꒰ ⌗ quinto: zorro 🦊 ! ꒱
Yoongi sabía que Jimin padecía un trastorno que le extraía ciertas capacidades de cualquier otra persona sana, sabía que no podía captar los olores de las personas que estaban cerca de él, sabía que le gustaban las fresas con miel y la leche fría con azúcar porque le vio llevar alguna de esas cosas un día y otro también, sabía que le gustaban los atardeceres porque un día salió con él y el pelinaranja se quedó embobado con el tapiz anaranjado, sabía que llegaba tarde y salía tarde del trabajo, sabía que le gustaban los materiales nuevos, sabía que tenía dos sobrinas que tenían el pelo de un morado exótico.
Sabía muchas cosas de él.
¿Jimin sabrá muchas cosas de él?
Yoongi se le quedó viendo cuando llegó después de su segunda hora en una clase de refuerzo de álgebra, se plantó en su silla malherida con reposabrazos desgastados y se reclinó hacia delante para atrapar su propio rostro entre sus manos, viéndole fijamente. Solo veía el respaldo de su silla giratoria negra y chirriante, por encima su cabecita naranja con sus dos orejitas algo caídas, y cómo no, la cola que oscilaba burlona y relajada. Esta vez las ventanas tenían bolsas de plástico pegadas con cinta adhesiva transparente para evitar que la lluvia quisiera pasar a saludarles, y el trabajo lo hizo Yoongi. Por lo que ahora, con menos frío, podía sentir una vez más la fuente de aroma de Jimin.
Jimin simplemente estaba allí, ignorando los murmullos del Alfa y centrándose con dolor en lo que estaba corrigiendo, misma tarea que empezó hace veinte minutos, con la cual solapó otra y al mismo tiempo olvidó dos más. Estaba haciendo todo lo posible por terminar uno de sus tantos deberes, pero para él era imposible.
Para el Alfa fue muy importante conocer a una persona tan... diferente a él y al mismo tiempo tan llamativa.
Era un Omega que, sin saberlo, se había hecho su amigo aún sin conocer su raza. Se lanzó a compartir una sala de pequeñas dimensiones con él sin conocer su raza, se atrevió a desafiarlo un sin fin de veces e hizo hasta lo imposible por cabrearlo, llegó al punto de darle igual si tenía consecuencias sus actos infantiles. Pero también vio en él un punto crítico, un bache que desde su vista de espectador no fue captado y que a su compañero le afectó bastante.
Empezó a preocuparse por la salud de esa sala después de los avances solitarios y débiles del Omega.
Pero había algo que dejaba de conocer de Jimin por ratos.
Su aroma lo tiene más que claro, capta con precisión cada una de sus fragancias y disfruta aspirar el perfume que envuelve su cuerpo todos los días, pero ese aroma no debería poder olerlo.
Yoongi conocía lo azares del destino, creía en los hilos rojos, en las medias naranjas, a los Alfas y Omegas que aman a otros desde el día que nacen, en los cuentos de hadas con un final feliz. Pero pusiese dónde pusiese todos los trozos de su encuentro, no había algo que le dijese que aquello pudiese ser posible en su situación. No es que estuviera muy emocionado por un reciente flechazo, pero era un Alfa soltero que se interesó por milésimas de segundo en un Omega soltero que le sonreía bonito.
Quería encajar los pedazos de su historia.
—Saldré a hacer fotocopias —Avisó tras un par de minutos sin hacer nada, dejando que el tiempo sucumbiese su cabeza con un martillo y una idea amorosa que estaba a punto de expulsar a arcadas— ¿Necesitas algo?
La vista de Jimin no se separó de las láminas y sacudió su cabeza con suavidad, vio su cola acostada en la silla y sus orejitas escondidas entre su enmarañado cabello naranja , vio poco de aquellas ojeras pero sabía que Jimin no había tenido una buena noche.
Entre un corto suspiro y una mueca de impaciencia, Yoongi se contuvo al salir de la sala. ¿Por qué Jimin sabía cuando él necesitaba abrazos y, sin embargo, él no era capaz de darlos cuando el Omega los necesitaba?
Quería ser como Jimin, acercarse a su escritorio, sacarlo de su silla, arrebatarle el aire de los pulmones en un asfixiante abrazo y mantenerlo allí un rato. Quería que Jimin se sintiera seguro. Quería protegerlo de aquello que le atormentaba. Quería saber lo que él necesitaba en ese momento, podría escucharle hablar mientras dejaba que su trabajo descansase en su escritorio, podría acompañar la charla con una taza de chocolate. Yoongi pudo haber hecho una infinidad de cosas únicamente para que Jimin le tomase en cuenta.
Si Jimin iniciaba, pausaba y olvidaba todos sus propósitos, ¿no podría olvidar si él se acercaba y le proporcionaba un abrazo?
Pensó que ya habría eliminado cualquier rastro de los recuerdos que quedaron de su almuerzo una tarde de invierno, pensó que él sería el encargado de mantener esos momentos en su memoria y sacarlos del baúl cuando quiera rememorar el rostro de un Omega que era incapaz de sentir.
Y lo clasificó de aquella manera, como si su trabajo como profesor se desviase para formar una tesis de Jimin. Si no percibía olores, si no distinguía razas, si carecía de amigos verdaderos, si el mundo rechazaba sus intentos por encajar y él no se inmutaba, ¿realmente podía sentir?
Cuando Yoongi llegó a la sala de fotocopias quiso terminar su labor rápidamente y regresar a su cutre y hogareña cueva de trabajo, esa que recientemente había adoptado un rico olor a galletas.
Pero no se percató de lo extraño que era pensar en eso. Es decir, tras dos meses de conocerle quería colgarlo de los barandales del instituto y no volver a saber de él en lo que le quedaba de vida, ahora no podía pensar en los riesgos que corría el pelinaranja nada más cruzar el portón del centro.
¿Es así como te encariñas con alguien?
Yoongi nunca lo había vivido en carne propia.
Sentía todo tipo de fuegos artificiales en su estómago.
Jimin era el ser destructivo, de apariencia angelical que hace todo de la forma más sutil y despreocupada posible, busca la verdad en sus ojos y le descubre tímido, triste y con muchas sensaciones guardadas muy adentro.
—Te dejaste esto —Creyó estar loco de remate al escuchar su voz en su espalda— Dijiste que es para mañana...
Descartó su trastorno. El olor a galletas recién sacadas del horno, la flor de lavanda que acababa de cortar del jardín, la manzanilla hervida servida en una taza pequeña y la vainilla del postre. Jimin tenía los mejores olores del mundo. ¿Cómo es que antes no los sentía así?
—G-Gracias... —Balbuceó una vez tomó las hojas y le vio husmear por la sala como si su animal interior tomase mucho mando de su parte humana y todos sus actos fuesen semejantes a lo que haría en la naturaleza.
El joven Alfa no creyó nunca encontrar a alguien que fuese capaz de alentar sus ánimos sin quererlo, alguien que, con las apariencias más sinceras y las acciones más torpes, tuviese todo aquello que le gusta. Cosa que no sabía. Hasta que conoció a Jimin, Yoongi odiaba que le viesen como un Alfa débil por su animal y arremetía violentamente a quienes se acercaban a él con la intención de jugar con sus orejas en signo de ridiculizarlo.
Pero con Jimin fue diferente desde el primer momento.
—¿Haces algo esta tarde? —La voz de Jimin llegó a él y se volteó a verle sentado en la mesa con las piernas moviéndose hacia delante y hacia atrás como un cachorro lo haría.
Pero pensando en su propuesta, Min podía desplazar todo lo que tenía pendiente si se trataba de ese Omega de rico aroma y de sonrisa coqueta, claro que sí.
—Nada relevante —Se alzó de hombros seleccionando lo que quería de la máquina y escuchó los chillidos del tigre.
—Perfecto. ¿Te vienes a por un helado? Dicen que los helados de fresa con sirope de caramelo son los mejores —Exclamó con una sonrisita sospechosa, sus luceros grises buscaban los del Alfa pero éste se negaba a dejarse manipular por sus orbes exóticos y mantenía su atención en las hojas que salían.
—¿Un helado? —Inquirió soltando una risa, extrañado le vio con el ceño fruncido y con sus orejitas gachas— ¿Lloviendo?
El Omega no pudo verse más indignado.
—¿Cuándo sino? —Preguntó.
—Uhmm, cuando haga calor... supongo...
—Supones muy mal, Min Yoonie —Exclamó bajándose de la mesa de un salto, rápidamente avanzó hacia él y el conejito sintió su corazón salírsele del pecho— Los helados se saborean mejor cuando hace frío, se mantienen congelados aún cuando los comes. En verano se derriten, te apresuras por acabarlos y terminas dándoles mordidas como si fuese un bocadillo que se deshace al instante por el calor. Eres un Alfa muy tonto, ¿te lo han dicho?
Estaban cara a cara, mientras que uno decía la importancia de comer helados exclusivamente en invierno, el otro no podía despegar los ojos de sus labios. Le daba igual que le insultase, que le gritase o le dijese alguna otra forma de expresión ofensiva hablada. Aceptaba todo si lo iba a hacer tan cerca de él.
—¿Uhm? —Terminó por salir de su trance cuando Jimin se alejó y dejó el rastro de su aroma.
—¿No vienes? —Se devolvió casi al instante al verle descontento, y como buen familiar de los mininos, el tigre tenía sus luceritos iluminados y tristones, complementando su rostro melancólico con una pequeña elevación en su labio inferior.
Y Min no podía negarse a esa mueca que últimamente estaba acabando con su lado más tosco, esa faceta de Omega mimado y caprichoso que lograba hacerle sentir obligado a cumplir todo lo que de sus labios saliese.
—Está bien... —Murmuró rindiéndose. Aunque realmente no tenía nada que hacer esa tarde.
Como mucho llegaría a su casa y se quedaría observando los cuadros que tenía colgados en las paredes mientras escuchaba alguna canción desde la torre de música, tal vez se decantase por tomar un café. Su vida se volvió muy aburrida después de acabar sus estudios, antes al menos tenía una obligación y un horario que seguir, ahora si termina su trabajo antes de tiempo no tiene algo más que hacer. No tiene un hobby por preferencia, no le atrae nada fuera de lo inusual. Sus familiares siempre le dijeron que su carrera podía cerrarle las puertas a algo más interesante.
A él le gustaban las mates, le gustaba dar clase y le apasionaba todo lo que tuviese que ver con su vida laboral pero, ¿qué pasaba una vez llegaba a su casa? ¿Seguiría dando clase a alguien o, tendría algo más interesante que hacer?
La respuesta era no.
—¡Quita esa cara! —Exclamó el tigre en medio del pasillo, el Alfa llevaba los papeles pegados al pecho y pensando en su vida tediosa había olvidado que tenia como apoyo a un tigre alegre de bonitos ojos que siempre sabía lo que debía decir para sacarle de esos baches— ¡Te invitaré un helado!
—¿A quién le invitarás un helado? —La pregunta la hizo un tercero que se acopló a ellos antes de llegar a su puerta de decorado infantil.
Y era el zorro de extensa cola que se sacudía con sutileza en su espalda, el mismo que tenia esas orejitas grandes y ágiles, el mismo que cuidaba a Jimin de todos en el instituto. Kim Seokjin era esa persona de filosos ojuelos oscurecidos que vigilaba muy de cerca al Alfa que muy asustado tartamudeaba ante su presencia.
—A Min Yoonie —Respondió alzándose de hombros— Está muy aburrido así que saldremos a tomar un helado, ¿te vienes? —Propuso a su hermano, viéndole con su colita feliz zarandeándose con más ímpetu. Su hermano le hacía feliz.
Pero Seokjin echó un ojo al conejito antes de dar una respuesta. Le vio llevar a su hermano pequeño a casa cuando estaba algo ebrio, por lo que se encargó de dejarlo seguro antes de marcharse, todos los días le daba algún regalo con el que Jimin llegaba a casa más emocionado que el día anterior y verle así de entusiasmado por un helado era sencillamente maravilloso.
Yoongi parecía un buen Alfa, un Alfa tierno y dedicado, un Alfa tímido pero enojoso, algo distante con lo que no conoce. Pero al parecer conocía mucho de Jimin.
—Me toca llevar a Nam y a Jinnie a casa de su padre hoy —Recordó al tigre, le sonrió para calmarle antes de que la mueca de desencanto fuese tiñendo su lindo rostro— Pero si quieres mañana vamos a comprar al mercado.
Avivó las esperanzas del más bajo y Yoongi se sintió desplazado.
Era tan inteligente como para saber que algo pasaba con las sobrinas del Omega y lo confirmó con la forma apresurada de hablar del zorro que se preocupaba por evitar agravar un tema de conversación que inició con una salida a la heladería.
—Me parece bien —Musitó pero no le dedicó una sonrisa esponjosa o un besito pequeño en la mejilla, al contrario, enrolló su cola en la cintura y agachó sus orejas hasta enterrarlas en las hebras desordenadas.
Hasta un tonto se daría cuenta.
—Mira —Jimin acarició su mejilla y pronunció más su puchero, totalmente desorientado— Me gusta mucho el sabor que elegiste tú, pero me gusta más el mío...
Amenazó con llorar.
—T-Tú elegiste después... t-tú tuviste más tiempo para pensar cuál escoger... D-Deberías...
Sus ojitos le vieron con la clara intención de hacerle sentir una horrible persona.
La situación se plantó así:
-Jimin y Yoongi fueron a la heladería.
-Jimin pidió su helado con cucurucho, el sabor del helado era de fresa con una capa de sirope de caramelo.
-Yoongi escogió un helado con cucurucho sabor galleta con glaseado de vainilla.
-Mimi probó el de Yoon.
-Mimi comprobó que el de Yoon sabía mejor.
-Mimi quiso cambiarle el helado.
-Yoon se negó.
-Mimi quería darle pena.
-Yoon observaba su helado.
La colita del tigre toqueteaba a Yoongi para distraerle y robarle así el helado, pero el Alfa se limitaba a menear su pequeña colita blanca y a hacer muecas de satisfacción cada vez que saboreaba su helado, exagerando algunas veces solo para mofarse del pequeño tigre que estaba a nada de lanzarle su propio helado a la cara.
—Te cambio tu helado por un chicle de fresa —Ofreció.
—Nefasto.
—Te lo cambio por un café con leche condensada...
—Lo detesto.
—P-Por una porción de tarta de zanahoria...
—Cambié de gustos esta mañana —Musito en un tono decepcionado.
Jimin casi lagrimea.
—¿Q-Qué es lo que quieres? —Su voz terminó por arrancarle un suspiro del corazón, no estaba acostumbrado a ser chantajeado pero debía aceptar que Jimin podía hacerlo las veces que quisiera.
Le pediría algo práctico en su día a día, algo sencillo. Cómo por ejemplo, podía ir él a hacer las fotocopias por las mañanas. O podría sacar la basura de sus papeleras los miércoles... Tal vez podía encargarse de rellenar sus botellas de agua por dos semanas...
Pero algo dentro de Yoongi se removió incómodo por la serie de tareas que estaba creando en su mente, tenía una voz juiciosa que le decía que no debía ser de esa manera, no con Jimin. Una vez más en el día, Jeon volteó a verle desde arriba y la imagen del pequeño peligris enfurruñado hizo que en su pecho naciera un sentimiento cálido y fugaz, como la vez que el Omega le abrazó por la espalda.
Sintió su cuerpo pegado al suyo e hizo su mundo girar una y otra vez a una velocidad extremadamente peligrosa, desordenó completamente la imagen que antes tenía clara de lo que era dar abrazos. Y esa avalancha de sentimientos que aplastó su corazón fue la mejor sensación de todas las que antes había experimentado.
—Dame un abrazo y es tuyo —Soltó en un susurro de voz que rápidamente alertó al tigre. Mierda, tenía el mejor oído de todo el puto planeta.
—¿Un abrazo? —Preguntó sorprendido— ¿Y ya? —Inquirió otra vez.
—Sí. —Se detuvo pues sintió que el peso de su corazón se había triplicado con la petición y apreció cada segundo los latidos retumbado en sus tímpanos.
La sensación asfixiante se solapó con la emoción.
Jimin aligeró su paso entendiendo. Corrió hacia una papelera cercana y arrojó sin remordimientos su helado de fresa. El sistema de control de hormonas de Yoongi comenzó a tener fallos. Digamos que quiso gritar cuando Jimin se giró. Pero rebajemos sus sentimientos alocados a una simple emoción por abrazar a un Omega de rico olor pues eran compañeros de trabajo.
Yoongi mandó a la mierda sus reacciones hormónales.
Jimin corrió en su dirección y por inercia abrió sus brazos para recibirle.
Percibió las imágenes en cámara lenta, pequeños recuerdos grabados en su cabeza. Desde la sonrisa esponjosa del chico hasta su frente despejada de todo el cabello que suele caerle, se fijó incluso en sus ojitos brillosos y en la emoción que traspasaba su color gris.
Hasta que se acopló a su cuerpo. Sus brazos rodeándole todo lo que podía, su rostro enterrándose en su cuello y su respiración acariciando con malicia su dermis, la bonita y alocada sensación de tenerle así. Yoongi amó ese momento. Estaba sonriendo allí escondido, le escuchaba, le sentía. Movía su mejilla queriendo fundirse mucho más en ese abrazo.
Entonces se atrevió a deslizar sus dedos entre su naranja cabellera.
Y ronroneó.
Entonces Yoongi casi muere.
Tenía cierta gracia. No podía gruñir porque era un Omega con ciertos problemas, pero pertenecía en parte a esa especie de felinos que lejos de ser muy cariñosos, demostraban su aprecio a las caricias ronroneando.
Mimó su cabello, toqueteó sus orejitas, repasó de cerca su aroma y quiso impregnar al pequeño tigre de su propio aroma sin ser consciente.
—Esto ahora es mío, muchas gracias Min Yoongi —No se separó, claro que no.
Jimin tomó el helado que sostenía con su mano libre desde la comodidad de su pecho y se giró apenas para echar a andar con el brazo de Yoongi rodeando sus hombros, con su mano aún entrometida entre sus hebras.
꒰𝓣𝓣𝚊𝚎 ♡︎... ꒱
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