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『 37 』

—Se siente diferente este lugar —comentó Hiccup, ya de vuelta en el castillo.

—Ya no se siente tan pesado el ambiente, ¿qué habrá pasado? —se giró, observando todo a su alrededor.

—Mejoramos por completo —contestó Elinor, entrando a la habitación.

—Wow –susurraron, al ver el radical cambio de imagen. Su cabello estaba cortado hasta sus hombros, el vestido verde que traía se entallaba a la perfección con su figura, en su rostro se podía apreciar la belleza pura y blanca, como si el estrés no hubiera pasado a pisotearle su juventud–. Estás diferente. Te queda muy bien.

—Creí que te habían condenado a muerte —sacó Hans, su hermana mayor rió.

—Ya sabes que Roxanne tiene sus formas de convencer a la gente, especialmente a los hombres. No se nos fue difícil escapar del calabozo —susurró, viéndose no muy contenta con las acciones de su hermana.

Pero eso les salvó el pellejo, no podía quejarse.

—¡Vaya! ¡Hasta que su putería nos sirve de algo! —gritó Hipo, riendo escandalosamente.

La nueva reina lo miró con una ceja alzada, aunque no parecía molesta con ello.

—¿Y... Cómo está papá? ¿Él...? —le dio algo de terror mencionar esa palabra.

—Te dije que no murió. Al menos ese día —lo último lo susurró, ya no estando seguro de sus palabras.

—Efectivamente, el rey no murió. Y ha confesado quién fue su agresor, luego de estar inconsciente por varias horas —se acercó a ellos con pasos lentos.

—¿Encerró a Jason?

—No ha llegado al reino el muy cobarde. Seguro ya se enteró que seguía vivo. Y ustedes también, Dios mío –los abrazó a los dos, apretándolos contra sí con mucha fuerza–. Temí lo peor —los príncipes se miraron con sorpresa, ya que no acostumbraban a recibir cariños así por parte de Elinor.

—Creo que se volvió loca —le susurró Hiccup al ojiverde. Éste sólo le frunció el ceño para que se callase. Quera disfrutar del momento.

—Han sucedido tantas cosas y ah –suspiró con pesar, soltando el agarre–. Sólo espero que podamos salir de ésta. Todos —volteó a ver a Hans. Sólo sintió cómo su estómago se contrajo.

¿Estaban... Incluyéndolo?

—¡Mi niño! —exclamó Gothel recién apareció del pasillo.

—¡Madre, estás bien! —gritó el cobrizo, abrazándola.

—¡Creí que ese imbécil te había matado, yo estaba tan asustada! ¡No vuelvas a hacer eso nunca más! —sollozó, aferrándose a la espalda de su pequeño hijo.

Los demás hermanos siguieron llegando, uniéndose al abrazo. Hans sonrió de lado, un poco melancólico.

¿Qué se sentirá ser querido?

Se giró, dispuesto a marcharse. Hasta que un grito lo frenó.

—¡Hey! –dijo Hiccup, riendo con ironía–. ¿A dónde crees que vas? Que de ésta no te vas a salvar —bromeó el muchachito.

—¡Ven aquí! —lo jaloneó Thiana con mucha felicidad, agregándolo al pequeño gran abrazo familiar que estaban teniendo ahí.

Se siente tan bien.

[...]

—Yo... Lamento mucho todos los años que te di la espalda —susurró Thiana, estando alado del príncipe.

—¿Ah? —gimió Hans, girándose a verla, desconcertado.

—No te defendía cuando Jason comenzaba a agredirte, y no me metí cuando empeoró. Yo... –sus ojos se cristalizaron–... Tenía miedo, miedo de que pudiera hacerme algo, hacerle algo a mi... —rápidamente se limpió las lágrimas que lograron escaparse de sus orbes.

La mano callosa y grande del pelirrojo se posicionó sobre el hombro de la princesa, ésta se giró bruscamente, conectando su mirada con la del joven.

—Eso ya quedó atrás. En serio, no tienes por qué preocuparte —sonrió de lado.

—¡Claro que sí! ¡Papá hizo algo malo, y todos se desquitaron contigo, siendo que no debería ser así y nadie lo impidió! ¡Lo siento tanto! —se abalanzó a sus brazos, rompiendo en llanto.

—Ya, ya –siseó Hans, negando un poco divertido–. Todo va a estar bien. Eres muy sensible, ¿lo sabías? —rió.

—¡Calla porque tengo un puño muy potente! —le dijo, alzando su mano en son de advertencia.

—Sus majestades, hemos llegado —anunció el hombre que manejaba a los corseles.

—Por cierto, no me dijiste a donde íbamos, y vaya que tardamos mucho —se separaron.

—Oh, créeme. Será una sorpresa muy grata —aplaudió ella, más para sí misma que para él.

—Oye, no me gustan las sorpresas. ¡No bajaré hasta que no me digas dónde estamos!

—En una granja —ella respondió, abrió la puerta del carruaje y desapareció de la vista del muchacho.

—¿Qué rayos...? —también abrió la puerta, y salió.

El día era soleado, la tierra estaba seca y el olor transmitía nostalgia, un aroma recordado pero no conocido.

Vio la cola del vestido morado que tenía su hermana, girando en un camino de tierra, decorado por flores y hierba alta.
Tuvo que correr para alcanzarla.

—¡Thiana! —gritó él, cuando no la vio más, al menos afuera de esa casa hecha de madera.

Frunció el ceño, decidiéndose si entrar o no. 

No por nada está la puerta abierta.

Sin apuro alguno, llegó hasta el marco de la puerta.

—Eres lento, jovencito —comentó Thiana, tomando una taza de té, sentada en los acojinados sofás de bambú.

—¿En dónde estamos? ¿Quién vive aquí? —preguntó el pequeño Weterford.

El cristal chocando contra el suelo, es todo lo que pudo escuchar antes de girarse y verla.

Era la misma mujer del retrato en la habitación de Elsa.

Orbes azules, cabello completamente rizado y rojizo, mejillas infladas y pecas alrededor de ellas, una pequeña nariz y labios delgados. Viendo con impacto la presencia del príncipe.

El mundo se quedó en silencio, esperando a ver quién era el primero en reaccionar.

—Hans... Mi... Mi niño —susurró la mujer, antes de plantarse frente a él.

Levantó su mano, y la acercó hasta el rostro del chico con la intención de poder acariciar su cabello, pero se detuvo, el miedo la hizo titubear, el miedo y la impotencia la obligaron a alejarse.

Aunque no pudo, él no se lo permitió. Pescó su mano, y cumplió lo que ella quería.
No faltó mucho para que empezara a hipar de los nervios, y de la felicidad.

—Mamá...

Se abrazaron con una intensidad, que quizá, si lo hubiera tenido antes de haber cumplido 15 años, hubiera cambiado tantas cosas.

Pero igualmente agradecía haberlo tenido en ese momento.

—Papá nos hizo a Elinor y a mí prometer que jamás te diríamos dónde se encontraba tu madre, ya que si sabía Jason, podría hacerles daño. Y es lo que menos queríamos —explicó Thiana, llenando los vacíos mentales que tenía Hans.

—Cuando te tuve, tu padre me dijo que conmigo no estarías a salvo, que yo jamás te podría dar lo que él tenía en bandeja de plata. Y... Y yo creí que si crecías con él estarías bien, en buenas manos. Cometí un error y lo siento. Pero... Lo hice pensando en tu futuro —le susurró Mérida en el oído de Hans.

—Ya nada de eso importa... Mamá.

Editado
Sábado 4 de Julio, 2020.

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