Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

『 23 』

—¡Buen día, príncipe Hiccup! —gritaban las aldeanas, cuando vieron que el pelirrojo esperaba en el muelle a la llegada de su hermano.

—Buen día a ti también, dulzura —devolvió, de manera casi automática.

Ya se había acostumbrado a recibir uno que otro piropo, y no es que no le agradara sentirse irresistible e inalcanzable por unos minutos pero desde que esa rubia entró a su cabeza, imaginarse a otra le era insano.

Y lo más curioso de todo es que no sabía siquiera su nombre.

Por segunda ocasión, se le había olvidado preguntarle cómo se llamaba.

El barco llegó a su destino, los marineros ataron las cuerdas de las velas, y entendieron una tabla para que la soberana de Arendelle pudiera bajar.

—Se lo agradezco mucho —susurró ella al muchacho que la ayudó a bajar, posicionó su mano en su hombro y refrescó la sudorosa piel de todo su cuerpo.

—Reina Elsa —saludó el pelirrojo.

—Príncipe Hiccup —respondió la otra, enseñando una sonrisa sin gracia.

—Un gusto verla —hizo una reverencia.

—¿Dónde está la maldecida? Quiero darle mis condolencias —comentó Hans, saltando del barco.

—¿Mald...? –cuando Elsa entendió, frunció el ceño–. No sea grosero —se cruzó de brazos.

—Sus hermanas la están acompañando a probarse el vestido para pasado mañana. —se metió a la conversación el muchacho de ojos claros—. Majestad —ronroneó, tomando la mano de la rubia y besándola cuidadosamente.

Era increíble lo mujeriego que seguía siendo, ¡faltando poco para su boda!

El menor de los tres bufó de manera ruidosa, haciéndole saber que estaba molesto con lo que hacía.

—Permítame llevarla a su habitación, dentro del castillo. Las mucamas tienen todo listo para su llegada —Eugene se escabulló entre sus hermanos para quedar alado de la albina.

—Qué caballeroso es usted –Elsa se ríe a sus adentros, pensando en lo tonto que era–, pero faltan mi valijas. No sé si alguien de porte tan varonil pueda ayudarme —y se miró las uñas con descuido.

—¡Por supuesto que sí!

El de cabellos cobrizos ilusamente fue en busca de sus maletas.

—Así es como te quitas a alguien de encima —se carcajeó Hiccup.

—Mi padre nos espera, vámonos ya —gruñó Hans, tomando la delantera.

La rubia arrugó la nariz por el repentino cambio de humor del pelirrojo. Y es que recién unos momentos era sarcástico.

—Bah, ya se le pasará ahorita que vea a Roxy —comentó Hiccup, caminando casi a la par con la reina.

—¿Quién es Roxy? —inquirió curiosa.

—Una de nuestras hermanas. Te va a encantar su estilo de vida —esto último lo comentó con un atisbo de diversión, o así lo sintió ella.

Los empleados del castillo Weterford se inclinaban ante su presencia, los niños se asombraban cuando ella los saludaba, era como si fuera lo más bello que había en ese lugar. Más que eso, como un ángel caído del cielo.

El repicoteo de los tacones de Elsa resonaban por toda la sala, llamando la atención de los que vivían ahí.

—Madre, hemos llegado —anunció Hiccup en un canturreo.

Una mujer de aspecto gótico pero elegante salió de una habitación mucho más grande que la que se encontraban. Sus rizos esponjados cubrían su espalda y pecho, su vestido rojo y ajustado cubría su aperlada y voluminoso cuerpo.

—¿Qué hace ella aquí? —fue lo primero que dijo cuando la miró de pies a cabeza, dándole un sorbo a su copa llena de vino.

A ella no le agradaban las chicas jóvenes, y ya se imaginaba el por qué.

—Asistirá a la boda de Jason, mamá. ¿No te dijeron? —dijo el domador de fieras.

—Había escuchado algo así.

Elsa sentía una incomodidad enorme, la forma en que la escudriñó no le agradaba para nada.

Discretamente buscaba a Hans, lo necesitaba, era la única persona que conocía aquí, parecía que aquella señora estaba en su contra, cuando apenas hoy la conoció. ¿Cómo era eso posible? ¿Acaso había hecho algo antes?

—¿Y de pura casualidad va a quedarse aquí? ¿En el castillo? —burló, pero con gesto serio.

—Ah... Bueno, yo creo qu...—tartamudeó.

—Sí, aquí va a quedarse. ¿Algún problema, Gothel? —interrumpió Hans, entrando al lugar.

Ella meditó su respuesta, sin dejar de fulminarle con la mirada.

—Ninguno. ¡Valka! —gritó la reina.

Una señora, de estatura baja y cabello castaño y largo, llegó casi de inmediato.

—¿Sí, mi señora? —susurró, agachando la mirada.

—Guíe a la... –volvió a verla. Y como no notó nada que le dijera si estaba casada o no, prosiguió–. Señorita, a su habitación.

—Claro que sí, acompáñeme —no tardó ni dos segundos y la señora ya se había puesto en marcha.

A Gothel no le gustaba esperar. Ni repetir las cosas dos veces. 

Hans la empujó levemente para que avanzara, apenas así la sacó de su trance.

Cuando estuvieron lo suficientemente alejados de la sala, por fin Elsa pudo sentirse a gusto.

—¿Cuál es su problema? —fue lo primero que le comentó.

—Le teme a toda muchacha linda que esté cerca de papá. El trauma, supongo —respondió Hans, encogiéndose de hombres.

—Es absurdo, el rey Marco tiene la misma edad que tendría mi abuelo si siguiera vivo. No lo veo con esos ojos —ella comparó, haciendo una mueca con sus labios.

—A ella no le importa, sólo desconfía.

Se detuvieron frente a una puerta, la última del pasillo.

—Aquí vas a instalarte. Espero te guste el lugar —el muchacho abrió la puerta, indicándole con la mirada que pasara y ojeara la habitación.

Elsa entró, titubeando.

Era muy grande, y la cama, ni se diga. Más que la que tenía en casa. Fácilmente podría caber una familia de diez ahí.

Dos mesitas de noche en cada lado de la alcoba, con bonitas y pequeñas lámparas. Cuadros de la familia colgados en todas las paredes. Pero ninguna relacionada a Hans.

Hubo una que le llamó la atención. No sabía si era por el gran tamaño de la pintura, o la belleza de quien estaba retratada.

Se acercó a verla, y detenidamente repasó todos los trazos visibles de ella.

Era preciosa la mujer, su cabello parecía esponjoso y rizado. Salvaje e indomable, como Hans. Hasta se preguntó si no eran familia, pues el parentesco era grande.

—Gracias nana —escuchó que murmuraban al otro lado del muro. 

Se acercó cuidadosamente a la puerta, y observó lo que pasaba por ahí.

El joven Weterford abrazaba cariñosamente a la mujer que la había llevado a la habitación.

—De nada, pequeño. La reina estará pesada estos días, te sugiero no estés a la defensiva, por favor —le otorgó un beso tronado en su mejilla.

Sonrió, enternecida.

Editado
Martes 9 de Junio, 2020.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro