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Angie: De manos amigas

I

Me estiro en la cama para disfrutar un poco más esa pereza matutina tan agradable. Jude despierta con el movimiento y se acerca para abrazarme y emitir esos ruiditos que encuentro tan tiernos. Me besa el cuello y se queja levemente.

—Buen día, Blackbird.

—Gracias, también para ti ¿Cómo era tu nombre?—Rio, él se mete entre mi cabello y muerde mi oreja.

—Creí que después de gritarlo tantas veces anoche te lo habías aprendido—. Me escabullo bajo su cuerpo y enrosco mis piernas en su espalda.

—Quizás necesito que me refresquen la memoria.

Me besa y comienza a tocar mi cuerpo. Jude es adictivo, no puedo negarme a su voluntad, menos cuando sé que lo que se aproxima será para mi extremo disfrute.

Me he vuelto adicta a ese olor que desprende, como a verano, a sol, o quizás solo he recordado mi adicción previa a él. Es al mismo tiempo feroz y cautivador.

Alza mis caderas y me llena de besos ¿Cómo pude pasar tanto tiempo sin él en mi órbita?

—Aprendiste cosas nuevas en Asia—gimo un poco cuando llega a mis senos.

—Es Europa—susurra sobre la piel delicada de mi pecho.

—Los europeos son aburridos, los asiáticos inventaron el Kamasutra—. Sonríe. Juguetea en mi vientre e intenta hacerme cosquillas, aun sabiendo que no tengo cosquillas.

—Te extrañaba—. Me mira con esos ojos que siempre me parecen como dos hechizos muy bien conjurados.

—Lo sé, soy de esos demonios que se aman y se temen—contesto.

Baja un poco más y yo me acomodo para pasarlo de maravilla. Pero el teléfono nos interrumpe y Jude se estira para contestarlo.

Me sujeto a su cuello y rezongo. No puede ser que el teléfono sea más importante que yo en este momento.

—Angie, deja, que es de la recepción y puede ser importante.

—Contesta ese teléfono y no volverás a saber de mí.

—¿Así de fácil era? Me lo hubieses dicho hace años—. Carcajea y se tira sobre mi pequeño e indefenso cuerpo sin medir su peso. Es pura masa muscular y huesos, podría partirme en dos.

—Sal, que no me dejas respirar—. Me quejo.

—Buenos días—contesta de todas formas. Aparentemente he perdido la capacidad de darle órdenes—Sí, soy yo... ¡Oh! Dígale que suba.

Cuelga y se levanta, no sin antes forcejear conmigo entre las sábanas.

—¿Quién es?—exijo saber—¿Quién puede ser tan importante como para que me cambies?

—Mi representante.

—Tu representante está en Rusia.

—Mi representante acá en Nueva York.

—¿Por qué tienes representante en Nueva York? Creí que te tomarías vacaciones por la graduación de tu hermana—suelto somera. No me importa lo que Jude haga o deje de hacer durante sus vacaciones, mientras no me deje de lado.

—Ya sabes que soy un trabajólico—. Sonríe irresistible mientras se coloca un par de calzoncillos limpios—. Haré un par de presentaciones, nada del otro mundo.

Toma una sudadera de su maleta abierta y se viste. Sigo pensando que debería ser un crimen vestir a este hombre, su sola presencia representa una bendición para la humanidad. Me pone tanto verlo haciendo casi cualquier cosa, si se ve sensual hasta cuando se enferma.

—¿Ya has escogido dónde te presentarás?

—No, por eso viene mi representante.

—¿Y se puede saber quién es el afortunado que te representa?

—Es...—tocan a la puerta y él me deja con la frase en el aire. Corre a contestar y me entra la curiosidad.

Jude no interrumpe el sexo por nadie, no me cambia por nadie y nunca deja una conversación sin terminar, le gusta ser gramaticalmente correcto.

Me enrosco en la sábana y arreglo un poco mi cabello para no lucir tan salvaje. No quiero parecer una fulana a los ojos de un desconocido, o en su defecto, no quiero lucir extremadamente casual a los ojos de algún conocido.

Espió con cuidado de no delatarme pero mi presencia no pasa desapercibida. Jude saluda a una chica y esta se voltea de inmediato en mi dirección ¡Oh, no, cualquier persona menos ella!

—Siento molestarte, no sabía que estabas con alguien—se disculpa antes de reconocerme. Y sé que lo hace porque en cuanto logra enfocar mi rostro, la cara se le convierte de inmediato—. Angela, tanto tiempo. Que sorpresa encontrarte acá.

Se le descompone el ánimo y sé de antemano que este no es uno de esos reencuentros emotivos. Está sorprendida, pero no es de esas sorpresas agradables de un sábado por la mañana.

La pobre de Alma sería capaz de devolver el desayuno si no se sintiera obligada a guardar la compostura ante mí. Siempre me ha visto como su enemiga y creo que lleva la razón en eso. Años antes nos peleábamos por Jude y cuando se hicieron novios supongo que ella pensó que me había doblado la mano. No tardó mucho en descubrir que ocupamos lugares distintos en el corazón de ese hombre, y mientras el lugar de la novia es un espacio que se llena y se vacía con cierta facilidad, el espacio de la mejor amiga tiene mi nombre marcado con fuego, y nada ni nadie podrá superarme.

—Lo siento mucho Alma, no sabía que vendrías tan temprano—. Se excusa Jude con elegancia, Alma no deja de mirarme y yo no aminoro mi orgullo por nada del mundo.

—No te preocupes, es mi culpa, debí avisarte—continúa ella, tratando de amenazarme con su presencia. No lo logra.

Nunca se lo diré, pero en todos los años en los que nos conocemos, ella nunca ha representado ni la más mínima amenaza.

—De cualquier forma, es rudo de mi parte recibirte a medio vestir y además acompañado.

Alma le mira y sonríe. No mentiré, ellos hacen una de esas parejas perfectas de película, por lo menos en el exterior. Ella, bella, alta, rubia e inteligente. Él, guapo, simpático, de ojos azules y carácter enigmático.

Lástima que él nunca llegó a amarla lo suficiente y que ella nunca logró respetarse siquiera un poco, si lo hiciera no estaría aquí moviéndole el rabo.

Es triste tropezarse tan escandalosamente con la misma piedra.

—No te preocupes, solo venía para que viéramos lo del itinerario, que fechas te convienen y esas cosas.

—Voy por mi agenda y regreso de inmediato.

Jude corre hasta el cuarto y yo me quedo con Alma, frente a frente, sin nada agradable que decirnos la una a la otra.

—Esta situación me recuerda mucho a la última vez que nos vimos—masculla.

—¿Por qué te empeñas en traer ese recuerdo a colación?—respondo sin siquiera inmutarme.

—Es bastante traumático cuando te encuentras a tu prometido encamado con otra. Se te hace difícil no revivir el momento.

—Lo revives porque quieres hacerme sentir mal, Alma, pero la verdad es que no me arrepiento de nada.

—Claro que no te arrepientes, eres una niña mimada a la que nunca nadie le puso atención suficiente como para que aprendiera modales.

Las palabras se le escapan cubiertas de veneno, impregnadas de rabia y desprecio. Alma me odia desde lo más profundo de su ser, y por sobre todo odia que Jude me siga amando y a ella apenas si la considere.

—Recibo suficiente atención de Jude... creo que me basta—. Sonrió y suspiro—. Lástima que no sepas de lo que hablo.

Se congela y creo que va a romper a llorar de ira.

La escena se me hace familiar. La última vez que nos vimos ella también intentó guardar la compostura, trato de no gritarme, optó por hacerse la digna. Yo llevaba solo una sábana encima.

Al final se rompió, no soportó la presión y colapsó, gritándome y tironeándome el cabello. Ninguna de las dos la sacó barata, chocamos contra un espejo y ambas terminamos con varios puntos en la cara y en las manos.

Realmente no deseo terminar así esta vez. Pero si me provoca no me quedan más opciones que defenderme.

Hay un orden lógico, una jerarquía, Alma se encuentra muchos peldaños por debajo de mí.

—Eres una zorra.

—Tú también, si no fuera así, no estarías representando al mismo hombre que te puso los cuernos hace tan pocos años.

—Lo engatusaste.

—Que yo sepa no lo forcé a nada, lo que sucedió fue culpa de ambos... pero claro, para ti y tu mentalidad limítrofe la única culpable soy yo. Creo que eso es bastante machista.

—Me das asco.

—El sentimiento es mutuo.

Jude aparece de pronto, lleva su agenda con él, y a pesar de que reconoce la tensión en el ambiente se hace el tonto y finge que todo va de maravilla.

Supongo que las cosas entre ellos no deben de ir tan mal, y supongo también que Jude está tratando de enmendar todos los errores que cometió en el pasado. Por algo la ha contratado como su representante, por algo está hoy en este cuarto.

—Creo que debería irme—comento—, me aburres cuando te pones a hablar de trabajo.

—No digas las cosas de esa forma. Cualquiera pensaría que eres una superficial—. Me sonríe pero solo por un instante—. Pero concuerdo con que es mejor que te vayas.

Alma sonríe suponiendo, muy probablemente, que Jude la prefiere. Que piense lo que la haga feliz, aun cuando no sea verdad.

—¿Te veré más tarde?

Él mira a Alma y luego me mira de vuelta. Tengo la leve sospecha que sus intenciones hacia ella son más que profesionales. Pobre chica, hasta las ratas aprenden del ensayo y error.

—No lo creo, el trabajo quizás me absorba más de lo presupuestado.

—No te preocupes, ya veré en que entretenerme.

Le guiño un ojo y me meto al cuarto para tomar una ducha y vestirme. Los sábados siempre tengo una cita importante, una que no puedo posponer por nada del mundo.

II

Entro al restaurante y camino directo hasta el metre. Es un tipo alto con canas a los lados, ha de tener unos sesenta, si no más. Me pregunta si tengo reservación y yo le respondo que alguien ya me espera.

Asiente, sonríe, pide mi nombre.

—Angela Dandelion.

—Señorita Dandelion, no la reconocí.

La verdad es que no sé quién es, tampoco estoy demasiado emocionada por descubrirlo. He venido a este restaurante miles de veces y supongo que lleva trabajando aquí por años, ergo, debemos conocernos.

Lo que sea, nunca recuerdo a nadie el tiempo suficiente como para que me importe.

—No hay problema—respondo neutral—, busco a mi tía.

—La señora Arabella la está esperando.

Me guía a través de cuidados pilares esculpidos con diseños griegos, manteles de tela finísima y sillas de madera maciza.

A mi tía le encantan los lugares con una buena arquitectura, con algún tema cultural. Es de esas mujeres que considera la ignorancia uno de los más grandes insultos a la humanidad.

Irónicamente yo soy su sobrina, y no podría importarme menos el saber, los libros y la historia.

La diviso sentada en una mesa pequeña junto a la ventana. Mira la ciudad moverse lento mientras bebe una copa de vino y come un trozo de queso.

Mi tía es tan delgada como yo, casi como un esqueleto, pero nunca deja de verse sofisticada. Todas las mujeres de mi familia son demasiado delgadas para lo que se considera saludable, algunas se ven hermosas y delicadas como Arabella, otras como putas baratas, mi madre por ejemplo. Siempre he pensado que esa era la razón por la cual Mary Jane odia a mi tía, no importa lo que haga, simplemente no nació con el porte.

Me siento y ella me recorre con la mirada.

Me he vestido decente, cabello recogido, polera de un color aceptable, incluso me he puesto un collar que le hace juego a mi vestimenta. No tiene de qué quejarse.

—Angela llegas tarde.

—Medio minuto tarde.

—Es suficiente, las mujeres de cierta clase no dejan jamás esperando.

Suspiro. No hay como darle en el gusto. Tomo asiento y pido una copa de champagne y gazpacho de salmón.

—Tratemos de no discutir antes del almuerzo ¿Cómo has estado?

Ella sonríe de medio lado, busca en su bolso un trozo de papel y me lo entrega.

—No tan bien como me gustaría.

Arabella es una mujer rigurosa. Amante de la moda, del buen gusto, de los buenos libros y el buen vino. Es violinista y famosa. Cumplirá cincuenta en febrero y nunca se casó o tuvo hijos.

Si pudiera ser como alguien sería como ella. Nadie me ha parecido más hermosa y perfecta que Arabella Forrester.

—¿Qué es esto?

—La dirección en la que se está hospedando tu madre. No se ha comunicado conmigo, pero sé que ha vuelto al país, siempre estoy vigilando sus pasos.

Las noticias sobre mi madre y los reportes del clima me parecen muy parecidos en la forma en que se reciben. Te fías de lo que te dicen como si fueran una ley, y para cuando cambian un poco todos tus planes se arruinan por completo.

¿Qué hace mi madre en el país? Lleva años fuera, dos o tres. No lo suficiente por cierto. No hay suficiente tiempo para que ella esté lejos, ni suficientes kilómetros en el universo que nos separen.

Abro el papel y leo una dirección, no me suena conocida, y estoy segura de que conozco las direcciones de todos los hoteles que Mary Jane considera «a su altura».

—Esto no es Nueva York

—Está en Los Angeles—me corrige Arabella.

—¿Qué hace allá?

—No lo sé aún, mis hombres están averiguando. Puede ser que su nueva pareja esté allá ¿Sabes si tu padre está en el país?

—Se encuentra fuera, medio oriente creo.

—Esa teoría queda descartada entonces. No ha venido por él.

—Por su dinero querrás decir—la corrijo.

Mary Jane es una de esas mujeres que sobreviven a costa de sus maridos ricos, primero fue mi padre, después un griego, más tarde un portugués, últimamente se le ha visto con un ruso, no sé, le perdí el rastro hace mucho.

—Nunca sé lo que quiere tu madre, Angela, pero siempre significa problemas. No te preocupes, no dejaré que se acerque a ti.

—No te preocupes tía, no viene por mí.

Mi madre tiene sus metas bien claras, de ella lo habré sacado, quiere dinero y sabe muy bien cómo conseguirlo. Mi padre fue su mejor logro, pero él es un hombre inteligente, en cuanto pudo deshacerse de ella dejándola en la calle, lo hizo. Sus otros maridos no tardaron en darse cuenta de cómo era, y al final la historia siempre se repite.

Mary Jane.

Tengo claro que no puedo evitar ser como ella, está en mi sangre, en cada una de mis células, pero prefiero ignorarlo, prefiero huir a un mundo donde somos entes separados que nunca compartieron un mismo cuerpo, el suyo.

—No importa la razón por la que viene, me cercioraré de que no se aparezca por acá.

—No creo que se digne a presentarse ante nosotros, sabe muy bien que Jack la detesta, y yo preferiría no verla ¿Para qué acercarse?

—Tu madre es una caja de Pandora. Lo que sea, solo quería informarte, Jane no podría importarme menos. Cambiando el tema a otros más gratos ¿Cómo va la escuela?—. La tía Arabella trata siempre de saberlo todo, como una detective frustrada. Investiga en mi vida, en la de mi padre, en la de mi hermano. Si no se hubiese dedicado al violín probablemente estaría trabajando para el pentágono, puedo apostarlo.

—Regular, como siempre.

—¿Sigues en Asher Levi?

—Aston Levi... y sí, aún asisto a esa escuela.

—Me contó tu hermano sobre algunos pequeños problemas que estabas teniendo con una compañera—. Realmente tiene dotes de detective, o de vieja metiche, ambos papeles le van de maravilla.

—Estoy tratando de manejarlo lo mejor que puedo, pero pronto dejará de ser un problema—sonrió macabra.

La verdad es que los perdedores me tienen la cabeza a punto de reventar. Me acechan constantemente incluso en mis sueños. Se aparecen en mi mente cuando me estoy bañando, cuando estoy comiendo, cuando estoy tratando de ver un episodio de alguna serie de Netflix, son una peste. Solo me queda la secreta esperanza de que todo terminará el lunes.

Casi puedo verlo, bailaran alguna pieza terrible, yo los rechazaré en sus caras y bum, hasta la vista Baby. Y si bailan como los dioses igual voy a rechazarlos así que para efectos del resultado da lo mismo lo que hagan.

—¿Qué estás planeando, lengua bífida?—cuando tu propia familia te trata de víbora te das cuenta que eres la hija de satanás.

—No planeo nada. Solo pienso librarme de esa chica y todo su grupo de amigos...—. Mi tía bebe un poco de su vaso y se acomoda—. No voy a contarte nada.

—Mi amor, la única razón por la que nos juntamos es para que me cuentes tu vida y yo sienta que el mundo aún es emocionante.

—No.

—Vamos, es momentos de que se lo cuentes todo a la tía Arabella—. Odio a la tía Arabella, es una mujer fisgona que quiere arreglar la vida de todos.

—Bien, lo que sucede es que esta niña...Elisa o Eve, llamémosla Mulata, ella y yo nos peleamos en el baño por... no lo recuerdo, pero por algo.

—Vas a tener que comenzar tomar ese Omega3 que traje de China, tu memoria es increíblemente frágil.

—No le pongo atención a detalles sin importancia. Como sea, nos peleamos y quizás a mí se me pasó un poco la mano—Arabella alza una ceja—¡Ella empezó!

—De eso sí te acuerdas.

—Silencio o no te cuento nada más.

—Prosigue.

—Al final el director terminó expulsándome, o por lo menos me amenazó con hacerlo si no me volvía la mejor amiga de la Mulata maldita. No mentiré, no quería hacerlo, pero al final cedí un poco y ella se tomó demasiadas atribuciones, entonces sus amigos comenzaron a acecharme ¡Incluso me amenazaron de que si no me unía a su estúpido clubdebaile iban a buscar la forma de que me expulsaran!—Trato de que la palabra baile se pierda entre las demás, pero lo que le falta a las mujeres Forrester de memoria lo tienen de oído.

—¿Baile? Eso suena interesante.

—No lo es, son terribles, dan vergüenza ajena. Imagina que hasta me pidieron ayuda y ni me conocen.

—¿Te pidieron ayuda sin conocerte? ¿Cómo sabían que sabes bailar entonces?

Mierda. Bien, tranquila Angela, hemos hecho esto un montón de veces, solo tienes que pensar en una mentira razonable para que Arabella deje de molestarte.

—¿Youtube?

—Estás bailando—afirma con mayor seguridad de la que me gustaría.

—No, eso ni pensarlo, no estoy nada.

—Eso es increíble Angie, no puedo creer que vuelvas a bailar—la boca se le curva en una sonrisa leve y delicada, como ella.

Odio que la gente piense que volver a bailar es lo mejor que podría pasarme. Me enferma pensarlo, el baile es asqueroso, el baile solo destruye tus sueños. Si no eres apto para él debes abandonarlo antes de que él te abandone a ti.

—No he vuelto a bailar, solo fue una vez, y esos torpes me han pedido asesoría, pero no estoy dispuesta en gastar mi valioso tiempo en un montón de perdedores. Algunos nacen con alas en los pies y otros con rocas pesadas, ellos tienen rocas en sus dos pies izquierdos.

Mi tía me mira con una de esas sonrisas diabólicas en la boca. Hay otra razón por la cual pienso que Arabella funcionaría perfecto en el pentágono, se le da de maravilla la tortura psicológica.

—¿Y no crees que todos necesitamos una mano amiga de vez en cuando?—vuelve a tomar un sorbo de vino y mi gazpacho llega justo a tiempo para burlarse del poco apetito que tengo.

—No soy su amiga, no les debo nada.

—Caroline tampoco era tu amiga y te salvó de terminar muerta y desmembrada en algún callejón.

—Carrie es otra historia, era otro tiempo y otra situación.

—Así son las situaciones. Vienen de una forma inesperada esperando que actúes como se debe actuar. La gente lo llama destino.

Antes de que Arabella fuera mi tía, antes de que se convirtiera en profesora de Juliard, antes que se dedicara por completo al violín y se volviera una persona recatada y culta, tuvo sus días de locura.

Cuentan que era una especie de bestia, peor que yo, peor que cualquier cosa que el mundo haya visto. Puedes apreciarlo, justo detrás de sus ojos maquillados de manera sobria, puedes ver como hay muchas historias sin contar y anécdotas oscuras.

Viajo por el mundo, participó en festivales de música, se ganó la vida tocando en las calles, se revolcó con celebridades, probó todas las drogas que se han inventado, y protestó por todas las causas que alguna vez importaron. Despertaba a veces en ciudades que ni siquiera sabía que existían, y luego se quedaba a conocer solo para no perder el viaje.

Esa es la razón por la cual la escucho, somos más parecidas de lo que ella quisiera.

—No creo en el destino, tía.

—Deberías, todo se devuelve. Y cuando algo bueno te sucede debes regresar la buena acción.

—Lo mío con Carrie sucedió hace tres años.

—La vida tiene un peculiar sentido del tiempo—. Sonríe—. Y aunque ninguna fuerza superior estuviera involucrada con lo que está sucediendo, ¿no crees que todos necesitamos ayuda de vez en cuando? Solo recuerda que hubiese sido de ti si Carrie no hubiese aparecido.

Hace tres años, justo después del divorcio y posterior separación de bienes de mis padres, decidí escaparme de casa. Tomé algo de dinero, algo de ropa y desaparecí del mapa por dos meses completos. La única razón por la cual sobreviví sin ningún daño permanente fue porque conocí a Caroline. Si no fuera por ella probablemente me hubiera secuestrado alguna mafia de trata de blancas o quizás qué cosa me hubiese sucedido.

Incluso fue ella la que me convenció a volver a casa. Desde entonces somos amigas.

Detesto que mi tía saque el tema como alguna especie de amenaza en mi contra. Que recibas ayuda de un desconocido de vez en cuando no significa que debas ir ayudando extraños como una ONG para devolver el favor.

—Como ya te dije, Carrie es otra historia, los perdedores son los perdedores.

—Angie, todos, desde cierto ángulo, somos perdedores.

—¿Por qué te obsesionas con esto tan repentinamente? No voy a ayudar al grupo de marginales solo porque creas que las estrellas se han alineado para abrirme las puestas del cielo.

—Sabes, me gustaba mucho más la Angela que volaba en comparación con esta que insiste en cortarse las alas que constantemente le crecen en los pies—come el último trozo de queso y se limpia con cuidado la comisura de los labios.

—Esa Angela se dio bastante duro contra el suelo por andar volando, las piedras en los pies te mantienen sujeta al suelo.

—O te hunden en el agua, todo depende donde pises—toma su bolso y deja la servilleta junto a su plato—. Realmente me gustaba más la Angie de antes, era ¿Cómo decirlo? Más poderosa. Ya te lo dije, a veces todos necesitamos una mano amiga, eso te incluye. Ya he pagado así que cuando termines puedes retirarte sin problemas.

Se va sin siquiera despedirse.

Eso es lo que me llama tanto la atención de ella, es una mujer cuyo poder se basa en ella misma, más allá de su familia, más allá de su dinero, si Arabella te ordena algo, aun cuando no la conoces, sabes que lo que más te conviene es hacerle caso.

Arabella es todo lo que me gustaría ser, lamentablemente tengo demasiado de mi madre metido en las entrañas.

Me recuesto sobre la silla analizando como cada uno de mis músculos se siente tenso. Las palabras de mi tía son siempre como martillazos duros en mis huesos.

La amo por ser tan asombrosa, pero la odio por creerse mi conciencia.

III

Siempre odié Pinocho. De todas las películas de Disney que Penny me hizo ver desde pequeña, esa era por lejos la que más odiaba, junto con todas las de princesas, pero Pinocho era tan terrible que tapaba mis oídos en cuanto escuchaba la canción de «When you wish upon a star». Me ponía de pelos pensar en tener un maldito insecto diminuto diciéndome constantemente qué hacer y qué no.

Era como mi madre y todas sus reglas que una señorita de la alta sociedad debía seguir.

Por lo que en cuanto escuchaba la tonada corría por la casa gritando como desaforada y después tenía terribles pesadillas sobre Pepe grillo recordándome que las niñas buenas no hablaban con la boca llena y que siempre debía poner la servilleta sobre mi falda.

Maldito insecto sin pantalones, arruinó todo el resto de las películas de Disney.

Por eso, ahora que camino justo detrás de la enana del flequillo junto con la mulata maldita, y puedo escuchar claramente la voz de mi tía susurrar en mi oído: todos necesitamos una mano amiga, siento que debería tapar mis oídos y correr.

Creo que de fondo también suena When you wish upon a star, pero eso no es tan claro.

Hay una razón por la cual los animales antropomórficos sin ropa interior que son una metáfora para la conciencia me asustan tanto, y es que en el fondo tengo algo de conciencia.

¿Y si realmente debo devolverle la mano al universo?

No es que crea realmente en el destino y cosas así de folclóricas, pero ¿y si es así? Arabella siempre tiene la razón, esa ha sido mi premisa desde siempre, no puedo cambiar de parecer así como así.

Maldito Pinocho.

—¿Dónde vamos?—pregunto tratando de silenciar las voces en mi cabeza.

—A la sala de física—la mulata suena bastante enojada, a menos que vayan a mostrarme una coreografía sobre odio no creo que ese tipo de emoción la ayude.

—¿La sala de física? Pero si iban a mostrarme una coreografía.

—Te la mostraremos ahí, el gimnasio está ocupado—sí, la mulata está molesta.

—¿Qué pasa? ¿No lo tienen reservado para practicar?— Un incómodo silencio se cierne sobre nosotras—¿Me perdí algo?

—No, no lo tenemos reservado—. Flequillo también suena sombría.

Lo predigo, esto va a ser un desastre, y yo no tendré ninguna piedad en hacérselos ver. Ellos meterán la pata y no habrá necesidad de mentir.

Eso es lo que va a suceder ¿Escuchaste Pepe grillo? Esto se acaba hoy.

Llegamos a la sala de física justo cuando Arete deja la última silla sobre un montón de otras iguales, cuidadosamente apiladas en un rincón.

No soy una experta de geometría pero en este espacio no cabe ningún tipo de coreografía. Es un hecho, van a fracasar y no será mi culpa. No tengo más opciones, tendré que decir que no.

Los ojos grises de Cicatriz me llaman de inmediato en cuanto lo diviso entre el montón. Es inconmensurable la cantidad infinita de rabia con la que me mira y al mismo tiempo es increíble que pueda tener los ojos de un color tan pesado.

—Siéntate ahí—. Me ordena Roja. No suelo aceptar órdenes, pero no me siento con ánimos de pelear. ¿Estaré enferma? No es normal eso en mí.

Me acerco hasta la única silla que queda en la habitación y me siento cruzando los brazos y las piernas de inmediato. Va a ser corto, solo un trámite, solo miraré y luego les daré la espalda. Así son las cosas, así es la vida.

«Oye, hace algo de frio ¿No quieres mi chaqueta? Va a nevar. Pasaba por aquí y te vi sola, no creo que este sea el tipo de lugar para ti. Vamos por un café y luego me dices donde vives, ¿vale? »

No, no, no. Sal de mi cabeza.

No es el momento para tener recuerdos emotivos, nada de recuerdos emotivos.

«¿No te gusta el café? Entonces no creo que dures ni una semana en la calle. El café es todo lo que necesitas para sobrevivir. Un día a la vez, un café a la vez. No seas tonta, ven, vamos.»

Carrie y yo somos otro cuento. Los perdedores no van a ser salvados por mí, eso es estúpido, no es como si sus vidas estuviesen en peligro o algo parecido, solo quieren aprender a bailar y eso es completamente patético.

—¡Vamos, a sus posiciones!—exclama Resortes.

Por lo que voy viendo entre ella y Roja se pelean el puesto de capitán del equipo. No sé por qué, pero creo que Resortes es quien gana en esa pelea.

Todos se organizan, pero esta vez, por alguna razón, no me parece tan aburrido. No es que ellos lo estén haciendo de maravilla, es solo que la distribución es mejor que la última vez. La última vez era terrible, no es muy difícil hacerlo mejor que eso.

Lucen tristes, realmente tristes, como si hubiese muerto alguien.

Dos, cuatro, seis, ocho, diez. No, no falta nadie. Bien, no tienen ninguna razón adecuada para estar tristes.

—¿Murió alguien? Es decir, parece como si el abuelo de alguno de ustedes hubiese fallecido.

—Déjanos en paz, ¿quieres?—Cicatriz habla desde la última fila—. Solo mira la coreografía y luego lárgate.

«Déjame en paz ¿Quieres? ¿Qué ganas con hablarme? Solo llévate lo que tengo y lárgate, puedo conseguir más.»

No, Angela, no. Nada de debilidades. Tú no eres como ellos. Tú eras digna, tú no te comportabas tan patética. No eras una perdedora, Angela.

«Todos, desde cierto ángulo, somos perdedores»

El tal Ben enciende la música, y de pronto suena por toda la habitación esa maldita canción sobre estar muy, muy, muy feliz.

Cualquier cosa, cualquiera, menos Happy ¡Cualquiera menos esa canción!

Me levanto y doy tres pasos decisivos para lo que queda de mi vida escolar. Cancelo la música antes de que se me quede pegada en los sesos para el resto de la eternidad y los miro furiosa.

—Voy ayudarlos—. Me odio tanto en este preciso instante. Jódete Arabella. Jódete Pinocho. Jódete Pharrell Williams—. Pero no me hagan escuchar esta canción nuevamente.

—Pero...—la enana flequillo inicia lo que parece ser una frase, pero la detengo antes de que comience a irritarme.

—Nada. Son terribles, de verdad, ni siquiera han comenzado a bailar y ya estoy completamente segura de que nada va a salir bien. Voy a ayudarlos, pero solo para que lo tengan en cuenta, no me veo ni un quinto de malvada de lo que realmente soy. Si ustedes quieren que los dirija, asuman las consecuencias.

—¿Dirigirnos?—Lunar parece dudar—. Queremos que bailes con nosotros, no que te pases dándonos órdenes.

Se me escapa—intencionalmente—una carcajada magistral, rio tanto que hasta me corre una lágrima.

—¿Bailar con ustedes? Realmente son increíbles. Si eso llegase a suceder, en alguna especie de mundo paralelo, solo serviría para avergonzarlos—. Lucen confundidos, como perros recién nacidos frente a un foco brillante—. Miren, las graficaré un ejemplo, si mi nivel de baile está acá—digo, colocando mi mano a la altura de mi cabeza—, ustedes no existen ¿Lo tienen? Aun cuando practicaran todos los días por el resto de sus miserables vidas jamás lograrían mi nivel.

—No sé en qué momento vas a empezar a ayudarnos pero...

—Silencio Arete, hablo yo ahora—. Mágicamente se calla, no he perdido el toque—. No se desesperen, ¿de acuerdo? Nadie va a alcanzar jamás mi nivel, porque simplemente soy increíble. Ustedes son como cualquier mortal, y pueden llegar a bailar mejor que un mortal promedio con mucho esfuerzo. Yo puedo lograr eso.

—Espera ahí, si nosotros somos mortales, ¿eso te hace una diosa?—Masculina trata de sonar sarcástica.

—Eso me hace la dueña de todo el panteón. Soy un puto titán—. No creo que sepa de qué hablo. He ido demasiado al museo de historia. Maldita Arabella, deja de llevarme a lugares culturales—. En fin, lo primero es lo primero, ¿dónde practican?

Se hace uno de esos silencios incómodos que anteceden generalmente cosas que no tengo ganas de escuchar. Los miro a todos con cara de hastío.

—Acá—dice Cicatriz con esa actitud de mierda que no deja de sorprenderme ¿Le hice algo especialmente malo?—. ¿Algún problema con eso?

—¿Es una broma?

—No, ¿me ves cara de chiste?—. Algo tuve que hacerle, realmente es demasiada violencia para... ¡Cierto! Golpeé a su amiga, eso era.

—Eso explica que sean tan malos...

—Antes practicábamos en el gimnasio—comenta Flequillo—, pero, dado que no hemos ganado nada, le dieron más horas a la porristas y los de basquetbol.

Madre mía, que los perdedores no son tontos.

—¡Por eso me querían con ustedes, para que les consiguiera el gimnasio! Qué mentes más perversas. Y yo que me había hecho la ilusión de que admiraban mis capacidades.

—Nosotros...—ahí va Flequillo nuevamente ¿Cómo puede ser posible que alguien me exaspere tanto con solo abrir la boca.

—No, no. Vamos a arreglar eso ahora mismo.

Salgo de la habitación con ese aire de dueña del universo que sé que poseo, si quieren el gimnasio, lo van a tener, claro que lo van a tener.

La manada de tarados me sigue, no es fácil ignorar diez pares de pasos pisándome los talones en una escuela casi vacía.

—¿Qué vas a hacer?

Esa es la voz de Resortes, no hay duda.

—Voy a mostrarles quien es Angela Dandelion.

Entramos al gimnasio de manera triunfal, las animadoras acaban de apagar la música y se disponen a conversar sobre la coreografía, supongo, la otra opción es que van a hablar sobre sus novios y cuantas semanas de retraso tienen, pero para eso no necesitas un gimnasio.

Nos miran como si fuéramos marcianos, y pensar que este grupo de subnormales casi gana la competencia estatal.

—Roxanne, creo que debemos hablar, mueve tu gordo trasero un poco más cerca.

No, yo y la jefa de las porristas no nos llevamos bien. Creo que Caroline se revolcó con su novio o algo así. Rencillas que me da pereza explicar.

—Pero si no es la zorra de Dandelion. Ya me parecía que algo olía a azufre.

—Sí, claro, tu colonia barata, por ejemplo.

—O tú cabello mal teñido—. Se acerca y me encara con las manos en la cintura—¿Quieres una paliza, zorra?

—Quiero el gimnasio—respondo y ella nota por primera vez a los diez inocentes que me pisan la sombra. Los mira con asco y luego vuelve a mirarme, con más asco.

Es medio latina, medio rusa, medio zorra. No sé bien que combinación extraña hubo ahí, pero nada de ella, desde su piel trigueña a su cabello dorado, me agrada demasiado.

—¿Para qué? No, espera, no quiero saberlo, la respuesta es: lárgate de aquí.

—No voy a largarme, quiero compartir el gimnasio.

—No, claro que no.

—Bien, iré dónde cara de sapo.

—Te va a decir que no, por si no lo sabías somos el equipo estrella de la escuela. El gimnasio es nuestro por lo menos tres días a la semana, si quieres una hora pídesela a los de basquetbol.

Bien, tiene razón, pero eso no significa que la vaya a dejar ganar.

—Pues estos chicos también necesitan practicar.

—¿Y estos chicos son?

—Ellos son...—grandioso, no tengo ni la más mínima idea. Piensa en algo, piensa en algo rápido—... son los Resortes Rojos.

—¿Los qué?—la voz de Arete me llega entre molesta y perpleja, lo fulmino con la mirada y sigo mi batalla.

—Ese es el nombre más estúpido que he escuchado en mi vida—contraataca Roxanne.

—No me mires, no se me ocurrió a mí—miento—, yo solo me encargo de ayudarles. Son un grupo de baile serio.

—¿Grupo de baile? Ya veo, son los idiotas que lo usaban el miércoles—¿Solo el miércoles? Eso explica que sean tan malos—. Hay una razón por la cual los sacaron, apestan. Ahora vete a torturar almas a otra parte Dandelion.

La rubia zorra de Roxanne se gira con tanta arrogancia que me dan ganas de patearle el culo acá mismo.

—¿Tienes miedo? Solo quienes tienen miedo arrancan tan rápido.

Roxanne cae, porque es obvio que va a caer. Soy un lobo y ella una oveja, no podría ser más fácil.

—¿Miedo? ¿De qué exactamente? ¿De ti?—escupe con una sonrisa burlona en la cara.

—De los Resortes Lunares.

—Resortes Rojos—masculla Arete.

—Resortes Rojos—me corrijo—, de que no sean tan malos como crees.

—¿Y qué me importa si son buenos?

—Va a importarte cuando compitamos. Tu equipo de porristas contra este grupo de baile, el que gana se queda con el gimnasio.

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