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16. Tienes que decirle

Alec POV

Sentí una fuerte sacudida en mi brazo antes de abrir un ojo.

– Alec, cariño, despierta, – dijo la voz. Era una voz bastante familiar. – Alec. –

Ah, mi mamá. Si, la voz pertenecía a ella. Finalmente abrí los ojos para apreciar su sonrisa. Ella estaba acariciando lentamente y despeinado cabello.

– Buenos días, – murmuré.

– Buenos días cariño. Es hora de levantarse, – bostecé, tallando mis ojos con mi muñeca. Mamá sostenía una bandeja con un vaso de agua y un montón de pastillas. Rápidamente las metí en mi boca y tomé el agua. Como siempre, comenzaba mi día con medicamentos. –¿Cómo te sientes hoy? –

– Bien, – mascullé, poniendo el vaso vacío en la bandeja. Mama me veía cautelosamente, como si no creyera en mis palabras. – Mamá estoy bien. No tengo dolor de cabeza y me siento bien. Deja de preocuparte. Los medicamentos me ayudan.

– Sabes muy bien que no puedo dejar de preocuparme bebe, – gruñí por el apodo. Yo ya no era un bebe, pero uno no podía discutir con Maryse Lightwood. Lo sé por experiencia. – Con el aumento de leucocitos en tu sangre, debemos ser cuidadosos. –

– Lo se mamá. Créeme, esos medicamentos me están ayudando. – había un poco de confianza en mi voz. Pero no sabia muy bien a quien intentaba convencer, si a mi madre o a mi. – Me van a ayudar. –

– Eso espero, – masculló. En ese momento la puerta de mi habitación se abrió completamente, entrando mis hermanos por ella. Isabelle se sentó a mi lado y Max se metió entre nosotros. Mamá nos sonrió y salió de la habitación.

– ¿Va a venir tu novio hoy? – preguntó Max de la nada.

– Creo. Si, vamos a venir después de nuestra cita en el cine, si. – el sonrojo en mis mejillas era enorme.

– ¡Fabuloso! – nos sonrió a mi y a Izzy, haciendo que le miráramos sospechosamente. – Oh, solo le quiero mostrar mis nuevos libros de Naruto que papá me compró. Y quiero que los lea conmigo. –

– Niño, – comenzó Isabelle. – ¿Te das cuenta de que Magnus es el novio de Alec? –

– Si, – dijo levantando una ceja. – ¿Y? –

– Y eso significa que viene a pasar tiempo con Alec. No con nosotros, – Isabelle trató de explicarle mientras yo me sonrojaba. No me gustaba hablar de mi novio con mis hermanos.

– Pero Alec le tendrá durante toda su cita en el cine, – se quejó, haciendo un puchero. No me pude resistir a ello.

– Estoy seguro de que si se lo pides, Magnus los leerá contigo, – Max chilló y brincó de emoción. Al segundo siguiente salió corriendo de la habitación dejándome con Isabelle.

– Chico, con cada año que pasa, Max se vuelve más raro, – habló. – Igual que Jace. –

– Si, – no pude evitar reírme. Me preparé para levantarme poniendo mis piernas en el suelo. Al siguiente segundo, sentí un mareo, me desvanecí y sentí como Isabelle me cachaba, antes de que tocara el piso.

– ¡Whoa, Alec! – escuche su voz en mi oreja. – ¡Alec! –

– Estoy bien, – mi voz tembló un poco. Sentía como que golpeaban mi cabeza, que intenté ignorar. Pero mi cabeza pensaba lo contrario. Me senté de nuevo, viendo a Isabelle con preocupación. – Solo me levanté muy rápido de la cama. –

Isabelle respiró aliviada, y se lanzó a abrazarme, apretándome un poco, haciéndome difícil respirar. Pero yo sabia que esa era su forma de mostrar su preocupación, así que la abracé de vuelta.

– Quizá deberías quedarte en casa hoy, – dijo de pronto. Yo solo sacudí la cabeza negando.

– ¿Y que le diría a Magnus esta vez, eh? ¿Qué voy de nuevo con Max al dentista? – Isabelle me miró a los ojos y entrelazo nuestras manos.

– Quizá deberías decirle la verdad, – razonó conmigo. De nuevo negué con la cabeza. – Eventualmente tienes que decirle Alec. No es estúpido. Y está sospechando. Dile la verdad. –

– Aun no, – dije pasando mis manos por mi cabello. – Aun no estoy listo. –

*

El día en la escuela estaba yendo demasiado lento. Con cada clase me sentía más y más cansado. Incluso durante el almuerzo me fue difícil mantener mis ojos abiertos. Esto era ocasionado por el golpeteo que sentía en mi cabeza. Era como si alguien estuviera golpeando sus uñas en mi cerebro. Incluso me daba nauseas.

– Entonces mejillas dulces, ¿qué película vamos a ver? –preguntó Magnus, después de tomar de su refresco. – ¿Cariño? –

– ¿Qué? – solté de repente.

– Te pregunté cual película vamos a ver. ¿Estás bien? – había un poco de preocupación en sus dulce voz.

– Estoy bien. Y la película, la que tu quieras. –

– ¡Bien! – agarró mi mano y las entrelazó. – Hay una película de comedia romántica que quiero ver. Y después podemos ir a cenar si quieres, y luego vamos a tu casa. –

– Si... cena, y mi casa... si, – las palabras salían de mi boca de forma torpe.

– Bebe, – bajo la voz, para que nuestros amigos no escucharan. – ¿Estás bien? Te ves un poco pálido. –

– Estoy bien, cariño, – mascullé. – Estoy perfectamente bien. –

*

La palabra "bien" se había vuelto como mi mantra hoy. Quien quiera que preguntara como me sentía le contestaba un "bien". Y entre más lo decía, mi mente más me lo creía. Aunque sabía que mi cuerpo no se lo creía para nada.

Comenzó en clase de mate. Un segundo estaba resolviendo un ejercicio y al siguiente me sentía como fuera de zona. Escuchaba voces, pero no las podía comprender correctamente.

– Alec, pasa al pizarrón a resolver el ejercicio, – involuntariamente me moví hacia el frente del salón. Con cada paso me sentía más y más perdido.

Finalmente estaba en frente del pizarrón y tomé el plumón. Cuando estaba a punto de escribir la respuesta, que ya me sabia, algo me detuvo. Era como si no pudiera hacer que se movieran mis músculos. Como si me hubieran congelado. Logré escuchar como alguien decía mi nombre. Sentí algo caliente y pegajoso deslizándose por mi barbilla. Tratando de concentrarme, bajé la mirada y vi unas gotas rojas en mi camiseta blanca que Magnus me había hecho comprar la semana pasada. Puse dos dedos sobre mi nariz y descubrí que había sangre saliendo de ella. Sentí mi cuerpo calentarse mientras volteaba a ver a los demás.

La última cosa que escuché antes de caer en la oscuridad fue la voz de Magnus gritando mi nombre.


Magnus POV

Había algo extraño con Alec el día de hoy, lo podía notar. Estaba más pálido de lo usual, casi blanco. Incluso tenía círculos negros alrededor de los ojos, pero no demasiado notorios. Alec me aseguraba que era por la falta de sueño que estaba teniendo últimamente. Pero eso no fue lo único que descubrí. También noté que Alec había estado perdiendo peso. Eso me preocupaba, pero sabia que Alec me diría si algo iba mal. Después de todo, el confiaba en mi de la misma forma que yo confiaba en él.

Estábamos sentados en la clase de mate, yo Ragnor atrás, y Catarina y Helen delante de nosotros. In mi corazón sentado en frente con Jordan, quien había vuelto a sus sentidos y arreglado las cosas con Alec.

Mi novio estaba concentrado en las actividades como siempre. Era tan inteligente, y tan trabajador. Siempre quería dar lo mejor.

– Se está volviendo aburrido, sabes, – me susurró Ragnor, haciendo que le mirara confundido. – Tu mirando a Alec con tu cara de cachorrito enamorado. Me hace querer vomitar, – hiso un gesto de asco, ganándose un golpe y una mala mirada mía. Quería ofenderle, pero fui interrumpido por el profesor Starkweather.

– Alec, pasa al pizarrón a resolver el ejercicio, – eso llamó mi atención, como siempre que escuchaba "Alec". Incliné mi cabeza solo para poder tener una mejor vista de Alec y su forma de mover sus caderas en una forma deliciosa. Era difícil dejar de mirarle mientras caminaba malditamente sexy, haciendo que me enfocara en su retaguardia.

Pero esta vez algo era diferente. Alexander no estaba moviendo las caderas de forma sexy. Era más como si estuviera arrastrando las piernas. Le miré intensamente. Cuando estuvo en frente del pizarrón se tomó su tiempo. Alec intentaba mover su mano pero no podía. Eso me comenzó a preocupar.

– ¿Alec? – su nombre salió de mi boca. – ¿Alec? –

El profesor estaba diciendo su nombre también, pero Alec no reaccionaba. No fui consiente de cuando me paré y caminé lentamente hacia él. Alexander se dio la vuelta. Había sangre deslizándose sobre su barbilla. Cruzamos miradas por un segundo antes de que se desvaneciera.

– ¡ALEC¡ ¡ALEC! – en un segundo, estaba arrodillado a su lado, moviendo su cabeza con mi mano. – ¡Cariño despierta! ¡Bebe! ¡Alec! –

No me respondía. Comencé a sacudir su brazo para intentar que se levantara, pero no parecía funcionar. Ni siquiera me di cuenta cuando el profesor Starkweather se arrodillo a mi lado, presionado sus dedos en el cuello de Alec para checar su pulso.

– Tiene pulso, – suspiró, y me di cuenta que las lagrimas estaban corriendo por mis mejillas. – ¡Jordan llama a la enfermera! ¡Ahora! –

– Voy a llamar al 911, – escuché la voz de Catarina. Yo solo estaba sosteniendo a Alec, acariciando su mejilla y depositando besos en su frente.

– Bebe, despierta. Por favor, – mi voz temblaba tanto de miedo como de impotencia. No podía hacer nada para ayudar a mi novio. Me hacia sentir frustrado y furioso conmigo mismo.

– Hazte a un lado, – escuché la voz severa de una mujer, que al mirarla me di cuenta de que era la enfermera. – ¿Qué pasó? –

– Solo se desvaneció, y estaba sangrando de su nariz, – la mujer mayor asintió mientras checaba los signos vitales de Alec. Después de unos momentos los paramédicos entraron al salón.

Estaba demasiado ido para cuando colocaron a Alec en la camilla y le sacaron del salón. Estaba congelado en mi lugar y probablemente no me hubiera movido si Ragnor no hubiera agitado mi brazo. Cuando volví a mis sentidos corrí fuera del salón con mi amigo detrás de mi.

– ¡Voy con él! – los paramédicos me miraron confundidos. – ¡Voy con él! –

– ¿Eres familiar? –

– No. –

– Entonces lo siento, pero no puedes venir con nosotros, – masculló.

– Entonces díganme a que hospital le van a llevar. –

– ¡Beth Israel! – y se fueron. Tomé las llaves de mi auto de mi bolso y se las arrojé a Ragnor.

– Conduce ¡Ahora! – mi mirada debió asustarle, porque no discutió para nada.

Media hora después, prácticamente salté del auto y corrí dentro del hospital, con Ragnor detrás de mi. La joven rubia de la recepción se asustó cuando golpeé el escritorio con mis manos.

– Alec Lightwood fue traído aquí, ¿en que habitación? – me asusté de mi propia voz, que ahora solo era preocupada y alta.

– ¿Es familiar? – la pregunta me hiso enojar más.

– ¡Es mi novio! ¡¿En qué habitación esta?! –

– Está en el departamento de urgencias en ese momento, pero no puede entrar. Solo está permitida la familia. –

– Gracias por la información, – dijo Ragnor, y me arrastró hacia la sala de urgencias. Una vez ahí, nos sentamos en unas muy incomodas sillas y esperamos. – Deberíamos llamar a sus padres. –

– Oh mierda, cierto. – con una mano temblorosa marqué el número de Maryse y esperé a que contestara. Finalmente después de unos timbres escuché la fuerte voz. – Hola señora Lightwood. Soy Magnus. Alec se desmayó en el escuela. Estoy en el hospital Beth Israel con él. Venga rápido por favor. –

– Voy en camino Magnus. –

No supe por cuanto tiempo estuve sentado ahí, con mis rodillas en mi pecho, tratando de no hiperventilar, pero era difícil. Todo pasó demasiado rápido. Aun no podía entender porque Alec se desmayó ¿Qué estaba pasando? ¿Era anemia? ¿Estaba enfermo? ¿Qué le pasaba a mi dulce niño?

Luego el doctor salió ugencias, e inmediatamente Ragnor y yo nos levantamos.

– Disculpe, Alec Lightwood, se desmayó y...–

– ¿Cabello negro? – solo asentí. – Despertó y le llevamos a la habitación 405. ¿Es usted familiar? –

– Soy su novio, – mascullé, mirándole con suplica. – ¿Cómo está? –

– Está estable, pero no le puedo dar más información. ¿Sabe si su familia ya viene? –

– Su mamá está en camino, – el doctor asintió. – Voy a su habitación. –

Ragnor y yo subimos y nos sentamos fuera de la habitación. No mucho tiempo después, Maryse Lightwood llegó corriendo hacia nosotros.

– ¡Magnus! – respiraba con dificultad. – ¿Dónde...–

– Está dentro. No me quieren decir nada. Por favor...solo...– apretó mi mano y entró la habitación, dejándome de nuevo con mis caóticos pensamientos.


Alec POV

Un momento estaba parado en frente de la clase en el aula, y al siguiente me levanté por una brillante luz y algunas voces preocupadas. Había una luz moviéndose sobre mis ojos e inmediatamente la seguí. Finalmente miré la habitación en la que estaba. Paredes blancas, varias camas y maquinas. Una aguja fue presionada en mi piel y una intravenosa colocada en mi brazo. Un hospital. Estaba en un maldito hospital. Luego los sucesos me golpearon. Me desmayé en el salón. Un momento después estaba siendo movido a una habitación, después de que el doctor se aseguraba de que estuviera estable. Ahora esperaba a mis padres. Unos minutos después mamá entró abruptamente, preocupada y asustada.

– ¡Mi niño! – se sentó al lado de mi cama, y me puso en sus brazo. Su mano acariciando mi cabello cuando colocó un beso en mi frente. – ¿Cómo te sientes? –

– Bien, – claro que mamá no se lo creyó. Ni tampoco la doctora Anderson, quien estaba entrando.

– Alec, acabo de leer tu expediente. Tomaron una prueba rápida de sangre. Y me temo que hubo otro aumento de linfocitos, – eso era malo, especialmente cuando lo decía la doctora con su voz de doctora-amigable-preocupada. – Me temo que los medicamentos que estás tomando no están teniendo los efectos deseados. –

– Pero solo fue un desmayo, no es nada grave, – traté de defenderme. – Nada grave. –

– Alec... – comenzó la doctora Anderson, pero mamá la interrumpió.

– ¡No Alec! Esto es serio. Has tenido tres sangrados nasales y ahora te has desmayado. ¡Esto es grave! –

– Maryse tiene razón. Me temó que si los niveles de linfocitos siguen aumentando como ahora, tendremos que comenzar de nuevo la quimio. –

En ese momento me congelé. No podía estar pasando, no de nuevo. No ahora. No cuando encontré a Magnus. No cuando por fin soy feliz. No cuando me estoy comenzando a enamorar de verdad.

– En las siguientes dos semanas te haremos más pruebas y te mantendremos en observación. Si empeoras, comenzaremos con las quimioterapias. –

Cuando nos dejó solos, intenté no llorar. No podía permitir que mamá me viera asustado. Eso la rompería. Yo sabía que ella estaba asustada, sus ojos me lo decían.

– Ma... Magnus está esperando afuera...– me dijo. – ¿Quieres que le deje entrar? –

– ¡¿Está aquí?! – solo asintió. – Maldición... no... no me puede ver así...–

– Ha estado aquí todo el tiempo, llorando y asustado. Merece verte. – masculló limpiando las lagrimas de su mejilla. – Se preocupa por ti, Alec. –

– No le puedo decir...–

– Tendrás que hacerlo eventualmente – Me senté en la cama, poniendo mis piernas en el piso, y le asentí.

– Pero no ahora, – mamá suspiró. – Déjale pasar mamá. –

Un momento después Magnus entró y me abrazó fuertemente. Yo le abracé devuelta, sintiendo su corazón martillando en su pecho y sus brazos temblorosos.

– Bebe, ¿estás bien? – dijo con lagrimas en sus hermosos ojos verde-dorado, haciéndome sentir enojado, porque yo causé esto. Magnus pasaba sus manos por mi rostro, mirándome intensamente. – Estaba muy asustado, ¿Estás bien? –

– Estoy bien, – le abracé fuertemente. Magnus lanzó sus brazos alrededor de mi cuello. Mi mamá sacudió la cabeza y me miró con ojos tristes, haciéndome tragar fuerte, antes de volver a hablar. – Todo esta bien. Todo irá bien. –



😭😭😭😭😭😭😭😭

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