Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

『 4 』

—Y dígame, reina Elsa, ¿cúal es el motivo de su cara? Que la veo muy divertida. Y aún no hemos hecho nada —cuestionó el pelirrojo, caminando a la par de ella.

—Estuve imaginándome algunas cosillas que podría hacer en el pueblo, decoraciones sobre todo, y me parecieron bien mis ideas —le respondió, con voz suave y amable.

Él intentaba no quedarse atrás, porque sabía que algo iba a darle si la miraba caminar.

Maldecía en sus adentros que ése vestido estuviera apretando sus caderas de una manera sensual y enervante.

Ni Roxane está así de linda, pensó.

—Bueno, si usted va a hacer las decoraciones, ¿yo qué? —se cruzó de brazos.

¿Acaso sería algún truco?

—¿Qué tal eres patinando? —ella se detuvo frente a él, con una ceja alzada y una sonrisa de lado.

—Soy pésimo, la verdad. Nunca me dejaban salir con mis medios hermanos cuando se iban a patinar. Yo me quedaba con mi nana cocinando –respondió, encogiéndose de hombros, a ella le dio un pequeño dolor de pecho al saberlo–, ¿por qué?

—Interesante. Pues porque eso va a cambiar éste día.

Dio un pisotón con su pie izquierdo, congelando levemente el suelo. En cuanto esto sucede, los pies de Hans comienzan a resbalar, provocándole un susto al pelirrojo.

—¡Wow, wow, woh! —gritó, haciendo toda clase de movimientos con tal de no resbalar.

Ella lo tomó del brazo, riendo con fuerza alrededor de él.

—¿En serio no sabes patinar? ¿Ni un poco? —le preguntó burlona, señalando con sus dedos una cantidad muy pequeña de nada.

Es que realmente no creía que no supiera, era como decir que no sabía andar en bicicleta.

—Creo que mi cuerpo ya lo ha dejado en claro.

Movió un poco sus dedos, y las botas de Hans se elevaron mientras de las suelas se crearon puntiagudas y filosas barras de hielo para patinar más al raz.

—¿Qué diablos? —exclamó cuando vio el cambio.

—Primera lección: espalda erguida y pies separados —lo tomó de sus dos manos, teniendo contacto piel con piel, al tiempo que se miraban a los ojos.

El rostro angelical de Elsa sonriendo era algo que, por alguna razón, no podría olvidar fácilmente. Era bella y su felicidad se compartía con todo aquel que la viera así.

No creo tener el valor para esto.

—¿Ahora qué, alteza? —carraspeó, desviando la mirada.

—Ve avanzando, lentamente. Primero te ayudaré dándote velocidad, luego tú manejarás las direcciones de a dónde quieres patinar.

—N-no me gusta esto, mejor vayamos a trabajar —quiso echarse para atrás, pero Elsa no se lo permitió.

—Estás trabajando, si abandonas esto habrás dejado a un lado tus tareas.

Él frunció el ceño, fastidiado.

—Sólo inténtalo... –ella fue acercándose lentamente a su oreja, hasta que su pómulo logró rozar con la mejilla del pelirrojo–. ¿O... Acaso tienes miedo? —le susurró, empleando un tono de voz retador.

—¿De qué tendría miedo yo, alteza? —le respondió Hans, en un tono bajo y cuidando que nadie viera ese encuentro.

Ella finalmente se retiró, tomando de nuevo una distancia considerablemente grande de él.

—Ah, no lo sé, ¿de fallar? Vamos. O se nos hará tarde y no terminaremos para cuando llegue Anna —comenzó a patinar con gracia y belleza, tocando todas las columnas que habían cerca de ella.

La escarcha iba expandiéndose en todo el mármol hasta llegar al techo, entrelazándose entre sí, formando una bella estrella de cinco picos en el centro del techo, con cuerdas colgando, y copos de nieve del tamaño de la palma de su mano como decoración.

Gregory podía observarlos desde la ventana del castillo, él tenía el presentimiento de que ése hombre no estaba aquí sólo para cumplir con el servicio comunitario que su padre tanto rogó, sentía que quería algo más, y lo tenía en la punta de la lengua. Pero si lo mencionaba, podría perder su estancia en el castillo, o peor aún, la confianza que tanto ha batallado en conseguir. Además, no estaba del todo seguro que el príncipe Hans y su padre Marco realmente lo hicieron con doble intención, no podría levantar falsos a personas de la realeza. Sería como faltarle al respeto a su propia alteza. No se arriesgaría a tal consecuencia.

Por un bien mayor, él se alejó de la ventana para darles más "privacidad", confiaba en que una mujer cuerda y reflexiva como Elsa tomaría la mejor decisión para ella y su reino.

Si supiera lo que vendría, no pensaría igual.

Hans seguía estático en su lugar, pues temía caerse y lastimarse. O hacer el ridículo, cualquiera de las dos, no era una variable que le resultará satisfactorio.

Pero Elsa... Oh, Elsa... Ella era otro caso, hacía pequeños trucos con sus pies, hasta tuvo que alzar un poco su vestido para no tropezar o romperlo. Era un valioso regalo sentimental que su madre había preparado para cuando cumpliera sus veintiún años que, desgraciadamente no pudo darle personalmente.

Siempre estuvo escondido. No quería desperdiciar su belleza, pero, por alguna razón desconocida, quiso usarlo hoy.

—Vamos, tú puedes —lo animaba la rubia cada vez que se acercaba a él.

—Mire Alteza, esto se me hace muy bobo. Vine aquí con un sólo propósito: buscar perdón, y "regresarle el honor a mi familia" –usó una voz muy chillona, seguramente imitando lo que Gothel habría dicho–, sólo tengo un mes y si no lo consigo seré desterrado de mi lugar de origen, y es algo que no quiero perder. Así que tómelo con la seriedad que es —intentó inflar el pecho para darle un aire de presencia fuerte, de autoridad, pero falló totalmente cuando por un momento sintió irse al suelo.

Elsa juntó sus cejas, no sabiendo si reír por el resbalón o seguir con su mueca de confusión.

Patinó hasta él, y con un suave desliz llegó justo al frente del pelirrojo.

—Yo sé que es serio, y también sé las razones por las cuales quieres apresurar este proceso. Pero intento suavizar su impacto, y es algo que creo que no notas. Intento enseñarte a patinar, porque lo que harás ahora es enseñarles a los niños de mi reino. Quiero que ellos ya no te tengan miedo ni te tengan rencor –lo volvió a tomar de las manos. Pero ésta vez fue diferente, sintió un cosquilleo en su estómago y en la punta de sus dedos, mientras que ella ni se inmutaba, porque sólo se concentraba en verlo a los ojos, aquellos ojos verdes que la observaban con asombro–. Quiero que te perdonen, porque nadie merece ser odiado, por más cruel o malo que haya sido en un pasado.

Él se quedó mudo ante tal declaración.

¿Realmente lo merecía? ¿Merecía su perdón?

Editado
Viernes 29 de Mayo, 2020.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro