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1. Primer encuentro

Capítulo 1

Sí el mundo fuese un lugar seguro, no existirían personas rotas por dentro, ni seres sin sentimientos.

Un nuevo año escolar, un nuevo colegio, y una nueva travesía. El Revolution School apenas pudo conmigo, así que dudo que el Discipline School pueda retenerme por mucho. Ya me han expulsado de tres internados, uno más no sería problema.

La afluencia de estudiantes me resultaba poco agradable, el perfume se mesclaba con el sudor y el aire acondicionado del lugar. No me gustaba mezclarme con los demás, tampoco me gustaba destacar, solo me gustaba ser yo misma, serme leal a mí misma, y ya, por eso en medio de un monto de hijos de papi y mami, vistiendo conjuntos finos de las marcas más caras del mundo, estaba yo, con mis gafas de sol oscuras y mis clásicos baqueros con una camiseta básica color roja, una chaqueta jean con estampados de RBD, mi banda favorita. No me importaba parecer un fenómeno, ni la rarita a la que nadie le habla por miedo a recibir un putaso en la cara, y es que ¿quién se atrevería a hablarme sí raramente dejo de hacer mohines y muecas de fastidio hacia todos?

—Señorita, debe acercarse al área norte, allí encontrara el edificio de los dormitorios, en el primer piso encontrara la nómina con nombres, allí conocerá a que cuarto ha sido designada— la extraña mujer que segundos antes se había presentado como secretaría del del área de admisión del colegio, termino su extenso discurso de bienvenida hacia mi padre, para luego dirigirse a mí con una sonrisa.

Mi padre estrecho su mano, y agradeció en mi nombre la indicación, no sin antes fulminarme con la mirada. Notoriamente estaba aquí contra mi voluntad, y de lo que menos ganas tenía era fingir todo lo contrario y hacer vida social con la funcionaria, aunque siendo sincera, nunca me ha gustado hacerlo, las pocas amistades que he tenido las he ido perdiendo a lo largo de mi vida, ya sea por la distancia, por el descuido, o que se yo, dejo de verlos, perdemos contacto y cada quien a su mundo de mierda.

—Descuide señor Manovan, nuestra especialidad, es la disciplina— la mujer me hecho una mirada que dictaba una extraña satisfacción. Esta muy pero muy mal de la cabeza sí cree que va a poder conmigo.

Volque los ojos y sin despedirme o dar el clásico agradecimiento por las indicaciones antes de salir, me dispuse a encajar mi bolso sobre mi hombro y caminar por el pasillo, a dónde sea que no tuviera que respirar el maldito aire de la hipocresía emanado tanto por mi padre como por la funcionaria esa. El primero solo quería deshacerse de mi y la segunda solo quería el dinero que mi estancia aquí le traería a su amado colegio, el cual por cierto no se cansó de alabar.

—¿Qué diablos te pasa María Elisa? — el brusco agarre de mi padre sobre mi codo me detuvo. Él nunca se media en fuerza, me lastimaba, y sí no fuese porque estamos a mitad de un pasillo público podría hasta quebrarme el brazo. Gracias a Dios un par de padres pasaron por el pasillo y se vio obligado a disimular y soltarme — Te dije que te comportaras, al menos hasta que yo me fuera— me espeto con furia, pero con un tono de voz bajo, asegurándose de que nadie lo oyera.

—Y eso hice padre, no abrí la boca en ningún momento— me defendí frotándome disimuladamente el codo. Dolía, diablos cómo dolía.

—No te hagas la chistosita conmigo. Solo espero que aquí te endereces, pague una suma bastante considerable para que soporten y castiguen cada una de tus indisciplinas, escapar de aquí no te será fácil, e incluso sí llegaras a hacerlo, recuerda que tengo contactos hasta en los barrios más despreciables del país, no me interesa que seas mi hija, una llamada mía y estarás de vuelta en la casa, y cuando lo hagas, voy dejarte morada la espalda de los golpes que voy darte por desobediente, así que sí te tienes un poquito de estima más te vale quedarte aquí adentro, porque no pienso gastar ni un centavo más en ti ¿me entendiste?— otra vez me estaba presionando con fuerza el codo, su mirada estaba clavada en mi cabellera, y yo tenía los labios fuertemente apretados para evitar gemir del dolor. Me limité a asentir con la cabeza cuando el dolor llego al punto más insoportable.

—Bien, así me gusta— me soltó con brusquedad, dio un par de palmadas sobre mi cabeza como sí de una mascota se tratase. Tal vez eso era para él, una mascota, un parasito, un parasito horrible al que siempre a odiado y mantenido lo más alejado posible de él.

Bajamos por el ascensor sin pronunciar palabra, el en su celular y yo enfocada en suprimir mi rabia mordiendo mi labio inferior. Cuando el ascensor se abrió salió rápidamente a pasos largos mientras llevaba el celular a su oreja.

—Ben, compra un boleto para mi también. Si, ya me ocupe del paquete, desde ahora soy un hombre totalmente libre.

Paquete, bulto, mejor sinónimo de mí no pudo haber encontrado.

Me quede estática afuera del ascensor al tiempo que lo veía alejarse mientras hablaba a través del celular. Mi codo ardía, bajé la mirada hacia mi brazo subí la manga de la chaqueta con cuidado y encontré un color cobrizo marcado justo dónde él había ejercido presión, una marca más para mi cuerpo.

Excelente.

No podía esperar menos de mi padre. Él jamás ha soportado mi presencia por más de un fin de semana, siempre me internaba en campamentos de verano o contrataba a alguien con suficientes agallas como para soportarme, y cómo personas así eran prácticamente escasas en el mundo prefería hacer lo primero: internarme.

El bullicio se hizo más fuerte con forme más padres acompañados de sus engreídos hijos entraban a través de las puertas de vidrió, misma que yo tendría que atravesar para ir en busca de los dichosos dormitorios, pero de seguro allí habría ya otro par de insoportables niñas ricas, hidratándose la piel y hablando de las excentricidades en las que gastan el dinero de sus padres. Bufé al recordar a mis antiguas compañeras de cuarto en el Revolution School, sí me encontraba con otras así de egocéntricas y engreídas iba a saltar por la primer ventana que tuviera a la vista, o aún mejor iba a lanzarlas a ellas.

Como ya era costumbre en mí, todos se me quedaban mirando con una mueca al verme pasar por su lado, o al menos los que no tenían que hacer, porque la mayoría estaba o chillando de la emoción por alguna estupidez o grabando videos en grupo o solitario para sus redes sociales. Que novedad. Por un lado que mantuvieran la mirada clavada en la pantalla de sus celulares era mejor para mi, así me evitaba la molestia de levantar mi mano y sacar mi dedo medio hacia ellos.

El Discipline School era un sueño para muchos, y una cárcel para mi. Sí, es un colegio extremadamente grande, pero no tan grande como para alejarme de la masa de estudiantes y escabullirme a un lugar en dónde pudiera...o tal vez sí.

Sí existe un lugar al que absolutamente ningún estudiante de un colegio de niños ricos iría ese es la azotea, al menos que quisieran fumar algo prohibido claro, pero con lo estricto que es este colegio dudo que logren meter algo de eso.

No me deje llevar por la vaga posibilidad de que alguien más ya estuviese disfrutando de la tranquilidad de la azotea, al contrario, me deje llevar por mi necesidad de estar sola y alejarme de todos estos imbéciles. Para esto, tuve que volver a tomar el ascensor, y subir hasta el último piso, subir un par de escaleras, hasta llegar a un puerta de aluminio color roja, la abrí sin dificultad y el aire puro choco con mi rostro. Eso era lo que necesitaba, sentir la libertad y la tranquilidad que me transmitía la soledad, mi soledad, sin nadie alrededor, como toda mi vida. Subí mis gafas, acomodándolas sobre mi oscuro cabello, tenía algunos mechones color violeta gracias a mi fascinación por llevarle la contraria a mi padre y por emborracharme con unas chicas en el campamento, era la despedida, no recuerdo muy bien lo que paso esa noche, pero al otro día mi cabello ya estaba así, y no voy a mentir me lo deje porque el resultado me gusto mucho.

La azotea estaba llena de cajas viejas y algunos materiales que supongo reciclarían algún día, sin embargo, gracias a Dios no había nadie, solo éramos un par de cosas viejas y yo, ¡Ah! Y una extraña pared blanca como de cuatro metros de altura que la dividía en dos. La pintura de la pared estaba algo vieja y corroída, incluso había algunos garabatos pintados con aerosol negro, seguro que es obra de algún malote que viene a fumar de vez en cuando, o tal vez ya se graduó, ¿a quién le importa realmente?

Pateé un par de cajas para abrirme paso y llegar al barandal, desde aquí tenía una vista panorámica del colegio, lujosos carros entrando y saliendo del lugar, hijos de papi y mami tomándose fotos y grabando estúpidos videos, presumiendo que eran capases de pagar la matrícula y estudiar en la cárcel más lujosa del país.

—¡Imbéciles! — un gruñido salió de mi garganta. No los envidiaba para nada, pero su personalidad chocaba mucho con la mía. ¿Qué sacaban con hacer videítos estúpidos simulando cantar canciones?

El viento seguía soplando con fuerza, me removió el cabello, y me ayudo a relajarme al tiempo que el dolor en mi codo menoraba. En mi cuerpo tenía muchas marcas, en especial en la espalda y mis muslos, ninguna dolía ya, se habían quedado allí como sombras, porque nunca fueron tratadas, porque siempre el dolor era removido. Mi padre era alguien respetable frente a los demás, frente al ojo público era el padre ejemplar que hacía el mayor de los esfuerzos por darle todo a su hija, después de que su esposa lo abandonara, lo cual obviamente solo era una pantalla, un teatro muy bien montado por él, detrás del telón cuando nadie veía, era violento, tosco y hasta cierto punto inhumano. Constantemente me culpaba del abandono de mi madre, siempre encontraba la forma de hacerme sentir como el peor ser humano del mundo, debo admitir que cuando aún era una niña lloraba como magdalena asumiendo la culpa, dejaba que lograra su objetivo le mostraba mi debilidad, lo dejaba humillarme, y aunque ahora las cosas no han cambiado mucho, aún me culpa, me golpea y me humilla, pero ya no dejo que me vea llorar, ni a él ni a nadie le permito ver mi fragilidad, nunca, quizá sea por eso que me gusta mantener a todos a raya.

Admito que la vista y la tranquilidad de la azotea me resultaban confortables, pero el sol estaba en su punto más alto, y lo menos que quería era desmayarme aquí arriba por insolación y que llamaran a mi padre por mi desaparición. Baje nuevamente dónde la multitud de estudiantes se movía de un lado a otro entre risas y bromas que para mí resultaban irritantes. La adolescencia es la mejor etapa de la vida había escuchado por allí pero para mi, pero desde mi perspectiva, es solo la etapa en dónde muchos cometen errores de los cuales más adelante se arrepienten, yo soy el vivo ejemplo de eso, soy el error del que mi madre decidió huir y mi padre más se arrepiente.

El área norte estaba pasando la zona de las piscinas y un gran campo con carritos de golf, justo lo que necesitaba para ahorrarme la caminata. Tome uno del pequeño aparcamiento, y lo puse en marcha, no me moleste en mirar a ninguno de los idiotas que se me quedaron viendo cuando tome el carrito.

***

La nómina era bastante grande, y encontrar mi nombre sería algo tedioso entre un mar de nombres. El guardia encargado del edificio, puso mi bolso al revés asegurándose de que no llevara nada indebido al dormitorio, como sí en la entrada principal ya no lo hubieran hecho, en su cara se veía que llevaba años en ese puesto lo que la había vuelto vieja y amargada.

Por suerte el primer piso no estaba tan concurrido como todo el colegio, probablemente la mayoría de las niñas de papi aún no llegaban a dejar sus cosas, o por el contrario contrataron a alguien para que les evitara la molestia.

—Entre la R y la T ¿Cuántas letras hay? — le pregunto una chica a otra mientras observaban la nómina con interés, buscando su nombre probablemente.

—Solo una Lili— le contesto la otra chica entre dientes.

Ambas cargaban sus maletas con ellas, lo que significa que tal vez...tal vez pertenecían al reducido grupo de becados del Discipline School. Apenas y les heche una mirada con el rabillo del ojo, ambas eran unos centímetros más bajitas que yo.

Manovan Luna María Elisa piso 2 room 22

Encontré finalmente mi nombre en la nómina, y roge que allí no hubiera nadie, al menos no aún. La mayoría de las chicas aún estaban disfrutando de un reencuentro en otras partes del colegio, ya sea entre parejas o viejos amigos, o lo que sea, verdaderamente ¿a quién le importa? Lo único que me interesa es seguir disfrutando de mi paz y soledad por unos minutos más.

La habitación en sí era enorme, y bueno no se podría esperar menos tratándose del Discipline School. La luz solar se colaba a través de las dos enormes ventanas cuyas cortinas color azul cielo estaban corridas hacia un lado. Las paredes estaban pintadas entre color turquesa pastel y blanco. Tres camas estaban dispersas y perfectamente tendidas con sabanas color verde neon y blanco, justo del mismo color del maldito uniforme que tendría que usar mañana. Pase al lado del pequeño juego de muebles color blanco que estaba ubicado un par de pasos a la derecha de la puerta, y deje caer en uno de ellos mi bolso. Bueno, al parecer soy la única aquí, al menos por ahora, lo que me daría la ventaja de elegir mi cama. No me gusta mucho la oscuridad, pero tampoco me gusta que el sol me golpeara el rostro al despertar, eso era muy molesto, así que me quede con la cama que estaba frente a las otras dos, ubicada justo en el centro, ni muy lejos ni muy cerca de las ventanas. A la cabecera de la cama había una repisa para ordenar libros o incluso pegar algún poster, seguramente allí pondría uno muy bonito de RBD, y algún libro aburrido de la clase de literatura o historia que tendría que leer después como tarea. Al lado izquierdo estaba una mesita de noche color madera con una pequeña lampara. Los closets estaban todos juntos en una hilera frente a el juego de muebles, cada uno tenía un espejo de cuerpo entero para su dueña, y finalmente al lado de todos ellos, estaba una puerta color blanca la que supongo conducía al baño. No me moleste en pasearme por toda la habitación ni curiosear en el estante de libros que yacía en una esquina junto al juego de muebles, mucho menos me moleste en desempacar, lo único que quería era ganar la cama de mi preferencia y ya la tenía.

Cómoda, y confortable. Era lo único que necesitaba para tomar un respiro y procesar analítica y cuidadosamente lo que haría para irme de aquí, pero también evitar que mi padre me destroce la espalda a golpes con algún cable o cualquier cosa que tenga a la mano, no quería estar aquí, no quería convivir con niños ricos y soportar sus irritantes personalidades, pero tampoco quería convivir con papá escuchar sus constantes quejas, y hacerme pequeñísima, o reprimir mis palabras solo para evitar ser golpeada por él.

Algo se me ocurriría, algo tenía que ocurrírseme...

De repente la puerta se abrió y un par de pasos se escucharon seguidos de unas voces algo familiares.

—No te asustes de seguro son chicas muy amigables. ¡Oh! — se detuvo la castaña al verme tumbada sobre la cama, yo apenas y levante la cabeza para dirigirle una mirada— Hola, soy Camila, y ella es Lili— entrecerró sus ojos hacia mi— creo que nos vimos abajo ¿no? — se apresuró a presentarse antes de dar un par de pasos hacia mí. En efecto la había visto abajo mientras revisaba la nómina, Camila. Una chica de un metro cincuentaicinco como mínimo, castaña, piel algo bronceada y de sonrisa grande, casi angelical, usaba unos baqueros y un jersey negro, para nada parecía pertenecer al estereotipo de niña rica que vi en el área de admisión y en los jardines, incluso la chica con lestes a su lado, de su misma estatura pero de cabello cobrizo, con pecas y un par de trenzas bajas se veía ansiosa, ni pretenciosa ni vanidosa. Con suerte y me habían tocado compañeras de cuarto becadas.

—Hola— les devolví el saludo incorporándome sobre la cama— así es, no pensé que terminaríamos siendo compañeras de cuarto— con pesadas abandone la cama por completo y me acerque a ellas para extenderles la mano — María Elisa— Camila tomo mi mano, acto seguido lo hizo Lili, y al hacerlo pude notar que sus manos estaban bastante sudadas — Vaya, sí que sudas ¿estás nerviosa por algo en particular, o es algo normal en ti?— quise saber enarcando una ceja, al tiempo que pasaba mi mano por mi pantalón.

—He, lo...lo-lo-siento mucho, es que estoy muy nerviosa, tú eres muy bonita y agradable y yo— tomo una de sus trenzas entre sus manos, bajo la mirada con nerviosismo, fruncí el entrecejo.

—Esta nerviosa porque hicimos un viaje largo hasta aquí y no ha tenido tiempo de arreglarse, súmale a eso que el parasito de su novio estudia aquí y aún no lo ha visto al igual que sus compañeras de cuarto— me explico Camila encojiendose de hombros y se dirigió hacia la cama que estaba junto a la ventana.

—No le digas paracito— le espeto Lili, Camila a cambio solo le saco el dedo de en medio. Bien esta chica tiene espíritu, tal vez nos llevemos bien.

—¿Está ocupada? — Camila se dirigió hacia mi señalando la cama junto a la ventana. Yo negué con la cabeza.

—¿Entonces ella no dormirá aquí? — quise saber señalando a Lili.

—Por supuesto que no, si así fuera ya se abría lanzado hacia el cuarto de baño te lo aseguro.

—Pero si la chica de aquí no se presenta— se sentó en la cama que aún no tenía dueña— yo podría dormir aquí ¿se lo imaginan?

—No, ni lo imagino, ni lo quiero vivir. No soy tu niñera Lili, tienes que ir allá y vivir tu vida, las chicas de aquí pueden parecer algo pesadas, pero estoy segura que no todas son así— me hecho una mirada y luego se volvió hacia su amiga— María Elisa es agradable, tal vez en tu habitación encuentres a alguien igual.

—¿Y si no?

—Y sí no, te aguantas, se supone que vienes a estudiar no vivir a costillas de cómo te miren lo demás ¿ok?. — Sí, ella tenía mucho espíritu, hasta cierto punto su manera de pensar se parecía a la mía, así que intervine para sumar mi gran criterio respecto a lo que piensan los demás no debe importar.

Lili se había quedado callada, mordiendo su labio inferior con cara de angustia.

—Mira, Lili, tal vez no te conozca, ni sepa nada de tu vida, y por tanto no debería meterme, pero ella tiene razón: ni puede ser tu niñera, ni puedes quedarte estancada solo por el temor al qué dirán, la gente siempre habla, bien o mal, incluso cuando parece no haber razón aparente, siempre encuentran una manera de señalarnos con el dedo juzgón, pero eres tú la que al final decide sí dejas que lo que los demás digan te afecte o no. Entre otras palabras, no tendrías que estar así de nerviosa solo por tus compañeras de cuarto o por tu novio, sí te quiere pues...tiene que querer todas y cada una de tus facetas ¿no?

—Ese es el problema, que la única que faceta que Josélo ama de ella, es cuando usa su cerebro, lo malo es que a pesar de usar lentes ella no lo ve, y yo me he cansado de repetírselo— me gire hacia Lili esperando que refutara algo, pero ella se limitó a soltar un bufido exasperante, tomo su maleta y se puso de pie.

—¿Sabes qué? Tienes razón María Elisa, no debo dejar que lo que piensen los demás me afecte, te tomo la palabra, me voy a mi habitación— Lili salió a pasos largos y azoto con fuerza la puerta a su salida. Me quede estática mientras Camila soltaba un bufido y ponía los ojos en blanco.

—Ella es así, ni te asombres, apuesto que en dos horas se le pasa.

—¿Tan idiota es su novio que la trae así de nerviosa?

—¿Josélo? Es un imbécil, la trata peor que a trapeador de cocina, antes la defendía y trataba de hacerla ver que ella no tenía por qué soportar ese tipo de trato, pero su necesidad de aceptación y su...no lo sé, brutalidad, es más grande que prefiere soportarle de todo y quedarse callada, hace un tiempo me arte de intentar sacarla al camino, y ahora dejo que haga lo que ella quiera, tampoco es que pueda ayudar a alguien que no se deja ayudar— puntuó después de soltar un largo suspiro con pesimismo.

—Estoy totalmente de acuerdo contigo.

Camila era alguien tolerable, después de lo sucedido con Lili me quedaba clarísimo que para nada pertenecía al estereotipo de niñas ricas de papi y mami, lo que significa que probablemente nos llevaremos bien. Lili por el contrario me parece alguien muy sensible e inocente — por no llamarla ingenua, con sus trencitas, lentes, pecas y vestido de flores, parecía el blanco perfecto para el bullying, pobrecilla — quizá como lo menciono Camila la falta de afecto y la necesidad de aceptación la habían arrastrado a todo eso, lo raro es que yo soy todo lo contrario a ella, y se podría decir que también he sufrido la carencia de afecto y aceptación, pero mi manera de enfrentarlo ha sido distinta, muy distinta.

Camila y yo desempacamos mientras hablábamos de las razones por las que habíamos terminado en el Discipline School, claro, yo ocultaba ciertos detalles que no me gusta compartir con nadie —como el hecho de que mi padre es un narcisista maltratador— por la simple razón de que no me gusta que me tengan lastima. Extrañamente hubo una conexión instantánea entre ella y yo, cosa que no solía pasarme en los otros internados, a pesar de que a penas nos conocíamos ya nos encontrábamos hablando de lo disparejas que eran nuestras familias. Ella vivía sola con su mamá porque su papá se la vivía viajando, y yo, me limite a decirle que vivía con mi papá, y que no tenía madre. Menos mal Camila freno allí la conversación.

También me enteré de que la única becada era Lili, Camila había entrado al Discipline School con todo pagado por su padre, mismo que la envió aquí solo para ver sí podía conseguir ennoviarse con el heredero de algún corporativo o empresa importante, cosa que Camila no estaba dispuesta a consentir, no iba a permitir que su padre la utilizara como carnada de negocios, por eso se ha propuesto como meta de vida ser la mejor egresada del Discipline School y de esa forma asegurarse un cupo en una buena Universidad lejos de su padre. Debo confesar que admire su determinación, yo no era capaz de plantearme una meta de vida, al menos no una que tuviera que ver con los cuadernos y los estudios, era malísima para casi todas las materias, con suerte y me graduaría con un siete, sí es que llegaba a graduarme, claro.

Deje sobre mi cama mi perro azul de peluche blu, era un peluche bastante grande, al que dormía abrazada todas las noches, lo único que me quedaba de mi madre, y lo único que mi padre no había destrozado de ella, porque me ayudaba a calmarme cuando era niña, y para evitar oírme llorar prefirió dejármelo. Yo odiaba a mi padre, pero a pesar de lo que me hizo mi madre a ella...no podía odiarla, en mi vivía la duda, del por qué, ¿por qué se fue realmente? ¿fue por mi? ¿fue por él? Aún sueño con poder encontrarla y exigirle una respuesta, soy su hija, su sangre y estoy en todo mi derecho de pedirla y aún más de recibirla.

***

Noah Zabala

Me encontraba sola nuevamente, sin nadie a mi alrededor, solo los alrededores del Discipline School frente a mí, casi siento lastima por mi misma. Me considero alguien decidida, que no se deja amedrentar por cualquier persona, pero delante de mí madrastra soy una cobarde.

—Buenas tardes señorita, ¿Dónde está su equipaje? debe dejarlo para una revisión— Informo el guardia femenino del edificio de los dormitorios. Suspiré con pesades y respondí secamente con pocas ganas de abrir mi boca.

—No traje equipaje —era cierto, mi equipaje se quedó en el auto que mi madrastra se llevó, probablemente Miguel le rogaría que lo dejara hacérmelo llegar, pero hasta entonces estaría sin ropa, solo con el maldito uniforme.

—Entonces ¿qué va a hacer sin equipaje? —bufe, suficiente amabilidad con esta imbécil —¿Y quién le dijo a usted que yo venía a hospedarme en un hotel? Se supone vine a estudiar, así que apártese y déjeme entrar —le espeté con voz tajante y fuerte que hizo que el guardia se sintiera notoriamente ofendida.

—Disculpe usted —respondió de manera sarcástica —solo pregunte por cortesía señorita, puede entrar—. Avance hacia las puertas de vidrio, y de reojo vi cómo me aventó una mirada profunda llena de furia e impotencia, ofendí su orgullo probablemente, pero no era asunto mío o tal vez si...

—Y espero que para la próxima se ahorre su cortesía —la uniformada se limitó a apretar sus labios y me viro la cara volcando sus ojos, levante ligeramente mi labio superior de un lado y volque los ojos.

Después del disgusto que me hiso pasar la ogra de mi madrastra, no tengo mucha paciencia para nadie. Me humillo, me golpeó y me obligo a venir aquí, me encerró para evitar verme, para evitar que intente reclamar algo de lo que es mío, pues mientras yo estoy encerrada aquí, ella esta allá fuera mal gastado y despilfarrando el dinero que me dejo mi padre antes de morir, ella y su maldita hija no han sido más que una maldición en mi vida.

Entré en el edificio, me dirigí hacia la enorme nomina en la pared para buscar mi nombre y dormitorio asignado.

—¡Es enserio! Tenía que estar en el 22.

Si hay un número en el mundo que me desagrada, ese es el 22, y para gracia de mis males estaba en la habitación número 22.

A pesar de mi bufido de frustración y las pocas ganas que tenía de convivir con alguien, me dirigí a mi habitación, no tenía de otra tampoco. Al entrar me di cuenta que no había nadie, tal vez mis compañeras no han llegado y ojalá no lleguen, lo menos que quería en ese instante era hablar con alguien. Pero hable demasiado pronto, afuera de la habitación se oían unas voces venir en esta dirección. Además, note que, sobre una cama, había un peluche azul bastante raro en forma de perro, y sobre la mesita de noche de otra, había una lampara en 3D en forma de conejo. Genial, eran las pertenencias de las otras huéspedes. La cama sin arrugas y sin nada alrededor debía, no, era la mía.

Sin previo aviso, las voces se hicieron más cercanas y la puerta color madera de la habitación se abrió.

—¡Hola!. Bienvenida, soy Camila, y ella es María Elisa —se presentó dulcemente la más bajita, de cabello castaño, mientras que la otra de cabello negro mesclado con algunos mechones violeta oscuro, solo levanto sus dos cejas y a duras penas dijo —Hola.

—Hola— Respondí secamente, luego les di la espalda y me acosté sobre la que se supone sería mi cama.

—Bueeno, ya que estamos todas, nosotras ya desempacamos ¿tú ya lo hiciste? —inquirió Camilita.

—Ujum— respondí a secas.

—Oye, pero no veo nada tuyo en ningún closet— dijo la tal María Elisa, no sé ni en que momento camino hasta los closets. Bufe con molestia, no soporto a la gente metiche y a ella nadie le estaba pidiendo que revisara el closet vacío.

—No creo que eso sea de tu incumbencia, ¿o sí? —arremetí con molestia.

Camilita entreabrió sus labios y le dio una mirada a María Elisa, quien cerró la puerta del closet con más fuerza de la necesaria. Levanto ambas cejas antes de dar un par de pasos y decir:

—Para nada, entre menos estorbo más espacio ¿no?.

—Perfecto entonces—respondí con hastío.

—María Elisa, es nuestra compañera...—susurro disimuladamente Camilita acercándose a un hombro de María Elisa.

—¿Acaso yo empecé? —se defendió María Elisa sin molestarse en bajar el tono de su voz.

Genial, la estancia aquí no podría ser mejor. Mis compañeras de cuarto no podrían ser mejores.

Mientras ellas hablaban entre sí, entre un susurro y otro, yo seguía pensando en lo miserable que ha sido mi vida. Ya no sé ni que hacer, estoy harta de mi vida, harta de ser quien soy, harta de soportar esta situación, harta de no poder expresar lo que verdaderamente siento. Mi madrastra es mi calvario, y el no tener a quien recurrir para librarme de ella mi condena. Sin querer, mientras el pesimismo y la agonía invadían mis pensamientos dos lagrimas salieron sin mi permiso de mis ojos y aunque tenía un brazo cubriendo mis ojos, Camilita logro verme, tuvo intención de acercarse, lo noté, pero María Elisa la detuvo negando con la cabeza, y francamente es lo mejor que pudo hacer, detesto dar explicaciones.

¿Qué les diría? Que soy huérfana, que maté a mi madre el día en que nací, y que mi padre no soporto el dolor de vivir sin ella, se casó nuevamente, pero con un ogro, falleció y ahora yo era huérfana y vivía la peor de las tragedias bajo la custodia de mi madrastra.

***

María Elisa

—Sé que no soy el estereotipo de chica normal, pero siento que ella me ha superado en rareza —le dije a Camila antes de darle un sorbo a mi jugo de mora.

Después de nuestro primer peculiar encuentro con nuestra compañera, bajamos a dar una vuelta por el colegio, también aprovechamos que pasamos por la cafetería para compramos unos vasos de jugos. No habíamos vuelto a ver a Lili, pero vaya que nos tocó encontrarnos con cada chica arrogante, la mayoría sujetando su celular y tomándose fotos cada cinco segundos en una posición diferente, afortunadamente Camila compartía el mismo criterio que yo respecto a ese tipo de espectáculos. La mayoría lo hace para llamar la atención, para mantener su autoestima tan alta como su cifra de seguidores y presumir abiertamente de qué clase de marca es su ropa. La mayoría nos ignoró, y uno que otro grupito se nos quedó viendo de forma extraña.

—Bueno cada persona tiene una personalidad diferente, lo que implica procesar las cosas de manera diferente, tal vez ella solo este pasando por un mal momento, quien sabe sí vino aquí obligada por sus padres, eso justificaría su irritabilidad de hace un rato— puntuó ella.

—Tal vez, admito que yo tampoco suelo ser muy tolerable después de discutir con mi papá.

—¿Lo ves? Es algo que le puede pasar a cualquiera, tal vez solo hay que darle tiempo para que se le pase —sí algo empezaba a admirar de esta pequeña chica era su optimismo, su positividad y determinación ¿Por qué ella podía ser así a pesar de lo de su padre y yo no?

Estábamos por subir las escaleras que daban acceso al edificio de los dormitorios cuando una multitud salió de el enloquecida, un montón de chicas gritando y chillando de emoción por un... ¿Audi rosa?

—¿Qué está pasando?— quiso saber Camila, tratando de esquivar a la avalancha de chicas.

—Es Gaia. Siii, por fin llego, es Gaia Remington —chillo de emoción una chica a mi lado.

¿Quién carajos era Gaia? ¿Por qué causaba tanto alboroto?

—Tenemos que subir— le indique a Camila, ella intento subir por su lado y yo por el mío, pero para ambas era una tarea casi imposible, habian demasiadas chicas.

—¡Hello! ¡MY DARLINGS! —escuche una voz femenina desde atrás, venía desde el auto. Me giré para conocer el rostro de la causante de tanto alboroto, levantando el baso de jugo lo más alto posible para evitar derramarlo en alguien, o inclusive en mi. Al lograr girarme, divise de pie junto al excéntrico auto rosa vi una chica de cabellera rubia y ojos azules, era lo único que podía ver gracias a la multitud. Del auto bajaron dos chicas más, una de cabello lizo y negro y otra de cabello castaño rizado.

Entre más segundos pasaban la multitud de chicas gritando y chillando de emoción iba en aumento, estaba claro que ni a mí ni a Camila nos sería posible subir mientras una avalancha humana incrementara, como pudimos nos dedicamos una mirada, le hice un gesto con la cabeza indicando que lo mejor sería salir hacia algún costado en lugar de tratar subir. Ambas ahora decididas a salir de esa multitud empezamos a abrirnos paso, la una al lado de la otra, todas las chicas a nuestro alrededor parecían estar saltando por atrapar algo, mientras la chica rubia protagonista del escándalo les pedía que no se desesperen que había traído para todas.

Cuando por fin parecía que estábamos fuera, cuando por fin logre respirar algo más que perfume femenino mesclado con sudor corporal, alguien me todo del codo, justo en el lugar dónde mi padre había dejado un gran moretón hace unas horas. El dolor ya lo había manejado, mientras hablaba con Camila hasta se me había olvidado que estaba allí, mi chaqueta lo cubría, pero la fuerza que estaba ejerciendo en el agarre hacia mi esa extraña mano, me había devuelto el dolor de hace unas horas. Por un instante pensé que era alguna de las chicas de la conmoción que sin darse cuenta me había tomado del brazo, pero bastó que girara para darme cuenta de que no era así.

Era la chica rubia de ojos azules. Ahora la podía ver bien, era casi de mí misma estatura, llevaba un conjunto rosa compuesto por una mini falda, top blanca y chaqueta rosa, zapatillas altas que gritaban ser caras. Me sonreía de forma extraña mientras me sujetaba del brazo, le fruncí el ceño—no me interesaba hacer vida social con ella— y me zafé de su agarre antes de que removiera más dolor en mi brazo.

—Espera, aquí hay para todas, no tienes por qué irte —dijo ella intentando poner sobre mi mano una cajita negra de terciopelo.

¿Por esa cajita todas están armando tanto alboroto?

Moví mi mano con brusquedad e intente irme por segunda vez. Camila a unos pasos de mi se mantenía neutra sin pronunciar palabra, pero observando con detenimiento a la chica frente a mi, segundos después la chica pelinegra de facciones finas vestida igual de elegante que su amiga combinando colores blanco y azul cielo, intento hacer entrar en razón a su amiga diciéndole que no perdiera el tiempo conmigo, para después lanzarme una mirada con desagrado.

Sin embargo, su amiga no conforme con tal sugerencia ni con mi evidente rechazo y negativa volvió a interferir en mi paso para hablarme:

—No entiendo porque estás aquí sí no viniste a verme.

—¿A verte a ti? — me gire hacia ella con una ceja enarcada, en segundos el bullicio de chicas se convirtió no más que en murmullos— por favor, ni que fueras tan importante.

Mis palabras parecieron ofenderla, abrió los ojos como bombillos, al tiempo que la multitud a nuestro alrededor coreo un: Ohhh.

—Disculpa— chisto ofendida. — Osea, helloo, estás frente a Gaia Remington hija de Estefanía y Osbaldo Remington.

—Si, si, como sea, tu nombre me suena tanto como el nombre de la hija del conserje — conteste entre dientes.

De nuevo se escuchó un fuerte Ohhh

—Estúpida ¿qué te pasa? Te sacaron de alguna jungla ¿O qué? De seguro tu mami no te educo lo suficiente.

Toco zona de peligro. No. Toco zona de muerte.

—Pues si— conteste forzando una sonrisa al tiempo que di un par de pasos hacia ella—da la casualidad que tienes razón, mi madre no me educo— sin darle oportunidad a moverse o sí quiera a notar mis intenciones, levante el vaso de jugo en mi mano y vacié lo que quedaba del contenido sobre su cabeza de barbie, arruinándole tanto su precioso maquillaje como su carísimo atuendo. Ella no pudo hacer nada, más que ahogar un gritillo horrorizada.

Su amiga intento aproximarse a mi para golpearme mientras yo hacia mi brazo descender, pero Camila fue más rápida y logro detener su mano en el aire, ambas empezaron a forcejar y como la amiga de barbie llevaba unas zapatillas muy bonitas de tacón fino no le fue difícil a Camila hacer que se fuera de culo al piso, traicionada por sus propias zapatillas.

—Esta me la vas a pagar. ¡Te lo juro! —lanzo la rubia una amenaza en cuanto limpio algo de jugo de sus ojos.

—Claro, claro, estoy temblando de miedo —dije al tiempo que le lanzaba el embace vacío de jugo a los pies, antes de escabullirme por completo de esa horrible multitud.

Yo no tenía intenciones de pelear con nadie, pero el tema de mi madre me pone tensa, me altera los nervios de una forma inexplicable, ella me provocó, y para nada me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero ahora gracias a ella mi estancia en el Discipline School tal vez sea más corta de lo que yo esperaba.


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