Angie: Del orden natural de las cosas
I
Saco mi espejo pequeño del bolsillo de mi buzo. Siento como se me va hinchando el rostro a medida que pasa el tiempo y mi labio se siente al doble de su tamaño. Mi reflejo muestra solo un poco de inflamación en la comisura de mi boca y un pequeño corte entre morado y rojizo en la esquina de mi labio, nada que un buen maquillaje no pueda ocultar.
Esa zorra me ha dado en la cara ¿Quién se ha creído? Primero me llama puta y después osa defenderse.
¿Qué nadie les enseña a los nuevos que el mundo tiene un orden natural? Hay quienes están arriba, hay quienes están abajo. Yo estoy arriba, me he ganado ese derecho, y como me lo he ganado a punta de sudor, merezco hacer todo a mi alcance para conservarlo. Si alguien quiere retarme, puede hacerlo, pero no es recomendable, no soy de esas personas que se miden antes de actuar, no me detengo a pensar en mis víctimas y no me agrada que recurran a la piedad.
El mundo es una gran selva, repleta de peligros inminentes. Quien lucha, sobrevive. Quien caza, come. Quien ataca, vive un día más. No es tan difícil de entender, pero si es difícil llevarlo a cabo. No todos tenemos madera de sobrevivientes, todo lo contrario, la mayoría no es más que ovejas de ganado.
Yo soy un lobo, y nadie va a venir a cuestionarlo.
Menos esa puta mulata del baño.
¡Que me ha llamado puta! Me ha tratado como su igual, como si yo en algún momento le hubiese dado la confianza para meter su nariz en mi vida. Las ovejas deben quedarse en el rebaño, relacionarse con el rebaño y por sobretodo temerle al lobo.
Zorra estúpida.
De cualquier manera fue una buena pelea, la he tomado del pelo y le he reventado la cara contra el lavamanos. No lo suficientemente fuerte para dejarla inconsciente, pero me he quedado tranquila. Nadie vuelve a sublevarse después de eso. Yo he vengado el insulto y ella ha entendido su lugar. Al final todos salimos ganando ¿No?
Me quedo un momento mirando a la secretaria de la escuela. Es una señora con cara de amargada que se pasa la vida detrás de un mostrador, negando todas las peticiones que los alumnos le hacen. Nunca le he pedido nada, aunque me he metido en tantos problemas que ya nos conocemos lo suficientemente bien.
En la radio suena Do y wanna know? Y yo me pregunto ¿Es que la gente no se cansa de esta maldita canción? Sí, es buena y todo lo que quieran pero ¡Suena en todas partes! Que lo único que queda es que Coca cola haga un comercial con ella. Esa sería la gota que derramaría el vaso.
Me tiene harta, tan harta que desearía que Arctic Monkeys siguiese siendo una de esas bandas desconocidas que solo los hípsters más ortodoxos alabaran.
Pero que calamidad.
La puerta del director se abre y la chica sale con una bolsa de hielo en el lado derecho de su cara. No parece tan afectada como esperaba, no parece temerme.
Alguien se ha ganado otra paliza.
Nos miramos como midiéndonos. Ella se irgue con soberbia y me desprecia con un gesto.
¿Quién mierda se cree?
—Dandelion, tú turno—avisa el director.
Me levanto y paso justo a su lado. No la toco, solo le susurro una amenaza. «La próxima no la cuentas» mascullo, ella se ríe.
Entro y cierro la puerta tras de mí. El director me mira de arriba a abajo y yo le devuelvo la mirada con toda la supremacía que sé que poseo. Él es solo otra oveja, una más para controlar.
Me siento frente a él y le presto toda la atención que tengo a mirar los diplomas en su pared. No me gusta verle la cara al director. El un hombrecito pequeño y regordete, con la cabeza calva y la piel repleta de manchas de la edad. Tiene un par de ojos saltones que me hacen pensar de inmediato en un sapo, y uno se le mueve hacia la izquierda involuntariamente de tanto en tanto.
No hay nada que valga la pena observar en él. Nada digno siquiera de recordar.
—Nos encontramos de nuevo acá, Angela—dice con su voz nasal, mientras entrelaza sus dedos—ya escuché la versión de Helena, quisiera escuchar la tuya.
—¿Le dijo que la golpeé contra el lavamanos porque me dio un puñetazo en la boca? Si eso dijo creo que no tengo nada más que agregar.
Veo al hombrecillo fruncir el entrecejo por el rabillo del ojo ¿Él pidió mi versión? Pues bueno, es esa. Después se quejan que uno es "demasiado honesta". Que se jodan.
—Angela, no sé qué estará pasando por tu cabeza en este momento pero esto es grave.
—Estoy pensando que mi padre es el mayor benefactor de esta escuela, en eso pienso—arruga la cara y se encoje como una ardilla. No hay mucho que conversar después de eso. Las miserables escuelas públicas como esta dependen de gente como mi padre para subsistir, dependen de que chicas como yo se mantengan bien cuidadas y fuera de los problemas.
—Ya lo he hablado con tu padre Angela, y él está de acuerdo conmigo en que has cruzado el límite.
—¿Ha hablado con él?—eso es sorpresivo. Yo llevo tres semanas sin saber nada de papá, se supone que está en Bahamas, o en Australia, o algo así. No se toma la molestia de hablar con su propia hija pero tiene una línea directa con el director de la escuela, ese tipo de persona es mi padre.
—Hemos llegado a una resolución en conjunto. Debido a tu rebeldía...
—¿Ha hablado con él? ¿Cuándo?
—Hace algunas horas. Como decía, hemos llegado a una resolución en conjunto...
—¡Claro! Habla con usted pero no se digna a llamar a su propia hija, que maravilloso padre, todo un ejemplo...
—Iras a un reformatorio, Angela—le miro por primera vez en toda nuestra conversación, está rojo e hinchado, los ojos se le salen aún más de las cuencas y no se a cuál mirar, uno me apunta a mí, el otro a la puerta.
—¿Perdón?
—He hablado con tu padre y hemos llegado a la conclusión de que eres demasiado rebelde para una institución como esta, necesitas de profesionales especializados en gente como tú.
—¿Me está llamando loca?
—No, me refiero a que no sabes controlar tu ira e intimidas constantemente a tus compañeros. Puede que esta sea una escuela pública pero no concuerdas con los valores que deseamos proyectar en el alumnado. Mañana comenzaremos el papeleo de tu transferencia y para la próxima semana serás parte de...
—¡Usted no puede echarme!—grito, me levanto por inercia y la tensión sobre mi cara hace doler la mejilla ¡No puede estar hablando en serio! Nadie puede echarme, no puede solo sacarme, como si yo fuese un bulto o algo así. Mi padre es el mayor benefactor de esta escuela, no puede hacerme esto.
—No te echaremos, te reubicaremos.
—¿Usted cree que soy estúpida o me está tratando de ver la cara?
—Primero me bajas el tono, segundo te sientas. No estoy actuando por tiranía, Angela—se pone más colorado de lo que ya estaba y solo por eso mi trasero se reubica en la silla. Ahora sí que no sé dónde mirar, un ojo está en la ventana y otro en el escritorio—Se te han otorgado infinidad de oportunidades, pero lo que has hecho esta vez es grave ¿Cómo no lo entiendes? Tienes suerte de que Helena haya decidido no denunciarte, todo esto podría terminar en un juicio ¡Entiéndelo de una buena vez, Angela!
Bufo molesta. Claramente esto no terminaría jamás en un juicio, tengo abogados, mejores de los que podría conseguir esa chica aun cuando hipotecara su casa y vendiera sus dos corneas.
—Ella me provocó.
—¡Golpeaste su cara contra un lavamanos!
—Agradezca que no le deformé el rostro.
—¡Suficiente! Mañana mismo te quiero fuera.
Me muerdo la lengua lo más fuerte que puedo para tratar de evitar gritarle. Sé que quiero hacerlo, se lo merece, merece que le reviente su redonda cara de sapo en contra del escritorio. Pero no me conviene. Soy impulsiva, no tonta. Cruzo mis brazos, cruzo mis piernas, le perforo un agujero en la frente con mi mirada.
—¿Qué quiere de mí?
—Quiero que te vayas
—No, eso no es verdad. Quiere que mi padre siga dándole dinero a su triste escuela de segunda, sabe que me necesita para eso, pero también sabe que no puede mantener a una chica que hará que el centro de padres se vuelva loco. Reitero mi pregunta ¿Qué quiere de mí?
Se lo piensa por un par de minutos, lo que me hace pensar que tengo razón, que toda esta escenita de la expulsión es solo una artimaña de él para asustarme. Solo espero que sus exigencias no sean demasiado ridículas, no quiero recoger basura, no quiero ayudar niños discapacitados, no quiero pasear perros vagabundos. Tampoco quiero terminar en un reformatorio, creo capaz a mi padre de meterme en uno, un padre que te trata como un bien raíz es capaz de cualquier cosa.
—Quiero que te disculpes—dice el hombrecillo, finalmente me mira con los dos ojos puestos en mi ¡Hurra por él!
—Bien.
—Y además quiero que entables una relación con Helena...
—¿Qué?
—Quiero que formes parte de su vida. Te juntarás con ella, te sentaras con ella a la hora de almuerzo y participaras en las mismas actividades extra programáticas ¿Captas?
—Solo una pregunta ¿Para qué? ¿Quiere que entienda que su vida es patética y que por eso debería dejar de molestarle? No se preocupe, ya lo sé.
—Quiero que entiendas que ella es una persona—sé que estoy llevando su paciencia al límite pero ¿Qué cree? No voy a pegarme a esa zorra solo porque a él se le ocurre. Puedo decirle que lo siento, hasta podría sonreírle y darle cien dólares, pero nada más.
—Ya, lo sé, si puede morir es ser vivo, si toma leche es mamífero y si habla es persona ¿No basta con eso?—arquea una ceja y supongo que ya agoté su paciencia—parece que no basta. Bien, lo que sea, haré caridad y la acompañaré por ahí ¿Tengo que darle mi apellido también?
—Solo si tú quieres—sonríe con superioridad y creo que voy a vomitar. Qué asco, ya veo porque no tienen sonrisa los sapos. Le regalo mi mirada desdeñosa y me levanto en dirección a la salida.
—¿Cómo se llama la chica?
—Helena Sing, es de último año.
—Bien, tenga un buen día.
Le doy fuerte a la puerta después de salir. Es lo único que me va quedando después de casi partirme la lengua a la mitad de tanto aguantarme la ira ¿Cómo es posible que yo me vea en semejante situación? Atada a una tonta cualquiera hasta para almorzar ¿Es una jodida broma? ¿Saldrá alguien con un micrófono y me dirá que salude a la cámara? ¡Jesús! Pero qué asco. Maldita mulata estúpida.
Michelle es la primera persona con la que me encuentro al salir. Me espera parada frente a la puerta de la oficina del director mirando a los pasillos con poco ánimo y mascando un chicle con la boca abierta. Tiene mis cosas con ella, y una cara de pocos amigos. Michelle siempre si ve ominosa. Su pelo negro y lacio, sumado al extremo exceso de delineador, no la ayudan tampoco a contrarrestar el efecto. No le gusta la gente y creo que deja bien claro su punto de solo verla.
Me lanza el bolso en cuanto me ve, se pone su mochila al hombro y se acerca al tiempo que revienta un globo de chicle.
—Un tal Joe, o Jay, o Jess quiere matarte. Me ha dicho Lisa, que dijo Halley, que le contó Pierce, que preguntó por ti en la clase de salud y que amenazó con que te partiría la cara en cuanto te viera—se sujeta el pelo con una banda y caminamos hacia la clase de física del señor Anderson.
—Vaya novedad, otro más que quiere joderme el día. No debí salir de la cama.
—¿Tan mal ha ido? Creí que tenías inmunidad diplomática o algo así.
—Al parecer mi padre ha dejado de ser embajador de la tierra prometida, soy tan mortal como tú ahora—ella sonríe y resopla, sé que en el fondo está celosa de que las cosas siempre salgan como yo quiero. Tengo ese efecto en la gente, todos terminan deseando mi desgracia. Consecuencias de estar arriba—me ha dicho que si no entablo una linda relación con la zorra esa, me transferirá a un reformatorio.
—¿Y qué harás? Que si me preguntas a mí no te veo en uno de esos lugares.
—Claro que no iré a un reformatorio. Solo jugaré a ser la buena samaritana por un par de semanas hasta que el viejo sapo lo olvide. Pan comido.
—Si tú lo dices—ella sonríe de nuevo. Conoce mi carácter y quiere verme intentar ser una buena persona. Definitivamente no ha visto mi faceta de actriz, puedo engañar a cualquiera, incluida ella.
Antes de llegar a la sala nos encontramos con Caroline, otra de mis cercanas. Nos mira con aburrimiento y cierra la puertecilla de su casillero de un solo golpe. Hoy no se ha alisado el afro y el pelo le revolotea ocupando más espacio de lo que le corresponde al cabello normal.
Caroline es de labios gruesos y nariz ancha, pareciera que siempre tiene la boca abierta y aunque a algunos eso les parece seductor yo lo veo más como una señal de debilidad mental ¡Pum! Que te concentras en algo y no puedes mantener tus labios juntos. Patético.
—Cierra la boca Carrie—le digo en cuanto pone su atención en nosotras.
—Parece que alguien no anda de buen humor hoy ¿Te han soltado tan rápido? Y yo que le apostaba a Mitch que de esta no salías.
—La han mandado a un reformatorio de menores—agrega Mitch de prisa. Al parecer le agrada la idea de mi sufrimiento.
—¡Ay cariño! ¿Tienes claro que a las blanquitas como tú se las comen en los reformatorios?—Carrie se cruza de brazos y pone cara de saberlo todo sobre las calles y la vida dura, no digo que no sea así, es solo que me descompensa que me den sermones, sobretodo Carrie, quien apenas puede mantener su boca cerrada y caminar.
—No iré a ningún lado. Solo tengo que ser amable con esta chica, Helena Sing.
—¿La que aporreaste en el baño?
—Sí, ya sabes, ideas newage de cara de sapo—me encojo de hombros. Ella se me queda viendo con escepticismo.
—Creo que definitivamente irás a un reformatorio, lo bueno es que el traje combinará con tu pelo. El naranjo es completamente tu color.
—Que te joda una llama altiplánica, Carrie.
Entro al baño más cercano y encaro a la primera chica que veo. Es gordita, pequeña y pecosa. Va a ser fácil.
Carrie y Mitch entran detrás de mí y se paran en la puerta.
—Oye tú—gruño con voz ronca—¿Sabes quién es Helena Sing?
La chica comienza a temblar solo de darse cuenta quien soy. Se encoje tres tallas y mira a todas partes como buscando ayuda. Otra chica salé de uno de los cubículos, pero al ver la escena corre fuera del baño sin siquiera lavarse la manos.
Chasqueo los dedos frente a su cara y ella se empequeñece aún más, está aterrorizada.
—¿Qué eres sorda? Helena Sing ¿Quién es?—abre la boca un par de veces pero no dice nada. Comienza a cansarme—Voy a contar hasta tres. Uno...
—Es de último año.
—Ya... ¿Sabes dónde puedo encontrarla?
—No, no sé—frunzo el ceño y resoplo. Ella parece recordar repentinamente—pero puede que la encuentres en el gimnasio, pasa mucho tiempo allá.
—Bien.
Salgo y tanto Caroline como Michelle me siguen. No ando de humor para esperarlas así que apuro mi paso y supongo que ellas me alcanzarán. Lo hacen.
—¿Y qué ha sido eso?
—Nada, solo pienso terminar esto cuanto antes. Invitaré a la tal Helena a pasar el rato con nosotras por un par de días.
—No me metas a mí en ese saco—se queja Michelle—yo no ando con taradas.
—Lo que sea, si no te gusta te quedas sola, o con Carrie, allá ustedes lo que quieran hacer. Por mi parte evitaré ser expulsada—Mitch arruga la frente y masca con rabia la goma en su boca. Cuando dije que no le gustaba la gente no bromeaba, ella detesta el contacto con otros seres humanos.
—Anda Mitch, será divertido—ruega Carrie con ojos esperanzados—ver a Angie siendo simpática por varios días... ¡Va a ser de lujo! Yo creo que no pasa de la semana.
—Gracias por la confianza—mascullo. Mitch ríe maliciosa.
—Yo le doy diez minutos, desde el momento en que encontremos a la tal Helena.
Navegamos entre un mar de salas, alumnos perdidos y profesores dirigiéndose a sus salones. Suena la campana y todo se vuelve un poco más desértico. Espero encontrar a la zorra esa, tengo pocas ganas de hablarle, pero tengo menos ganas de terminar como alimento para los irreformables del reformatorio.
Llegamos finalmente al gimnasio, entramos a la cancha y nos tomamos nuestro tiempo en encontrar a la tal Sing. Una mitad la ocupan los del equipo de baloncesto, mientras que la otra mitad es usada por las chicas de vóley. Ni pista de la zorra.
Se suponía que estaría acá, no siento deseos de dedicarle más tiempo a su búsqueda.
—¿No es esa que está allá?—pregunta Caroline señalando a un grupo de personas en las graderías. Trato de enfocar a lo que ella ve, pero para mí todo es una masa de personas juntas.
—No lo sé, iré a ver.
Cruzo por en medio de la cancha ignorando todos los gritos de que me mueva ¡Esto es importante, no jodan!
Me acerco a ellos con los brazos cruzados, intentando reconocer a la zorra mulata del baño.
La encuentro sentada frente a un tipo alto, ya no tiene la bolsa de hielo en la mejilla y una chica castaña le revisa la cara ¡Que solo han sido un par de golpes! No le he incrustado un trozo de metal o algo así.
—Helena Sing ¿No?
Todos se voltean al oírme y la cara de la puta esa se deforma en mil maneras distintas. No le agrado, ella no me agrada ¿Para qué vamos a acercarnos por decisión propia?
Carraspeo para que responda a mi pregunta, aun cuando no hay necesidad de que lo haga. Bien, creo que solo me queda abrir el discurso.
—Bueno, supongo que así te llamas. Mira, seré concisa, lamento lo de tu cara—lo que yo le hice, lo demás viene de nacimiento—y esperaba que aceptaras...
De repente un chico alto aparece frente a mí y me agarra el brazo con más fuerza de lo que se considera cortés. Me está haciendo daño ¡Auch! Mierda ¿Qué le sucede?
—¿Quién mierda te crees, eh?
Clava sus ojos gris pesado directo en mi cara, en la frente se le forma una vena escandalosa y los músculos de la expresión se le marcan exageradamente. Me zamarrea como si intentara sacarme las palabras al batirme, tiene muchas ganas de golpearme, lo sé de solo verle a la expresión.
Respira por la boca de manera agitada, como si quisiera que la ira se le escapara entre los dietes. No puedo evitar fijarme en la cicatriz de su labio superior, es muy llamativa. Blanquecina, recta, grande ¿Cuánto medirá? ¿Dos, tres centímetros? Tengo esa mala costumbre, me quedo mirando fijamente los defectos de la gente, me atraen como la luz a las polillas.
El ojo bailarín de cara de sapo, la boca abierta de Caroline, el lunar carnoso del ascensorista de mi edificio, la cicatriz de este chico. Es inevitable. Son demasiado sobresalientes para ignorarles.
—Oye amigo, suéltala—la voz de Mitch me saca de la ensoñación y pongo atención al mundo nuevamente. El tipo frente a mí está tenso y en guardia, a la más mínima provocación me asestará con su puño de lleno en la cara.
—Cálmate, Jeremy—le dice otro chico al tipo de la cicatriz, y le pone la mano en el hombro ¡A no, pero que ternura, amor fraternal de amigos! Asco.
—¿Qué me calme? ¿Acaba de zurrar a Helena y tú me pides que me calme? Nada de calmarse Ben, le voy a enseñar un par de cosas—me aprieta más el brazo y el dolor se intensifica. Va a dejarme un verdugón bastante notorio, aun cuando me esté sujetando por sobre la ropa.
—¿Qué vas a enseñarme exactamente?—pregunto con cara de póker.
—A no moverte con tanta confianza—responde y alza su puño en el aire.
—Lanza ese golpe y te juro que te arrepientes—esgrime Carrie, escucho su voz volverse dura. Puede parecer una chica tonta pero la verdad es que es una fiera. Sonrío de par en par y clavo mis ojos en los de él.
—Tranquila Caroline—digo con premeditada calma—¿Vas a enseñarme cosas? Adelante, hazlo. Golpéame justo aquí—me toco el lado no herido de mi labio y espero a que me mire—de esa forma me quedará la boca simétrica ¿Qué estás esperando? ¡Vamos! Dame tu mejor golpe. Creí que ibas a enseñarme un par de cosas.
Me jala el brazo y prepara el puño. Va a golpearme. Vamos, hazlo, rómpeme la nariz frente al equipo de baloncesto, frente a las chicas de vóley, frente a todos quienes están ahora en el gimnasio, dame en la cara y terminemos con esto. Si me atacas sin mi provocación estaré absuelta. Vamos ¿Qué esperas?
Escucho su impotencia escapar de su garganta como un gruñido. Me suelta con tal fuerza que siento como si trastabillara, se queda mirándome intensamente y pone su dedo delante de mi cara.
—Agradece que hay más gente acá, si no fuera así te molería a golpes—susurra solo para mí ¡Ay no, pero que romántico!
—Lo que digas marica—le echo una mirada corta a Helena, no se ha movido ni un centímetro desde que llegué, y aun me mira con repugnancia. A la mierda con ser buena samaritana. Si han de mandarme a un reformatorio, pues que lo hagan, ya verán quien es el que sale perdiendo.
—¡Y tú!—rujo mirándola—esta vez la sacaste barata, la próxima te desfiguro.
No hago esperar a las chicas y me retiro tan pronto como la zorra esa de Helena Sing abre la boca para responderme algo. Mis ganas de escuchar sus graznidos son tan grandes como mis ánimos de asistir a la clase de Física del señor Anderson.
Pero que ridiculez ¿Yo codeándome con taradas como esa? ¿Conversando con tales idiotas? Prefiero que me vistan de naranjo y me pasen la comida por debajo de la puerta
¡Que se joda cara de sapo! ¡Que se joda mi padre! ¡Que se jodan todos!
II
Paso la tarde en el baño de mi cuarto. Ya me estaba aburriendo del tono naranja de mi cabello. Mitch tiene un punto, si me van a mandar a un reformatorio lo mejor sería tener el cabello de algún color que combine, y el naranjo es demasiado fácil.
Me enjuago la cabeza por última vez y miro en el espejo mi creación. No ha quedado mal el color, algo brillante pero se irá apagando con los días.
—¿Es ese día del mes?
Me volteo para encontrarme con la mirada cansada de mi hermano Jack. Supongo que se debe al trabajo, que por eso se ve tan molido como el puré. También cabe la posibilidad que lo suyo sea porque ya no da más conmigo, que mi último tono de cabello lo ha terminado de cabrear y en cualquier momento rompe en llanto. Sé que a veces tiene ganas de revisar cuanto tiempo de garantía le dieron a papá por mí, revisar si hay devolución o si puede cambiarme por algún otro producto de la tienda.
Lamentablemente para él, no puede.
—¿Qué día del mes?
—Ese día en que nos cambiamos el color del cabello y nos rapamos media cabeza.
—No me he rapado la mitad de la cabeza, solo ha sido un poco y a un lado, aunque no lo creas esto se lleva mucho por estos días. Además me cansé del naranja. Creo que me siento más morada últimamente.
—¿Te sientes morada? ¿A ver que cómo es eso?—dice medio riéndose y se sienta en la orilla de la tina a conversar un rato. Definitivamente es el trabajo lo que lo tiene así.
—No sé, morada como un verdugón. Algo como sangre estancada que se desintegra dentro de tu cuerpo, pequeños trozos de ti que se escapan pero quedan atrapados entre las fibras de tu piel solo para morir muy lentamente. Morada.
—¡Ya veo que andas profunda! ¿Me quieres decir entonces que tu pelo se pondrá verde en algunos días más y luego desaparecerá?
—Puede ser, quizás todo esto es un proceso y en unos días más me sienta verde, y después me sienta nada y me rape toda la cabeza ¿Quién sabe? Por el momento me siento morada.
Él sonríe con dulzura y apoya la espalda contra la pared del baño. Yo tomo la toalla y comienzo a secar mi cabello desordenadamente. Si el color es lo suficientemente bueno mi toalla no terminará morada, si no lo es tendré una toalla menos.
—¿Ha pasado algo interesante hoy?—pregunta Jack casual. Se moja las manos y peina su cabello dorado hacia atrás.
¿Es malo pensar que tu hermano es súper guapo? Sé que todo ese tema del incesto está muy de moda pero yo siempre lo he pensado de Jack, no es algo de ahora relacionado con la pubertad. Jack siempre me ha parecido súper guapo y encantador. No es que tenga pensamientos desviados, no, que asco. Solo pienso que se ve muy lindo cada vez que se peina hacia atrás el cabello, cada vez que sonríe, cada vez que respira.
—No, nada, otro día regular ¿Qué tal tú?
—He recibido una llamada interesante.
—¿Sí? ¿Quién?
—Papá—tapo mi rostro con la toalla y me muerdo el labio ¿Es que acaso todo el mundo hablará hoy con mi padre menos yo? De cualquier manera, para padres de mierda no estoy.
—¿Sí? ¿Qué ha dicho? ¿Se ha hundido toda Asia y no volverá jamás?
—Me ha dicho que le ha llamado tu director ¿Aún no tienes nada que contarme?
Me quito la toalla y le miro a través del espejo, él está ahí sentado, con el pelo húmedo y la expresión cabreada. Creo que no es el trabajo, soy yo. Siempre destruyo al pobre de Jack. Creo que debería dejar de preocuparse por mí.
—No, nada, otro día regular.
—Angie, no creas que no he visto tu labio, lo estoy ignorando deliberadamente, espero que puedas en algún momento contarme que te está sucediendo sin tener que presionarte para que lo hagas.
Jack siempre me parece lindo. Siempre confiando que cambiaré, que me volveré la hermanita que quería desde que soy un bebé. Eso no va a pasar Jack, por mucho que esperes.
Me volteo y le encaro, Jack no es una oveja cualquiera, él es un lobo vestido de oveja. Puede que parezca bueno, noble, tierno y guapo, pero al final, todos somos de la misma familia, ambos somos Dandelion, lobos por naturaleza.
—Ella ha empezado.
—Y por eso has azotado su cabeza contra un lavamanos.
—Ella me ha llamado perra y me ha dado un puñetazo.
—Angie, eres mi hermana y te adoro, pero por favor no creas que voy a tragarme eso de que no has empezado tú.
—¡Ella me ha provocado, se ha metido donde nadie la llamó!—chillo y tiro la toalla al suelo—y ahora papá, que parece habla con todo el mundo menos yo, quiere meterme a un reformatorio.
—No es un reformatorio—dice él alargando sus brazos para tomarme de los hombros—es una escuela para chicos con otras necesidades.
—¡Perfecto! Me van a mandar a una escuela para retrasados ¿Quieres que aprenda algún oficio básico y me mantenga entretenida para siempre? No te preocupes puedo rellenar donuts o servir café en McDonald's sin necesidad de una escuela para especiales.
Salgo furibunda del cuarto ¿Qué demonios le pasa a todo el mundo hoy? ¿Qué afán hay con fastidiarme? ¡Nadie va a imponerme nada! Nadie me dirá qué hacer y qué no ¡Jódanse, jódanse todos!
Jack me agarra del brazo y me gira. Tiene esa cara de tristeza que suele poner cuando no sabe cómo manejarme. Realmente siento pena por Jack, él merecía una mejor hermana, él merecía una que no le llevase la contraria, una que le diera en el gusto y no le diera preocupación tras preocupación.
—No es una escuela para gente especial de ese tipo Angie, es para chicas con caracteres especiales, ambos sabemos que tú no has estado bien—me acaricia el cabello mojado y me mira con ternura. Jack siempre me mira con infinito afecto, sin importar lo que haga, sin importar como me comporte. Nunca deja de quererme, ni por un segundo—Quizás lo mejor sea que vayas a un lugar donde las personas tengan tus mismos problemas.
—¡Una mierda! ¿Quieres que esté bien? Mantenme en Ashton Levy, déjame terminar ahí.
—No está en mis manos Angie, papá habló con tu director.
—Ya lo he arreglado con él, me dejará quedar si hago las paces con la zorra. Sé que parece imposible pero lo haré, me llevaré bien con ella.
Lo último suena como a ruego, hasta hago un puchero. Angela Dandelion no ruega, no en público, pero Jack es la excepción. A él puedo rogarle, implorarle y hasta llorar.
Me mira con cierta suspicacia, no está convencido de que vaya a cumplir mi palabra, pero no le queda más que confiar. Soy su hermana, su única familia, si no confiamos entre nosotros estaríamos completamente solos.
—Está bien—concluye—no le diré nada a papá, pero tienes que prometerme que te arreglarás con esa chica.
—Claro que lo haré, seré irreconocible, ya verás.
—De acuerdo.
Me abraza brevemente y se voltea en dirección a la salida. Antes de irse me queda mirando mientras yo cepillo mi cabello.
—¿Qué pasa? ¿Algo más que tengas que decirme?—pregunto al verle parado en el marco de la puerta.
—Nada. Solo pensaba que te has puesto muy bonita ahora que has ganado algunos kilos—sonríe y se vuelve a peinar con los dedos—Hoy viene Lucy a cenar.
—Como detesto a esa perra.
—¡Oye! No le llames así, en mi prometida y vamos a casarnos ¿De acuerdo?—frunce el ceño y espera a que yo me retracte. Debo hacerlo, siento como si hubiese transgredido demasiado sus límites para un solo día.
—Como no me cae del todo bien esa mujer, pero aun así seré amable para que tú puedas revolcarte con ella hoy. Te hace falta un polvo.
—¡Dios, tú no vas a cambiar nunca!—se va con aura resignada y me ordena que vaya a ayudar a Penny en la cocina en cuanto termine con mi cabello.
Eso puede tomar mucho tiempo.
Al rato me tiro sobre la cama y observo mi techo. Justo sobre ella cuelga un móvil de cristales que Jack me trajo de Kuala Lumpur. Se mueven lentamente con la leve brisa que entra por mi balcón.
Debo buscar una manera de llegar a ella. Debo aprender a llevarme bien con la tal Helena Sing.
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