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『 17 』

Luego de unos minutos en completo silencio, se separaron uno del otro.
Los dos estaban sonrosados y un poco sudorosos de las manos, pero muy felices.

—¿Quieres ir a caminar? —susurró Hans con voz ronca y potente. Pero siendo amable.

—Sí, está bien —contestó la otra, en un tono muy bajo.

El ambiente no era incómodo, pero sí algo callado. Elsa quería ver la forma de sacarle conversación a Hans, pero ninguna pregunta se le venía a la mente. Y es que siendo sinceros, era la primera vez que ella daba un beso, no sabía más que teoría y eso si es que se le podía llamar así a las novelas románticas que leía en su adolescencia. Además, después del beso seguía el final feliz, y dudaba mucho que eso le fuera a pasar a ella.

—¿Cómo descubriste tus poderes? —al parecer, el pelirrojo se le había adelantado.

—Mis padres fueron los primeros en saberlo. Un día sólo se congeló la cuna en donde me encontraba y me dieron cuidados más especiales. O eso me dijo la cocinera más antigua —se encogió de hombros.

—¿Pero tú cómo supiste? —le intrigaba saber acerca de sus dones.

Elsa rió nerviosa.

—Fue una bobada, iba corriendo por las escaleras y tropecé con mi vestido. Al meter las manos para no golpearme la cara pasó esto –ella extendió sus manos de golpe y un rayo de escarcha salió de las palmas–, sólo que no tan potente. Y era nieve, por lo que amortiguó muy bien mi caída —ese día lo recordaba a la perfección. Estaba hecha un mar de lágrimas por el susto que se había dado.

—Interesante —susurró el otro, con las manos en su espalda.

—No tanto como tu vida —dijo, algo monótona.

—Créeme que no te gustaría haber estado en mi familia —y le dio énfasis alzando sus cejas.

—Cúentame acerca de tus hermanos. Claro. Si es que... Tú quieres... O no... —poco a poco iba bajando el volumen de su voz, pues temía que tocara alguna herida vieja del pelirrojo.

Él giró un poco su rostro, y se topó con Elsa, dirigiendo su vista a todas partes menos a él.

Sonrió de lado, viendo lo linda que lucía siendo tierna.

—Pues qué podría decirte, Jackson es tremendamente molesto, Hiccup un poco hipócrita y aburrido, Roxane es... Cómo decirlo, ahm –el muchacho intentaba buscar la palabra correcta que explicara la personalidad de su hermana, pero no estaba seguro si debía contárselo a Elsa, si no era agradable escucharlo menos decirlo–... promiscua. Emma nunca me ha tratado mal, pero tampoco me ha dirigido una palabra más que cuando hago las cosas mal, a Ariana ya la tengo fastidiada –rió un poco– dice que se preocupa mucho por mis problemas, que le van a salir canas verdes por mi culpa y decidió no hablarme más. Tiana fue de las que me cuidó desde bebé antes de que mi nana llegara al castillo, y Eugene; pues ya lo has tratado.

—Creído y sintiéndose la última copa de vino en el desierto —Elsa dijo, con exagerado egocentrismo y moviendo mucho sus manos.

Hans soltó una sonora carcajada.

—Sí, algo así. Vanessa no es la clase de hermana que te da todo su apoyo, le doy igual y vergüenza, al menos eso me ha dicho –encogió sus hombros, frunciendo levemente el ceño–. Temperance es erudita y a la vez muy reservada. Sólo dos ocasiones fueron las que me dirigió una mirada. A Frederic le disgusto mucho. Pero lo que agradezco mucho es que no lo demuestra, un buen hombre. Elinor es la segunda más grande, también es como mi Pepe Grillo, sólo que cuando meto la pata, es dura conmigo. Ah, y Jason –negó, con un poco de miedo y entristecido–, es el que más me odia de los doce.

La rubia pudo ver que los ojos del pelirrojo se aguadaban un poco, y eso el alma le partió.

—¿Sabes? Cuando tenía cinco años, mi inspiración era él. Yo quería vestir igual que él, hablar como él, ser él. Y cuando lo intenté, recibí las declaraciones más feas que un niño podría soportar.

—¿Y... Qué fue lo que te dijo? —Elsa susurró, tomándole la mano con suma delicadeza.

—Que era un error que pronto se desvanecería.

Su alrededor quedó mudo, como si quisieran saber lo siguiente que sucedería.

—Sólo es un chico con corazón de piedra, no le hagas caso —y le dio un suave apretón en su mano, indicándole que tenía todo su apoyo.

Hans tragó el nudo en su garganta, y tomó valentía para preguntar: —¿Tú crees que soy un error? ¿Un accidente?

Elsa premeditó su respuesta, y cuando halló las palabras indicadas, le susurró: —Los accidentes no existen, todos tenemos una razón por la cual estamos aquí. Estás destinado a hacer grandes cosas. Sólo que no has conocido el camino correcto y tampoco tienes a las personas que te guíen. Pero tranquilo, que ya estoy aquí para llevarte —sonrió de lado, acariciando suavemente la mejilla del pelirrojo.

—Lamento mucho todo lo que les he hecho, yo sólo quería ser...

—Amado.

Él frunció el ceño, pero terminó aceptándolo.
Se buscó la roca más cerca, y se sentó en ella.

Su cambio de humor era notable y la rubia lo sabía.

Le lanzó copos de nieve a su nariz, haciéndolo estornudar. De hecho, lo asoció con un tigre por su manera de hacerlo.

—¿Quieres seguir jugando? —ronroneó Elsa, creando escarcha.

Hans sonrió de lado.

—Dame todo lo que tienes, majestad.

[...]

Los días pasaron rápido, y para cuando menos lo pensaron ya era Noche Buena.

Elsa se levantó gustosa de su cama, la tendió y buscó un atuendo para la noche, sabiendo que era muy temprano para pensar en ello. No podía evitar sentirse emocionada, y aunque su hermana Anna no estuviera cerca de ella, se sentía feliz porque estaría con su esposo en un reino muy colorido y alegre, y ella estaría con buena compañía.

Luego de bañarse, se colocó un vestido de tonos oscuros de azul, sus zapatos altos y su coronilla en el moño alto que se había hecho como peinado.

Estaba lista para todo lo que vendría.

—¡Buenos días! —gritó Elsa, luego de resbalarse en el varandal de las escaleras.

Las mucamas que trabajaban ahí y pasaban cerca de ella, se miraban extrañadas ante aquel comportamiento, pero le devolvían el saludo con mucho entusiasmo.

No todos los días tenías la oportunidad de ver la radiante fuerza y alegría que cargaba la reina de Arendelle. Cualquiera que fuera el motivo, lo agradecían internamente.

Editado
Domingo 7 de Junio, 2020.

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