『 35 』
—¿Elsa? —susurraron desde afuera, antes de que se abriera la puerta.
El bulto sobre la cama no se inmutó.
—¿Estás despierta? —la cerró con silencio.
—No —la otra contestó tajante.
—Tenemos que hablar —se acercó Anna a la alcoba de su hermana.
—Estoy muy adolorida, ¿no puede ser después? —la rubia agarró las sábanas y se enrolló en ellas.
—No creo que se pueda después. Por favor —se sentó en la orilla de la cama.
La rubia gruñó, pero finalmente se destapó para ponerle atención.
—¿Qué pasa ahora? —le miró con cansancio.
—¿Qué hace Hans y Hiccup aquí? Creí que habías prohibido su regreso —su enfado se hizo evidente en su rostro.
—Es... Es una larga historia, que la mitad no entiendo bien —dijo, intentando evadir la pregunta.
Ya que, si su hermana se llegara a enterar, seguro le dejaría de hablarle.
—Tengo todo el tiempo del mundo —y las esperanzas de que no siguiera insistiendo se esfumaron junto con la tranquilidad.
Con mucho cuidado, logró sentarse alado de ella.
—Después de que te fuiste, llegó el rey Marco –la ceja alzada de Anna se hizo presente junto con la ignorancia del nombre–. El... El papá de Hans —se mordió la lengua después de mencionarlo.
—¡¿Qué?! —exclamó Anna, con suma sorpresa. Hasta se puso de pie por la impresión.
-—Me pidió que dejara estar aquí a Hans durante un mes.
—¡¿Y aceptaste?! —la mayor se quedó callada dándole a entender que era un sí por respuesta, la pelianaranjada chilló frustrada–. ¡Elsa! ¿Cómo pudiste? —le reclamó.
—¡No lo sé! –la princesa no se traga ese argumento, por lo que gruñó en bajito–. Le tuve lástima —admitió.
—¿Tú de quién no tienes lástima? —atacó Anna, alzando los brazos histérica.
—No me hables así —pidió Elsa.
—¡¿Es que cómo se te ocurre?! Intentó matarnos, ¡a las dos! No se olvida algo así tan fácilmente —caminó en círculos, desesperada por la poca información que le daban.
—Su hermano mayor iba a matarlo, Anna. No podía dejar que eso sucediera —también se levantó del colchón.
—Es lo menos que se merece ese patán —y agitó su mano con desdén.
—Es que tú no entiendes, Jason es peligroso, mira lo que acaba de hacer, y sin Hans o Hiccup no estaríamos aquí, yo no estaría viva —la ojiazul abrió sus ojos, sorprendida.
—¿Te quisieron lastimar? —se acercó para verificar.
—Jason me acusó del homicidio del rey Marco cuando fui al reino para presenciar su boda —sólo esperaba los reclamos.
—¡¿Fuiste a las Islas del Sur? ¿Te has vuelto loca?! ¡No puedo estar lejos de aquí sin que hagas alguna locura! —se jaló del cabello, exasperada.
Era igual como cuidar a una niña.
La actitud que había tomado Anna empezaba a molestar a la rubia.
—Se quedó haciendo labores un mes, ¿cuál es el problema? —dictó, poniéndose a la defensiva.
—Él es el problema —apuntó a la nada.
—¿No serás tú? —Anna abrió la boca, totalmente indignada y ofendida.
—¿Disculpa? ¿Qué acaso no recuerdas lo que nos hizo? —juntó sus dedos de la mano derecha, y se golpeó la cabeza con ellos repetidas veces.
—Si no hubieras aceptado casarte con él media hora después de conocerlo quizás todo sería diferente —señaló a su alrededor.
—Claro, seguirías encerrada en tu maldito cuarto —y estampó su zapato de tacón en el suelo.
—Él se quedó conmigo cuando más lo necesitaba, ¿dónde estabas tú?
—¡He estado contigo tras la puerta toda mi vida!
—¡No en la primera navidad lejos de mi habitación! —las lágrimas amenazaron con salir de sus orbes azules.
El lugar se quedó en absoluto silencio.
—Cuando la carta llegó, yo ya tenía todo listo –sollozó, mirando sus manos–. Y cuando supe que no llegarías a tiempo me derrumbé. Sólo era yo, en este inmenso castillo —y miró al techo.
La culpa recorrió la piel de Anna, aguantándose las ganas de llorar.
¿Cómo pudo ser tan egoísta?
—Todos tenían sus tradiciones, en sus casas ya los esperaba alguien, ¿pero a mí? ¿A mí quién me esperaba junto al fuego, con una taza de chocolate caliente y pan dulce?
—Elsa... —ésta ignoró su llamado, siguiendo con su historia.
—Él se acercó a mí, lucía sincero, lucía bueno. Después de todo, ¿quién quería unos monstruos en su navidad? A final de cuentas, ¿qué nos hacía diferentes?
No esperó una invitación, y se echó a los brazos de su hermana.
—Lo siento, no debí hablarte así —susurró Anna en su hombro.
—Lo quiero, lo quiero mucho —lloró más fuerte.
—Sé que él también, Elsa –acarició su cabello–. Sé que él también.
[...]
—¿Regresarás a casa? —le preguntó Hiccup, echado en el muelle.
—No lo sé, Jason logró escapar y lo más seguro es que nos destierre de allá —contestó Hans, jugando con sus pies.
—No creo. Ya no tiene poder sobre el reino –el menor se giró a verlo, confundido–. ¿No supiste? Elinor tomó la corona.
—Wow —sólo eso pudo decir.
—Y papá no murió, está inconsciente pero sigue respirando —le enseñó su pulgar, en modo de broma.
—Con razón.
Luego de algunos minutos de estar en silencio, Hipo habló: —¿Puedo decirte algo y jamás divulgarlo? –Hans frunció el ceño–. Lamento mucho lo que te hicimos.
—Eso ya pasó.
—No, en serio. Nos llenaron la cabeza de prejuicios y mentiras, tantos años y apenas veo la verdad —el pelirrojo no podía creer lo que le decían. Y lo miró a los ojos, encontró sinceridad, y a un hermano en quién confiar.
—Nada de eso fue nuestra culpa —le sonrió.
—Pero mira en lo que te convertimos, gracias a nosotros no tienes una familia, una linda esposa y adorables pero latosos niños. Imagina el cambio que habría en tu vida si hubiéramos decidido tratarte mejor, todo este universo de crueldad y sucesos oscuros no existiría. Imagina el mundo de posibilidades que habría para ti –Hans soltó una carcajada, Hiccup lo vio, incrédulo–. Disculpa, estoy siendo honesto contigo y te estás riendo, esto no me causa gracia —se cruzó de brazos, fingiendo molestia.
—Estás loco, deja el pasado atrás.
—Ya me quitaste la inspiración, ya no te quiero —lo empujó lejos de su presencia.
—Oh, vamos. Bebé llorón —le dio un leve puñetazo en el hombro, jugueteando.
Los dos se jactaron de alegría.
—Dejando ese tema de lado, ¿vas a desposar a la reina o nah? —Hipo le miró, divertido con la situación. El otro se puso rojo como tomate.
—No sé de qué estás hablando —se tapó el rostro, ocultando su vergonzoso (o eso cree) secreto.
—Tienes una oportunidad. No la desperdicies.
El pequeño príncipe sonrió, con la cabeza gacha y una mirada triste.
—Ya lo hice.
Editado
Viernes 3 de Julio, 2020.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro