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『 34 』

El metal chocó contra el escudo de hielo tan fuerte, que a los que estuvieron cerca del momento salieron disparados al hielo por el gélido viento.

Jason, con una horrible jaqueca gracias a la caída, alzó el rostro... La imponente figura de la reina topó de frente ante él. Con una espada en su mano, y el escudo en la otra, se acercó al príncipe.

—Tienes una oportunidad para rendirte. Márchate y jamás vuelvas –la rubia le recalcó las últimas palabras, en son de amenaza–. Jamás.

Se le quedó viendo por varios minutos, hasta que pudo percibir en sus ojos la debilidad dentro de él, y la carencia de fuerza para volver a pelear.

Un camino de hielo se formó en el agua para quienes hayan sobrevivido a la pequeña guerra huyeran a su barco. La mayoría subió, pero hubo varios que se mantuvieron reacios a la derrota.

Esto no iba a quedarse así.

—Sólo un tiro –susurró el general, intentando moverse sin empeorar su herida en el estómago–. Y esto habrá valido la pena... —recargó una flecha a la ballesta, y luego de largos segundos suprimiendo su respiración, buscó un blanco eficaz, que matara de inmediato.

—¿Acabó ya? —preguntó Anna, confundida por la actitud relajada de su hermana.

—Esperemos que sí –respondió Elsa, dirigiéndose a ella–. Me duele mi existencia —rió, sacándose el escudo y deshaciendo la espada.

—Después de algo así, es lo mínimo que pudo pasarte —dijo su hermana.

—Espero que estas manchas puedan sacarse, es mi conjunto preferido —se les unió Astrid.

—Algo anda mal —siseó Hiccup, ignorando por completo el hecho de que las damas hayan bajado la guardia.

Hans giró su cabeza, buscando a los soldados más leales de su hermano entre el hielo teñido de sangre y los cadáveres de los caídos.

—Oh, no...

—Hasta nunca, maldita bruja —la flecha salió disparada.

El tiempo pareció detenerse, cada copo de nieve que caía dejó de hacerlo, como queriendo presenciar cada segundo de lo que vendría a continuación.

El pelirrojo corrió hacia la monarca en un pobre intento de ahorrar tiempo, gritando su nombre.

—¡Elsa! —ella volteó, y la flecha se impactó contra su hombro, atravesándolo casi por completo.

La fuerza con la que fue lanzada hizo que ella se tambaleara, y antes de que cayera al fiordo, Hans se tiró de rodillas y gracias al hielo, se deslizó con facilidad. La atrapó entre sus brazos, su  sangre salía a borbotones, manchando la armadura de los dos jóvenes.

—¡No! —Anna chilló, cubriéndose la boca para evitar sacar sollozos.

—No cierres los ojos —le suplicó el ojiverde, haciendo presión en la herida.

—No... Hagas eso... Duele —dijo, apenas en un hilo de voz. Las lágrimas corrían por el dolor.

—Resiste, estarás bien, ya lo verás. Todo... Todo va a... —la pelianaranjada empezó a hiperventilar de los nervios.

—Está sangrando mucho —se acercó la chica pueblerina, buscando la forma de poder ayudar.

—Creo que voy a vomitar —Hiccup se alejó de la escena, hastiado del fuerte olor a metal.

Astrid arrancó un pedazo de tela de su vestido, e intentó envolver el hombro de la reina para cortar un poco la circulación.

—Shh, ya está —la novia de Hiccup le murmuró, atando el último nudo.

Elsa toqueteó su herida, y cuando encontró el punto de contacto, lo congeló. Ahogó un grito mordiéndose los labios.

Hans pasó una mano por la espalda de la albina, y la otra bajo sus rodillas.

—Llevémosla al castillo, donde pueda reposar —Anna se le plantó enfrente antes de poder dar siquiera un paso, cruzada de brazos.

—Dásela a Kristoff —le ordenó.

—Yo puedo llevarla, no es pr...—se vio interrumpido por el grito de la menor.

—¡No!

—Anna, por favor... —su esposo la jaló para quitarla del camino pero ella impuso fuerza.

—No te dije nada porque confiaba en que Elsa haría lo correcto. Pero tú eres punto y aparte —siseó, apuntándole con su dedo índice en forma de acusación.

—¿En serio este es el momento para pelear? ¡Por favor! ¡Matamos como cien soldados entre nosotros, luchando juntos! ¿Ahora se odian? —preguntó Hiccup.

—¡Tú no te metas, niño mimado!

—Anna, déjalo. Todavía nos falta encontrar quién le disparó a tu hermana, que por cierto se está desangrando, necesita atención urgente —Astrid intentó razonar con ella, pero también se negó a escuchar algo de su parte.

—Haces esto más difícil —gruñó Kris, se acercó a ella y la cargó como un saco de zanahorias: por la espalda.

—¡Bájame! —exigió, golpeando y pataleando por doquier.

—Ve rápido. Nosotros terminaremos el trabajo sucio —Hans asintió, y caminó hasta el castillo.

[...]

—Va a estar bien —dictaminó el doctor, y todos dejaron salir el suspiro que se guardaban.

—Gracias al cielo, ¿cuándo podremos verla? —preguntó la princesa.

—Está durmiendo, la batalla la ha dejado muy agotada, además de adolorida. Déjenla descansar, aunque sea unas horas.

—¿Y la flecha? ¿Logró sacarla? ¿Habrá consecuencias a largo plazo? —el pelirrojo se acercó y lo bombardeó de preguntas, haciéndole notar al médico la extraña preocupación de su parte. Por instinto, el hombre ya adulto cubrió la entrada de la habitación de Elsa con su fornido cuerpo.

Él cree que vas a lastimarla. De nuevo.

Se le formó un nudo en la garganta, que intentó tragárselo, junto con su orgullo y su poca dignidad. Ya no volvió a preguntar nada.

—¿Ah, doctor? —ésta vez preguntó Kristoff.

—Con los remedios que voy a indicarle, y algunos chequeos constantes, mejorará. Si me disculpan —pasó alado de Hans, chocando su hombro con el del joven, provocando que se desestabilizara por un momento.

—¿Estás bien? —susurró Hiccup, con el fin de no ser escuchado por Anna.

—Como siempre —siseó, y caminó a su habitación. Por suerte, la menor de las Arendelle no le cuestionó.

—Te llevaré a casa, seguro que debes curar esos rasguños, y esa pierna ensangrentada —Hiccup se llevó a la rubia de ahí entrelazando sus antebrazos.

—¿Esto? No es nada —le restó importancia la otra, burlándose de su dolor.

Los dos se fueron retirando del pasillo hasta dejar a los recién casados solos.

—¿Y ahora qué vamos a hacer? —el joven se cruzó de brazos, observando los movimientos de la pelianaranjada.

—¿Con respecto a qué? —se giró a verlo.

—A todo. Hans, tu hermana, el reino –suspiró cansado–. Nuestra familia. Y supongo que no le has dicho nada —puso sus labios en una fina línea.

—No he encontrado el momento indicado para decírselo, Kristoff. Acabamos una guerra que ni siquiera tengo idea de cómo empezó. No sé qué rayos hace Hans aquí y al parecer hay cierta conexión entre él y Elsa. Yo me siento tan abrumada y ajena a todo y no sé cómo regresar las cosas a su lugar... —se vio interrumpida por unos anchos brazos rodeándola. Se dejó abrazar por su esposo y sollozó un poco en el pecho del rubio—. Perdóname.

—No hay de qué. Ya veremos la forma de solucionar esto. ¿Okay? —y le besó la frente.

Editado
Viernes 3 de Julio, 2020.

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