos lo es, el último que ha quedado con vida...

—¿Qué nos está tratando de decir?— preguntó Camila, intrigada.

—Que el último D.P de la última generación se encuentra más cerca de lo que imaginábamos— hizo otra pausa de suspenso y entrelazó sus dedos sobre su escritorio.

—¡Habla de una vez!— exigió Noah, exaltada.

—El último de los D.P de la antigua generación está en el Revolution School, y según mi investigación y tus aportaciones, es el inspector disciplinario.

—¡Guou!— soltaron los chicos.

—Ha estado tan cerca y tan lejos a la vez— soltó Gaia, sorprendida.

—Pero... ¿cómo logró llegar hasta allá?— pregunté sin más.

—Con sus dotes de actuación, probablemente. Marcela no lo hubiera contratado de saber quién era en realidad. Y según los recuerdos que lograste ver del D.P y el número de estudiantes de transferencia que hubo este año, esos chicos que son parte de los D.P de la nueva generación son ex estudiantes del Revolution School que vinieron aquí con el único propósito de acabar con la vida de los hijos de los ex compañeros de los D.P de la antigua generación.

—Pero eso es algo ilógico. ¿A ellos en qué les convendría asesinar a chicos que no les han hecho nada?— infirió Mahelo.

—Solo por complacer a cuatro psicópatas traumados— se apresuró a contestar Jeff, y nos limitamos a ignorar su comentario.

—O por sustancias, persuasión, dinero, venganza... algunos jóvenes piensan que la vida es un juego y que pueden disponer de la vida de los demás si esto significa algún beneficio para ellos...

—Y quizás... algunos entraron sin saber exactamente en lo que se metían, pero una vez dentro...

—No iban a poder salir con vida— concluyó Guerra por mí.

—Eso es horrible— comentó Camila, casi horrorizada.

—O puede ser un punto a nuestro favor— comentó Mahelo, pensativo.

—¿A qué te refieres?

—A que si algunos D.P están contra su voluntad y gritando auxilio interiormente, no dudarán ni un segundo en ayudarnos si logramos ponerlos de nuestra parte prometiéndoles salvarlos— dedujo inteligentemente.

—Bien, Navarro, tienes razón. Pero para ello, hay que hacer que el Revolution School venga al Discipline School, y creo tener el plan perfecto para ello— dijo Guerra con satisfacción.

—Sea cual sea ese plan, lo primero es deshacer el vínculo de María Elisa con ese D.P— intervino Gaia, y pude notar que estaba muy interesada en una respuesta, y más que eso, en ayudarme.

—Gaia tiene razón, tenemos que enfocarnos en lo más importante, y en este caso es romper el vínculo— concluyó Max, el segundo en la lista después de Gaia más interesado en ayudarme a deshacer el vínculo.

—Entonces está dicho, tenemos que matar a ese D.P— comentó Erick. Su comentario no me gustó, bueno, no al menos después de haber analizado toda la situación. ¿Qué tal si el D.P con el que

—Gaia tiene razón, tenemos que enfocarnos en lo más importante, y en este caso es en romper el vínculo— concluyo Max, el segundo en la lista después de Gaia más interesado en ayudarme a deshacer el vínculo

—Entonces esta dicho, tenemos que matar a ese D.P— comento Erick, pero su comentario no me gusto, bueno, no al menos después de haber analizado toda la situación, que tal sí el D.P con el que hice el vínculo es un chico que esta contra su voluntad en la organización, que tal sí lo que deseaba era contactarse conmigo a través de sus recuerdos para que lo ayude.

—No— me levante de golpe— nadie va a matar a nadie, no al menos hasta que se compruebe que el D.P con el que creé el vínculo esta por su libre voluntad dentro de la organización, no pienso cargar en mi conciencia con la muerte de alguien inocente. Permiso— rodeé el asiento en el que me encontraba y salí de la oficina, necesitaba alejarme, necesitaba pensar, pero sobre todo necesitaba estar sola.

***

Max

—Ella tiene razón, no podemos asesinar a alguien inocente. Debemos investigar... y ante todo, encontrar al D.P— comentó Camila, poniéndose de pie en cuanto María Elisa salió.

—Lo sé, y para ello pondré manos a la obra, iniciando por conseguir el nombre del chico que dice haber visto en las escaleras— añadió Guerra.

Camila asintió con la cabeza y anunció que iría junto con las chicas a buscar a María Elisa. Aunque ya podía caminar y estaba aparentemente mejor, temíamos que tuviera una recaída, por lo que Guerra encomendó no dejarla sola hasta deshacer el vínculo.

—¡Esperen!— me interpuse en su camino—. Iré yo. Si sufre una crisis, la llevaré rápidamente a la piscina; y si no, la llevaré a salvo al dormitorio.

—Sabes que no somos unas debiluchas, ¿verdad?— bufó Noah.

—Lo sé, pero no es cuestión de fuerza, sino de rapidez. Si se desmaya en la cafetería, sufrirán en las escaleras hasta poder llevarla a la piscina, ¿entienden?

—Ok, tú ganas— musitó Camila, cosa que agradecí. Hice un ademán de abrir la puerta, y Camila volvió a hablar—. ¿Al menos sabes dónde va cada vez que necesita pensar?

—No— volví mi mirada hacia ella con interés.

—Siempre que huye, se refugia en la azotea—. En... la azotea. No puede ser, me quedé estático y mi corazón empezó a latir muy rápido. O sea que, si María Elisa ha estado yendo a la azotea, cosa que ninguna otra chica en sus cinco sentidos hace... ella es... la chica cielo.

—Iré tras ella— me apresuré a contestar en cuanto Gaia tronó sus dedos frente a mí.

Cerré la puerta a mi espalda y me apresuré a llegar a la azotea, azotea a la que siempre solía ir cada vez que necesitaba estar solo... y en donde del otro lado de la pared siempre encontraba una voz que de alguna u otra forma me consolaba, me apoyaba y me hacía compañía. Lo que nunca imaginé es que la dueña de esa voz... fuera mi mayor dolor de cabeza, María Elisa Manovan Luna.

Llegué a las escaleras que llevaban a la azotea, pero esta vez no fui en la dirección que tomaba para ir al lado que me gustaba estar. Esta vez, tomé las escaleras que llevaban al otro lado de la pared, el lado en el que estaría ella...

Cada escalón hacía que mi corazón latiera más fuerte. Cuantos menos escalones quedaban, más empezaba a sentirlo en mi garganta. Quería comprobar que la chica cielo era ella... pero al mismo tiempo quería no saberlo.

La puerta roja estaba frente a mí, semiabierta. Solté todo el aire retenido en mis pulmones y me armé de valor para abrirla. Pero, como imaginarán, eso no fue suficiente. Así que me limité a empujar y abrir lentamente la puerta, y me encontré con... la espalda de ella. Estaba viendo el exterior y el viento removía su abundante cabello oscuro. Mi corazón se aceleró aún más al comprobar tal teoría y al sentir su mirada sobre mí... me estaba observando, notó mi presencia.

—¿Qué tanto me ves? Si tanto te gusto, puedo venderte una foto— soltó en cuanto me vio estático al lado de la puerta.

—¿Vender?— pregunté, tratando de centrarme.

—Claro, no pensarás observarme todo el día de manera gratuita, ¿o sí?— Sí, esa era María Elisa, mi chica cielo, mi compañera, mi casi amiga, y mi...

Bueno, eso es un secreto.

Evie

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