꒰ ⌗ seis: lobo🐺! ꒱
Eran las cuatro de la mañana cuando Jimin bajó las escaleras de su casa de dos en dos, casi aventándose al suelo de madera los últimos tres escalones. El suelo crujió con dolor en cada paso del tigre y por poco hace que la puerta se desplomase cuando tiró de ella.
El sol aún no les había dado los buenos días, aún existía ese cielo oscurecido llenito de luceros brillantes que acompañaban a una luna creciente de poca claridad. Y fue lo segundo más bonito que Jimin vio en ese instante pues amaba la noche y la madrugada, amaba los amaneceres fríos y los atardeceres cálidos como también disfrutaba del día como cualquiera, pero por encima de sus paisajes favoritos estaba creciendo muy despacito un amor por aquel chico.
Yoongi ni siquiera había tocado su puerta, ni llamado antes, tampoco le avisó la tarde anterior antes de separarse en la línea del metro. Él estaba sentado en el porche con las piernas estiradas en la superficie de madera y las manos estrujando un peluche de felpa, con su carita asustada viéndole respirar con mucha fuerza, como si acabase de pegar la mayor carrera de toda su vida.
Jimin percibió el olor. Tras pasar los primeros cinco minutos de su llegada, el tigre se removió en su cama cuando pensó que el olor a fresas lo estaba imaginando o soñando, pero el aroma nítido de un libro recién sacado del paquete le llegó en una suave brisa fría y áspera, helándole el rostro y tocando con sutileza su corazón. Se sentó en el borde muy despacio, pensando que aquello lo estaba creando su cabeza. Él no podía oler. No podía percibir el aroma de un Alfa.
Pero quiso comprobarlo. Quiso que todo fuese real. Salir de la cama, abandonar su habitación, avanzar por el pasillo sin fotos, bajar las escaleras, hacer gruñir el suelo mientras pasaba, abrir la puerta y encontrarle a él. Y fue lo que hizo.
Y por un segundo quiso sacarse el corazón para dejar de sentir esas punzadas alocadas en su pecho, ese ritmo acelerado que contrajo cualquier impulso por volver a su habitación. Jimin quiso que fuese mentira únicamente para no volver a ilusionarse, pero él estaba allí.
Como en el trabajo, como en el restaurante, como en la sala de juntas, como en la heladería, como todos los días.
—H-Hola... —Susurró y una nube de vaho acompañó sus dulces palabras.
Apreció su rostro como siempre intentando encontrar por fin un defecto en él, escuchó su voz y buscó algún fallo en la entonación, observó su apariencia y quiso juzgar algo porque, sencillamente, no podía dejarse llevar así como así.
—¿Qué haces aquí? —Soltó el tigre saliendo de su casa sin pensarlo más de dos veces, se agachó a tomar una de sus manos y maldijo en todos los idiomas cuando sus pieles compartieron un extraño choque de corriente.
Lo sintió desde la punta de sus dedos hasta acercarse al corazón, justo cuando volvió a latir con mucha prisa.
—No esperaba que salieras —Dijo ignorando lo más reciente, escondiendo su rostro del tigre. Se puso de pie y desplazó su mano despacio para dejar de tocar al Omega y rápidamente los ojos grises siguieron sus movimientos— Estaba... paseando.
—¿Sueles hacerlo cerca de mi casa? —Preguntó pasando sus manos por sus brazos para tomar algo de calor en esa mañana tan fría. Sin olvidar la corriente eléctrica que le había atravesado, no pudo evitar ver las yemas de sus dedos con cierta inquietud.
—Suelo pasar mucho rato fuera y pensaba llamar cuando fuera más tarde... —Murmuró, enderezándose un poco a la vez que bajaba los escalones.
Intentaba huir, claramente no llamaría cuando fuese más tarde y posiblemente tampoco suele pasear por esa zona a esas horas, así que cuando Jimin buscó sus ojos, Min ya se estaba alejando.
—¿Quieres pasar ahora? —Inquirió y de un salto estaba a su lado, emanando esa fragancia a lavanda y vainilla que le volvía loco, obligando a todo su sistema a obedecer todo lo que su boca dijese.
Yoongi le vio desde arriba y el de ojuelos grises volvió a sentir esos latidos pesados de su corazón, al estar cerca de él pudo aspirar una vez más esas fresas como si estuviese en un campo repleto de esos frutos rojos. Y sí, sentía claramente el olor a papel de imprenta. Un toque muy leve pero hipnotizante de ron, del dulce, del que pasa por tu garganta derritiendo todo a su paso. Al final de ese pasillo de fuertes aromas venía una suave brisa y dejaba claro el olor a lluvia como si el campo de fresas hubiera sido regazo por un nubarrón.
—¿Ahora? —Yoongi habló, entonó muy bien su pregunta en respuesta a su propia pregunta, pero Jimin solo pudo fijarse en el movimientos de sus labios y en la nuez de Adán que se movía en su garganta, una punzada directa al pecho al tomar una bocanada de su aroma.
—S-Solo si quieres... —Balbuceó y sus dedos ardieron por estarle tocando, como si todas las veces que le había tocado fueran una prueba gratuita a no sentir nada y que ahora tenía cabida libre a sentir todo aquello de golpe.
No le diría que le podía oler, Jimin aún pensaba que estaba soñando.
Y así fue como el conejito encogió sus orejas, apretó los labios y enarcó las cejas al pasar en esa casita tan acogedora y sobrecargada de aromas conocidos. El pequeño Omega se veía muy diferente dentro de su casa, con la luz de la araña en el techo apuntándole desde arriba hacia que cayera sobre su rostro la sombra de sus cabellos grises, esos que estaban totalmente enredados.
Incluso se veía más pequeño al estar en prendas muy grandes para su complexión física, jugando con los coleteros en sus muñecas y haciendo su cola oscilar detrás de él.
—¿Sueles pasear por aquí a esta hora? —Preguntó una vez más, su voz tornándose más chillona.
—La verdad es que no podía dormir bien... yo... tenía muchas cosas que pensar —Respondió y fue inevitable no acercarse un poco más, buscando más de su fragancia y queriendo con todas sus fuerzas volver a abrazarle.
Jimin no retrocedió, tampoco ocultaba la curiosidad que sentía por su aroma, pero recordaba su eslabón en la sociedad. Sabía que pertenecía a la raza más vulnerable, más sensible, más débil e indefensa. Reconocía a Yoongi como un Alfa y eso fue suficiente para evitar cualquier cercanía. Por unas cuantas milésimas de segundo tuvo mucho miedo, su corazón regresó a los latidos acelerados, solo que esta vez estaban motivados por un chute de pánico. Vio con los ojuelos vacilantes al más alto y su cola se enrolló en su propia cintura en un intento de protegerse, sus orejas se agacharon y parte de sus extremidades temblaron.
¿Así se sentía un Omega normalmente?
¿Es así como suelen estar los de su raza frente a un Alfa?
El tigre habría reaccionado de muchas maneras si el Alfa frente a él fuese otro, pero se trataba de Yoongi. El conejito de apariencia hostil y cohibida que yace siempre detrás de la pantalla de su ordenador, ese que le trata con confianza y que se muestra amable siempre. Min no le causaba ningún miedo, era más seguridad y amor cuando estaban juntos. Sin embargo, era la primera vez que podía sentir un aroma y que éste fuese de un Alfa, dejaba a su pobre Omega en una situación catastrófica.
Podía tomar distancias y decirle que podía quedarse en su casa si no le apetecía regresar a su casa a esa hora de la madrugada, o podría haberle dicho que se fuese por la amenaza a su Omega, pero Yoongi soltó algo que le dejó sin saber qué hacer.
—¿Te apetece hablar?
Jamás en su vida había visto a una persona tan... bella.
Jimin creyó haberse enamorado de gente que le gustaba, creyó conocer todo del amor cuando era más joven y por esas creencias sin sentido, acabó con muchas decepciones que le llevaron a no querer descubrir la verdadera magia del amor. ¿Realmente le gustaba Yoongi? O, ¿solamente le gustaba como persona?
—¿Hablar de qué? —Dijo siguiendo los pasos del más alto por su propia casa, invitándole a sentarse en el sillón.
—De lo que gustes... —Musitó y vio sus manos inquietas sobre su regazo.
—Uhm... —Un muy inseguro Jimin se sentó a su lado y sus rodillas ascendieron hasta pegar en su pecho, como si fuese un pequeño cachorro.
Entonces Yoongi encontró un tema perfecto.
—¿Conoces el cuento de las medias Lunas?
Jung Hoseok dijo ser su media Luna un día. Tendría diecinueve años cuando estaba enredado entre sábanas negras, exhausto y miedoso después de su primera relación sexual con aquel Alfa. Sus ojitos en ese entonces no había adoptado tan bien la pigmentación gris y de color marrón eran los orbes que veían al chico hablar animadamente a su lado, con el pecho descubierto y la sábana sirviéndole únicamente para tapar su intimidad. Sí, un Alfa en toda regla. Pero no era lo que Jimin quería desde un principio.
Apenas dejaba ver su rostro, se sentía usado y profanado, su cuerpo temblaba y era capaz de retener sus lágrimas cuando el chico comenzó a relatarle lo maravilloso que fue para él tomar su cuerpo, como si fuese un premio, un objeto ganado en una puja donde un centenar de Alfas arrojaban dinero por su anatomía. Lo dejaba pintado de esa forma, como si fuese un halago.
"—Eres mi media Luna, Jimin..." —Recordó decirle— "Nuestros hijos tendrán el aroma más rico de todos, serán los cachorros más dichosos de este planeta..." —Pero Jimin no sabía a qué olía Hoseok, nunca se atrevió a preguntarlo.
No le había dicho que tenía un montón de problemas médicos.
"—¿Me amas?" —Fue lo único que preguntó, con la voz destrozada.
Se volteó a verle y temió.
"—Te amo. Lo hago y jamás dejare de hacerlo"
Y fue ese mismo Alfa, el que afirmaba ser su pareja de vida, el primer fallo en su vida amorosa. Porque meses después Seokjin habló con Hoseok para advertirle sobre los cuidados del tigre, le dijo pensando que Jimin ya le había comentado algo y se llevó la peor sorpresa de todas. El lobo no aceptó el cargo como su Alfa, pidió perdón un montón de veces a Jimin y juró amarle... pero su amor no llegaba tan lejos como para hacerse cargo de él con todos los problemas que tenía.
Fue un amor bonito para Jimin, un amor que no llegó nunca tan lejos como para hacerle sentirse amado.
Entonces, cuando Yoongi comenzó a narrarle el cuento de las medias Lunas, cuando sus labios se meneaban sensuales y sus ojos no se separaban de los suyos, Jimin sonrió con el chispeante sentimiento en su pecho, esas ondas eléctricas que le causaban escalofríos a su paso empezaban a causarle miedo.
—Las medias Lunas nacen amándose... o eso dijo mi padre, pero no naces amando a nadie. Naces, creces y conoces a gente que te va gustando, que te va atrayendo... y cuando llegas a amar a una persona, no puedes adjudicarle el papel de tu media Luna, no hasta que sus corazones no sean uno solo.
—¿Uno solo? —Habló miedoso.
—Cuando tu corazón y el de la otra persona se compaginan, sabes que te ama tanto como tú a ella o a él...
—¿Y si tú sientes poco amor? ¿La otra persona también siente poco amor? No serían medias Lunas...
—Las medias Lunas son capaces de conocerse de muchas maneras, Jiminie... —Murmuró y el tigre se le quedó viendo atentamente— Mis padres se conocieron en secundaria, se hicieron novios en la universidad y se casaron cuando descubrieron que eran medias lunas. Mi padre dijo que los ojos de mi papá cambiaron en su presencia, mientras que mi papá me contó que el aroma de mi padre se complementaba de cuatro olores diferentes y que solo él era capaz de describirlos todos.
La respiración del tigre se apaciguó.
—¿Nunca conoceré a mi media Luna? —Preguntó— No puedo oler, mis ojos cambiaron de color hace mucho tiempo y ni siquiera sé mis olores propios...
El conejito agachó sus orejas porque él podía diferenciar los cuatro aromas que complementaban su fragancia, podía ver varios tonos de gris en sus luceros, podía percibir esos choques eléctricos al tocar la piel del Omega. Y tenía miedo. Jimin no sentía nada.
—Hay... más maneras de conocer a tu media Luna, Jiminie. Yo solo te he dicho cómo mis padres lo descubrieron... podrían haber más formas.
Los labios del Omega se fruncieron.
—¿Qué se hace cuando conoces a tu media Luna pero... aún no le amas?
Yoongi se quedó sin aliento, sin respuestas y totalmente confundido.
—En mi caso, soy incapaz de percibir aromas, me cuesta acercarme tanto a las personas como para descubrir el color de sus ojos cambiar... ¿y si hay alguien que ya haya visto eso en mi pero yo no en esa persona?
—Y-Yo... no lo sé, Hyung...
—Oh...
—Lo siento...
—No te preocupes —Sonrió suavemente y dejó caer su mirada en el suelo— Suponía que los cuentos son muy perfectos como para parecerse a la realidad, al menos para mi...
Para Yoongi, apartar la mirada y fingir que no pasaba nada, fue más fácil que decirle la verdad.
꒰𝓣𝓣𝚊𝚎 ♡︎... ꒱
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