Jeremy: De amor propio
I
Layla dibuja una delgada línea que atraviesa el espacio comprendido entre un círculo rojo y una cruz negra con mi nombre puesto encima. Dibuja una segunda línea, esta vez punteada, que roza un círculo con el nombre de Johnny y da una vuelta completa por un costado del círculo rojo.
Apoyo la cabeza en mi mano y me quedo mirando lo concentrada que se le ve. Si una bandada de murciélagos atravesara volando la sala, ella ni siquiera lo notaría.
Arruga el rostro y chasquea la lengua. Arranca la hoja de su cuaderno, la hace una bolita y la amontona sobre el cerro de papel que ha logrado acumular ya.
No sé realmente cómo reaccionar ante su actitud, ha entrado a un extraño estado obsesivo que la ha mantenido por dos días completos absorta en la tarea de hacer planos, planos y más planos, sin llegar a aceptar ninguno, mirando todos sus errores fallidos con desprecio y desgano.
-¿No deberíamos estar haciendo nuestra guía sobre herencia Mendeliana?-Digo esperado un instante de suerte que me permita comunicarme con la verdadera Layla y no con el piloto automático.
Ella se detiene un segundo en sus dibujos y me alcanza unas cuantas hojas sueltas que traía en su bolso. Las tomo sin entender del todo lo que está sucediendo y las reviso, es nuestra guía de herencia Mendeliana, incluso tiene mi nombre en ella.
Miro a todos mis compañeros en el salón, enfrascados en conversaciones confusas sobre genética y alelos, mientras que yo sostengo en mis manos mi trabajo ya listo.
-¿Cuándo lo has hecho?
-Ayer en la noche, estaba aburrida-responde ella. Golpea la hoja con el lápiz, hace un par de cruces, dos o tres rayas, saca la hoja, la arruga. Una más al montón. Suspira-deberías leerlo, solo por si la maestra Green se pone quisquillosa.
-No era necesario que lo hicieras por mí.
-No hay cuidado, ya sabes hacerlo, es para ahorrar tiempo.
-Sí, pero...
-¿Cuántos kilos eres capaz de levantar?-me pregunta de improviso, cambiando el tema drásticamente.
-¿Qué?
-¿Crees que puedes levantarme? ¿Y a Molly?-Piensa un par de segundos-. No, no, no funcionará, Johnny apenas puede levantar su propio cuerpo y Luka tiene dedos de mantequilla ¿Qué piensas de Valerie? Ella es muy fuerte ¡No! Es una idea estúpida, muy estúpida.
Arranca otra hoja-una en la que ni siquiera había escrito algo-y la junta con todas sus otras ideas fallidas.
-Layla ¿Se puede saber que te sucede? Llevas días murmurando sin sentidos y organizando al equipo de futbol americano-pregunto.
-Nada-responde, y regresa a sus dibujos y susurros. Bien, o esto es esquizofrenia o a ella le pasa algo.
-Layla, dime qué sucede-exijo quitándole la hoja en la cual trabaja.
-¡Devuélveme eso, JB!
-¿Es por la estúpida de Dandelion? ¿Es por lo que dijo el otro día?
-Dámelo-. Trata de quitármelo, pero mis brazos son más largos-. O no te volveré a hablar nunca.
-¡Dímelo Layla! ¡Ahora!
Se cruza de brazos y hace un puchero, nunca antes la había visto hacer una pataleta. Layla es una chica madura y racional que conversa las cosas, no una niñita mimada que no habla hasta que le devuelvan sus juguetes.
-Te vas a enojar-comenta aún con la mueca en la cara.
-Me voy a enojar más si me sigues ignorando-. Coloca una expresión penosa y se encoje de hombros.
-Llamó a la coreografía basura.
-¡Demonios!-gruño.
-Te dije que te ibas a enojar-dice tratando de encoger su cuerpo.
-¿Por qué la escuchas? Dandelion no es más que una perra sin corazón-esgrimo con hastío. Se supone que Dandelion es tema superado, se supone que ya fue suficiente de ella para el resto de nuestras vidas.
-Lo sé, pero creo que tiene razón. Lo hicimos pésimo, nos vimos terribles y yo sé que podemos dar más. Quiero demostrárselo.
-¿Para qué? Con que tú lo sepas es suficiente, Dandelion debería importante un carajo.
-Lo sé, pero aun así me importa. No es por Dandelion, es por mí, es amor propio-tira un par de líneas desordenadas sobre la mesa y suspira-. Solo quiero demostrarme a mí misma que podemos ser tan prolijos como ella. Quiero que alguien, por una vez en la vida se sorprenda al vernos bailar, quiero que sienta lo que yo siento cuando bailo, JB. Cuando ella bailó fue... apabullante, toda esa energía saliendo de ella. Nosotros podemos hacer eso, sé que sí.
-Pero ¿Quieres tener que enfrentarla de nuevo?-Me mira con ojos de perrito abandonado y suspira nuevamente-. Dandelion es mala, no va a entender con palabras.
-Tienes razón-responde alicaída-, debo dejar de pensar estupideces. Soy tan tonta a veces.
Toma la guía de herencia mendeliana y finge que lee los encabezados.
No sé qué bicho les ha picado a todos, pero de repente Dandelion se ha convertido en un tema de conversación habitual. No de la mala forma, como debería ser, sino como un punto de referencia. No falta el almuerzo en el que se hable de su pequeña coreografía de Chandelier, no hay clase de gimnasia donde Johnny no intente pararse de manos como ella y no hay practica en el que Ruby no intente imitar uno de sus pasos ¡Madre mía, que realmente no lo entiendo!
Hace menos de dos semanas todos la detestaban y ahora es una especie de guía espiritual poco cercana a sus seguidores, o algún tipo de diosa castigadora que todos adoran y temen al mismo tiempo. Si hasta empiezo a creer que esto es obra de la brujería.
Solo espero que esta sea una enfermedad pasajera como la gripe y no un cáncer que se filtre entre nosotros. La gripe te hace más fuerte para el siguiente cuadro, el cáncer te mata.
Layla sigue inmersa en el mismo párrafo de dos líneas y maldigo internamente por lo que voy a hacer ahora mismo.
-¿Quieres que te acompañe a hablar con ella?
Abre los ojos de par en par y deja la guía de lado.
-Pero tú dijiste...
-Sé lo que dije, pero creo que es tiempo de que alguien le dé una lección de humildad a esa chica-ella sonríe y yo le regreso su cuaderno-pero debes prometerme que lo haremos a nuestra manera ¿De acuerdo?
-Cuenta con eso ¡Haremos explotar su cabeza!
II
Me siento como un enfermo acosador. Yo no soy un enfermo acosador, yo voy de frente. Yo no espío a la gente detrás de las taquillas esperando que salgan de su sala de clases, no, no lo hago.
Pero acá estoy, detrás de la taquilla, con Layla, esperando que Dandelion se digne a salir. Solo espero que nadie conocido que me importe aparezca por el momento, o una chica que quiera conquistar, de verdad, sería muy embarazoso.
-Ahí está su amiga, la del afro.
-¿La que se acostó con todo el equipo de baloncesto?
-¡Jeremy!-Me regaña y golpea mis costillas con su codo-. No digas esas cosas de las personas.
-Pero si es verdad.
-No lo sabes... ¡Ahí está!
Layla se escapa de mi lado y camina decidida hasta Dandelion y su típica cara de que odia todo sobre la faz de la tierra. La persigo tratando de controlar su ánimo, pero no logro disminuir su paso con mis advertencias de que ella es el demonio encarnado.
Mi pequeña, y completamente indefensa, amiga se para junto a Dandelion con una confianza que siempre me sorprenderá viniendo de ella. Al principio no notan su presencia, pero en cuanto llego yo nos quedan mirando.
El rostro de la amiga con el afro es de sorpresa, no puedo decir lo mismo de la cara de Dandelion. Luce extremadamente furiosa, como si pudiese desollar a Layla con los dientes y de un solo mordisco.
-Danos una última oportunidad―Layla ya no parece Layla, es otra persona, una decidida y valiente, por lo menos por un instante.
El aura maligna, que rodea el aire que Dandelion respira, se vuelve más densa y oscura. Temo que tendré que proteger a Layla en los próximos segundos, físicamente hablando.
-¡Hey! Tú eres la chica de la cafetería.
-¿No tienes que ir a pasearte con la boca abierta por los pasillos, Carrie?-masculla Dandelion en dirección a su amiga. Esta le sonríe.
-¿Y perderme lo que va a suceder acá? ¿Estás loca? Vamos niña, dime, ¿a qué oportunidad te refieres?
-Yo...-intenta decir Layla, pero la hija de satán la interrumpe.
-Ve a gastar oxígeno a otro lado, Caroline-Dandelion la perfora con la mirada y creo que lo que va a explotar será la cabeza de esa pobre chica.
-Amenázame cuanto quieras, no voy a irme.
Los cuatro nos quedamos en silencio y nos miramos entre nosotros, aparentemente nadie dirá palabra alguna. No es que esté desesperado pero, tengo una clase de historia en unos minutos y sería bueno que comenzaran a comunicarse.
-¿No van a decir nada?-reclama la chica llamada Caroline-¡Bien! Pero ten clara una cosa Angie, igual voy a enterarme en lo que andas metida. Tarde o...
-Ya lárgate.
Se miran retadoras, como jugándose el orgullo, y al final la chica se va bajo la atenta y seria mirada de Dandelion. Cuando ya está fuera del radar mira a Layla y rechina los dientes.
-¡Eres más difícil de erradicar que el herpes genital! ¿Se puede saber qué quieres ahora?
-Que nos des otra...
-Esa parte ya la escuché ¿qué es exactamente lo que quieres?-brama usando una pose amenazante. Si se atreve a tocarle un solo pelo a Layla, la mato, con mis manos.
-Quiero que nos veas bailar una última vez, con preparación.
-¿Y qué te hace pensar que la preparación hará que se vean menos patéticos?
Layla se calla y baja la mirada. Bien, déjalo así Jeremy, no intervengas, no hagas nada de lo que te vayas a arrepentir, solo déjalo pasar.
-Danos una última chance y te prometo que no volveremos a molestarte-¿Eso acaba de salir de mi boca? ¡Maldita sea Jeremy! ¿Por qué demonios no te haces caso?
-Siento como que me han prometido eso muchas veces.
-Pues te doy mi palabra.
-Me vale tu palabra, Cicatriz-¿Cómo me ha llamado? ¿Por qué me dice así? ¡Ah! Una mierda, ella está loca.
-Nunca rompo mi palabra-agrego amenazante. Ella devuelve la mirada con la misma cantidad de energía que yo. No voy a dejar de mirarla, por lo menos hasta que ella deje de hacerlo o que su cabeza explote, lo que pase primero.
La campana suena y nos mantenemos tan estoicos como al principio de esta batalla de miradas mortales. Ella pestañea y siento que se va a rendir. Lo siento nena, nadie me gana en la guerra de miradas.
-¡Bien! Lo que sea. Tienen hasta el lunes ¿Puedo hacer mi vida normal ahora?
No espera respuesta antes de perderse entre los alumnos, y siento esa sonrisa de suficiencia formarse en mi rostro. Ganar sabe tan bien.
-Gracias por eso, JB-susurra Layla y me abraza-pero creo que llegarás tarde a historia.
-¡Demonios!
Escapo a toda velocidad de los brazos de Layla y corro hasta el salón de historia, que, lamentablemente, se encuentra al otro lado de la tierra.
Zigzagueo entre algunos tipos del equipo de futbol, evado dos proyectos de arte y me deslizo por debajo de una maqueta ¿Quién trae una maqueta tan grande a la escuela?
Llego justo después que cierran la puerta y entro tratando de no llamar demasiado la atención.
-Armando jaleo desde el inicio señor Black ¿Puede explicarme que le pasó?-la maestra no parece haber olvidado nuestro último altercado y eso no me favorece.
-Lo siento señorita George, tuve un contratiempo.
-Excusas, excusas, excusas. Ve a tu asiento Black.
Cabeza gacha y orgullo herido me siento en la fila de atrás, de nuevo junto a Delilah. Grandioso, como si mi día no fuera malo ya.
Estoy en la obligación de hablarle. Aún conservo sus apuntes, y a menos que pretenda quedármelos para siempre, necesito entablar una conversación― aunque sea superficial― con ella. Negocios son negocios, y ya deseo finiquitar mis asuntos pendientes.
La señorita George comienza a hablar nuevamente sobre la guerra civil y yo saco mi cuaderno y los apuntes de Delilah.
-Gracias-digo mientras se los entrego. Espero que no le moleste que le agradezca.
-¡Oh! Claro ¿Te sirvieron?
-Si-contesto seco.
-Muy bien-. Titubea y se muerde el labio-. Oye, el otro día fui muy desagradable contigo. Lo siento, estaba enojada y tú pagaste el precio aun cuando no tenías nada que ver. Lo siento mucho.
-Bien, no hay problema.
Sonríe con timidez y comienza a anotar lo que dice la señorita George. Me gustaría seguir molesto por el mal rato que me hizo pasar la semana pasada, pero se ha disculpado tan sincera, que no puedo, simplemente no puedo.
-Trataré de no hacerte enojar en un futuro-bromeo.
-Tranquilo, puedes hacerlo, total me desquitaré con otro-sonríe y me doy cuenta de que es muy bonita.
Sus pecas parecen simétricas y adorables. Ahora que lo recuerdo, me gustan las pecosas. Mi ex novia―que según Layla está loca―, era muy pecosa, tal como Delilah. Es justo mi tipo de chica. Nariz redondeada, labios pequeños, ojos verdes.
Antes me pereció bastante normalita, y es que el carácter de las personas siento que las embellece o las vuelve feas. Y definitivamente, después de ser tan dura y tosca, no podría encontrarla linda. Pero ahora que se disculpa realmente creo que es bastante bella, preciosa la verdad.
-¿Peleas con tu novio?-Oh sí, le estoy coqueteando ¿para qué esperar un buen momento? Ya dije antes, no soy de los que espían tras las taquillas, yo voy directo al grano.
-Algo así...
-¿Terminaron?-repito: Directo.al.grano.
-No sé siquiera si partimos en algún momento. Veras, le avergüenzo.
-¿A tu novio?
-Sí, no quiere que sepan que nos vemos. No conozco a sus amigos siquiera.
-¿Bromeas? Quien podría avergonzarse de ti, eres muy bonita, y cuando no estás enojada, eres amable. Yo estaría orgulloso-. Creo que estoy siendo demasiado obvio. Bien, aléjate un poco del grano Jeremy-. Dile lo que sientes.
-Ya lo hice, por eso estaba enojada el otro día, discutimos y yo detesto discutir. Uff, en fin, siento mucho haberte mandado a castigo, de veras lo siento ¿Hay alguna manera de que te lo compense? ¿Ayudarte con historia por ejemplo?
¿Me está coqueteando de vuelta? Me reiré en la cara de Ben cuando le cuente que mi técnica de conquista sí funciona. Siempre lo supe, ir sin rodeos es un gran plan.
-No soy muy bueno en la materia, sería una buena forma de pago.
-¿Está poniendo atención, señor Black?-alzo la cabeza cuando escucho mi nombre. La maestra me mira con cara de hastío. Bien, aquí vamos de nuevo a castigo.
-Señorita George, lo siento, fue mi culpa-dice Delilah-. Le preguntaba a Jeremy si había copiado lo último que dijo. Siento que interrumpiéramos.
-No, tranquila ¿Quieres que hable más fuerte?-responde la señorita George, con la suavidad de la seda.
-No, no, fue mi culpa.
Le miro asombrado y ella me guiña un ojo.
Señor de todas las tierras del planeta ¡He hallado a la mujer perfecta! Y además sabe sobre historia.
Esto es bueno, sin duda, esto es muy bueno.
III
-Supe que hubo más gente que de costumbre ayer en tú presentación.
Hector abre su lata de cerveza y fija la mirada en uno de los chicos que juega basquetbol en la cancha del barrio.
-Sí, han ido aumentando de a poco, se corrió la voz de que somos buenos. Pero oye, no te imagines casa llena, si antes eran cuarenta personas ignorándonos en el local, ahora son cuarenta y cinco personas ignorándonos en el local y dos o tres que nos escuchan atentamente.
Se ríe a carcajadas. El tipo de la cancha anota y queda colgando del aro. Yo abro mi lata.
Luis, el dueño del carrito que se pone frente a la cancha a vender comida cuando cae la noche, me entrega la hamburguesa con doble queso y espárragos que tan bien le queda.
Luis tiene el don para hacer cosas casi gourmet con ingredientes comunes y silvestres. Hay una salsa secreta de color amarillento que realmente no sé qué tiene, y aunque me dijeran que su principal componente son ojos de bebés, no dejaría de comerla.
Mi hermano recibe su especial de pollo y especias, toma un bocado y sonríe con felicidad verdadera. Comida de dioses. Los ricos tienen caviar, nosotros tenemos a Luis.
-Algo es algo, pronto estarás tocando los sábados. El esfuerzo siempre da sus frutos-, agrega Hector con la boca llena de comida.
-Ambos sabemos que eso no es verdad, pero no importa ahora ¿Qué querías conversar conmigo?
-Eso... sí, claro, Jem, hay algo que... me ofrecieron un trabajo-. La seriedad con la que me lo dice hace dudar mis ganas de felicitarlo ¿debería estar contento, no?-Es en un taller, un amigo lo puso y necesita alguien que sepa algo de motores.
-¡Eso es grandioso!-Exclamo con alegría-¿Cuándo empiezas?
-Aún no acepto, pero si lo hiciera empezaría la próxima semana-responde con desazón.
-¡¿Aún no aceptas?! ¿Qué estás esperando? ¡Dile algo a este estúpido que se hace de rogar, Luis! Siempre has querido trabajar en un taller Hector-Luis le da un toque a mi hermano en el hombro, pero Hector no parece enterarse. Me mira con algo de culpa en la cara y carraspea.
-El trabajo es en Kansas ¿Te acuerdas del chico que conocimos en Central Park? Se ha puesto con un taller en Kansas y se acordó que yo sé de autos-. Baja el volumen de su voz gradualmente y se queda viendo su lata de cerveza.
-¿Buen dinero?-También se me ha ido la alegría. Kansas está tan lejos de Nueva York que no sé si vale la pena siquiera calcular la distancia.
-Sí, pero no lo suficiente para justificar el viaje. No creo que acepte, Jem, solo quería comentártelo porque eres mi hermanito...
-Déjate de mierdas Hector, sabes que quieres ir, irías aunque no te pagaran-. Le doy un largo sorbo a mi cerveza y arrugo la lata al terminármela-Yo te retengo, nada más.
-No me retienes, Jem...
-Deberías aceptar, yo estaré bien-interrumpo. Doy dos bocados grandes y termino mi hamburguesa sin disfrutarla por completo. Repentinamente se me ha ido el apetito.
Veo el reflejo de mi cambio de humor en el rostro de Hector, quien no ha podido evitar lo podrido que me pone saber que me abandonan. Se pierde un instante en su comida, mientras que yo recojo mis cosas con la intención de retirarme.
-Jeremy, no te pongas así, ya te dije que no iré.
-Pero yo quiero que vayas. Es todo lo que has querido desde, no sé ¿siempre? No es justo que te quedes solo por mí.
-No me quedo solo por ti, hay otras cosas...
-¿Qué otras cosas Hector? Nómbrame solo una cosa en Queens que te importe además de yo.
Él se detiene a pensar y mira algún lugar perdido del suelo. Es inútil que lo intente, no hay nada que pueda retener a Hector, por la simple razón de que no hay nadie más. Siempre fuimos él y yo, yo y él. Sé que se está esforzando para no ser egoísta, pero también sé que lo que más desea en el mundo es ir.
Solo necesita un empujón, mi empujón.
-Mira, ahora mismo no se me ocurre nada, pero...-pongo mi mano en su hombro y lo tranquilizo.
-Está bien Hector, puedes ir, yo voy a estar bien.
-Pero, mamá...
-Tranquilo, me las he arreglado con mamá durante años y mira ¡Aún estoy completo! Además solo me queda un año bajo su tutoría, después haré lo que quiera.
-Después irás a la universidad. Si trabajo duro y ahorro quizás pueda pagarte la matricula...-pongo mi otra mano en su otro hombro.
-Por el momento solo vete, ya veremos después.
-Jem...
Va a agradecerme, lo veo en su mirada. Pero no quiero que me dé las gracias por este «sacrificio» que hago, porque no quiero hacerlo, no quiero que se vaya, Hector es todo lo que tengo, es mi única familia y que se vaya dejándome solo me sabe tan mal que se me revuelve el estómago.
No quiero sacrificarme, no tengo ganas, quiero comportarme como un adolescente inmaduro y dejar de hablarle hasta que decida quedarse. Esa es la verdad, me importa un huevo que sea su sueño, quiero ser más importante para él que ese sueño.
Pero no seguiré mi instinto, no diré lo que pienso, aunque todo el ácido se me suba hasta la garganta y termine quemándome las cuerdas vocales... quizás así sea mejor, de esa forma no podré decir nada.
-No, no nos pondremos sentimentales ¡Somos hombres con las bolas bien puestas, Hector!-desvió la mirada y me dirijo a Luis, quien mira la escena atentamente- Súbele a la radio, Luis.
Desde dentro del carrito suena The first in the gang to die y me parece extremadamente irónico. Es la canción de Hector. Aunque suene increíble todos quienes me rodean tienen nombre de canción, la de Hector es aquella tonada de Morrissey.
«Hector was the first in the gang to die»
No, él no ha muerto, pero ha muerto una era, esa en donde éramos él y yo contra el mundo. Y no va a ser lo mismo, él se irá y yo me quedaré, como siempre debió ser.
No quiero sonar dramático y no quiero ser egoísta., pero suena dramático y soy egoísta. Si pudiera evitar que se fuera lo haría, pero no puedo.
Hubo un minuto en que fuimos libres, donde hicimos lo que quisimos. Ya no lo somos, solo podemos serlo por separado.
-Vendré a visitarte tanto como pueda-. Sonríe y me palmea la espalda mientras Morrissey suena de fondo.
Me mantengo estoico, como siempre, no he de mostrar debilidad, porque soy casi un hombre, porque tengo amor propio.
Solo espero que no me venga a visitar «tanto como pueda», eso solo lo haría más doloroso de lo que ya es.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro