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Jeremy: De jugadas estratégicas

3.-Jeremy: De jugadas estratégicas

I

Layla se sienta junto a mí y me ofrece un poco de su manzana. No soy fanático de las manzanas pero, dado que no he desayunado nada, la tomo con gusto y le doy un mordisco enorme.

Layla siempre me trae comida, lo que sea, granola, cereal, fruta, sobras del día anterior, cualquier cosa que sea comestible. No estoy orgulloso de ser un mantenido, pero tampoco soy estúpido.

Cualquiera que haya llegado a tocar el fondo que yo toqué sabe una cosa: recibe lo que te ofrecen hoy, puedes no tener nada mañana.

Si Layla y los chicos van a darme comida, ropa o lo que sea, lo aceptaré. El orgullo ha matado a demasiadas personas como para no aprender yo del ejemplo.

—¿Y qué harás este sábado?—pregunta ella, luego se muerde el labio—un amigo me regaló entradas para un concierto y pensé que podríamos ir juntos. No creas que son grandes bandas, son cosas indie no muy conocidas...

—No creo que pueda Layla—respondo tratando de no parecer forzado y mal agradecido. No quiero decepcionarla, pero tampoco quiero ilusionarla. No se me da bien esto de tener amigas—Tengo ensayo con Bennie y los chicos.

—¡Oh! Claro, que tonta—veo su cara de desilusión y me siento como un cabrón de inmediato. Ella baja la mirada y se observa los zapatos detenidamente.

—Pero puedes ir con alguien más, a Ben le gustan esas cosas ¿Cierto Ben?—comento tratando de sonar casual.

Ben se voltea después de tirar a la canasta, no acierta. Para ser afroamericano no se le da el basquetbol. Bufa y se acerca a nosotros, tiene esa mirada típica de los viernes antes de almuerzo, esa mirada expectante para que empiece el fin de semana.

Nunca he sentido eso, la necesidad imperiosa de que la semana termine. No soy un come libros que ama la escuela, pero dado que el único lugar al cual puedo llegar es la casa de mi madre, creo que prefiero quedarme en la escuela.

—¿Qué cosa?—pregunta botando la pelota.

—Que a ti te gustan las bandas indies y todo ese rollo, Layla tiene un par de entradas para un concierto.

Él mira a Layla con extrañeza y luego me mira a mí. Capta rápidamente el asunto y me da una de esas miradas paternales de desaprobación. Menuda broma, solo ayúdame cabrón, no me juzgues.

—Sí, sí, soy de esa onda ¿Qué grupos son? Quizás conozco a alguno ¿Quieres que te acompañe?

—Sí, claro, no sé mucho de rock indie así que sería útil ir con alguien que sí sepa—el tono de su voz se va a pagando mientras habla y termina siendo un susurro.

¿Por qué no podemos ser solo amigos? Buenos amigos, que se invitan a conciertos indie sin ninguna otra intención que pasar el rato. Comienzo a aburrirme de rechazar buenas invitaciones. Lo que me caracteriza es que no rechazo nada si es gratis, mantener la distancia con Layla va en contra de mi propia naturaleza.

Layla alza la cabeza en cuanto oímos que alguien se acerca, mejor dicho tres personas.

—Bien, bien, bien, no se emocionen pero hemos logrado conseguir algo de la secretaria—Molly entra al gimnasio con las manos en el aire, seguida de cerca por Luka y Valerie quienes parecen completamente derrotados.

Los tres hacen un grupo muy dispar. Es como si fueran de distinto color, no de la manera racista, sino como si realmente brillaran de forma distante entre ello.

Molly por ejemplo siempre anda feliz y brillante y positiva, como un tono rosado desesperante. Valerie parece mantenerse en constante estado de furia, la violencia escapándose por su piel, algo así como un anaranjado peligroso. Luka por su parte pasa siempre desapercibido, largo, delgado, es como un lila pálido, o un café, nadie le pone demasiada atención al café... Demonios, se mucho más de colores de lo que es necesario.

—Hemos perdido el gimnasio—masculla Valerie—las animadoras y los de basquetbol necesitan más horas de práctica.

—¡Hey! Tranquilos, eso ya lo sabíamos. Nunca aspiramos a tener el gimnasio para nosotros, aspirábamos a tener un lugar donde practicar—dice Molly, tan calmada que me exaspera. Hemos perdido el único lugar en la escuela apto para practicar, no importa lo que ella diga— y se los he conseguido, podemos usar la sala de física, los días lunes, después de las siete ¿Qué tal?

Sonríe con suficiencia.

¿Está bromeando, cierto? Alguien dígame que está bromeando. No puede estar hablando en serio. Apenas si caeríamos en la sala de física, y a las siete es demasiado tarde ¿Qué demonios la hace estar tan feliz respecto a su logro? Ven... rosado molesto, muy molesto.

Entre Layla, Ben y yo nos miramos. Tenemos una corta discusión mental sobre quien le dirá lo patético que es aquello que consiguió, y gana Layla, es la más políticamente correcta.

—Molly, no quiero menospreciar lo que has obtenido para nosotros, todos saben lo difícil que es la secretaria—Ben y yo asentimos—pero no creo que sea una buena medida...

—¡Claro que lo es!

—Apenas cabemos—replica Layla.

—Claro que lo hacemos, solo imagínala sin mesas, ni sillas...

—Ni paredes—agrega Valerie.

—¡Cállate Valerie! Si mal no recuerdo te escondiste tras de Luka en cuanto la secretaria rezongó.

—Calma las dos—Layla se levanta y se acerca a ellas, nosotros la seguimos—nadie es culpable. Molly sé que has hecho cuanto has podido, pero no es suficiente. Piensa que somos nosotros seis, más Helena, Johnny, Ruby e Iris. Diez personas en esa habitación es demasiada gente. No podríamos movernos.

Molly se cruza de brazos y hace un mohín. Bueno, alguien tenía que decírselo.

Ben pone esa cara como de que está pensando algo realmente profundo y alentador que decir, pero al final no le sale nada. No es que yo tenga mucho que decir tampoco. Nos han quitado el club de baile, porque, diga lo que diga Molly, no se puede bailar en el salón de física.

—Vamos chicos, no se desanimen ¿Qué tal si comemos algo y luego vemos cómo resolver este lio?

Layla trata de sonar más optimista de lo que realmente se siente, lo sé por su sonrisa falsa y sus ojos tristes. A Ella se le da muy bien eso de fingir que todo va de maravilla, hay momentos en los cuales hasta te convence, pero esta vez no lo ha logrado. Se siente fatal pero no quiere que nos demos cuenta.

—Layla tiene razón, no sacamos nada con deprimirnos—agrega Luka con algo de resignación en la voz. Sé que intenta levantarnos el ánimo, pero ya todos tenemos las ganas por los suelos.

El ánimo está bajo desde el inicio del año escolar. Sabemos que no tenemos ningún logro a nuestras espaldas, tampoco contamos con miembros honorables en nuestro equipo, y más que un grupo de baile parecemos un montón de vagos traficando crack. Nadie se interesaría siquiera en ponernos atención. Sabemos que este año no habrá nuevos miembros, no habrá presupuesto por parte de la escuela y tampoco habrá gimnasio.

Ha llegado el momento de decirle adiós a lo que hemos formado.

El club de baile lo formaron Molly, Layla y Ruby hace año y medio. Estaba pensado para que fuera algo importante, como las porristas, con competencias y toda la parafernalia, pero nunca llegó a tanto. En seis meses solo lograron reclutar a un integrante más—Iris—y con el pasar de las semanas desistieron de llevarlo más allá que un pasatiempo.

Más tarde conocieron a Valerie—que, dicho sea de paso, es más masculina que yo y tiene un pobre sentido de la socialización—y ella también se les unió. Ben era amigo de Valerie, y yo era amigo de Ben. Por alguna razón, que todavía no entiendo, Ben quería desesperadamente unirse. Y dado que yo no tenía nada mejor que hacer, me uní con él.

Resultó que tengo buen ritmo y excelente coordinación. Irónicamente soy uno de los mejores integrantes junto con Ben y Layla, aun cuando no me guste tanto bailar. Hay veces que hasta piden mi opinión.

Al final se nos unieron un par de personas más, todos con ganas de bailar, solo con las ganas, nada de técnica, o coordinación, o conocimiento teórico.

No somos buenos, ni siquiera entramos en el ranking, pero nos divertimos ¿No es eso lo que cuenta al final? ¿Hacer recuerdos para la posteridad?

Para cuando llegamos a la cafetería el lugar está repleto, lleno hasta arriba de personas esperando el término del día. Los del equipo de basquetbol se tiran la pelota de un lado al otro, las animadoras alisan sus trajes y peinan sus cabellos, los de arte lanzan cucharadas de comida al techo. Se quedan pegadas ahí, ya veo, es viernes de sobras ¿Sobras de qué? Sobras de todo el año, pero, considerando que esta es solo la tercera semana de clases, supondré que son la sobras del año pasado.

Siempre me imagino que tienen una especie de conteiner que llenan cada vez que sobra algo y luego lo abren cuando no hay comida. Aunque no lo crean, no sabe tan mal.

En nuestra mesa de siempre nos espera, ya sentados, todo el resto del grupo. Nos hemos ganado el derecho a una mesa, como si fuéramos una tribu urbana de tomo y lomo, no sé qué nombre nos habrán puesto pero tampoco me quita el sueño saberlo.

Las chicas y Johnny ni siquiera nos ponen atención cuando llegamos, la única que habla es Helena y los demás solo la miran y escuchan. Realmente se ven demasiado comprometidos con el relato.

—Día de sobras ¿Eh?—digo para que noten que hay vida alrededor de ellos.

—Cállate JB—dicen al mismo tiempo

Valerie alza una ceja y Ben suelta una risilla ¿Qué demonios está pasando acá?

—Como decía, antes que todo el mundo decidiera interrumpirme—Helena nos fulmina con su mirada y continúa. Cerca de su ojo izquierdo se extiende una mancha amoratada y negruzca, su cara aún está inflamada y los parpados se le juntan más de lo que deberían. Puta Dandelion—, cara de sapo me llamó a su despacho, supuse que era por lo de ayer, así que no me asusté ni nada por el estilo. Entonces comenzamos a hablar del clima y la inmortalidad del cangrejo, cuando se le ocurre preguntarme si Dandelion ha hablado conmigo. Y yo le digo que no, que no se ha acercado a hablarme. No es que quisiera defenderla, pero la verdad no tenía ánimos de relatarle lo sucedido ayer. Y luego me pregunta si me ha pedido disculpas o algo.

—Claro, y yo me llamo Gandalf el Gris—dice Ben.

—Que yo le dije lo mismo—dice Helena—todo muy raro. Así que cuando salí me puse a hablar con la secretaria. Es un ogro, pero si la aprietas un poco se le sale todo el cuento. No me vas a creer lo que me ha dicho...

La multitud se acerca hasta ella y esperamos pacientes el desenlace.

—¡Ya! Que hace como una hora que tratas de contarnos la maldita historia—se queja Ruby, la pelirroja arma pleitos de nuestro grupo.

—Me dijo que la matrícula de Dandelion pende de un hilo. Su papito no dará un centavo más por ella, así que si no aprende a llevarse conmigo estará fuera en una semana.

—¡Pero qué dices!—exclama Johnny—¿La sacarán? Es la mejor noticia que he escuchado en todo el año.

—¿A qué se refería con llevarse contigo?—dice Layla tratando de lucir preocupada, aun cuando se le escapa la sonrisa entre los labios.

—Ya sabes, pedirme disculpas, almorzar conmigo, ir juntas al cine, caminar de la mano hacia el final del arcoíris—explotamos en carcajadas imaginando a Helena de la mano con Dandelion—incluso tiene que unirse a mis mismas actividades.

—Tienes claro que si Dandelion se une al club de baile te expulsamos ¿Cierto?—bromea Iris.

—Si Dandelion se llega a unir al club por mi culpa, yo misma me auto exilio... del país.

Más risas, más jolgorio, más cara de seriedad... ¿Seriedad?

—¿Y a ti que te pasa?—le pregunto a Ben, quien parece completamente inmerso en un mundo más allá de las montañas.

—Estamos hablando Angela Dandelion ¿Cierto?

—Claro que estamos hablando de ella—respondo.

—Creo que no sería tan mala idea integrarla.

Toda la mesa se silencia de inmediato y mis ojos amenazan con escaparse de sus cuencas y caer en las sobras de Johnny. Mierda, que a Ben lo han abducido los marcianos.

—Creo que sufrí sordera temporal—dice Molly arrugando la nariz y limpiándose el oído con un dedo—¿Qué has dicho?

—Creo que no sería tan mala idea integrar a Angela Dandelion al grupo.

Mierda. Que esto es serio, lo abdujeron, lo torturaron y le lavaron el cerebro, por lo menos tres veces, dos de esas veces fue con cloro y una vez con ácido sulfúrico. Los marcianos violaron e hipnotizaron a mi mejor amigo.

—Primero, no vuelvas a decir su nombre, si lo haces tres veces se nos va a aparecer—dice Ruby con la voz exaltada—segundo ¿Quién eres y que le hiciste a Ben?

—No es una broma, Angela Dandelion es lo que necesitamos para acabar nuestros problemas.

—Y ya está, lo has mencionado nuevamente. Que ahora vendrá a penarnos y se llevará nuestra alma.

—Miren ¿Por qué nos quitaron gimnasio? Porque no tenemos ningún poder, nadie conocido en la directiva...

—Porque apestamos y no ganamos nada para la escuela—comenta Luka. Ben le ignora completamente.

—¿Nos quitaron el gimnasio?—Ruby pega un grito, había olvidado que no todos saben las buenas nuevas.

—Con Dandelion de nuestro lado podríamos tener lo que quisiéramos, todo.

—Que no has escuchado nada de lo que dije, papi ya no le pone atención a sus berrinches.

—Aun así. Si el director le dio otra oportunidad, incluso después de que lavara el baño con tu cara, ha de ser por algo. Véanlo como una inversión a largo plazo.

Si preguntan mi opinión, preferiría ensayar en una caja de fósforos donde habitara una familia completa de cucarachas antes de siquiera compartir espacio con la zorra loca de Dandelion.

Pero mi opinión es insignificante, con nosotros todo se decide según la mayoría y nada de votos secretos, todo a mano alzada.

—Alce la mano quién cree que Dandelion sería una adquisición conveniente—dice Molly, nuestra capitana. Solo Ben estira su brazo al aire—quien preferiría besar a cara de sapo antes de seguir el ritmo con Dandelion.

Todas las manos arriba, algunos incluso con ambas manos en el aire ¿Notaron ya que la odiamos? Si hubiera que cuantificarlo de uno a diez le pondría un cuarenta... millones... de millones... elevado a la décima potencia... por dos.

—Helena Sing ¿Cierto?

Giramos automáticamente la cabeza hacía esa voz tan conocida. Esta es la primera vez que logramos tal grado de coordinación, de verdad, que nunca nos habíamos movido con tanto ritmo.

Dandelion nos mira con ese dejo de superioridad tan molesto, como siempre. Tiene una mano en la cadera y el cabello de un morado oscuro. Se ha rapado casi media cabeza. Realmente está loca como una cabra.

Carraspea mirando a Helena, pero esta no responde. Quién podría responder, la hemos invocado, como a la virgen sangrienta. Momento de correr por sus almas.

—Bien, mira, sé que te di una mala impresión la primera vez... y la segunda. Pero creo que podríamos llevarnos mejor de ahora en adelante, conversar, comer juntas.

Hace un amague de sonrisa que resulta terrorífico y luego mira en dirección a su mesa. Allá una chica con aspecto oscuro nos observa cuidadosamente, mientras que la otra se ahoga entre carcajadas.

Vuelvo a mirar a Dandelion. Esta vez está seria. Creo que realmente espera que Helena le diga que sí.

—No lo creo—dice Helena y se mete una cucharada con sobras a la boca. Veo en su cara el arrepentimiento y las ganas de escupir lo que ha comido, pero se contiene y traga.

—Vamos, creo que todo ha sido un muy feo mal entendido.

—No, no lo ha sido. Lárgate por favor, haces que las sobras sepan peor.

Dandelion hace crujir sus dedos y podría asegurar que va golpear a Helena. Tenso mis músculos, me preparo para agarrarla del cuello y partírselo de un solo golpe. Espero.

—Bien—ella se voltea, ante la sorpresa de todos, pero Helena la detiene.

—A menos que—hace una pausa esperando a que Dandelion haga contacto visual, ojalá que no la convierta en piedra o algo así—a menos que te unas a nuestro club. Esa es mi única condición. Hoy, a las cinco, en el gimnasio. Ahora vete.

La conversación acaba y ella se retira tan altiva como siempre.

No voy a juzgar a Helena, no lo haré, no diré nada, me comportaré tranquilo y normal.

—¿Qué demonios ha sido eso?—la voz me está saliendo más aguda últimamente, más cuando alguien a mi alrededor hace algo estúpido.

—Eso, JB, ha sido una inversión a largo plazo—dice Helena—primero la humillaremos, después la exiliaremos. Jugada estratégica y venganza asegurada.

II

A las cinco en punto los diez nos encontramos sentados en la primera fila de la gradería. Uno al lado del otro ordenaditos esperando que Dandelion aparezca. He apostado diez dólares a Ben que no se aparece, que ha descubierto que es una trampa y que no se presentará a la cita, según él, Dandelion hará lo que sea para que no la echen.

Ya veremos, ya veremos.

Las porristas han decidido practicar fuera mientras aún hay buen tiempo, lo que nos deja el gimnasio entero para nosotros, y dado que no tenemos todo el tiempo del mundo deberíamos partir de inmediato con el ensayo, pero es que es demasiado inquietante esperar moviéndome, o tratando de pensar en otra cosa. Quiero ver a Dandelion caer, quiero que toque el suelo con su cara y sepa lo que es estar a milímetros de la tierra sabiendo de antemano que te vas a estrellar.

—No vendrá—dice Valerie decepcionada.

—Dale tiempo, ya vendrá—responde Ben—por el momento no gasten la batería de la cámara.

El tiempo se hace infinito y cuando estamos por rendirnos ella aparece. Luce hastiada, irritada y despeinada. Quiere tanto estar aquí como yo quiero verle la cara. Madre mía, esto será tan épico.

Escruta el lugar con detenimiento, pone especial atención en nuestros parlantes y el Ipod de Ben y achina los ojos en dirección a Helena.

—¿Y qué es lo que se supone que hacen acá?

—Bailamos—responde ella cruzándose de brazos.

Dandelion curva la esquina de su labio y resopla. No puedo saber de qué ríe, pero lo hace, sonríe como si tuviésemos, todos, un mono en la cara.

—¿Sabes? Jódete, no pondré mi estatus en juego por un montón de niñitos danzarines.

Y ahí quedaron mis esperanzas de verle caer ¡Demonios!

—Espera—ruge Ruby. Se pasa el cabello rojo todo hacia un lado y se acerca hasta quedar cara a cara con los ojos oscuros de Dandelion—hagamos un trato. Si pasas la prueba no será necesario que te nos unas, ni siquiera tendrás que comer con Helena, le dirá al director que eres un adorable bollo de canela.

—Veo que ya lo saben.

—No hay secretos para nosotros dulzura ¿Te anotas?

Layla se esconde un poco detrás de mí y presiona mi mano. Rebosa de alegría, al igual que todos. Haremos bailar a la zorra de Dandelion, la grabaremos, la subiremos a internet, y luego haremos que la echen. Helena tiene toda la razón con esto de las jugadas estratégicas.

—Bien ¿Qué tengo que hacer?

—Bailar un solo. Ahora. Acá. Frente a todos nosotros.

Suspira cansada. No le agrada la idea, puedo saberlo por los ojos gélidos con los que perfora a Ruby. Nos observa a todos y cada uno, se detiene un segundo para analizarnos, para medirnos. Es como presenciar a una víbora de cascabel buscar una presa.

Creo que voy a terminar golpeándole.

—¿Solo eso?

—Solo eso ¿Lista?

—Sí, sí ¿Puedo saber con qué música lo haré?

—Aleatorio—dice Ruby, señalando los parlantes a sus espaldas—¡Enciéndelo Ben!

Ben prende el aparato y rápidamente el gimnasio se llena de música. Me toma un largo minuto descubrir que es lo que estoy escuchando e incluso con todas mis neuronas en ello no logro adivinar.

—Es Chandelier de Sia—susurra Layla detrás de mí. Tiene la mirada fija en Dandelion y tiembla un poco con cada uno de sus movimientos. Le aterra esa chica.

—Bien, suficiente—la música deja de sonar y Ruby se pone frente a ella—debes bailarla completa, solo tienes una oportunidad.

—Bien, pero déjame escucharla una vez completa por lo menos.

—Ya la has escuchado antes.

—No, esta es la primera vez que la escucho.

—¡Mentira!—chilla Iris—todo el mundo ha escuchado Chandelier.

—Yo no—se defiende Dandelion—así que si no me dejan escucharla una vez completa no podré bailarla.

—Es tu problema...—masculla Ruby—no el nuestro.

—Ya Ruby—interviene Ben—deja que la escuche.

La canción suena nuevamente, desde el principio, ella se queda parada sola frente a todos nosotros. Ruby regresa a su lugar y observa, todos lo hacemos.

Ella apenas si se mueve, escucha poniendo cara de atención y solo realiza imperceptibles movimientos en sus hombros y caderas. Pobre. No importa lo que haga, la rechazaremos, la humillaremos, la sacaremos de esta escuela.

Alza las manos al inicio del segundo coro, luego las baja y levanta los hombros. No sé qué hace pero se ve ridícula ¿Alguien está grabando esto?

Miro a Molly de reojo, tiene su teléfono encendido fingiendo que envía un mensaje. Perfecto, simplemente prefecto.

La canción casi termina y ella no se ha movido nada más que un par de milímetros. Gira la cabeza a un lado y al otro y se detiene. La música se acaba. Ella sonríe.

—Buena canción, la letra es muy clara.

—¿Bailarás o no?—pregunta Ruby.

Ella se quita el inmenso polerón que siempre trae puesto, sujeta su cabello en un moño intrincado, deja a un lado sus zapatillas y calcetines, se dobla la punta de los pantalones dejando ver una mancha roja en su tobillo y se para frente a nosotros con los pies separados.

No hay manera de que pueda sobrevivir a esto. Es simplemente demasiado complicado armar un solo con solo haber escuchado una vez la canción.

—Enciéndelo—dice.

La canción parte y ella solo mueve los hombros al compás, luego las caderas, luego agrega la cabeza y luego la rodillas. Nada extremadamente sorprendente, solo pasos básicos, como los que se ven en las discos.

Y llega el coro.

Todo es muy rápido. Se contorsiona a velocidades impresionantes, dobla las articulaciones rítmicamente, para luego deshacerse en movimientos tan fluidos y delicados que pareciera que en cualquier momento se va volando.

Sus rodillas se alternan hacia el centro de su cuerpo mientras ella desciende para luego subir rápidamente.

No sé qué parte de su cuerpo mirar. Al momento que da un paso sus manos juegan el en aire, y cuando parece que son sus brazos los que mandan el ritmo, sus pies dan un paso en falso.

Toca su cuello y su pecho de manera sexy o quizás es asco, o quizás son ambas. Luce como poseída por una fuerza que la remece, que curva su espalda, que inunda su pecho.

Baila lento, baila rápido, levanta su pierna hasta tocar su nariz y luego cae hasta el suelo para pararse sobre sus manos.

Dandelion está bailando de verdad, y lo hace mejor que nadie que haya visto antes. No sé qué pensar.

1, 2, 3. 1, 2, 3, drink.

Su pecho hace un espasmo con cada número y se relaja en la última palabra

1, 2, 3. 1, 2, 3, drink.

Vuelve a jugar con los tiempos y su cabeza se mueve a ambos lados mientras finge estar atrapada entre dos paredes.

1, 2, 3. 1, 2, 3 drink. Throw 'em back, till i lose count.

Se libera, salta y abre sus piernas en ciento ochenta grados perfectos. Cae, gira en el suelo, junta ambas piernas y se levanta a la inversa, cargando el peso sobre su espalda, luego equilibrándose en sus manos y finalmente usando los pies. Todo con una gracia increíble, incluso parecen en cámara lenta. Suaves, exactos, maravillosos.

Ella gira y hacemos contacto. Nuestras miradas se cruzan, y juro por lo más sagrado que nunca había visto una mirada tan intensa. La piel se me pone de gallina, olvido como respirar, ni siquiera puedo moverme.

¿Es esto real? Alguien podría, por favor, pellizcarme.

Ella es música, es la única manera de describirlo. Chandelier es una mujer, tiene el cabello morado y casi media cabeza rapada, no sabe de modales y le reventó la cara a una amiga mía. Debería estar repudiando a Chandelier pero apenas si puedo quitar mi atención de ella.

Salta y cae para girar sobre solo un pie. Pero algo sucede, se quiebra, resbala y su cabeza se azota contra el suelo. Suena horrible, como si el impacto hubiese partido algo. Pero nadie se mueve. No es que no quiera, no puedo. Apenas si puedo respirar.

La canción termina. Dandelion de levanta, su frente sangra. Maldice.

—Bien, espero que también hayas grabado eso. Es lo máximo que les daré como entretenimiento ¿Estamos a mano?

No.

No, lo estamos.

Alguien debe pararse y decírselo. Decirle que está perdida, que Helena no va a ayudarle, que nadie en esta sala dejará que se salga con la suya. Nadie.

Alguien debería hacerlo.

Alguien debería pararse.

Alguien.

Layla se levanta. Lo sé por la sensación de mi ropa rozando la suya. No puedo verla, porque no puedo sacar mis ojos de Dandelion. Simplemente no puedo.

Pero Layla se lo dirá, irónicamente ella es la única capaz de decir algo en esta situación.

—Únetenos—su voz es firme, no se escucha como la de Layla—te lo ruego, únete a este grupo de baile.

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