Angie: De proposiciones imposibles
I
Perfecto. Hago toda la maldita demostración de que nadie puede retarme a nada sin quedar boquiabierto, para terminar cayéndome de la forma más espectacular posible. He reventado el suelo con mi cara ¡Si hasta corre sangre por mi frente! Grandioso, simplemente magnifico. Puedo apostar que esto es para puntos, por lo menos dos.
¿Cómo se me ocurre hacer un giro? ¡Que no puedo hacer giros! Demasiada emoción supongo, me desconcentré, me dejé ir. Madre mía, estoy goteando sangre.
Debería pararme, eso me permitiría conservar algo de dignidad...
Por lo menos espero que esto los deje satisfechos. Querían ridiculizarme ¿No? Ya lo tienen, la mejor vista para la mejor caída. Apuesto que lo han grabado todo.
—Bien, espero que también hayas grabado eso. Es lo máximo que les daré como entretenimiento ¿Estamos a mano?
No parecen reaccionar ¿Qué les pasa? Quizás si voy a necesitar puntos ¡Quizás se me ve el hueso del cráneo! ¿Debería tocarlo? No, mejor lo dejo así.
Debo ir a la enfermería por alguna gasa o algo, no puedo irme a casa goteando sangre en el subterráneo, no estamos en Halloween.
—Únetenos. Te lo ruego, únete a este grupo de baile.
Una chica como de medio centímetro de alto se levanta cual fiera. Abre los ojos y pone cara de velocidad. Me hace algo de gracia, en serio, si tuviera la capacidad para encontrarlo tierno lo haría. Unírmeles, pero por dios ¿Qué consumió esa petiza?
—Claro, déjame que voy por mi disfraz de perdedora y mi sombrero para situaciones sociales incómodas.
Cojo mi ropa, me coloco las zapatillas y pongo uno de mis calcetines en mi frente para parar el sangrado por lo menos hasta llegar a la enfermería. Espero que la nueva enfermera sepa poner puntos, definitivamente voy a necesitar puntos ¿Cómo es que no me dio una conmoción cerebral? Esto está como para TEC.
Llego hasta la puerta y choco con algo antes de salir. Tengo que mirar hacia abajo para notar quien es. La petiza ¿En serio? ¿Qué no sabe lo que le hago a las chicas que se meten en mi camino?
—Por favor, te necesitamos—ha de medir como un metro cincuenta, quizás menos, es una completa enana y para más gracia oculta su mirada detrás del flequillo. Amiga, si te vas a dejar pelo en la cara hazme el favor de llevarlo con dignidad.
—Y yo necesito un unicornio transexual ¿Ves? No se puede tener todo lo que quieres.
Doy un paso al costado y trato de irme sin dejar heridos, pero ella se mueve también y se interpone de nuevo. Realmente me está terminando la paciencia, de partida tengo poca y además estoy sangrado y sudando. Respira Angela, recuerda el yoga y todas esas mierdas de la India.
—Por favor—se endereza y sacude el flequillo de sus ojos, ahora creo que mide como uno sesenta, lástima que yo rodeo el metro ochenta.
—No.
Vuelvo a intentar escapar pero la pulga es insistente. Bien, a la mierda el yoga.
—Eres la primera persona que veo que puede bailar así.
—Y será la última si sigues hablándome. Te daré dos opciones, o me dejas pasar o paso por sobre tu cuerpo inerte.
No se quita del camino pero tampoco se mueve cuando la rodeo, creo que la he congelado, no me sorprende, siempre le sucede a la gente que intimido. Ya saben, gran altura, voz de entrenador de futbol, ojos de asesina serial, sangre corriendo por mi cara. Cosas de todos los días.
—¡Que tengan una buena vida perdedores!—digo luego de salir de gimnasio.
Así son las cosas. Algunos, a pesar de que nos reventemos contra el suelo, nunca dejamos de estar arriba.
II
El día le da paso a la noche y comienzo a sentirme más como en casa. Ha sido un día duro, primero tratar de congeniar con la mulata estúpida, luego bailar esa ridícula canción y finalmente terminar la jornada con dos horas en urgencias esperando por un par de puntadas. Que no me hace reír nada en estos momentos. Creo fervientemente que necesito un relajo, y no hay nada más relajante para mí que salir a divertirme. Noche, aire, bebida ¿Cómo era que decía la canción?
«Throw 'em back, till i lose count»
Interesante letra ¿Cómo se llamará? Esto de no escuchar música es contraproducente a veces. No es que quiera comenzar a escuchar música de ahora en adelante. Yo y la música hemos terminado, para siempre. Llamémoslo diferencias irreconciliables.
Hank me avisa que organizará algo en su casa y que si quiero puedo dejarme caer. Esa es su manera sutil de decir que quiere sexo, y vaya que me sorprende que sepa ser sutil, tipos como él apenas saben abrochar sus zapatos. Va a la NYU o algo así, juega un deporte de estos que mueven masas y cree que todos deberían girar a su alrededor.
No estoy orgullosa de conocerlo pero en mi defensa debo decir que solo duermo con él, nada más, incluso cuando trata de hablarme finjo que me duele la cabeza. Es un imbécil, pero es útil, y uno, por definición, no debe desechar las cosas útiles.
Llamo a Caroline para ver si se anima a dar vueltas por ahí pero está ocupada, se enfermó un niño de la casa en donde la acogen y prefiere quedarse a mirarlo para que no se deshidrate. Pienso en llamar a Michelle, pero desisto, ponerla a socializar es como intentar que los gatos caigan de espalda, puedes intentarlo pero no te va a gustar el resultado.
No me queda más remedio que ir sola, tampoco es que necesite a alguien que me acompañe. Hank quiere coger y yo quiero olvidarme de todo, no se requieren más que dos para eso.
Llego a eso de las diez a su casa, escucho la música desde el pasillo y espero que escuchen cuando toco el timbre. Si nadie me abre en cinco minutos me iré, tampoco tengo el ánimo de pasarme el resto de la noche parada en la entrada.
No tengo ánimos de nada últimamente.
Me abre un tipo grande, con el pelo rubio ceniza y cara de fiesta. Me saluda como si me conociera y yo siento asco por lo borracho que está. No es que me den asco los borrachos, me da asco él.
Es un estereotipo de chico bien, que sale de fiesta todas las noches y que tiene los amigos correctos. Pobre, que pena me da.
Me regala un vaso rojo de plástico y me deja sola en el recibidor. Ahora llega la parte aburrida de dar vueltas hasta encontrar a Hank, o a alguien conocido, lo que suceda primero. La sala está infestada de gente fumando hierba y/o bebiendo cerveza. A la izquierda juegan beer pong, a la derecha la gente se besa en el sofá, en medio bailan como posesos y en la terraza un par de chicos cuelgan a una chica de los pies por el balcón. Giro la cabeza ante la imagen y trato de que no me domine el vértigo, detesto las alturas, aun cuando vivo en un piso siete, y de solo pensar lo alto que estamos comienzo a marearme.
Hank no está acá, lo que me obliga a seguir buscándolo. Voy a la cocina pero tampoco encuentro a nadie que me interese. Saludo a unas muchachas que también van a la NYU y charlamos un rato sobre todo y nada. Ellas no han visto a Hank y comienzo a aburrirme de dar vueltas. Supongo que él habrá encontrado con quien divertirse y eso significa que yo también tendría que hacer lo mismo, no tengo ganas de volver a casa, ni ganas de pensar.
Le doy una última oportunidad a Hank para aparecer y hasta le envío un mensaje para avisarle que ya llegué, me siento en un sillón de la sala y un tipo se me acerca conversar.
No es aburrido del todo. Trata de ser interesante y a ratos lo logra. El único problema es que no estoy completamente interesada en tipos que son parcialmente interesantes.
La música es aleatoria y comienza a sonar Do i wanna know? Aparentemente esa canción me persigue, se esfuerza para que la deteste ¡Alguien apáguela!
—¿Quieres bailar?—pregunta el tipo. Es lindo, con ojos verdes y pelo de niño bueno. Me encantaría saber cómo se llama, pero no le puse atención cuando lo dijo.
—Lo siento, no bailo.
—¿No bailas o bailas mal? Porque yo tampoco soy todo un Travolta—rio ante su chiste y me paso el cabello detrás de la oreja. Debo dejar de coquetearle, no creo que sea de mi tipo.
—No, solo no bailo. No me gusta la música.
—No puede no gustarte la música, es como el aire.
—Entonces creo que tengo branquias—me excuso amablemente para ir al baño y lo dejo solo en el sillón. Ha llegado ese punto de la noche en donde debo escapar antes de morir de aburrimiento. El chico sin nombre en lindo, pero demasiado profundo para mí, Hank brilla por su ausencia y no me apetece jugar beer pong. Lleno, por última, vez mi vaso con un mezcla de vodka y soda, y decido pasar al baño antes de irme. La canción cambia y espero que el chico casi interesante haya entendido que no voy a volver.
Reconozco de inmediato la canción que suena y se me escapa una sonrisa. Otra canción que me persigue, aunque esta sí que me gusta.
Doses and mimosas.
Rara vez escucho algo que tenga ritmo. Si lo hago es porque estoy obligada. En los taxis, lugares que frecuento, fiestas, tiendas con música de fondo, televisión. Doses and mimosas suele aparecerse en las radios de los autos, siempre desde el principio y no me bajo hasta que termina.
No sé que tengo con ella. A veces pienso que habla de mí, que quien la pensó lo hizo pensando en cómo pienso yo. Mandarlos a todos a la mierda y salir glamurosa de ello.
Choco de frente con otro tipo por quedarme pegada escuchando y quedo cubierta de vodka.
Maravilloso, como si mi noche no estuviera siendo lo suficientemente entretenida.
—¿Angela?—alzo la mirada, con ganas de decapitar a quien me ha bañado en licor, pero la sorpresa de enmudece.
Y justo cuando creí que la noche estaba perdida.
—¿Jude?—pregunto por pura cortesía, esos ojos azules y esa sonrisa coqueta son inconfundibles. Mi pecho salta con solo reconocer su cabello castaño y su nariz recta. Por dios que guapo está.
—No, el papa—sonríe de medio lado y su cabello baila de manera sensual. Había olvidado lo hermoso que era.
—Tu madre me dijo que estabas en Inglaterra—esgrimo tratando de no sonreír como tonta.
—Rusia la verdad.
—¡Oh! Discúlpeme por errar en el continente señor importante.
—En realidad tanto Inglaterra como Rusia están en Europa—extiende su sonrisa de dientes blancos y siento como me sube la temperatura.
—Para tu información más de la mitad de Rusia está en Asia—argumento, me gusta ser fanfarrona y presumir mis pocos conocimientos.
—Sí, la parte no habitada...
—No puedo creer que lleve un año sin verte y nuestra primera conversación sea sobre la geografía de Rusia—pongo los brazos en jarras y finjo enojo. Él suelta una carcajada y me abraza sin importarle que esté cubierta de alcohol.
—Pero como te he extrañado Blackbird, Europa es aburridísima sin ti—me suelta y se toma un momento para observarme de pies a cabeza.
—Asia querrás decir—si bueno, soy un poco competitiva.
—Lo que sea ¿Qué haces en una fiesta universitaria? ¿Y qué te pasó en la frente?—recuerdo repentinamente el apósito en mi cabeza pero no quiero hablar de eso.
—Ninguna de las dos cosas es de tu incumbencia, señor desaparecido ¿Cuándo llegaste?
—Hace dos días—le golpeo el brazo con fuerza y él se ríe.
—¡Dos días y no me has llamado!
—Estaba buscando una manera de sorprenderte, pensaba llevarte un ramo de flores a la escuela, algo así como un millón de rosas rojas ¿Bonito, no?
—Extremadamente cursi, creo que me están dando nauseas ¿Y por qué has vuelto? Creí que te quedarías allá hasta el fin de los tiempos.
—Eleanor se gradúa este año, vine para estar con ella, ya sabes, cosas de hermanos, a todo esto ¿Cómo está el tuyo?
—Ahí, comprometido con la estúpida de Lucy.
—Y aún la detestas.
—Hasta que la muerte nos separe.
—Sigues siendo la misma de siempre—me acaricia el cabello y medio sonríe—me gusta el morado, y la cabeza rapada es un gran detalle.
—Lo mismo pensé yo.
—¿Y qué te parece si nos vamos a otro lado? Vine porque me invitó un amigo de la NYU, pero ya lo vi y la verdad no estoy interesado en seguir acá. Me estoy hospedando en un hotel cerca de Central Park—se mete las manos a los bolsillos y mueve las cejas. Jude no es de sutilezas, y si me pide que nos vayamos es solo con una cosa en mente.
Lo cierto es que Hank es útil, pero solo eso. Las cosas útiles, sin valor agregado, son aburridas y terminan siendo reemplazadas rápidamente. Jude es útil, pero también es guapo, simpático e interesante. Está más que clara mi respuesta.
—Vámonos, pero deja que termine esta canción primero.
—¿La canción? Creí que tú y la música se habían divorciado, ya me parecía raro que estuvieras en un lugar donde la gente estuviese bailando.
—No es una canción bailable, Jude.
—Todas las canciones se pueden bailar ¿Recuerdas, Blackbird?
—Cierto.
La canción termina y partimos inmediatamente. Creo divisar a Hank un poco antes de que me vaya pero no me detengo a comprobarlo. Lo siento cariño, has sido reemplazado por un nuevo modelo. Mejor, más práctico y mucho más costoso.
III
La cafetería bulle en gente chillando y la cabeza comienza a dolerme. Es lunes nuevamente y el fin de semana se me ha pasado como un pestañeo. El regreso de Jude da vueltas mi mundo y me da esperanza de que este año sea mejor de lo que pronosticaba, aunque no puedo disfrutarlo mientras siga sintiendo que me observan.
¡Por todo lo sagrado, déjenme en paz!
—¿Siguen mirando hacia acá?—pregunto a mis amigas.
Carrie mira por detrás de mi cabeza en dirección a la mesa de los perdedores, no sé si los llamarán así pero no estoy interesada en comenzar a hacer investigación de campo para encontrar el término correcto para su condición social actual. A lo que a mí respecta son un grupo de raros que bailan en su tiempo libre. Algo así como la versión cinética de Glee.
Llevan todo el día asechándome. En la entrada de la escuela, en el baño, en la clase de química, en la de ciencias, si hasta tuvieron la desfachatez de dejarme notas en el casillero.
«Por favor, únete al grupo»
La lancé a la basura inmediatamente, y luego le prendí fuego. Quizás lo último solo pasó en mi mente, aunque ganas no me faltaban.
La segunda nota fue un poco más atrevida.
«Únetenos y no le mostraremos a nadie el video que hicimos»
Efectivamente lo habían grabado todo, bastante predecibles. Esa nota me causó un poco más de gracia, pero también terminó en la basura y también soñé con quemarla. Lástima que no permiten parafina en la escuela.
Solo les falta respirar sobre mi hombro y escarbar en mi basura para convertirse en el ejemplo clásico del psicópata americano. Y es que, por más que insistan, no va a suceder, ellos y yo no vamos, jamás, a compartir algo más que una mirada de desprecio.
Creo que debo comenzar a prepararme para el reformatorio, escuela de especiales o lo que sea.
—Sí, aún te miran ¿Vas a contarnos que pasó el viernes? Desapareciste de la nada y ahora tienes dos puntos en la frente.
—Nada muy interesante—respondo mientras escarbo mi plato de comida. Penny me ha empacado filete y cuscús.
—Claro, y el hecho de que los amigos de Helena Sing te acechen como buitres no tiene nada que ver—sugiere Mitch con ese tono sarcástico que le nace los lunes, y los martes, y los miércoles... en fin, toda la semana.
—No, nada que ver ¿Podrías cerrar la boca Caroline?—ella contrae la mandíbula y alza una ceja.
—Estás de buen humor hoy ¿Viste a Hank el fin de semana?
—¿Hank?—pregunta Michelle.
—Es la nueva conquista de Angie.
—Creo que ni para eso le alcanza—me volteo al notar cierta picazón en mi nuca y todos los perdedores se giran y regresan a sus almuerzos. Pero que espantoso, tienen un fetiche conmigo. Debo comenzar a ponerle más atención a mi ropa interior, quizás piensen en robármela. Hasta puede ser que me saquen fotos mientras no los veo y luego se toquen mirándolas o algo así. Regreso mi atención a la mesa y espero que dejen de molestarme—Hank es un ni-tan-lindo cuerpo que uso cuando estoy aburrida.
—Ah... es el nuevo Guy—Michelle parece aburrida de su Lasaña.
—Sí, algo así.
—Bien, dejémonos de cosas sin sentido y hablemos de temas importantes ¿Cuándo le conseguiremos novio a Michelle?—el aura oscura de Mitch se despliega por sobre la mesa y creo que en cualquier minuto le saldrán tentáculos y ahorcará a Carrie.
—No necesito un novio.
Me giro de nuevo y automáticamente ellos regresan a lo suyo ¡Puta madre! Por cosas como esta no dejo que los demás me pierdan el respeto. Ya las ovejas se creen iguales al lobo. Soy un jodido lobo, engullo ovejitas para el desayuno.
—No, claro que no lo necesitas, lo que necesitas es una revolcada monumental. Sexo por horas, hasta que botes todo ese mal humor crónico—corrige Carrie.
—Mira a Angie, se ha jodido a todo el mundo y tiene el peor genio que conozco—se defiende Michelle.
—No te equivoques Mitch. Tu eres la mal genio, lo que Angie tiene es una personalidad de mierda y un trastorno de la ira. Lo tuyo se pasa con sexo, lo de ella se pasa con antipsicóticos y una lobotomía.
—¡Oh! Has aprendido a usar la palabra lobotomía en una frase—comento sin dejar de mirar a los perdedores por sobre mi hombro—creo que te mereces una galleta por este nuevo truco.
—Como decía, antipsicóticos y lobotomía. A menos que quieras terminar como ella yo recomiendo sexo, sexo y más sexo—Carrie continua sus indicaciones sin sentido mientras yo no logro dejar de sentirme acechada.
—No voy a tirarme nada que ustedes me presenten, sus conocidos son gente rara.
—Mira tú, es lo mismo que mis conocidos dicen de ti—digo, y le sonrió.
No me gusta concordar con Carrie, pero definitivamente a Michelle le hace falta alguien que le dé duro. Sí, es un pensamiento machista del siglo pasado para aminorar a las mujeres de personalidad fuerte y decidida que saben lo que quieren, pero vamos que lo de Mitch no es una personalidad decidida, es la amargura de todos los pomelos inmaduros del planeta. Necesitará varios días en la cama de alguien para poder sacarle siquiera una sonrisa o un resoplido. He llegado a pensar que le quita el alma a todo con lo que se acuesta y se roba la felicidad cuando los besa, como los dementores.
—Mira Mitch, solo será una vez, buscaremos un candidato de tu estilo, checaremos sus antecedentes de ITS y cosas... ¿Esa chica viene hacia acá?
Me volteo para ver acercarse a la misma petiza que me bloqueó el paso el viernes pasado. Bien, esto ha pasado el límite. Después se preguntan por qué golpeo y maltrato a todo el mundo ¡Acá tienen la respuesta! Soy un imán para los perdedores, en cuanto ven que cedo creen que pueden considerarme uno de ellos.
Pero esto termina acá, no voy a dejar que un montón de pendejos subnormales crean que porque tuve un momento de debilidad ahora pueden acercarse a mí con toda la confianza del mundo.
Tomo el primer objeto contundente sobre la mesa—un tenedor—, me levanto y apunto en dirección a la pulga, quien se detiene tan pronto como ve que tengo algo en la mano. No chica, nadie me toca los ovarios y vive para contarlo.
—Da un solo paso más enana y te juro que te saco los ojos con este tenedor y me los como acá mismo, frente a toda la puta escuela.
De repente la muchedumbre se ha quedado en silencio y nos observa. Ella mira en todas direcciones y se voltea para caminar de vuelta a la mesa a la cual pertenece.
Creo que ha quedado claro mi punto.
Me siento en mi lugar nuevamente y tanto Caroline como Michelle me ven anonadadas. Carrie tiene la boca abierta, aunque eso no es novedad. Me aburre tener que explicarles de que va todo, realmente me aburre.
La cafetería regresa a la normalidad, la gente vuelve a chillar y mi dolor de cabeza amenaza con intensificarse.
No me interesa ser conocida como violenta, como reina, como porrista o como miembro honorifica de alguna tribu. Me interesa no ser conocida ni reconocida. No quiero pertenecer ni participar ¡Entiéndanlo ya!
—Entonces ¿Para cuándo programo tu cita?—pregunta Caroline.
—Tengo el sábado libre—responde Mitch.
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