『 11 』
Si algo había aprendido con el accidente de su hermana, es que nunca tenía que guardarse la furia, la ira, porque sino sería mucho peor al momento de salir.
Si algo había aprendido, es que no había poder en la tierra que ella conociers que pudiera vencer al hielo. Y la mejor manera de no lastimar a alguien, era sacarlo todo.
Y eso hizo.
Se fue a la isla más alejada del reino, y se desquitó con cada roca que encontró en su camino.
Se dejó caer en el polvoso suelo, y las lágrimas recorrían sus mejillas.
No recordaba haber hecho algo malo para merecer tal maltrato.
Agradecía internamente que ninguno de su servidumbre objetara cuando la vieron salir del castillo, ya sabían a qué se enfrentarían si le diera otra crisis a la rubia, y como la última vez, no sería un momento agradable que quisieran que ocurriera de nuevo.
Se limpió los mocos y el rostro, se sacudió el vestido y se dio varias palmaditas en los cachetes, para regresarle el color que habían perdido hacía unos minutos.
—Ya todo está bien. No hay que hacer destrozos, se acerca Navidad y a Anna no le gustará verme así ni al reino destruido —se susurraba la rubia, deshaciéndose la trenza que recogía su cabello.
Movió su cabellera y la acomodó a los lados de su rostro, haciéndola lucir diferente, joven.
Agitó sus manos con los ojos cerrados, concentrándose en descongelar lo que sus berrinches habían creado.
Cuando todo volvió a ser agua, regresó al castillo.
Marjorie se encontraba pagándole al campesino que traía los vegetales cuando Elsa pasaba por ahí.
—¡Majestad! ¡Qué bien luce hoy! –alardeó el humilde adulto–.¿gusta de una manzana? Son de las verdes —le guiñó un ojo. No era secreto que entre manzanas rojas y verdes, ella prefiriera las verdes. Así como que si la ponían a elegir entre manzanas y duraznos, ganaría los duraznos, más que nada por el árbol.
—No, gracias, o... –al principio quería negarse, no sentía alguna necesidad de comer, pero conforme pasaban los segundos empezaba a dudar de su decisión–, bueno sí.
Él campesino le extendió la canasta que las aguardaba, y ella tomó una.
—Muchas gracias —le sonrió, y con un movimiento de sus dedos, el sombrero roto del caballero cambia a un bombín de color azul marino, con un pequeño moño dorado.
Al entrar al castillo, tropezó con un arreglo floral. Y es que era de imaginarse, ella nunca miraba por dónde caminaba. Es que una princesa (y ahora siendo reina) no podía darse el lujo de tener la mirada gacha teniendo un trono, revelaba sumisión.
—Eso estuvo cerca —gruñó, levantando las rosas.
Se encontró un muñeco de nieve, tejido a mano con una carta atada a él.
Para: Mi hermana Elsa.
De: Su hermanita menor, Anna.
Al darse cuenta de quién era, gritó de la emoción acompañado de pequeños saltitos.
Sin titubear abrió la carta, ansiosa de saber cuándo regresaría su hermana.
Faltaban pocos días para la gran cena que tendrían en el reino. Y quería pasarla con su hermana.
En estos últimos meses habían intentado recuperar el tiempo perdido, y lo habían logrado, hasta que la boda se interpuso, y la luna de miel, y no es que Elsa se molestara por ello. Pero hubiera preferido que Anna y Kristoff esperaran un poco más antes de comprometerse, pues el matrimonio no erabalgo con lo que se pudiera jugar. Su hermana lo sabía, y prometió comportarse con la seriedad que el tema merecía.
Desdobló la hoja, y leyó lo que contenía:
"Querida Elsa...
No sabes las maravillas que Corona tiene, sus bailes son asombrosos y las celebraciones son tan enigmáticas y muy alegres, todo es bello por acá. Pero no es mejor que nuestro hogar.
Intenté buscar una forma de comunicación que nos pusiera al contacto casi de inmediato, como un fax o un telégrafo, pero lamentablemente no encontré por aquí. Mi único modo de comunicarme contigo era por medio de una carta.
Y es que temía una cosa.
No poder estar en Arendelle para antes de navidad y año nuevo.
Últimamente la navegación por aquí ha estado sufriendo graves ataques hacia sus tripulaciones, hay "piratas" robando propiedad del reino y los reyes temen que nuestras vidas corran peligro si nos adentramos al mar para volver a nuestro reino.
En serio lo siento mucho, Elsa. Sé cuánto anhelabas que estuviéramos juntas este año, pero no se puede si queremos estar a salvo, y sé que comprenderás.
Probablemente regresemos a finales de Enero.
Con mucho cariño, Anna."
La cara de Elsa desprendía decepción, cansancio, angustia.
¿Qué haría entonces, si Anna no estaría aquí?
No lo sabía. Es que no pensó en los posibles escenarios que podrían presentarse, sólo le quedaba ella en este mundo. ¿Y no estarían juntas en una celebración tan importante, tan especial?
Ya ni ganas tenía de comer. Sólo quería dormir por un largo rato y no saber nada del mundo por un momento. Lo necesitaba. Lo merecía.
Gracias a Gregory, ella no estaba tanto tiempo atendiendo problemas del reino, mayoritariamente porque todos hacían lo que debían y sabían qué hacer y cómo hacerlo de la manera correcta. Y cuando esto no sucedía no había necesidad de salir a resolverlo.
Volvió a su habitación, se dio una ducha lenta en agua ardiendo, y al salir, se metió a su cama, enrollada a una sábana rosa.
Su vientre se retorcía con violencia, le provocaba gemir de dolor. Pronto su periodo estaría acompañándola lo que era peor aún. Triste y con las hormonas de la menstruación alterando su situación emocional.
Grandioso.
Tocaron la puerta con suavidad, ella escondió su rostro en la almohada y fingió estar dormida.
Un pelirrojo sudoroso y empolvado asomó su cabeza por el marco de la puerta, averiguando si la reina se encontraba por ahí.
Vio que su silueta descansaba en el colchón. Y dudó si era un buen momento para entrar y disculparse por su repentino acto violento en contra de su frágil figura o esperar hasta que estuviera mejor.
—¿Reina Elsa? —siseó.
Ella apretó con fuerza sus párpados, no era buen momento para que se presentase.
—¿Majestad? —susurró. La rubia aguantó la respiración, para no emitir ningún sonido.
Él se adentró a la habitación. Cerró con cuidado la puerta y se acercó a la alcoba de su alteza.
—Yo... Lamento haberla empujado hace unas horas. No fue mi intención lastimarla, sólo que estaba tocando una fibra muy sensible para mí. No... No quería que tocaras el tema, eso era todo.
Por otra parte, ella se mantenía quieta. No quería hacerle saber que estaba escuchándolo, o peor aún; retorciéndose del dolor por culpa de su menstruación.
¿Sería apto decir que no podría pasar algo peor?
Editado
Martes 2 de Junio, 2020.
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