7. Ecos del abismo.
No podía conciliar el sueño.
Mis ojos estaban fijos en el techo del hotel, pero mi mente seguía reproduciendo una y otra vez las imágenes de aquella chica en el pavimento, como si mi cerebro estuviera en mi contra. Su rostro, su caída, la sangre… todo seguía ahí, como una película que no podía detener.
Después de lo sucedido, tras haber visto a ese hombre en la azotea, me quedé sintiendo la mirada de todos sobre mí. Me miraron como si estuviera bromeando, como si todo hubiera sido una alucinación. Me dijeron que no había nadie, ni en la azotea, ni en el ascensor, ni siquiera en los alrededores del edificio. Ningún testigo, ninguna prueba.
¡Ni siquiera alguien había salido por la puerta! Y eso me angustiaba de maneras que no podía explicar. Era como si algo o alguien me estuviera jugando una mala pasada. Pero yo sabía lo que había visto.
Yo estaba segura de haberlo visto.
Jungkook intentó calmarme, diciendo que tal vez el estrés me estaba jugando una mala pasada. Según él, era posible que todo lo que había visto fuera producto del agotamiento acumulado, y que, cuando todo esto terminara, debería considerar tomar un descanso. “Desconectar de todo por un tiempo”, me había sugerido con esa voz tranquila que parecía siempre tener bajo control cada situación.
Lo observé dormir a mi lado, plácido y sin preocupación alguna. Su respiración era constante, relajada, como si nada ni nadie en el mundo pudiera perturbar su paz. Y ahí estaba yo, con la mente dando vueltas sin parar, incapaz de encontrar la calma que él parecía tener de sobra.
Mis ojos comenzaron a pesar lentamente, como si el cansancio finalmente se apoderara de mi cuerpo. Pero algo me obligaba a mantenerme despierta, una extraña sensación de alerta que no entendía del todo. Luchaba por no cerrar los ojos, por mantenerme consciente, aunque el agotamiento fuera evidente. No pude aguantar mucho tiempo más. Una oscuridad espesa me envolvió por completo, arrastrándome al sueño de una forma abrupta.
De repente, ya no estaba en la habitación del hotel. Ahora me encontraba en lo que parecía ser un garaje oscuro y desordenado, con una música de fondo que retumbaba en mis oídos, generando una incomodidad que me puso alerta de inmediato. Reconocí la canción en el acto, "You Get What You Give", la misma melodía que escuché en el auto cuando veníamos de camino a Seúl.
Extrañamente familiar.
El volumen era insoportable, hacía vibrar los objetos a mi alrededor, intensificando mi ansiedad. Mientras mis ojos recorrían el lugar, vi rastros de sangre. Mi respiración se volvió pesada y, sin quererlo, mis pies comenzaron a seguir el camino de esas manchas carmesí. Delante de mí, había una puerta cerrada. La miré con temor, pero sabía que debía intentar abrirla.
Tomé el picaporte con manos temblorosas, pero no podía girarlo. Algo, o alguien, no me permitía abrirla. Mi desesperación creció a medida que la canción iba llegando a su fin. Sentía la urgencia, la necesidad de ayudar a quienquiera que estuviera al otro lado. Lo intenté con todas mis fuerzas, pero la puerta seguía firme, inquebrantable. El miedo se apoderó de mí, mientras la música se desvanecía en un inquietante silencio.
Me alejé solo uno pasos, arrugando mi frente.
La puerta se abrió de golpe, como si una fuerza invisible hubiera cedido ante mi insistencia. Mi respiración era agitada, y mi mente dudaba si debía avanzar. Sin embargo, no tenía opción. Lentamente, empujé la puerta un poco más, permitiéndome entrar, aunque no tenía nada con qué defenderme.
El lugar estaba completamente vacío, envuelto en una oscuridad sofocante que solo intensificaba mi desconcierto. No entendía qué estaba ocurriendo. Parecía una pesadilla lúcida de la cual no podía despertar. Fue entonces cuando mis ojos divisaron algo en una esquina. Me acerqué lentamente, mis pasos resonando en el silencio, y lo vi: una llave inglesa cubierta de sangre. El horror me invadió, y llevé una mano a mi boca para contener mi impresión.
Mi corazón se detuvo por un segundo cuando sentí una presencia detrás de mí. Giré y de manera rápida tomé el objeto y la levanté en posición defensiva, lista para golpear al responsable de todo esto. Pero cuando la figura entró en la habitación, me di cuenta de que no podía verme. Era un joven que parecía buscar algo desesperado, revisando frenéticamente cada rincón. No lograba identificarlo, pero lo observaba con atención, intentando mantener la calma.
—¡¿Qué esperas, imbécil?! —dijo una voz grave que venía desde el pasillo.
—¡No está! —respondió el joven, su tono lleno de pánico.
—¿Cómo que no está? Estaba en una esquina, tráelo para echarlo en una bolsa y lanzarlo al lago —ordenó la otra voz, cada vez más irritada.
—¡Te estoy diciendo que no está!
Los dos comenzaron a buscar frenéticamente por toda la habitación. Parecía que buscaban algo importante, y fue en ese momento que me di cuenta.
Estaban buscando la llave… la que yo tenía en mis manos.
Un sudor frío recorrió mi espalda. No entendía nada. Mis manos temblaban mientras aferraba con fuerza el objeto. El miedo y la confusión se mezclaban en mi interior, pero no podía moverme. Solo podía observarlos, como si el tiempo hubiera decidido detenerse en aquel lugar.
—Doseok nos va a matar... —murmuró el joven.
—¿Nos va a matar? ¡A ti te dejó a cargo de esto y ni eso pudiste hacer bien, estúpido! —El otro hombre estaba furioso, sus palabras cargadas de un odio visceral—. Siempre siendo un inútil, Jiwoo.
Jiwoo.
El nombre resonó en mi mente con la fuerza de una campana. El aire se escapó de mis pulmones, y sentí como mi cuerpo se congelaba por completo. Miré de nuevo al joven frente a mí, observándolo con detenimiento. Su rostro, su postura…
—Idiota.
—Más que tú lo dudo, Lee Jiwoo.
No podía ser. No podía ser él.
El joven, aquel chico frente a mí, era papá.
Abrí los ojos de golpe, mi corazón latiendo descontrolado. Mi mano, movida por puro instinto, buscó a mi lado en la cama, solo para encontrar vacío. Jungkook no estaba. El pánico se instaló en mi pecho, y sin pensarlo dos veces, salté de la cama, sintiendo la urgencia abrumadora de vomitar.
Corrí al baño, cayendo de rodillas frente al inodoro, mientras mi cuerpo expulsaba todo lo que tenía dentro. Las náuseas eran tan intensas que apenas podía controlar mi respiración. ¿Qué fue todo eso? Las imágenes de mi sueño seguían atormentándome, cada detalle tan real, tan vívido, que no podía sacudirme la sensación de que no había sido solo un sueño.
Después de enjuagarme la boca, me miré en el espejo. Mis ojeras estaban más profundas de lo habitual, reflejando el caos interno que sentía. Fue entonces cuando, en el reflejo, vi algo que me paralizó: la sombra de una persona detrás de mí. Me giré de inmediato, mi corazón latiendo aún más rápido, pero no había nadie.
¿Me estoy volviendo loca?
Salí del baño, respirando con dificultad, y ahí estaba él. Jungkook. De pie junto a la ventana, de espaldas a mí, observando algo en la distancia. ¿Cómo es que no lo vi antes? Algo no estaba bien. Mi piel se erizó cuando él comenzó a girarse lentamente, y al ver su rostro, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.
Este no era Jungkook.
El hombre frente a mí estaba completamente deteriorado, su mirada vacía, como si el alma le hubiera sido arrancada. No había vida en sus ojos. Solo un cuerpo presente, pero sin rastro de la persona que conocía.
—¿Qué está pasando, Jungkook? —pregunté, intentando mantener la calma aunque por dentro estuviera aterrada.
—Prométeme una cosa —dijo, con una voz tan fría que me hizo estremecer.
Intenté mantener la compostura, aunque cada fibra de mi ser me gritaba que saliera corriendo. Él seguía acercándose, su rostro mostrando una expresión que no le pertenecía.
—¿Qué cosa? —mi voz apenas salió, temblorosa.
Jungkook sonrió de una manera que me heló la sangre. No era una sonrisa amigable.
—De lo que te digan, no creas nada... y de lo que veas, solo la mitad.
Con esa advertencia, comenzó a acercarse aún más. Algo en él no estaba bien. Mi miedo se desbordó y un grito ensordecedor salió de mi garganta. No podía pensar, solo quería defenderme, así que comencé a lanzar golpes en todas direcciones, desesperada por evitar que se acercara más.
—¡Heesul!
De repente, todo se desvaneció. Abrí los ojos de nuevo, jadeando, y ahí estaba Jungkook. El verdadero Jungkook. Estaba a mi lado en la cama, mirándome con confusión y preocupación. Me sujetaba las manos, sus dedos acariciándolas con suavidad para calmarme.
—Tú... —intenté hablar, pero las palabras se me atoraban en la garganta.
—Estabas teniendo una pesadilla. Gritabas mucho y no sabía cómo despertarte... —dijo en voz baja, su mirada aún llena de preocupación.
Miré a mi alrededor, mi respiración entrecortada mientras trataba de asimilar lo que acababa de suceder. Ya no estaba en aquel lugar oscuro, ya no estaba atrapada en esa pesadilla. Pero el miedo, la angustia, seguían ahí, latentes en mi pecho. Mi barbilla comenzó a temblar, y antes de que pudiera detenerlo, rompí en llanto.
—No sé qué está pasando, Jungkook... No entiendo nada, no quiero seguir aquí... —sollozé, sintiendo que el peso de todo lo que había experimentado me aplastaba.
Seguía mirando a mi alrededor con pánico, sintiendo que en cualquier momento este momento podría volver a desvanecerse y estar en un bucle sin salida.
Jungkook no entendía lo que me estaba ocurriendo, pero eso no importaba. Me abrazó fuerte, sosteniéndome con cariño, dejando que mis lágrimas fluyeran en su pecho. Su calor y su presencia eran el único ancla que me mantenía conectada a la realidad.
—Estoy aquí, tranquila, preciosa. Todo va a estar bien...
El abrazo de Jungkook, su calor, solía ser reconfortante en cualquier otra situación, pero esta vez me sentía más sola que nunca. Como si su presencia no pudiera salvarme de la locura que estaba invadiendo mi mente.
Me estaba volviendo completamente loca.
Lo sabía. Cada imagen en mi cabeza, cada sonido que retumbaba en mis oídos, todo parecía estar jugando en mi contra. La realidad misma parecía estar distorsionándose a mi alrededor, deslizándose por mis dedos como arena. Aquella chica muerta, el hombre en la azotea que nadie más vio, el sueño... el sueño, que no se sentía como un simple sueño, sino como una advertencia.
Jungkook seguía intentando consolarme, pero ¿cómo explicarle lo que ni yo misma podía entender? ¿Cómo poner en palabras esa sensación de que el mundo estaba desmoronándose a mi alrededor, que lo que había visto y sentido no era producto de una simple pesadilla?
—No estás sola, Heesul. —dijo suavemente, pero en mi mente, aquellas palabras se sentían como una mentira.
Porque, de algún modo, me sentía completamente sola. Y el miedo, el terror que me recorría, no era algo que se pudiera calmar con palabras dulces. Era algo más profundo, más oscuro. Como si hubiera algo acechando en las sombras, algo que yo apenas podía comprender.
Cerré los ojos, tratando de aferrarme a lo que me quedaba de cordura, pero en lo más profundo de mi ser, sabía que algo estaba terriblemente mal.
Ustedes podrán decir que no entienden absolutamente nada y créanme que estoy intentando que ustedes vayan conectando todo porque...
SOY LA ÚLTIMA 🫂.
Mis chiquis ya terminaron sus historias
WangNini_ Revenge: the lust (finalizada)
dorasilove Revenge: the rich (finalizada)
NewHopeland Revenge: the lies (falta solo el epílogo)
Y yo... así que tengo que meterle nitro pero si están pendientes de la saga, sabrán por donde va esto 🧚♀️.
Nos vemos en el octavo capitulo y cada vez estamos mas cerca de la verdad 🗣️.
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