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Jeremy: De malos miércoles

I

Le doy la primera calada a mi último cigarro. Se me están acabando demasiado rápido y la noche corre sorprendentemente lenta ¡Es que es ridículo esto de la relatividad del tiempo! Como si no fuera suficiente con los problemas que ya tengo, ahora he de comprar dos cajetillas por presentación solo porque los minutos han decido moverse a la velocidad de los caracoles.

Ha de ser una de esas conspiraciones empresariales, de eso estoy seguro. Han acortado cada cigarro para ahorrarse un par de caladas, dos o tres, nada que se note demasiado ¡Hey, Malboro! Aquí Jeremy Black se ha dado cuenta de tu enfermo plan capitalista. Cerdos.

Que uno tiene otras necesidades además de los putos cigarros... cuerdas de guitarra por ejemplo, porque estas se ven gastadas a más no poder y en cualquier minuto salta una y me quedo sin un...

—¡Puta madre! ¡Y la fulana que te parió! Se me ha saltado la jodida cuerda—grito al tiempo que se me cae el cigarro al suelo. Claro que se me iba a caer y no solo se me iba a caer, también lo iba a pisar.

Y ahí se fue mi último cigarro.

Pateo uno de los amplificadores y Bennie se me queda mirando con la ceja alzada. Nunca patees el amplificador de Bennie, son como sus hijos adoptivos.

—¿Y a ti que mierda te pasa?

—Que es miércoles, que se me ha saltado la cuerda, se me ha caído el cigarro y ahora estoy sangrando. Santa mierda, que estoy sangrando de verdad—en el costado de mi mano izquierda se forma una fina línea color carmín que gotea incesante sobre mi guitarra ¡Mierda la guitarra!

—Mierda Jeremy ¿Quieres tener cuidado? Si la jodes hoy no nos volverán a llamar—gruñe Stan mientras ajusta sus platillos.

—Me he cortado la mano ¿Qué no ven?

—Mientras no te cortes la garganta por mi bien, no eres tan buen guitarrista—Bennie deja de prestarme atención y vuelve a la tarea de afinar su guitarra. Me echa una última mirada, me adivina el pensamiento y suspira—. Solo me queda un paquete de cuerdas JB, si te lo paso y rompo una cuerda, estamos fritos.

—No pasa nada, solo me la prestas, al final de la presentación te la devuelvo.

—Puta madre, pero como molestas. Sácala, está en el primer bolsillo... ¡Y sal a darte un par de vueltas por el club! Eres un caos ambulante hoy.

Sonrío con desgano y reinstalo la cuerda. Ahora las demás se ven aún más desgastadas. La tercera brilla como nueva mientras que las otras dan asco. Bueno, nuestro grupo también da asco, excepto Bennie, Bennie es como nuestra cuerda nueva, nos hace ver a todos como un montón de instrumentos desgastados.

Lo triste, para él por lo menos, es que somos lo mejor que pudo conseguir para acompañar su guitarra. No le llegamos ni a la rodilla, pero somos puntuales y no nos drogamos antes de presentarnos. Como decía, triste para Bennie, bueno para nosotros.

La banda somos Bennie, Stan, Desmond y yo. Dos guitarras, un bajo y batería. No tocamos nada muy complicado, casi todo covers de bandas tranquilas, a veces no tan tranquilas, a veces no tan bandas. Tocamos lo que nos piden que toquemos. Somos bastante flexibles y por un buen precio podemos hasta hacer una fusión entre Lady Gaga con los Backyardigans.

Dicen que la necesidad tiene cara de hereje, y como me sigan acortando los cigarros, menos exquisito me pondré para seleccionar presentaciones.

—Iré por una cerveza—digo despreocupado, a lo que todos me responden con una especie de sonido gutural.

—Ya lárgate JB.

No me hago de rogar y salgo en busca de alcohol, subir al escenario ebrio es una estupidez, pero subir completamente sobrio es un error fatal.

Charlie me recibe de buena gana en la barra, trata de sacarme en cara que aún tengo diecisiete y que por eso no debería consumir bebidas alcohólicas pero no le resulta, me conoce desde que soy un chiquillo y la verdad nos hemos visto las caras en momentos peores. No servirme una cerveza sería golpear de lleno la fría muralla del cinismo, y si hay algo que Charlie nunca será es cínico.

—No le digas a tu hermano ¿De acuerdo?

—Se va a enterar igual, Hector tiene ojos en todas partes.

Charlie frunce el ceño y chasquea la lengua. Es un tipo flaco y desgarbado, con ese aspecto huesudo que te hace pensar que está muy metido en las drogas, pero la verdad es que no está metido en las drogas, solo es muy huesudo. Tiene el pelo tan negro que hacen resaltar el color blanco de su piel, siempre se lo peina en puntas con una cantidad ridícula de gel... supongo que es gel.

Tres argollas por oreja y una en la nariz. Malos modales, voz rasposa, mirada de "Saca tu trasero de mi vista antes de que te meta un par de tiros". Incapaz de sentarse a escuchar a alguien pero bastante bueno preparando tragos.

—¿Tocas hoy?

—Sí, realmente me sorprende que Lou haya decidido dejarnos tocar en su Club.

—Le ha cancelado la banda de los miércoles—dice como si nada, esto de dar apoyo emocional no es lo suyo—además el miércoles es el día menos movido, si la cagan nadie lo notara.

Miro a mi alrededor, habrán unas cincuenta personas como máximo. Todos parecen interesados en cualquier cosa menos la música que suena desde la cabina del DJ. Ni siquiera sé qué es lo que han puesto, se oye como una de estas bandas rock/pop nuevas que están saliendo ahora.

—Si no la cagamos tampoco lo notarán.

—Hagan lo que saben y quizás los muevan para el jueves.

—La banda de los jueves da asco.

—Por eso te lo digo—llena una jarra con cerveza y se la sirve a un tipo alto y fornido acompañado de una chica con cabello naranja—si te esfuerzas lo suficiente podrás tocar los jueves, los jueves pagan mejor.

—Quiero tocar los sábados.

—Sueña... el club se infesta de adolescentes hormonales, hay que tenerles buena música ¿Sabes lo que está sonando ahora?

—Ni idea.

—Zoom, es de Last Dinosaurs.

—¿Last qué?

—Last lo que sea, eso es lo que suena ahora y es lo que hay que tocar.

Le pongo un poco de atención a la canción, no es mala, bastante pegajosa y comercial, nada muy difícil de tocar, algo como Two Door Cinema Club. Podríamos tocar algo como eso sin concentrarnos demasiado.

—Nada del otro mundo, Charlie.

—Bueno, esa es la onda de los sábados.

Un par de brazos se me enrollan en la cintura y una cara aparece por mi hombro, me sonríe y besa mi mejilla. Layla es para mí esa amiga intocable con la cual nunca tendría ni fantasías, aun cuando ella quiera lo contrario. Yo lo sé, ella lo sabe. Aun así sigue intentando provocarme y yo sigo remarcándole lo mucho que la quiero, casi como si fuera una hermana.

—¡Viniste!—digo al tiempo que me giro a abrazarla.

—Claro que vine ¡Es tu gran noche!—me apretuja fuerte y sonríe como una niña pequeña. Layla siempre se ve aniñada, es bastante tímida y definitivamente no pertenece al mismo mundo que yo. Da la impresión de que siempre se está escondiendo detrás de alguien o algo, y en la escuela muy pocos la conocen o notan.

¿Cómo llegamos a ser amigos?

Nos unimos al mismo club, si no fuera por eso nunca en mi vida la hubiese conocido.

Debe medir un metro sesenta, tiene el cabello castaño claro y ojos verde apagado. Todo en ella es algo apagado, como si fuese muy buena desapareciendo, tanto que hasta sus facciones se hacen invisibles. Tiene ojos tristes, nariz aguileña y boca pequeña. No es muy buena dando su opinión, ni demostrando carácter, pero es una gran amiga.

—Estos no son lugares para chicas como tú, Layla.

—Pero es que yo quería... solo quería...—murmura nerviosa.

—Ya va, que es una broma ¿Ha venido alguien más contigo?

—¡No...!—chilla dando un respingo—No han podido, tenían cosas que hacer... todos.

—Lo digo porque no es bueno que una chica ande sola por ahí.

—No pasa nada, se cuidarme.

Le pongo mi mejor cara de reproche y le desordeno el cabello. Se ha vestido de manera diferente. Lleva una falda corta, un sweater sin hombros y botas. No suelo fijarme en la ropa que las chicas se ponen, pero este atuendo dista bastante de los jeans y las poleras con estampados que suele usar.

Sé que Layla es una buena chica, sé que me quiere mucho y que si le doy pase libre a tener algo conmigo ella no se negará, simplemente no puedo hacer una movida con ella, la conciencia no me dejaría vivir en paz. Me gusta, pero como hermana. Podría simplemente tirármela y ya está, pero no quiero herirla, me gusta lo que tenemos, somos hermanos y eso está bien, por lo menos para mí.

—¿Una cerveza para ti también?—pregunta Charlie en la barra y Layla se asusta de solo verlo. Me mira preocupada y yo sonrió.

—Dale una soda o cualquier cosa sin alcohol, Layla es una buena chica.

—¿Layla? ¿Cómo la canción de Derek and the Dominos?—ella asiente con una incipiente sonrisa naciéndole en los labios, juguetea con la correa de su bolso.

—Mi madre es fanática.

—¿Todos tus conocidos tienen nombre de canción?—pregunta Charlie mientras sirve una cola.

—Puede ser—respondo encogiéndome de brazos y tomando la cola para dársela a Layla.

—Yo soy Charlie—dice él mirando a Layla—como la canción de los Red Hot Chili Peppers.

—No la conozco—responde ella avergonzada mientras recibe su bebida—no soy muy...¿Qué le ha pasado a tu mano?—me pregunta ella con los ojos gigantes mirando mi zurda.

—Se me ha saltado la cuerda, no es nada—siempre hay que verse cool, no importa que hayas gritado como una nena, cuando cuentes la historia debes parecer cool.

—Deja, creo que tengo un pañuelo o algo por aquí—busca entre sus cosas y sin querer choca a alguien a sus espaldas. El tipo se tambalea y se gira para mirarnos con expresión descompuesta.

—Has derramado mi cerveza—se queja el grandote. Su polera luce una gran mancha oscura donde supongo se le cayó la cerveza, no parece muy conectado con el medio y apesta a licor. Yo alzo la ceja y me paro junto a Layla.

—Lo siento mucho—responde ella encogiéndose.

—¿Lo sientes? Yo voy a hacer que lo sientas—el tipo se nos acerca y toma a Layla del brazo. Yo lo tomo a él de la polera y creo que por primera vez nota mi presencia ¿En serio amigo? No soy un mastodonte, pero puedo patearte el culo hasta que necesites cirugía reconstructiva.

—Suéltala—mascullo mirándolo fijamente—imbécil.

—¿Cómo me llamaste?

—¿Eres sordo también... imbécil?

Suelta a Layla y se pone en posición para empezar a pelear. Hay algo como una voz que me avisa de que no debía pelearme hoy, no antes de una presentación, pero estoy demasiado caliente para detenerme.

Nadie nunca toca a un amigo mío.

Aprieto el puño y deslizo mi pie hacia atrás, voy a darle duro en el estómago, solo debo esquivar el golpe que piensa darme en la nariz. Es estúpido golpear a alguien en la cara, hay muchos huesos. La barriga es mejor, duele, es blanda, y si sabes hacerlo puedes dejar a tu oponente sin aire e inmovilizado.

Lanza su primer intento a mi cara y yo lo esquivo, los tipos como él son tan fáciles de leer.

Layla grita en alguna parte pero su voz me llega difusa entre la adrenalina. Veo la cara de asombro del musculoso transformarse en cara de dolor en cuanto le impacto mi puño en el estómago. Todo sucede muy lento, mi mano, sus tripas, la sensación de que le estás dando a algo.

El retrocede un par de pasos para tomar aire y en el intertanto Layla corre a sujetarme. Charlie parece amenazar con echarnos, pero ya no tiene sentido, la pelea ha terminado. Los musculosos rubiecitos como él siempre terminan siendo maricas.

Se endereza para mirarme con odio y se prepara para intentar algún contraataque. Está perdido.

—Hank, déjalo. No hagas más escándalo por una zorra descuidada.

Su acompañante lo toma de un brazo y la reconozco de inmediato. Solo hay una persona capaz de usar el cabello de ese tono naranja.

Cada escuela tiene una perra, la nuestra tiene dos. Angela Dandelion es la más terrible.

Layla se esconde detrás de mí y la siento temblar. No la culpo, hace dos años Angela metió su cabeza en un inodoro y la hizo recitar el abecedario completo.

Angela es un monstruo con el cual nadie se mete, yo le hubiese dado una buena paliza si hubiese conocido a Layla antes de que sucediera lo del inodoro, pero al parecer es inofensiva si no te le acercas. Layla aprendió rápido y nunca volvió a dirigirle la mirada.

En lo personal me dan asco ese tipo de personas, me da asco Angela y su sequito del mal. Me da asco el piso que pisa, las cosas que toca y el aire que respira. Si solo me diera un motivo le partiría la cara, quizás este no será un mal día después de todo, quizás hoy voy a poder deformarle esa nariz operada que tiene.

El tipo musculoso nos mira y puedo leer en sus pupilas que quiere matarnos, a ambos.

—Te he dicho que lo dejes Hank—gruñe Dandelion y lo jala de la camisa—o lo dejas o me largo sin ti, me cansan tus pendejadas.

—¿Vas a dejar que te dé ordenes grandote?—bromeo para provocarle, realmente estoy sediento de sangre. Sé que es contraproducente para mi presentación y sé que los chicos me mataran si no podemos tocar por mi culpa, pero realmente quiero vengar a Layla, y golpear a Dandelion.

Considero terrible golpear a una mujer, pero realmente Dandelion se lo merece.

El tal Hank me mira una última vez y luego se voltea. Angela le sigue pero nos regala su mirada más desdeñosa. Esa mujer hace que me hierva la sangre ¿Quién se cree? Se pasea por el mundo como si nos estuviese perdonando la vida a todos los demás mortales, jodida perra, uno de estos días alguien va a enseñarle y espero que ese alguien sea yo.

—¿Estás bien?—Layla me acuna la cara y me suelta de inmediato—¿Te ha golpeado?

—No pasa nada, es muy lento para tener tanto músculo.

—Gracias a dios.

—Gracias a mis reflejos de gato, queras decir—sonrío y ella se sonroja. Se ve aún más adorable con el tinte carmín en sus mejillas.

—Mira JB, uno más a ese pobre cristiano y hubiese tenido que echarte—se queja Charlie

—Meh, no pasó a mayores ¿Dame otra cerveza?—él rezonga un poco pero termina sirviéndomela, Layla se sienta junto a mí y bebe su cola—¿Qué hacía Dandelion acá?

—¿Angela? Tiene un amigo en común con Lou, se deja caer unas dos veces por mes—responde Charlie. Se me arruga la cara sin que yo lo quiera y Layla comienza a mirar en todas direcciones.

—Creo que ya no me gusta este club, dejan que cualquier mierda entre por sus puertas.

—No voy a decirte que no, esa chica es de armas tomar, siempre exige sus tragos rápido y nunca deja propina.

—Zorra.

Layla sonríe, siempre lo hace cuando la insulto. Sé que la odia pero no se atreve a decirlo, le teme demasiado como para atreverse a hablar mal de Dandelion, además odiar no va con Layla, ella es realmente una buena chica.

La cerveza deja que pase el trago amargo de verle la cara a esa puta y me recompone el ánimo. Layla me sube el ego comentando lo gran peleador que soy y Charlie le cuenta un par de historias turbias de mis peleas callejeras.

Pronto Bennie viene a avisarme que es momento de actuar y yo me desperezo. Al final ha salido todo bien, solo queda tocar y disfrutar.

Tocar y disfrutar.

II

Bostezo y algo de agua me corre por la nariz, la limpio con mi manga y vuelvo a acurrucar la cabeza entre mis brazos. Apenas si me entra frío por las partes que la capucha de mi chaqueta no cubre, lo bueno de los veranos es que no necesitas mucha ropa de noche. Queens se mantiene tibia, aun en la completa oscuridad.

Observo mi guitarra acompañarme en el pórtico, al final le he devuelto la cuerda a Bennie y ella vuelve a lucir vieja y gastada. Mi guitarra es de segunda mano, lo único que pude pagarme, y no es que me esté quejando, pero el anterior dueño no logró amarla como yo lo hago, no la cuidó como debería, no le dedicó las horas que se merecía. Sé que no le queda demasiada vida útil, pero trataré de cuidarla por el tiempo que le quede. Todos merecemos eso, todos deberíamos tener a alguien quien nos pusiera toda la atención que merecemos.

Escucho un par de gritos a lo lejos, una pareja discute, suenan las sirenas, un par de balas perdidas, un gato, pasos. Todo muy de Queens, todo muy de la noche de Queens.

Dos tipos pasan frente al pórtico en el que estoy sentado, miran mi guitarra y se dan ese par de miradas rancias de viejos que no tienen vergüenza. Hago el amague de que me levanto y ellos siguen su camino sin molestar. Lo bueno de medir uno noventa es que pocos se atreven a enfrentarte.

Regreso a mi puesto, sentado en el pórtico, con la cabeza metida entre los brazos y mi guitarra a un costado. Me descompone la gente que cree que puede burlarse de mí en mi cara, que si quieren tratar de verme las pelotas pueden intentarlo, pero les aseguro que vendrán por lana y saldrán trasquilados. Parezco un tipo normal, pero cuando me buscan me encuentran y tengo una mala leche que te cagas.

El teléfono vibra para avisar que le queda nada de batería y se apaga justo después de que logro ver la hora. Veinte para las tres, me costará un montón despertarme, y si lo hago me será imposible mantener la vigilia durante todas las clases.

Creo que tengo literatura, historia y ciencias. Layla está conmigo en ciencias, ella puede cubrirme. Ben está en mi clase de literatura, ya le pediré los apuntes, pero no conozco a nadie agradable en mi clase de historia.

Odio el inicio de año. Te toman, te mezclan, te separan de todas las personas que te agradan solo para que te tome un año conocer nuevas personas ¿Y qué sucede? Se acaba el año y al siguiente te toman de nuevo, te mezclan... una mierda.

—¿Mamá te echó de nuevo?—alzo la cabeza y me encuentro de inmediato con los ojos miel de Hector. Aún trae el uniforme de guardia puesto y en una de sus manos lleva una bolsa con comida que ha comprado por ahí.

—No ha alcanzado a hacerlo—le respondo mientras me levanto—cuando llegué estaba con un tipo y decidí irme antes de saber es que terminaba todo eso.

—Sabes que no puedes quedarte conmigo Jeremy. Apenas si tengo para mí, no puedo cargar contigo también.

—Ya Hector, que solo será una noche. Mañana partiré a la escuela y regresaré donde mamá. Por favor no me obligues a volver y escucharla tirarse a algún tipo aleatorio.

Él se lo piensa unos instantes. A veces creo que estará molesto conmigo por el resto de su vida. Todo porque servicios sociales me pilló metido en problemas gordos... hace como un milenio atrás.

Antes vivíamos juntos, pero creo que yo era demasiado indomable y él muy joven. La cagué, servicios sociales se enteró y me mandaron de vuelta con mi madre. Como si ella pudiese ser mejor que Hector. Nada funciona como debería en este país.

Me arrepiento cada día de no haber sabido valorar lo que tenía con mi hermano, y él se encarga de recordármelo cada vez que me ve. La pendejería se paga con sangre cuando vives en estos barrios.

—Solo por esta noche, mañana te irás a casa de mamá.

—Vale.

Le sonrío pero me esquiva, saca las llaves y abre la puerta del edificio donde vive. Su departamento queda en el cuarto y último piso, es pequeño, con un cuarto, la cocina y la sala. No tiene nada de lujoso, pero considerando las condiciones en las que hemos encontrado parece un palacio.

Hector ha logrado mucho desde que ya no estoy con él. Con decir que por un tiempo vivimos como okupas en un colegio abandonado. Ahora tiene un trabajo, tiene una casa, incluso una chica que está interesada en salir por ahí. No hubiese llegado tan lejos conmigo a cuestas.

—¿Te molesta dormir en el sillón? La cama apenas es lo suficientemente grande para mí.

—No pasa nada. He dormido en bancas de parque ¿Recuerdas? Un sillón es como el dormitorio de un rey.

—No bromees, es un sillón de los baratos.

—Para mí está bien, no soy muy exigente.

Me deja un par de cobijas y me tira una almohada. Me quito el jeans que traigo puesto siempre, casi como una manda, y dejo mi camisa estirada sobre una silla.

Puedo apostar que llegaré tarde mañana, estoy muerto y la adrenalina de la presentación se ha esfumado por completo de mi sangre. Tendré que pedirle sus apuntes a Ben y a Layla, pero debo aparecerme en historia. Si no asisto no entiendo, si no entiendo no paso.

Reviso la billetera antes de acostarme, mis cincuenta dólares—ganados a punta de sudor y cuerdas rotas—me esperan tranquilos. No es mucho, pero cuando sabes lo que no es tener absolutamente nada, cincuenta dólares se sienten bastante bien. Cincuenta dólares pueden alimentarte por días, pueden comprarte un cobertor, pueden conseguirte un pasaje a otra parte. Ningún dinero es insignificante, eso lo aprendí a la mala.

—¿Has tocado hoy?—dice Hector mientras me alcanza una dona. Asiento y se la acepto—¿Ha ido bien?

—De maravilla, hemos vuelto locos a los doce pelagatos que nos miraban.

—Algo es algo. Podrían haber sido diez—rio y le doy una gran mascada a la dona, me encantan las con relleno de frutilla.

—Podríamos no haber tocado—me encojo de hombros y me termino la dona—. Espera y veras, en un par de meses estaremos tocando los sábados con casa llena.

—Cuando eso suceda invítame, quiero estar ahí para el debut de mi súper hermano.

Choca su brazo con el mío cariñosamente y carcajea.

Creo que al final fue mejor que nos separaran, no tanto para mí como para él. Yo no estoy viviendo en un hermoso hogar estable, pero por lo menos tengo donde llegar... a veces, pero Hector sí que lo tiene todo. Espero algún día ser así, salir de la pocilga de mi madre, encontrar algún trabajo que me deje vivir cómodo, arrendar una casa, conseguir una chica. Suena patético, pero es lo que me gustaría.

—¿Cómo va la escuela?

—Sólida. Ya sabes que no soy una lumbrera.

—Eres bueno JB, la terminarás y con eso estarás a un paso de la universidad.

Me rio. Hector siempre dice esas cosas. Habla de universidades, de becas, de títulos. Él es muy bueno soñando por los demás, armando futuros poco aterrizados. Los tipos como yo, que viven en las calles y tienen madres sueltas de cascos y padres borrachos muertos, no van a la universidad, ni siquiera se toman la molestia de soñar con esas cosas.

Mi hermano no lo entiende, sigue creyendo que con esfuerzo todo se puede. No digo que el esfuerzo no cuente, claro que cuenta, simplemente digo que no lo es todo. Puede que termine la escuela, puede que me acepten en alguna universidad, pero ¿Cómo la pagaría? Y si me becaran ¿Cómo sobreviviría durante el periodo que esté estudiando? Necesitare techo, comida, libros.

El esfuerzo no lo es todo y los sueños no siempre son posibles. Ambos lo sabemos pero solo yo lo acepto.

—No iré a la universidad.

—Claro que irás, si quedas te largas para allá.

—Hector quiero ser como tú algún día, tener lo que tienes, hacer lo que haces—él se pone serio, me mira de pies a cabeza y bufa.

—No me vengas con esas imbecilidades, tú no eres como yo, tú tienes un talento, haz lo que tienes que hacer, termina la escuela, concéntrate en lo que sabes y nunca vuelvas a pensar en quedarte como un guardia mediocre.

Gruñe antes de irse y me deja de piedra. Él nunca entenderá lo mucho que lo admiro, que para mí ser lo que él es, es suficiente.

Me recuesto mirando al techo. Las manchas de humedad no me molestan en lo más mínimo y las sirenas nocturnas son como un arrullo para mi sueño.

El último recuerdo que se me viene a la mente es la cara de Angela Dandelion.

Hubiese sido hermoso partírsela.

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Ya, ya, ya. Como les prometí, acá esta, pero será de publicación lenta y calmada. Un capítulo semanal, o cada dos semanas. Cosas que pasan.

Le agregaré una canción a cada capítulo solo porque esta historia se trata de música, si no le pusiera música no tendría sentido.

En fin, no estoy segura si será de su agrado, pero la verdad nunca me ha detenido pensar que no les va a gustar algo. Hay que tener confianza que mis desvaríos son del gusto de alguien, porque si yo no confío en lo que escribo ¿Cómo les va a gustar a ustedes? En fin, ya la empecé, tendré que terminarla.

Cuídense mucho y esperen Aprendices pronto.

Bye.

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