13.Dudas
Capítulo 13
Dudas
María Elisa.
Por suerte, logré hacer que Guerra se quedara en silencio lanzándole una mirada entre desesperada de suplica silenciosa. El capto el mensaje y cambio el rumbo de lo que estaba por decir.
—Si lo que Remington dijo es cierto, entonces ustedes dos... tal vez sean buenas amigas. Tu padre se llevaba muy bien con la madre de Remington.
—Creo que le hace falta dormir, Guerra. La falta de sueño hace que empiece a tener alucinaciones.
Tomé aire y respiré profundo al salir ilesa de tal situación, pero eso no evitaba que yo llevara por dentro un dolor aún más grande que el que había sentido desde que perdí a mi madre, puesto que mi madre no solo me abandonó, sino que también tuvo otra hija y me cambió por ella. Tengo demasiadas cosas en la cabeza, entre en un trance del que no saldría muy fácilmente. Guerra lo notó y, justo por ello, sugirió que culmináramos con la reunión y que nos incorporáramos a clases para no levantar sospechas.
Gaia
Por fin de vuelta a casa... por fin volví a darme un baño de agua tibia, por fin volvía a tener entre mis manos el dulce olor de mis cremas y lociones. Por fin, Gaia Remington, la princesa del Discipline School, estaba de vuelta.
—Pero ¿dónde está Glenda? —hable conmigo misma al salir del baño en bata. —No seas tonta, Gaia, debe estar en clase. —me conteste a mí misma.
Por fin puedo retomar lo que dejé a la mitad, porque ahora estoy en mi territorio y María Elisa aún no me ha pagado lo que me debe. Con Glenda terminaré el trabajo muy pronto y así podré ser feliz el resto del año, pero... ¿y los D.P.? Estoy segura de que ellos no se meterían conmigo. María Elisa no es becada, así que no habrá problemas. Fingir que la soporto ya me está cansando. Necesito volver a ser yo misma.
Me puse el uniforme y salí de la habitación rumbo al salón de clases. Todos en los pasillos estaban súper impresionados al verme; algunos me saludaban, otros lanzaban uno que otro piropo, y lo admito, eso me hacía falta. Mover mi cabellera de un lado al otro y lucir hermosa para los demás es mi vocación.
Todo estaba perfecto hasta que me encontré frente a frente con quien había estado evitando durante todo el campamento. Sí, Mahelo. Traté de ignorarlo y pasar por su lado, pero él, ¡ugh! Es insoportable.
—¡Vaya chica! El baño te cambió hasta la nacionalidad. —comentó burlesco, con las manos en los bolsillos.
—¡Jum! —le sonreí sin despegar los labios. —Poco gracioso y muy molesto, piérdete. —Volqué los ojos y continué con mi camino.
—Pensé que tu veneno era más eficaz, pues sigo con vida. —¡Oh no! No había sacado el tema en todo este tiempo. Lo había estado evitando justo por esa razón. Es ahora cuando lamento tanto haberme dejado llevar por mis impulsos ese día y haberlo besado. Giré en mi propio eje y le lancé una mirada fulminante. Regresé hasta donde él estaba y le contesté irritada.
—¡Cállate! No vuelvas a mencionar eso.
—¿Y por qué? La que me besó fuiste tú, no yo —dijo en voz alta, muy relajado, haciendo que yo me pusiera muy nerviosa y le tapara la boca con mis manos.
—Tienes razón, yo te besé, pero ¿sabes qué? —dije acercándome a su oído—nunca volveré a hacerlo, porque besas pésimo —le dije para luego empujarlo y alejarlo de mí.
—Pero ¿cómo te atreves a...?— di en el ego. —Pensándolo bien, tienes razón, lo hice pésimo en aquella ocasión, pero... ¿sabes por qué? Porque en aquella ocasión yo no tomé la iniciativa. —Afirmo dando un paso hacia mí. De manera brusca pozo una mano en mi mejilla y la otra rodeando mi cintura, aprisionándome contra él para luego besarme sin que yo pudiera evitarlo. Traté de apartarlo forcejeando, pero él era más fuerte que yo. Sus manos me habían aprisionado y no tuve más opción que terminar cediendo ante su apasionado beso.
—¿Y no que nunca volverías a besarme? Mentirosa. —Con un tono burlesco me susurró al oído. Como respuesta, le di un empujón para zafarme de él.
—Eres, eres, eres un...—solté irritada, señalándolo con el dedo, pero no sabía qué decir exactamente y desvié la mirada para pensar.
—¿Qué soy? A ver, Gaia, ¿qué soy? Explícamelo, porque no entiendo, soy un...—dijo de brazos cruzados con un semblante burlesco, inclinándose hacia mí, pero el semblante le cambió totalmente al escuchar a alguien tras de mí.
—¿Qué está pasando aquí? —cuestionó Max con su voz atemorizante y fría, y la verdad, jamás había estado más contenta de oír su voz como lo estaba ahora.
—No es tu problema, sigue tu camino y no jodas. —Le contesto Mahelo enderezando su postura y cambiando bruscamente su carácter.
—Tampoco es el tuyo si le pregunto a ella. —La cosa empezaba a ponerse tensa, y yo me sentía como una pequeña princesa indefensa en medio de dos fieras a punto de atacarse.
—Ja.—Mahelo sonrió de costado.—Lo es, porque ella no va a responderte, ¿o sí?—dijo dirigiendo su mirada hacia mí con algo de malicia en ella. Sabía que yo no estaría orgullosa de propagar el hecho de que me había besado.
—Um...—me aclaré la garganta al sentir la mirada de Max sobre mí—yo...—estaba haciendo tiempo hasta poder encontrar una salida. Después de unos segundos de desesperación, ¡bingo! No es lo que esperaba, pero no tenía otra salida. Vi a María Elisa venir y no pude evitar correr para abalanzarme sobre ella, rodeando su cuello con mis brazos.
—Menos mal estás aquí, le estaba preguntando a Mahelo por ti, quería... quería...—otra vez sin palabras. Gaia piensa algo rápido, antes de que esta estúpida te tire al suelo de un solo golpe. —Darte un regalo, como símbolo de agradecimiento. ¡Sí, eso es! Quiero agradecerte por soportarme todo este tiempo. Sé que no he sido una buena persona contigo, pero quiero que eso cambie y que empecemos de cero. —A estas alturas, la cara de Max y Mahelo ya era épica. Max tenía los ojos abiertos como platos, pero Mahelo estaba reprimiendo una gran carcajada bajo la palma de una de sus manos. Él es tan irritante, pero eso no era lo que me dejaría sorprendida. En realidad, la expresión que más me sorprendió fue la de María Elisa. Ella no estaba fastidiada, no estaba irritada, tampoco asqueada, estaba seria, neutra, sin expresión. Incluso su mirada parecía perdida, no pronunció palabra ni siquiera para atacarme. Eso extrañamente me resulta preocupante, pero su cara no es mi problema. Mi problema es librarme de esta situación a como dé lugar, y no tuve que hacer más para ello, pues María Elisa avanzó como si no le hubiera importado lo que dije, y yo avancé junto a ella, aun rodeando su cuello con una mano. Al pasar por el costado de Max, sonreí angelicalmente, pero su mirada no estaba en mí, sino en ella. Supongo que él también notó que su reacción no fue la esperada. Después de dejar a ese par bien atrás, me separé de inmediato de la estúpida esa.
—Ni te emociones, es obvio que no hay regalo —le espete sacudiendo el brazo con el que la había abrazado con la palma de la mano contraria.
—No creas que tu existencia me emociona —dijo con total frialdad avanzando hacia el salón de clases.
¿Qué le pasa?
***
Camila
Conforme avanzaba el día, más confirmaba mis sospechas de que algo no estaba bien con María Elisa. Estaba muy callada, pasaba todo el tiempo viendo la nada, y eso no es para nada común en ella; ni siquiera nos prestaba atención.
—¡Hey! María Elisa, ¡MARÍA ELISA!—Mahelo tronaba los dedos frente a ella, tratando de traerla a tierra de nuevo.
—¿Qué?—contestó secamente.
—Les estaba contando a las chicas lo que pasó con Gaia hace un rato. ¿Qué te dijo después de que se fueron?—cuestionó Mahelo, entre emocionado y burlesco, dándole un mordisco a una papita frita.
—Nada interesante—volvió a contestar secamente—. Se me quitó el hambre. Ya me voy.—Se levantó y caminó directo hacia la salida de la cafetería.
—¿Qué le pasa?—cuestionó Mahelo.
—Parece que algo no anda bien.
—Eso creo, y es justo por eso que tú y yo vamos a investigar—dije, tomando la mano de Noah, arrastrándola hacia el pasillo.
—¿Y yo qué? ¡También quiero ir!—protestó Mahelo con la boca llena.
—¡No!
Seguimos el rastro de María Elisa hasta los dormitorios, y allí nos encontramos con algo inesperado.
—María Elisa, ¿estás llorando?. — Al segundo me arrepentí de lo dicho. Qué pregunta la nuestra ante lo evidente.
—¿Qué hacen aquí? Déjenme sola—dijo, ocultando su rostro en su perro de peluche azul, el que le había dejado su madre según me dijo un día.
—Ay, Mari—dije, acercándome a la cama en la que estaba recostada.
—No me digas Mari—me espeto entre sollozos.
—Está bien, no te alteres más —me acerqué a ella y pasé mi mano sobre su cabello—. Mejor cuéntanos qué te sucede.
—Tiene que ser grave el asunto; de otra manera no entiendo por qué estás así —dijo Noah lo más suave que pudo.
Nada de lo que decíamos calmaba o hacía hablar a María Elisa. Ella solo se limitó a llorar en silencio y a no pronunciar palabra hasta que pronto secó sus lágrimas bruscamente y se levantó de golpe.
—¿Qué estás haciendo?—quiso saber Noah al verla furiosa tratando de estrangular al perro de peluche.
—Esto es de ella, y como ella no me quiso, tampoco tengo por qué querer a esta cosa—María Elisa, muy alterada, tiró al perro a la basura.
—Eso es de tu madre ¿Por qué lo desechas?—cuestioné.
—Porque hubiera preferido que muriera durante el parto a saber que me tuvo y luego me abandonó. Muerta hubiera sido la madre perfecta —dijo, demasiado alterada, caminando desesperada por la habitación.
—No digas esas cosas; no sabes lo que estas diciendo —intervino Noah, alterada.
—¿Y tú sí? —contestó ella.
—Sí, yo sí, porque perdí a mi madre el día en que nací, y te aseguro que cada cumpleaños ha sido una tortura para mí, porque el día en que yo vine a este mundo ella se fue. He vivido con esa culpa todos estos años. No sabes lo horrible que es saber que mi madre murió por traerme a mí a este mundo. Y eso no es todo, mi padre quedó desolado, creyendo que me hacía falta una madre, y por eso se volvió a casar, pero con una mujer despiadada que nunca lo quiso. Lo único que ella ama es el dinero. El amor que él sentía por mi madre nunca desapareció y ese amor lo llevó a la tumba. Me quedé sola, María Elisa. Mi madrastra me odia, y desde que murió mi padre no ha hecho otra cosa que convertir mi vida en un maldito martirio, recordándome día a día que yo soy la única culpable de la muerte de mis padres. Y es por eso que te digo que no digas estupideces.
Las fuertes declaraciones de Noah nos dejaron heladas a María Elisa y a mí. Noah tenía los ojos rojos, a punto de llorar. María Elisa tenía la cara llovida. ¿Y qué cara se supone que tendría que poner yo en esta situación? Estaba paralizada; ya no sé ni a quién consolar. Tal vez debería unirme al club de las confesiones.
—Es cierto, no debemos decir estupideces. A mí, contrario a ustedes, mi madre me ama como a nadie. Me cuida y me ha protegido en todo momento, pero mi padre se fue al extranjero en cuanto nací. Yo pensaba que era por negocios, pero mi madre me confesó antes de venir aquí que lo hizo porque —mi voz empezó a temblar— él no quería una hija. Él esperaba un varón como primogénito, y como mi madre tuvo que pasar por muchos tratamientos para poder tenerme, él la abandonó en cuanto supo que yo venía en camino. Nunca me ha querido del todo ni ha estado conmigo en momentos importantes, y me envió aquí con el único propósito de que encuentre un buen futuro marido. —No pude más y solté el llanto.
—Cami —dijeron, y se sentaron junto a mí en el borde de la cama. Las tres terminamos abrazadas y sumergidas en llanto.
—Mi caso es más complicado. Yo...—María Elisa empezó a hablar —yo creo que mi madre es la madre de...—Para este momento, ya estábamos secando nuestras lágrimas y escuchándola con mucho interés —Gaia.
—¡¿Qué?!
—¿Pero por qué creerías algo así?
—Yo tengo pruebas y un testigo.
Segundos después empezó a relatarnos cómo Guerra le había contado sobre su madre, la katana, la mujer en el cuadro, y su posible relación con Gaia.
—Hace poco que sé de esto y ya siento que mi vida entera se viene abajo, porque siempre guardé la maldita ilusión de encontrar a mi mamá. Soñaba que ella me explicaría todo y que viviría con ella, pero ahora, con Gaia, eso solo se convierte en una pesadilla.
—¡Guau!—Noah y yo nos quedamos sin palabras y con los ojos muy abiertos.
—Nuestras historias son muy diferentes, pero de todas, la mía sería la más ridícula. Al menos yo tengo a mi madre y, aun así, me quejo.
—Camila, no es cuestión de quién tiene la vida más ridícula. Es que simplemente nuestras vidas no son como las esperábamos o como las creíamos —dijo María Elisa, más calmada.
—¿Y qué has pensado sobre tu relación con ya sabes quién? ¿Qué piensas hacer al respecto?—quiso saber Noah.
—No lo sé. Puedo conocer a mi madre o puedo olvidarme de ella de una vez. Ahora que sé todo esto, solo quisiera que Duque me expulse para no tener que ver más la cara de la Barbie contemporánea, ahora más que nunca verla me irrita.
—No tienes que hacer eso. Tu lugar es aquí con nosotras. Tú eres fuerte y sabrás sobrellevar esta situación. Gaia y tú son totalmente diferentes, no se parecen en nada. Piénsalo con más cuidado—le recomendé, intentando confortarla posando una mano sobre su hombro.
—Piensa bien toda esta situación María Elisa. Recuerda que alguien pudo haberse equivocado: o Gaia con la mujer en el cuadro o Guerra contigo. Tal vez no seas nada de Gaia —añadió Noah.
—Pero está la katana y su conexión conmigo. Desde que Guerra me la entregó, sueño todas las noches con el llanto de un bebé y la furia de una mujer portando la katana, diciendo justicia.
—Entonces concluyes que la mujer en el cuadro es tu madre, pero ¿estás segura de que es la madre de Gaia?—infirió Noah, dejándonos a ambas pensando.
—¡Bingo!—dije, dando un respingo y poniéndome de pie—. La única forma de aclarar esto es que esa mujer te vea frente a frente. Si verdaderamente te pareces tanto a ella y sabe que tiene otra hija, al verte, mínimo perderá el color o puede ponerse nerviosa. Y para eso no tendremos que esperar mucho, pues la otra semana es la semana de padres e hijos y estoy segura de que esa mujer vendrá a ver a Gaia.
María Elisa se lo pensó unos segundos, mordió su labio inferior, se levanto de la cama y saco el perro del bote de basura.
—Entonces esperaremos hasta ese día.
—Estaremos contigo, porque juntas somos más fuertes —Noah le dio un abrazo lateralmente, abrazo al que me uní segundos después.
***
Max
—Están muy mal equipados —afirmo Guerra, observándonos con decepción desde la cabecera de la mesa. Nos había citado por la noche en lo que ahora llamaríamos la sala de reuniones, para nuestra primera misión. Todos llevábamos la cara descubierta y un uniforme y botas similar a los militares (los mismos que nos habían dado en el campamento).
—¿Y qué se supone que utilicemos, ropa de marca? —chistó Noah.
—Es cierto, esto es lo único que tenemos para pasar desapercibidos, y más durante la noche. Aunque a mí no me caería nada mal un cambio de ropa —añadió Gaia.
—Están muy mal, porque los Dark Players suelen usar ese mismo uniforme, claro, en un color más oscuro y algo para cubrirse la cara, ya sea un pañuelo o una mascara. Francamente pensé que serían más creativos con sus atuendos.
—Estamos empezando, es normal que no seamos tan profesionales —nos defendí.
—Se supone que usted, que ya sabe de esto, debía habernos dicho algo al respecto, ¿no? —añadió María Elisa de brazos cruzados.
—Bueno, bueno, no escandalicen. Para iniciar, está bien, pero ahora que lo saben, en cuanto puedan, cambien su atuendo. En mis tiempos —hizo énfasis casi orgulloso— nosotros utilizábamos el uniforme de esgrima y nos iba muy bien, en especial a la señorita que portaba la katana. A ella le lucía el atuendo más que a ninguno.
—Si esa señorita era mi madre, ¿por qué yo no tengo la katana y ella estas cosas? —y el ambiente empezó a ponerse tenso.
—Porque yo soy mucho más capaz que tú —dijo María Elisa.
—Creo que se acabó el acuerdo de paz —susurró Jeff a mi oído.
—Hum, hum —Guerra se aclaró la garganta fuertemente—. Tienen una hora para encontrar el centro de reuniones de los Dark Players. Pensamos que esta noche harán algo, puesto que en este horario Duque se reúne con todos nosotros para hablar sobre la situación del colegio. Los pocos guardias que no asisten vigilan el exterior, pero dentro del colegio no queda ninguno, dejando paso libre para ellos. Pero lo que ellos no se esperan es que ustedes estarán esperándolos. Entrarán siempre por mi oficina y se cambiarán arriba en la casa de Sebastián, luego saldrán tratando de no ser vistos. Recuerden que esto solo lo sabemos ustedes, yo y dos de mis subordinados, quienes les despejarán el área para que se infiltren en el colegio sin problema. Una vez dentro, la misión depende de ustedes. Terminada la reunión, los guardias regresarán a sus puestos y ustedes volverán a recorrer el mismo camino hasta salir de mi oficina con el uniforme del colegio. Es la primera misión y considero que lo harán bien.
Eso cambió el rumbo de las cosas.
—Trataremos de hacerlo de la mejor manera —le asegure observándolo con seguridad.
—Estos son pequeños regalitos que les serán útiles en caso de emergencia, y de no ser utilizados deberán dejarlos aquí hasta la siguiente misión. ¡Entendido! —dijo Guerra, levantando una tela blanca que cubría algunos artefactos sobre la mesa.
—Estas no suelen ser utilizadas dentro del colegio; pondrían en alerta a cualquiera, pero con estos silenciadores les serán de ayuda. Solo úsenlas en caso de ser necesario, mi hermana me dijo que les enseño a usarlas —dijo, deslizando hacia Erick, Mahelo, Jeff y a mí una pistola con su respectivo silenciador. Los tres las tomamos y las enfundamos a un costado en nuestro cinturón.
—Fiiiu —Jeff dio un chiflido observando el arma, al igual que Mahelo.
—Ahora entiendo por qué Miss Guerra nos dio palos de escoba en el campamento —dijo Erick.
—Sin duda, Guerra ya nos tenía preparadas estas sorpresitas —dijo Mahelo.
—Para ustedes —dijo, deslizando algo hacia las chicas.
—¿Gas lacrimógeno? —dijo María Elisa.
—¿Gas pimienta? —dijo Gaia, causando que ambas se lanzaran una mirada queriendo estrangular a la otra.
—¿Un espejo? —escuche decir a Camila
—¿Lapiceros con láser de juguete? —dijo Noah, tomando uno entre sus manos.
—Todas tienen razón. Gas pimienta, gas lacrimógeno y, bueno, aunque eso les parezca un juguete o un implemento de belleza en su momento sé que sabrán utilizarlos —explicó Guerra. Todos tomamos un ejemplar de aquellas herramientas, y adicionalmente nos dio una daga a cada uno.
—Todo esto permanecerá aquí cuando sus misiones terminen, pero mientras los utilicen, prometan que lo harán por la justicia, por defender la vida de sus compañeros, y con mucha responsabilidad. ¡Confío en ustedes, chicos! —dicho esto, nos dio por último un pañuelo a cada uno para ocultar nuestro rostro, y tiró de una cuerda para dejar caer una escalera en una pequeña esquina, escalera que nos llevaría a nuestra primera misión. Y yo comenzaría la búsqueda de la verdad, seguiría los pasos de mi padre y destruiría a los Dark Players.
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