19. Sorpresa
Capítulo 19
Sorpresa
Gaia Remington
Una hermana. Una hermana. Una... hermana. ¡Tengo una hermana! Una que solía detestar y me detesta, pero... sigue siendo mi hermana, ¿no? Aún no tengo los resultados de los exámenes de ADN en las manos, solo cuento con la confesión de Camila estando borracha y la conversación que escuché entre Camila y María Elisa en las duchas. Pero bien dicen por ahí que los niños y los borrachos no mienten. Una hermana es algo que siempre quise, y de haber sabido que ella era mi hermana desde un principio, le habría soportado todo, incluso el hecho de que se viste terrible o el haber arruinado mi entrada triunfal. Yo podría enseñarle a vestirse, a caminar con gracia, incluso podría ayudarla a ser una Remington como mamá y como yo.
Habían pasado ya dos semanas desde que Camila descubrió las sucias intenciones de Erick. En un principio sentí algo de lástima por ella, pero me alegra ver cómo ha enfrentado la situación. Casi podría asegurar que ese cambio de estilo y personalidad se lo debe a mi querida posible hermanita, María Elisa.
—Gaia ¿Qué tanto les ves a esos salvajes? —preguntó Brenda, cruzándose de brazos frente a mí. Estábamos desayunando en la cafetería junto a Glenda, mientras que María Elisa, Camila, Noah y Mahelo estaban sentados, muy sonrientes, varias mesas al fondo. No podía evitar mirarlos y desear ser parte del grupo al que pertenece mi posible hermana, conocerla mejor, reír con ella en lugar de pelear. Todo parecía felicidad hasta que a su mesa llegó Erick, hecho una fiera, dando un fuerte golpe a la misma y poniendo sobre ella un papel o algo así.
—¿Qué significa esto? —cuestionó furioso. Y, por alguna razón, ese cuarteto se mantuvo tranquilo ante la pregunta.
—¿Eres ciego? Claramente es una hoja en la que confiesas tus verdaderos gustos —le dijo María Elisa.
—¿MIS VERDADEROS GUSTOS? ¡ESTÁS CHIFLADA! ¿POR QUÉ ME HACES ESTO? ¿POR QUÉ PEGASTE ESTAS ESTUPIDECES POR TODO EL COLEGIO?
—Pero, ¿por qué lo tomas así? Es una broma, solo una broma. Todo fue una broma. No tienes por qué tomarlo así... —Esto suena a venganza, y Camila, con su voz entre malévola y dulce, solo provocó más furia en Erick.
—¡Estás chiflada! Yo no soy gay. ¿Acaso no te quedó claro las veces que te besé?
—Más respeto, idiota. No querrás otra paliza, ¿o sí? —Mahelo se puso de pie bruscamente, amenazándolo—. No tienes por qué sentir vergüenza de tus verdaderos gustos. Todos han salido del clóset alguna vez, ¿no? —Eso provocó que todos en la cafetería empezaran a burlarse de Erick y que algunos chicos empezaran a chiflar.
—Esto no se va a quedar así, Camila —fue lo último que dijo Erick antes de salir hecho una furia de la cafetería, arrugando un papel entre sus manos.
—Pues...nada en particular, solo... solo pienso en que Camila superó bastante rápido el desplante que le hizo Erick —volví mi mirada hacia las chicas, mejor mentir a decir que observo a mi posible hermana. Brenda la detesta y Glenda, pues... es Glenda.
—Me parece sumamente bien lo que hizo Erick. Después de todo, se lo merecía por hacerse la mosquita muerta. La muy tonta creyó que Erick se quedaría a su lado, pero la vida le da a cada uno lo que se merece. Además, esa es la naturaleza de Erick. No esperaba menos de él, y aunque ella se muestre tranquila, estoy segura de que por dentro debe estar destrozada. Ahora solo espero ver caer a María Elisa para completar mi felicidad.
—¿A qué te refieres con ver caer a María Elisa?
—Relájate, cariño, espera y verás.
—¿Qué hiciste, Brenda? —mi mandíbula se tensó. Ella se llevó un pedazo de melón a la boca con el tenedor, encogiéndose de hombros.
—¿Glenda? —me giré hacia ella buscando respuestas.
—Yoo...
—Tú...
—No sé nada —bajó la mirada, nerviosa.
—Vamos, Gaia. María Elisa me ha estado robando a Max y se merece una lección por ello. Incluso arruinó tu ropa el primer día de clases e hizo que te sancionaran, ¿ya no lo recuerdas? Vamos, déjame obtener venganza —chilló Brenda.
—No. Dime, ¿qué hiciste? Sabes perfecto que lo de su relación con Max es totalmente falso. Max solo la utilizó para engañar a su madre, estoy segura. Lo conozco demasiado bien. Además, mis problemas con ella son eso, MIS PROBLEMAS.
—¿Por qué la defiendes tanto? ¿Eh? Tu amiga soy yo, no ella —me espetó.
—Brenda ordenó que le pusieran una cosa rara en la comida de María Elisa —confesó Glenda sin levantar la mirada.
—¿Fuiste capaz? —mi mirada se dirigió hacia María Elisa, quien estaba por llevarse a la boca un bocado de comida. La cuchara estaba en el aire.
En automático, me levanté y corrí hacia ella.
—¡No puedes comer esto! —dije, dándole un manotón a la cuchara, evitando que se la llevara a la boca.
—¿Qué te pasa? —bufó Noah. Solo vi cómo a María Elisa se le tensaba la mandíbula antes de levantarse bruscamente, dando un manotón a la mesa.
—¿Ahora tampoco vas a dejarme en paz cuando como?
—Yoo... —no sabía qué inventar, no podía decir la verdad o Brenda sería sancionada severamente.
—¿Tú qué? —intervino Mahelo—. ¿Estás celosa por mí, acaso? —levantó una ceja, divertido, haciendo que yo le frunciera el ceño. Más en ese instante, María Elisa empezó a ponerse roja y a tambalearse. ¿Se estaba mareando? Sí. Estaba mareada.
—¿María Elisa?
—¿Qué pasa, María?
—No nos asustes, ¿estás bien?
María Elisa se pasó los dedos sobre su sien y posó una mano sobre la mesa, intentando sostenerse.
—¿María Elisa? —dije, posando una de mis manos sobre su espalda, pero todo fue empeorando. A María Elisa se le empezó a dificultar la respiración; su cara estaba cada vez más roja y no supe qué hacer. Para ese entonces, ya estábamos rodeados de muchos chicos curiosos. Yo sostenía a María Elisa en mi regazo, desesperada y sin saber qué hacer. Mahelo ya había salido a la enfermería por ayuda.
—¡Hazte a un lado! —me espetó Noah irritada, me apartó de María Elisa, tomando mi lugar.
Los enfermeros llegaron y se la llevaron. Decían que presentaba síntomas de intoxicación y que necesitaba ser internada de inmediato. Mahelo se fue con ellos directo al hospital. Todo pasó súper rápido y, cuando me di cuenta, estaba en las puertas del colegio viendo la ambulancia alejarse. Me quedé paralizada, sin terminar de procesar lo que Brenda había causado por su odio y su obsesión enfermiza con Max.
—¿Qué le hiciste a María Elisa? —Max me tomó del brazo bruscamente, trayéndome a la realidad.
—Yo... yo no le hice nada, Max. No sería capaz de algo así.
—¿Qué pusiste en su comida? —cuestionó Mahelo, tomándome del brazo y girándome hacia él—. ¡Habla de una vez, maldita sea!
—¡Yo no hice nada malo! —chillé, en medio de ese par.
—¿Ah, no? Entonces, ¿por qué María Elisa terminó en el hospital? ¿eh? Responde —continuó Mahelo, sacudiéndome del brazo bruscamente.
—¡Déjala! Deja que se defienda —intervino Max.
—Bien. Vamos, adelante, defiéndete.
—No fui yo, ok. Recuerden que en este colegio existen asesinos en serie llamados Dark Players —me defendí, aun sabiendo que la asesina en serie podía ser a la que llamaba mi mejor amiga.
—Y si no fuiste tú, ¿por qué te levantaste y le diste un manotón a su comida? —Camila y Noah se unieron a la discusión, y claramente no venían en son de paz.
—Bien. Solo quería molestarla. No... no pensé que su comida tuviera algo.
—Qué pésima mentirosa eres —Mahelo negó con la cabeza.
—¿Por qué no nos facilitas las cosas y nos dices de una vez qué le diste?
—¡Que yo no le di nada! ¿Por qué no aceptan que no fui yo?
—PORQUE ERES LA ÚNICA QUE LA ODIA —me gritaron todos al mismo tiempo.
—Max, ¿estás seguro de que soy la única que la odia? —pregunté, entrecerrando los ojos en su dirección.
Max comenzó a pensar rápidamente, buscando una posible explicación. Y cuando por fin la encontró...
—Brenda —concluyo en voz baja antes de salir corriendo a buscarla. Mahelo no tardó en ir tras él.
—¿Brenda? —dijo Jeff, perplejo.
—¿Por qué traicionarías a tu mejor amiga? —preguntó Camila, sin procesar del todo la información.
—Ella solita se puso la soga al cuello; yo no tuve nada que ver. Brenda cometió un grave error; toda acción trae consigo una consecuencia, y Brenda tendrá que asumir las consecuencias de sus actos.
Más si a María Elisa le pasa algo, peor le irá si María Elisa resulta ser mi hermana. Con todo el dolor de mi corazón, haré que ella pague.
—Bien. Si es cierto que fue Brenda y no tú, haz algo para que Duque nos dé permiso de ir al hospital —propuso Noah.
—¿Crees que no pensé en eso? Será cuestión de diez minutos para que mi madre envíe un auto por mí. Duque no es un problema tratándose de mi familia.
—¡De verdad! Entonces llegaremos al hospital... con estilo —dijo Jeff, pasándose una mano por el cabello.
—¡Jeff!
—Perdón. Son momentos serios, mejor voy a avisarle a Erick.
—Sí, avísale, porque no va a ir —dije, cruzándome de brazos.
—Esperemos que a María Elisa no le pase nada malo. De lo contrario, voy a asesinar a tu amiguita —afirmó Noah, cruzando los brazos.
—No es necesario que me lo adviertas. Dudo mucho que su estabilidad emocional continúe bien después de que Max la insulte hasta el cansancio.
Camila, Noah, Jeff, Max, Mahelo y yo, por primera vez, estábamos en son de paz dentro del mismo auto. Camino al hospital, nadie pronunció palabra. Ni siquiera me molesté en preguntarle a Max sobre lo que le había dicho a Brenda; me debatía entre el lado de mi mejor amiga de la infancia y el de mi posible hermana.
***
María Elisa
¿Dónde estoy...? ¿Qué me pasa..? Me siento terrible... Apenas podía abrir los ojos, y cuando lo logré, apenas podía pronunciar palabras poco entendibles hasta que...
—María Elisa, ¿estás bien? —Escuche la voz de mi... ¿padre?
Lentamente empecé a abrir los ojos, y frente a mí había una sábana de hospital cubriendo la mitad de mi cuerpo. Max, Mahelo y Noah estaban al pie de la cama, mientras que Camila y Jeff estaban a mi izquierda, y a mi derecha, mi padre sostenía mi mano con una expresión de preocupación.
—Despertó.
—Ya era hora.
—¿Nos oyes, María Elisa?
—¿Cómo te sientes?
—Bien... ¿creo? —me aclaré la garganta—. ¿Qué haces aquí, papá? —dije, retirando mi mano de entre las suyas para acomodarme mejor en la cama.
—Eso no tienes ni que preguntármelo. Me avisaron del colegio, y vine lo más rápido que pude.
—Me gustaría saber quién se atrevió a hacerlo, cuando claramente di órdenes para que nadie le avisara... señor Manovan —dijo Guerra, cerrando la puerta de la habitación detrás de él, observando a mi padre de manera poco amigable.
—Guerra —dijo mi padre, girándose hacia él—. Como ya sabrás, ella es MI HIJA, y tengo todo el derecho del mundo de estar aquí.
—El Día de Padres también era TU HIJA, tenías todo el derecho de visitarla y, sin embargo... no lo hiciste.
Momentos de seria tensión, y yo seguía sin entender el porqué.
—Eso no es tu problema, y de la manera más amable te voy a pedir que te vayas y te lleves a tus alumnos. Mi hija no te necesita.
—Te equivocas, papá —intervine—. Si alguien se tiene que ir de aquí, ese eres tú. Ni Guerra ni mis amigos tienen por qué irse.
Mi padre se giró hacia mí para lanzarme una mirada fulminante, su mandíbula comenzaba a tensarse y una vena en su frente se pronunciaba, justo como se pone cuando se enoja.
—María Elisa, será mejor para ti si no opinas —me amenazó.
—No. Será mejor para ti si te largas en este instante —dijo Guerra, agarrando a mi padre por la camisa y arrastrándolo fuera de la habitación.
—¡Suéltame, no te atrevas... María Elisa, tú vas a...! —fueron las últimas palabras que escuché de mi padre antes de que Guerra lo sacara.
—No se sorprendan, yo ya estoy más que acostumbrada a su forma de ser, ya nada de lo que él diga me afecta —dije, viendo la expresión de susto y sorpresa que tenían todos en la habitación.
—Ok, tratemos de ignorar lo que pasó, y mejor dime, ¿cómo te sientes? —dijo Camila, sentándose a un lado de la cama.
—Bien, solo siento un poco de náuseas.
—Bueno, no es para menos, estos días casi no habías probado bocado —comentó Noah, acomodándose al otro costado de la cama.
—Y casi te envenenan... —soltó Jeff, a lo que todos se giraron y le lanzaron una mirada aniquilante.
—¿Qué? Ella iba a enterarse de todas formas —se defendió encogiéndose de hombres.
—¿Qué? ¿Gaia quiso matarme?
—No fue así... —intervinó Max.
—Entonces, ¿cómo fue? —quise saber, cruzándome de brazos.
—Fue Brenda. Ella quiso darte un susto.
—¿Matar a alguien es darle un susto?
—Estás viva, no exageres.
—De milagro.
—Tú apenas le habías dado una probada a tu comida, y lo que casi te mata de asfixia fueron unos cuantos granos de arroz atravesados en tu faringe —explicó Max, con una sonrisa poco agradable sin despegar los labios.
—JA —solté una carcajada amarga—. ¿Estás insinuando que casi muero porque no sé masticar bien?
—En gran parte, sí. También tenías algo de deshidratación por tu tonta pérdida de apetito —me espetó.
Eso era verdad; había perdido el apetito por pasarme el tiempo pensando en mi madre.
—Me siento gravemente herida. Yo no debería estar aquí, que me trasladen a terapia intensiva, me estoy muriendo, lo siento aquí en el estómago —chillé.
—¿En el estómago tienes el orgullo? —cuestionó Mahelo, burlón.
—Cállate. Me estoy muriendo, es serio —lo aniquilé con la mirada.
—Sabes, María Elisa, pensándolo bien, hay algo en lo que verdaderamente te pareces a... Gaia.
—¿En qué? —pregunté irritada.
—¿En qué? —se girarón las chicas hacia él.
—En lo dramática. Son tal para cual; no entiendo por qué, siendo almas gemelas, se llevan tan mal —dijo de brazos cruzados, irritándome aún más.
—Eres un completo idiota —dije, arrojándole la única almohada que tenía al alcance a la cara, porque de haber tenido otra cosa, le habría partido la cabeza en pedacitos.
—No del todo. —De la nada apareció Gaia en la puerta con un semblante serio y unos papeles en una de sus manos—. ¿Podrían dejarnos solas?
—No. No pueden, y yo no quiero hablar contigo, porque gracias a tu amiguita estoy aquí.
—Y al parecer ya estás bien. Además, es algo serio lo que tengo que decir; te interesa mucho, y no creo que quieras que ellos lo sepan —dijo señalando a los chicos, y eso cambió mi semblante por completo. ¿Qué tendría que decirme esta loca?
—Está bien, déjennos solas —dije, levantando una ceja.
—¿En serio? —quiso saber jeff, con los ojos muy abiertos.
—¿Por qué no? Después de todo, estamos en un hospital, el lugar perfecto para atender a un herido —le contesto Max con ironía, al tiempo que abría la puerta para todos. A Mahelo no le gustó mucho que él respondiera, pero al menos salió de la habitación sin rezongar, y eso clasifica como algo poco creíble, pero la relación de ese par no es algo importante para mí en estos momentos.
—Bien. Te escucho —dije, cruzándome de brazos en cuanto todos salieron.
—¿Sabes... o te imaginas lo que contienen estos papeles? —dijo, levantando y mostrándome los documentos entre sus manos.
—¿Tengo cara de adivina?.
—Bien. Te lo diré, estos son los resultados de una prueba de ADN.
Mis hombros se tensaron. No. Todo mi cuerpo se tenso.
—¿Qué me estás queriendo decir exactamente, Gaia? —mi expresión cambió por completo.
—¡Que lo sé todo! Sé que tú sabías que podía ser tu hermana, y aún así me seguías tratando de la patada. Sé que tú y Camila son las mejores amigas del mundo, tanto que hubieras preferido que ella fuera tu hermana y no yo. Sé que me detestas. Sé lo que has sufrido todo este tiempo al lado de tu padre, y sé que nos robaron mucho a las dos, y que todo ese tiempo no podrá recuperarse, porque tú y yo crecimos en mundos distintos —soltó Gaia, frustrada entre lágrimas.
Lo admito, eso me tomó por sorpresa. Yo tampoco terminaba de entender cómo supo lo de nuestra posible relación. El caso es que Gaia estaba mostrándome por primera vez su lado humano, un lado que nunca había visto en ella, y la verdad me daba algo de pena. Lo que yo menos me esperaba era que ella tuviera en sus manos los resultados de una prueba de ADN de la cual yo nunca tuve conocimiento.
—¡GAIA, CÁLMATE! Y dime de una vez, ¿en qué momento tomaste muestras para hacer esos exámenes? O... dime, ¿cuáles fueron los resultados? Tengo derecho a saberlo, ¿no?
—Tienes razón. Tienes mucho derecho. El mismo derecho que yo tenía de conocer tus sospechas, y más ahora que oficialmente eres mi hermana mayor —dijo con un tono de satisfacción horrible al entregarme los papeles para que yo misma leyera los resultados de mi karma. No lo podía creer. Ella y yo... yo y Gaia... Creo que ahora sí me va a dar algo... Encontré a mi mamá y a una fastidiosa hermana. No lo puedo creer. Desde que las sospechas surgieron, me la pasé guardando esperanza de que todo podía ser solo una simple suposición, y que Gaia no era mi hermana.
—Y ahora, ¿qué me dices? —cuestionó, secando sus mejillas con una mano.
—¿Yo? ¿Qué digo...? —mascullé, bajando lentamente los papeles hasta tocar las sábanas con mis manos y agarrarlas con fuerza—. Digo que... o alteraste estos resultados, o me estás jugando una broma muy amarga.
—¿Yo? Ja —sonrió de costado, algo ofendida—. ¿Y exactamente en qué me beneficiaría hacerte creer que eres mi hermana o hacerte una broma cuando ni siquiera somos amigas? ¿En qué, María Elisa? ¿En qué?
—Bueno, no lo sé, pero me niego a creer que tú y yo...
—¡Somos hermanas!
—No vuelvas a decir eso en voz alta.
—Lo siento mucho, pero no creo que tú y yo podamos ocultar esto por mucho tiempo —dijo, dando un par de pasos hacia atrás para abrir la puerta y dejar al descubierto al cuarteto de espías que estaban pegados a la puerta. Todos cayeron al suelo en cuanto Gaia abrió la puerta.
—Yo no pude evitarlo, ellos son incontrolables, y no podía gritarles en un hospital —se defendió Max, el único que quedó de pie, porque al parecer no estaba tan pegado a la puerta.
—A mi defensa puedo decir que... —dijo Jeff con la voz agitada, levantándose poco a poco— no le diré a nadie que son hermanas.
—¿Debería agradecerte? Porque tengo ganas de matarte en este instante —masculle estrangulándolo con la mirada—. ¿Y ustedes también? —desvié mi mirada hacia Noah y Camila.
—Somos inocentes —se defendieron.
—Los gritos de Gaia hicieron que estuviéramos alerta. Y atención, fue solo por precaución. No queríamos escuchar su... eh... entretenida confesión —se escusó Mahelo..
—Solo tengo una pregunta. ¿Comparten padre o madre? Porque ambas son físicamente diferentes... aunque tengo que reconocer que a las dos les falta la ferretería entera en la cabeza —soltó burlón el idiota de Mahelo.
—Compartimos el deseo de hacerte pedacitos en este instante —respondió Gaia.
—Sea como sea. Bien, lo saben y espero que también sepan guardar un secreto —exigí, ya más resignada al hecho de que Gaia es mi medio hermana y de que los chicos ya lo saben.
—Boca cerrada no entran moscas —dijo Jeff, haciendo un ademán con las manos de ponerse un cierre en la boca.
—Yo solo espero que esto sea para bien y ustedes dos se den una oportunidad como seres humanos que son y convivan, más ahora que saben que son...
—Ni lo menciones —lo corté—. Aún lo estoy digiriendo.
—Yo solo espero que no me guardes rencor. En serio, quiero que nos llevemos bien, que seamos amigas y dejar el pasado atrás...—confesó Gaia, a quien parecía hacerle ilución el asunto.
—No quieras correr cuando apenas empiezas a caminar, querida... tú y yo tenemos un gran campo de diferencia, ¿entiendes?
—Perfecto. Eso lo hará aún más interesante —dijo, con una sonrisa sin despegar los labios.
—Yo lo dudo —mascullé.
—Y yo pienso que es una locura. ¿Hermanas? ¿En serio? Es que todavía no lo supero —Jeff ladeó la cabeza.
—Yo quisiera que, más que superarlo, pudieran perdonar mis imprudencias y empezar de cero conmigo —se giró Gaia hacia las chicas.
—Y yo quisiera pensar que en serio se van a llevar bien. Apuesto veinte dólares a que su amistad no les dura más de una semana.
Aposto Mahelo, sacando un billete de su bolsillo.
—Yo apuesto treinta a que te vas a quedar sin muelas después de que María Elisa se levante —añadió Noah divertida.
Toda esta situación me estaba aturdiendo. No lo demostraba, pero la razón por la que no me exalté tanto con ellos ni con Gaia es porque otra vez me empezaba a sentir débil. Es lo mismo de siempre: la respiración, el pecho, la debilidad, y esta vez había algo más... una voz... una voz rondando en mi cabeza. No tuve más fuerzas y terminé...
—¡¿María Elisa?!...
—María Elisa...
Evie♡
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