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『 16 』

—Te esperaré entonces —rió nerviosa.

—Así será —y para poner aún más claro, asintió con la cabeza.

Elsa le alzó una ceja al pelirrojo, con cierta picardía. Mientras que éste se sonrojaba.

La rubia jaló de la mano del príncipe, que la sostenía con tanta delicadeza.

—Vamos a pasear —empezó ella, creándose una capa blanca que cubriera su cabeza y parte de su atuendo.

—¿A pasear?

—Sí, a pasear. ¿Qué los príncipes no acostumbran a pasear? —y creó otra capa para él, más varonil de lo que sus diseños solían ser.

—Ahm nop, yo creo que no —y con eso, los dos comenzaron a trotar, evadiendo a cada persona que pasaba por ahí.

Sé que quizás estamos locos.
Pero, ¿escuchaste la historia?

—¿Y a dónde vamos? —rió con burla cuando Elsa intentó jalarlo y no logró fácilmente moverlo a su merced.

Creo que la escuché vagamente.

Una chica y un monstruo.

—Rápido, que se darán cuenta —la ojiazul bufó divertida.

Oh cuéntame mas, chico

Suena como una fantasía

Entraron al castillo por la puerta principal, subieron las escaleras y se dirigieron a la habitación de la rubia.

—Espérame aquí, ahora vuelvo.

Oh, ¿qué puede ir tan mal
con una chica y un monstruo?

—Apresúrate —imitó, con voz chillona.

vienes del paraíso perfecto, y yo vivo del lado oscuro.

Tengo un presentimiento.
Si llegas a conocerme.

Elsa salió con su cabello suelto y sin la coronilla que siempre cargaba.

—¿Eso que acabo de escuchar era un pobre intento de imitar mi maravillosa voz? —preguntó la rubia, con tono altanero.

—Claro que no –mintió el pelirrojo–, ¿y esto para qué?

—Para que no nos descubran, tontuelo —y pellizcó su nariz.

Desde el principio llamaste mi atención. Y algo dentro mío volvió a la vida.

El príncipe obedeció, y cuando estuvieron listos, se otorgsron una mirada cómplice.

—¿Listo? —susurró ella, por lo que Hans asintió, un poco sonrojado.

Tengo un presentimiento.
Si llegas a conocerme.

Ella se mordió la esquina de su labio inferior con nerviosismo, no sabía qué tan bien reaccionaría con lo que estaba por hacer.

puedes, Elsa.

Soltó el aire contenido en sus pulmones en un ruidoso suspiro, y tomó la mano grande y callosa de Hans que había soltado sin querer en el camino.

Algún día. Esto puede ser, esto puede ser ordinario.

Él alzó su mirada. Y se topó con la de ella, con la de una chica notoriamente confundida e insegura que no sabía si hacía lo correcto.

Algún día, puede ser algo extraordinario.

Sonrió cabizbajo, y entrelazó sus dedos con los de ella.

Esto la hizo sentirse mucho más tranquila.

y yo juntos
Afuera en la luz del día
Si se ríen, nosotros, diremos:
Lo seremos algún día.

Avanzaron hasta llegar a la puerta trasera del castillo. Ese por el que se había salido la última vez. Pero esta ocasión era diferente.

¿En qué? En que ella lo hacía sin temor.

Y a la mano de un chico.

Lo seremos algún día.
Algún día, algún día.

Lanzó un rayo al agua, ésta se congeló, haciendo un pequeño camino que atravesaba todo el fiordo, sólo que esta vez, el hielo no se propagó.

—Después de ti —bromeó Hans cediéndole el paso a la doncella. La rubia rodó los ojos con diversión.

Y sin soltarse de la mano, corrieron hacia la isla próxima.

Chica, luces deliciosa. Oh quiero decir, grandiosa.

Elsa sentía que el peso que cargaba en su corazón se había desvanecido, todas las veces en las que se había convencido de que jamás habría alguien que dejara de temerle se habían borrado de su mente. Finalmente podía sentirse libre.

Ahora te estas volviendo valiente.

No, solo arriesgo por nosotros.

Mientras tanto, en el interior de Hans era un caos. Un tornado de emociones. No sabía si lo que hacía estaba bien.

A quién engañaba, no lo estaba. Y el hecho de que ella lo tratara tan bien le provocaba infelicidad y culpabilidad. No merecía esto.

Puedes cambiar. Hazlo por ella.

Le dio un vistazo a sus manos entrelazadas, sentía cosquilleos en el estómago, realmente placenteros.

¿Qué va? Este momento era para los dos, lo demás importaba menos.

Si ser diferente fuera un súper poder, seríamos tan perfectos.

Al llegar al otro lado, Elsa revirtió sus poderes borrando así el rastro, y pudieron adentrarse al bosque sin problemas.

Podríamos hacer que estos dos mundos sean nuestros.

—¿Y qué planea hacer aquí, alteza? —preguntó el ojiverde, ya con paso lento y animado.

—Es una excelente pregunta. ¿Has jugado a guerra de bolas de nieve?

—En mi reino no cae nieve.

—Ah. Qué triste porque vas a perder —rápidamente creó una esfera con sus poderes, y la lanzó a la roja cabellera del joven.

—¡Oye. Eso no se vale! —exclamó el otro, sacudiéndose la cabeza.

Creó más nieve y la regó por todas partes para que Hans pudiera jugar.

Rápidamente se escondió detrás de un gran árbol, para que no pudiera atacarla.

Estoy arriesgando por nosotros.

Dos corazones solitarios encontrándose en lo oscuro.
Imaginando que están empezando a brillar.

—Oh, majestad. Tengo una excelente puntería. No podrá escapar —presumió el príncipe, atiborrándose de orgullo.

—La verdadera gracia es hacer que la nieve no se desmorone en el trayecto —aclaró Elsa, creando otra bola y lanzándola a su rival.

Ésta chocó en el árbol que estaba alado de Hans, por lo que empezó a reír.

—¿Qué te es tan gracioso? —Ella salió de su escondite. Pero se dio cuenta que nadie estaba frente a ella.

Tienes mi atención. ¿Qué pasa después?

Unas tibias manos envolvieron su cintura, para luego cargarla sobre su hombro.

—¡No! ¡Hans! ¡Traigo falda! —golpeó su espalda, creyendo que así podría hacer que la bajara.

Bárbaramente se equivocó.

—Descuida, que nadie podrá verte. ¿Te gusta girar? —preguntó, con actitud traviesa.

—¡Ni se te ocurra, Hans Weterford! —advirtió la reina de Arendelle.

Películas y largas caminatas por el parque.

Saliendo a cualquier lugar que queremos.

A baja velocidad, los dos giraron en medio de aquellos grandes árboles, quienes sólo escuchaban gritos y súplicas de parar.

Finalmente Hans obedeció a la orden de la rubia, y la puso sobre el suelo. Y antes de que la chica se cayera por los mareos la sujetó de sus manos.

Me gusta la forma en la que piensas.

Ya casi puedo verlo.

—Genial, ¡ahora todo me da vueltas! —se quejó, haciendo un puchero.

Ver a Elsa portándose tan natural y sin una pizca de realeza, era sumamente divertido.

Y hermoso.

Algún día, esto puede ser, esto puede ser ordinario.

Él se acercó a los labios de la albina, sin llegar a rozarlos. Esperando pacientemente a que ella decidiera si aquello sucedería o no. Nada ahí sería hecho a la fuerza.

Algún día, algún día. Puede ser algo extraordinario.

y yo juntos, afuera en la luz del día.
Si se ríen, nosotros diremos:
Lo seremos algún día.
Algún día, algún día.

La rubia observó los labios entreabiertos y rosados del ojiverde, quien mantenía sus ojos cerrados como queriéndole dar más privacidad.

Así que déjalos hablar si quieren.

Déjalos hablar si lo van a hacer.

Vamos a hacer lo que queremos.

Es entonces donde ella lo pescó de sus mejillas, y le otorgó el beso que tanto había esperado.

Editado
Domingo 7 de Junio, 2020.

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