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『 25 』

-Reina Elsa, es un gusto -esto último lo dice en un gruñido- tenerla aquí, en nuestro hogar -Jason toma con fuerza la mano de Elsa, obligándola a ponerse de pie.

-El... El placer es mío -titubea, desconcertada ante el trato otorgado.

-Lo que se dice es cierto, entonces -comenta el futuro monarca, sacándola de su lugar y haciendo que diera una vuelta lenta.

-¿Qué es lo que se dice? -quiso saber la rubia.

-Usted es muy bella, alteza. Su belleza es digna de su nombre -acerca sus labios a los nudillos de la joven, y los besa con suavidad, mientras que Hans veía la escena, hirviéndole la sangre de la rabia.

¿Cómo podía portarse así de coqueto con ella, teniendo una prometida?

-Eh, yo... -le interrumpe Jason, con una orden.

-Acompáñeme a mi despacho, hablaremos de ciertos asuntos respecto a Hans. Las mucamas le llevarán la cena más tarde, después de todo no tiene por qué batallar con mis odiosos hermanos -y dicho esto, avanza velozmente, con su mano en la cintura de la reina, empujándola para que caminara.

Ésta se voltea, suplicándole ayuda al pelirrojo. Pero no hace más que hacer una mueca de tristeza porque lamentablemente, no puede meterse, y mucho menos con Jason.

Llegan a una habitación, grande y con libreros en cada pared, un escritorio mediano con lámparas de mesa. La puerta es cerrada. Lo que inquieta a la soberana.

-Quiero preguntarle algo, señorita Elsa -su tono de voz cambia radicalmente, a uno lleno de coraje y repulsión. La amabilidad y el "respeto" ya no estaban más, se quedaron atrás con los doce hermanos Weterford.

-Diga usted, príncipe -respondió la ojiazul, con una frialdad y confianza. No permitiría que ese hombre la intimidara, le haría saber qué tan fuerte y poderosa podía llegar a ser.

-¿Qué tan cierto es lo que cuentan los rumores?

-¿Qué rumores?

-Los que dicen que no vino al reino por mi boda.

Ella lo mira, con el ceño fruncido y sumamente confundida.

-No estoy entendiendo a qué van sus cuestionamientos -posa sus manos tras su espalda, intentando quitarse discretamente los guantes que horas antes se había puesto, en caso de que necesitara protegerse, o peor aún, tener que defenderse.

-Déjeme ser más específico: que usted vino a reino para casarse con mi hermano menor, Hans.

¡¿QUÉ ACABA DE DECIR?!

-No entiendo cómo logró conseguir su perdón y hacerla olvidarse de que por poco la asesina -empieza a merodear en círculos, dejándola a ella en medio-, no entiendo cómo Arendelle olvidó su teatrito, tampoco entiendo qué fue lo que le vio usted a ese bastardo, y mucho menos en tan poco tiempo. Sin duda, sus poderes de manipulación son grandes y potentes.

La habitación empieza a enfriarse, Elsa estaba abrumada, asustada, enfadada y quizás sorprendida ante tal revelación.

Es por eso que te rogó tanto que lo acompañaras, montó todo un circo y te necesitaba para corroborarlo. Decían sus voces internas, regañándola por ser tan ingenua.

-Dígame, ¿van a casarse mañana?

-¿Qué? -ni siquiera pudo terminar, porque ya estaba bombardeándola con más preguntas.

-¿O el 31, acaso? ¿Realmente cree que lograrán opacarme? ¿Creen que se saldrán con la suya? Hans va a pagar, por todo el daño cometido, y usted no podrá salvarlo ni con una estúpida boda.

La puerta se abre de golpe, los dos giran sus cabezas, y se topan con Thiana, a quien le temblaban las piernas por el miedo.

-¿Se te ofrece algo, insecto? -pregunta Jason, dedicándole una mirada de odio.

-Sí, a la reina Elsa.

-Ella está ocupada.

-Le llama Elinor -en cuanto escucha ese nombre, toda su armadura se viene abajo.

Esa mujer era de las únicas personas existentes en ese castillo que podía doblarlo como si de una ramita se tratara.

-Esto no se va a quedar así -le susurra él, muy cerca de su cuello.

Elsa traga con brusquedad, y sintiendo desvanecerse, camina lejos de ahí.

-Gracias al cielo que estás bien, Hans estaba muy preocupado por ti, te espera en tu habitación. Yo tengo que irme -parlotea la mujer, tropezándose con sus palabras.

Su ira va incrementando con cada paso que daba, que cuando llegó a su habitación, congeló la cerradura para que aquel mentiroso no pudiera escapar.

-¡Majestad! Estás a salvo -el muchacho se acerca para abrazarla, pero lo detiene con una bofetada-. ¡Ay! ¡Y esa por qué fue! -exclamó, sobándose su mejilla.

-¡¿Por qué me mentiste?! -le grita, guardando distancia entre ellos.

-¿De qué me hablas?

-¡Tú sabes bien de qué! ¿Por qué lo hiciste? -se cruza de brazos, expectante a lo que le respondería.

Hans sabe que ya no le queda de otra que admitirlo.
Suspira pesadamente, y se sienta en la orilla de la cama.

-Lo sé, sé que estás molesta.

-Me parece muy corta para expresar toda la ira que estoy sintiendo en estos momentos -dice la rubia, sin dejar de mirarlo.

-Vale, está bien. Seguro estás muy furiosa, pero no fue intencional. Se me salió de las manos -excusa el pelirrojo.

-¡¿Es en serio?! ¡Hans, nos comprometiste! ¿Entiendes la gravedad de los hechos? -explota Elsa, caminando de un lado a otro, sobando el puente de su respingada nariz como consecuencia del estrés.

La escarcha comenzaba a cubrir los muebles de la habitación.

-Tranquilízate.

-No puedo calmarme, Hans. Ugh -bufa, exasperada-. Es que no sé si ves en el lío que nos has puesto. Tu padre cree que estoy aquí para hacer tratos comerciales los cuales no estoy dispuesta a aceptar, tus hermanos creen que estoy aquí por la boda de Jason, tu madre me odia porque cree que voy a quitarle su corona metiéndome con el rey, ¡¿y ahora esto?!

-Nadie mas que Jason sabe sobre nuestra mentira.

-¡¿Nuestra?! -responde Elsa, irónica.

-Mí mentira -corrige Hans, rodando los ojos fastidiado-. Sólo se lo dije porque no dejaba de presumirme y decirme las formas en las que iba a morir cuando se convirtiera en rey. Pero voy a solucionarlo, en serio -tímidamente se acerca a la ojiazul, la toma de sus frías manos, y la obliga a mirarlo a los ojos-. Te prometo que nada malo va a pasar.

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